Ninguna criatura sin un entorno educativo de calidad

Un nen gatejant pel terra a l'escola bressol Aurora, al districte de Ciutat Vella. © Clara Soler.

La escolarización en los primeros años de vida tiene importantes beneficios para los niños y niñas, para las personas que los cuidan y para la sociedad. En Barcelona los menores de 3 años que más lo necesitan, los de familias vulnerables, son los menos escolarizados. Hay que ampliar la oferta, hacerla más equitativa en el acceso y diversificarla. Así se podrá evitar que la etapa de los 0 a los 2 años sea la primera fuente de exclusión educativa y refuerce el ciclo de reproducción social de la pobreza.

Crecer en un entorno educativo y de cuidados desde el primer año y durante toda la vida es un derecho garantizado por varias convenciones y tratados internacionales, y es, además, una premisa sobre la que existe un consenso generalizado. Pero no solo es un derecho —al que ya hace tiempo deberíamos haber dado respuesta todos los estados—, sino también una gran oportunidad, ya que es un mecanismo de igualación de oportunidades y una de las mejores estrategias para reducir las desigualdades sociales. La educación de la pequeña infancia beneficia de forma muy importante las niñas y niños que provienen de familias en situaciones muy desfavorecidas, y les ofrece mejores trayectorias educativas y mejores oportunidades laborales en el futuro.

Tal y como se recoge en el reciente informe de Save The Children “Donde todo empieza” (2019), la educación de la pequeña infancia es una de las inversiones más rentables por su alto retorno social. Se calcula que el retorno social es de 1 a 4, es decir, que, por cada euro invertido en la pequeña infancia, la sociedad obtiene un retorno de 4.

Finalmente, se debe tener en cuenta que la disponibilidad de servicios educativos para la pequeña infancia ayuda a mejorar la equidad de género por el impacto positivo en la ocupabilidad de las madres, en el incremento de natalidad, y en reducir el conflicto entre las expectativas laborales y el deseo de formar una familia.

La escolarización en los primeros años de vida tiene importantes beneficios para los niños y niñas, para las personas que los cuidan y para la sociedad en general. Pero, contrariamente a esta evidencia, en la ciudad de Barcelona más de la mitad de las criaturas no está escolarizada antes de los 3 años y, aún peor, las que menos lo están son justo las que más lo necesitarían: los niños y niñas de familias en situación de vulnerabilidad.

Teniendo en cuenta esta realidad y, a la vez, el hecho que aparezcan cada vez más iniciativas de crianza nuevas en la ciudad al margen de los servicios públicos, el Informe de Oportunidades Educativas 2017-2018 identifica tres retos de ciudad para mejorar la oferta pública de servicios educativos de pequeña infancia y favorecer una mayor escolarización.

Más oferta pública y más equitativa

A pesar del crecimiento sostenido de la oferta de plazas en la guardería, a día de hoy menos de la mitad de las criaturas entre 0 y 2 años está escolarizada (44 %) y la cobertura pública solo puede dar respuesta al 54 % de la demanda recibida: queda claro que uno de los retos es incrementar la oferta. Desde 2006-2007 la demanda de plazas de guardería ha aumentado en un 30 % (especialmente en los distritos con rentas más elevadas), pero las asignaciones solo han aumentado un 12 %, y con grandes disparidades territoriales.

El reconocimiento de la etapa de la primera infancia como etapa educativa universal permitiría garantizar su financiación con corresponsabilidad de las diferentes administraciones públicas. Este sería, con toda probabilidad, uno de los pasos más importantes para que la Administración desplegara, de forma definitiva, una oferta que diera cobertura a la totalidad de niños y niñas entre 0 y 2 años (unos 40.000 en total).

No solo hace falta más oferta, sino también que esta sea más equitativa. La tasa de escolarización de la pequeña infancia autóctona (52 %) es 3,5 veces superior a la extranjera (15 %), y en los distritos más desfavorecidos de la ciudad es donde esta escolarización es más baja (27 % en Ciutat Vella, 36 % a Nou Barris y Horta-Guinardó, muy por debajo del 57 % de Les Corts y Sarrià-Sant Gervasi). Por lo tanto, la equidad tiene que ser una premisa básica en la política educativa de la ciudad.

En este sentido, se debe destacar la implantación, a partir del curso 2017-2018, del sistema de tarificación social para favorecer la accesibilidad económica de las familias con menos recursos, ya que este sistema ajusta el precio de la plaza en función de la renta familiar. Desde la implantación de la medida, el número de niños que acceden a la guardería con cuotas más asequibles se ha duplicado (del 34 % al 65 %).

