Plan de usos de Ciutat Vella: proteger la vida vecinal

Diverses persones passejant pel Raval. © Paola de Grenet

Desde 1992, se han implementado varios Planes de usos en Ciutat Vella para regular las actividades económicas y las licencias urbanísticas. El último, aprobado en 2017, pone énfasis en la promoción del comercio de proximidad. Esta herramienta és indispensable para mejorar la calidad de vida y garantizar que los vecions puedan seguir en el barrio.

La mejora urbana del centro histórico de Barcelona ha sido una prioridad de los gobiernos municipales desde la recuperación de la democracia, y bajo esta premisa se han impulsado políticas de transformación sociales, urbanísticas y económicas. Se han promovido planificaciones urbanísticas y se han desarrollado acciones sociales, entre las que destacan las intervenciones en el parque de viviendas, la construcción de equipamientos y la creación de nuevos espacios públicos en la ciudad. En lo referente a las políticas públicas focalizadas en alcanzar una transformación económica, se han llevado a cabo una sucesión de planes especiales de concurrencia pública, hotelería y otras actividades, conocidos con el nombre de Plan de usos. Se trata de una herramienta urbanística que regula las condiciones de implementación de las nuevas licencias en un territorio con base en su impacto en el espacio público y que incide en el freno o la promoción de modelos económicos y sociales.

Esta herramienta resulta esencial en Ciutat Vella, el distrito central e histórico de Barcelona, un espacio que genera un gran interés entre los visitantes y causa una sobresaturación de personas, así como muchas tensiones entre los residentes y el comercio. Esta gran afluencia de visitantes hace que el distrito resulte muy atractivo para promover actividades culturales, comerciales, de ocio, de hotelería y de restauración, lo cual genera una especialización económica que provoca la desaparición de las actividades orientadas a dar servicio a los vecinos y vecinas, y ocasiona ciertas molestias a los residentes que llegan incluso a afectar a su salud.

Para revertir esta situación, el primer Plan de usos de Ciutat Vella se implementó en 1992 con el objetivo de regular las actividades económicas y resolver las problemáticas que estas generaban. Fue el primero de la ciudad y, posteriormente, ha habido siete más, hasta llegar al actual. Estos primeros planes, promovidos por gobiernos socialistas, restringieron las actividades —provocando así un efecto de contención del crecimiento— y limitaron la concesión de licencias de apartamentos turísticos. Pero no fue hasta el Plan de usos de 2010 cuando la regulación puso un freno real a las nuevas licencias con la introducción de un elemento regulador primordial: la densidad máxima de establecimientos.

Lamentablemente, esta tendencia se modificó durante el mandato de Convergència. El Plan de usos de 2013 liberalizó las tendencias en muchos lugares del distrito, un hecho que se justificó apelando a la necesidad de dar respuesta a la crisis económica. La naturaleza reguladora de esta herramienta urbanística se pervirtió y se utilizó como un plan de desarrollo económico centrado en las actividades relacionadas con el turismo. Esta contradicción hizo que los juzgados terminaran declarándolo nulo de pleno derecho.

Un comerç obert a Ciutat Vella. © Clara Soler
Un camió recull les escombraries en un carrer de Ciutat Vella. © Curro Palacios Taberner

Comercio de proximidad

En 2015, desde el nuevo gobierno de Barcelona en Comú, nos propusimos modificar el Plan de usos vigente con una clara voluntad de suprimir los efectos negativos que ciertas actividades provocan en el espacio público y de favorecer la diversidad comercial, poniendo especial énfasis en el comercio de proximidad.

Se encargó el Estudio de los usos urbanos en Ciutat Vella, tipos y conflictos (Estudio 300.000Km/s, 2017), una innovadora cartografía de los movimientos de las personas, los usuarios de los locales de ocio y los visitantes del distrito. Los resultados obtenidos evidenciaron la vulnerabilidad social, la fragilidad del tejido residencial, los procesos de expulsión debidos a la excesiva orientación del tejido económico hacia el visitante, y la conflictividad derivada del ejercicio de las actividades, principalmente relacionadas con los problemas de ruido nocturno en el espacio público.

