Relatos y ciudades

El visor d'una càmera de fotografia digital.  © Goroka. Ajuntament de Barcelona.

Las grandes ciudades siempre van unidas a un relato que las impulsa al mundo. Este relato puede ser generado desde instancias institucionales (y en tal caso suele tener el empuje de la propaganda política) o puede emerger de la cultura de la ciudad y ganarse la oficialidad gracias a la aceptación popular. El consenso unánime que nos identifica con una historia se consigue, sin embargo, cuando cuenta con un apoyo institucional y es refrendado también por la ciudadanía. De ahí puede surgir un relato ganador que dé identidad y sea motor de cambio. El relato olímpico sería un ejemplo perfecto.

Cuando un determinado relato triunfa, corremos el peligro de que se convierta en único y uniformizador. En tal caso, resulta necesario que a su alrededor haya espacio para que crezcan las malas hierbas de la disidencia, la disconformidad de la contracultura. Porque son los inconformistas los que pueden hacer emerger las ideas que, con el tiempo, puedan regenerar o sustituir los discursos hegemónicos obsoletos.

En el debate de este pliego de cultura analizamos por qué la crisis en la producción audiovisual impide la creación de nuevas imágenes y relatos desde la ciudad de Barcelona y desde el país. Asimismo, a partir del último libro de Julià Guillamon, nos preguntamos por qué la contracultura de los años setenta fue diluida por los Juegos Olímpicos y por qué los creadores viven todavía hoy sumidos en una cierta impotencia.

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