No obstante, si bien el sistema de tarificación social aligera de forma muy importante el coste de la escolarización para las familias con más dificultades económicas, el hecho que en los dos distritos más desfavorecidos de la ciudad haya disminuido el total de infancia escolarizada (−16,4 % en Ciutat Vella y −2,7 % a Nou Barris) pone de manifiesto que, además de las barreras de carácter económico, hay otras que se interponen en el acceso de estos niños y niñas a los servicios educativos de pequeña infancia que tan importantes se demuestran para compensar las desigualdades de partida.

Por lo tanto, para avanzar en un incremento de la escolarización en esta etapa es necesaria una mejor identificación de las necesidades de las familias y averiguar los motivos de su baja escolarización. A su vez, se tiene que ofrecer apoyo para la preinscripción y programas de información sobre los beneficios de la escolarización de los pequeños y las pequeñas para intentar incentivarla.

 

Nuevos espacios educativos más allá de la guardería

A partir de la constatación de que, además de la barrera económica, existen otras, emerge un tercer reto de ciudad que tiene que responder a preguntas como estas: ¿en qué entornos se desarrollan las criaturas que no van a la guardería?, ¿qué necesidades tienen las familias para la educación y crianza de los menores de 3 años? Y, sobre todo: ¿con qué apoyos cuentan las familias para el acompañamiento educativo de los bebés y niños en esta etapa clave?

La proliferación de proyectos diversos de educación y crianza de la pequeña infancia fuera de la oferta pública y de jardines de infancia privados (se identifican hasta 73 en 2015), evidencia no solo que la actual oferta en la ciudad es insuficiente para cubrir la demanda, sino que es poco diversificada en formatos, a menudo rígida en las formas de acceso y no da respuesta a las necesidades sociales diversas ni a todas las sensibilidades educativas.

En este sentido, hay que destacar los espacios familiares municipales (una quincena en marcha en la ciudad), que ofrecen a las criaturas un espacio educativo estable durante dos días en la semana, con un adulto de referencia y la orientación de profesionales de la educación. Además de ser un servicio diferente al de la guardería, los espacios familiares suponen una primera aproximación de las familias a la educación de la primera infancia y también favorecen la posterior incorporación de sus hijos e hijas en la guardería.

Destaca también el programa “De 0 a 3”, que agrupa cuatro casales infantiles del Eixample. Estos casales ofrecen un espacio de encuentro a las familias para compartir inquietudes y experiencias respecto a la crianza de sus hijos e hijas, y, simultáneamente, un espacio de juego y socialización para las criaturas. Esta iniciativa del Distrito es una muestra del potencial de aprovechamiento de la red de centros cívicos, ludotecas y casales infantiles de la ciudad, como centros idóneos para el acompañamiento de la crianza y en particular para facilitar las experiencias comunitarias que requieren espacios de calidad.

Finalmente, es destacable la prueba piloto de la guardería Aurora, en el distrito de Ciutat Vella que, además de ofrecer un espacio familiar socioeducativo, apuesta por la flexibilidad horaria en dos turnos (uno de mañana y uno de tarde) para adaptarse mejor a las necesidades cotidianas de las familias.

Hay que tener en cuenta que en otros países europeos esta diversidad de iniciativas está articulada y reglada en el marco de la oferta pública y privada y que, desde la Administración, es pertinente establecer las condiciones de calidad y de equidad de los dispositivos (para que también sean accesibles a la pequeña infancia más vulnerable), así como valorar los tipos de apoyos (reconocimiento, regulación, cesión de espacios, etc.) que podrían ser oportunos.

En definitiva, incluso con el aumento sostenido de la oferta pública y las recientes medidas desplegadas en la ciudad, la escolarización de la pequeña infancia sigue siendo baja y desigual. Hace falta, por lo tanto, seguir aumentando la oferta y, sobre todo, diversificarla. Además, para hacerlo bien, es necesario un conocimiento más grande de las diversas realidades y necesidades sociales de las familias de toda la ciudad, saber en qué contextos se están criando los niños y niñas de menos de 3 años no escolarizados y que necesitarían las familias para escolarizarlos. Solo así se podrá atraer y dar mejor respuesta a los actuales públicos ausentes y se podrá empezar a romper el ciclo de desigualdades educativas desde la pequeña infancia.

FE DE ERRATA

El titular correcto de este artículo es “Ninguna criatura sin un entorno educativo de calidad”. El título que aparece en la versión impresa de la revista es erróneo.

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