Por otro lado, la Agencia de Salud Pública de Barcelona desarrolló el Estudio de valoración del impacto del ruido procedente de actividades relacionadas con el ocio nocturno sobre la salud de las personas en Ciutat Vella (Ayuntamiento de Barcelona, 2017), del que se obtuvieron unos resultados que evidencian la relación entre la contaminación acústica y la grave afectación sobre la salud de las personas que viven en el distrito.

Los resultados de estos dos estudios resituaron nuestras prioridades políticas en la redacción del nuevo plan, en el cual se definió como objetivo principal la protección de la vida de los vecinos y las vecinas de Ciutat Vella. Porque, a pesar de que el territorio padece una desmedida presión turística y su vida vecinal ha sido muy a menudo olvidada por parte de los distintos gobiernos municipales, Ciutat Vella sigue siendo un distrito residencial. Así, se consideró esencial que la preservación de la vida de sus barrios fuera un elemento central del plan para garantizar que el vecindario de Ciutat Vella siguiera en el distrito. El gran reto era alcanzar el equilibrio entre el desarrollo de la actividad económica y la salud de las personas residentes en el territorio.

Entre el equipo de técnicos municipales, el equipo redactor externo y la ciudadanía llevamos a cabo un diagnóstico crítico de los planes anteriores, aportando mejoras normativas y consistencia jurídica, y censando por primera vez y de forma muy precisa todas las actividades que se llevaban a cabo en el territorio. Asimismo, evidenciamos con rigor la prevalencia del uso residencial, la fragilidad del tejido urbano y la vulnerabilidad residencial, definiendo el umbral de saturación de las actividades compatibles con la calidad de vida del vecindario. Para hacerlo, cruzamos los datos de acumulación de licencias con los gráficos de exposición al ruido de los distintos sonómetros instalados en la vía pública.

Este umbral de saturación resultó fundamental para justificar la restricción de nuevas licencias en zonas saturadas. El elemento más innovador del trabajo de los urbanistas fue la capacidad de prognosis de la aplicación de la normativa; el equipo redactor creó una herramienta capaz de simular escenarios de saturación con base en la aplicación de distintos parámetros de regulación.

Por todos estos motivos, el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España otorgó el Premio de Urbanismo Español 2019 al Plan de usos de Ciutat Vella, el máximo reconocimiento por parte de la profesión en el ámbito de la planificación urbana.

Participación ciudadana

Decíamos que la ciudadanía también colaboró en la redacción del plan mediante un proceso participativo conducido por la cooperativa Raons Públiques. El proceso contó con la participación de distintos sectores implicados en el ámbito vecinal y económico. Los resultados obtenidos constataron la afectación que la saturación de las actividades económicas orientadas al turismo producía sobre la vida de las vecinas y los vecinos del distrito y la necesidad de simplificar su regulación.

Desde el inicio de los trabajos que desembocaron en el Plan de usos de 2017 sabíamos que, a pesar de que la liberalización de las actividades había tenido un despliegue rapidísimo en Ciutat Vella, la restricción tendría unos efectos mucho más lentos, ya que los Planes de usos siempre actúan sobre escenarios preexistentes. Por tanto, es cierto que el modelo económico no se ha modificado, pero sí podemos constatar que el monocultivo económico no ha aumentado y que la tendencia de solicitud de nuevas licencias se ha invertido: ahora mismo son mayoritarias las peticiones de licencia de comercio de proximidad, mientras que las de restauración y de actividades dirigidas al público turista son prácticamente residuales. Ello nos sitúa en un escenario futuro en el que se incrementarán las actividades económicas destinadas al público local y se reducirán las turísticas.

Con todo, un Plan de usos pensado para proteger a la población que vive en Ciutat Vella no basta para cambiar el modelo. Es una pieza más de un engranaje en el que se deben incluir elementos ya aprobados en el mandato previo y desarrollados también en el actual: el Plan de dinamización económica y comercial, la territorialización de los servicios de Barcelona Activa, un plan de inspecciones proactivo y eficiente —acompañado de un refuerzo del aparato de servicios jurídicos— y un urbanismo pensado con la participación de los vecinos para su propio beneficio.

Barcelona debe ser una ciudad que cuida la vida de barrio: con unas vecinas y unos vecinos que tengan derecho a participar de los procesos de construcción ciudadana y una Administración que tenga el deber de garantizar esta participación y la vida comunitaria. Este es el espíritu del Plan de usos de Ciutat Vella de 2017.

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