Treinta años de BAM y Sónar: dos modelos de festival, un único impulso a la cultura

Público asistente al festival Sónar de 2010. © Vicente Zambrano

Los festivales se han convertido en el espectáculo popular perfecto de nuestros tiempos. En solo tres décadas se han construido a sí mismos desde cero. En Barcelona, se ha pasado de un modelo titubeante y muy primitivo, en cuanto al concepto y, sobre todo, a la estructura, a las muestras de sofisticación actuales, que hacen de motor de los ecosistemas culturales locales i de espejo para otros eventos de todas partes del mundo. Ha sido un recorrido que, a pesar de los años, ha pasado volando.

Dos eventos esenciales del calendario festivalero de la ciudad como son el Barcelona Acció Musical (BAM) y el Sónar celebran este año su treinta aniversario. Aunque muchos no puedan hacerse a la idea, los festivales no han estado siempre aquí. De hecho, estos dos son los más veteranos, y, a pesar de haber nacido con menos de un año de diferencia y en circunstancias muy diferentes, han sido dos eventos indispensables para el desarrollo cultural, no solo de la ciudad, sino también más allá. Incluso en algún momento han adquirido relevancia en esferas internacionales.

Ambos surgieron en la primera mitad de los años noventa, en una ciudad todavía embriagada por los efectos de los Juegos Olímpicos. El BAM fue el primero en llegar, en 1993, impulsado por Jordi Gratacós, quien fue su editor durante las primeras quince ediciones. Gratacós, gran entusiasta del cambio, con el apoyo del recién creado Institut de Cultura de Barcelona (ICUB), puso los cimientos de un modelo disruptivo en un contexto musical cambiante, con un desarrollo creciente de la escena alternativa. Aquel primer impacto supuso un gran prestigio para Barcelona, al mismo tiempo que fue inspirador y motivador para muchos profesionales y entidades del sector, ya fueran discográficas o programadores de salas, que se convirtieron en organizadores de otros festivales por todo el territorio. Un año después apareció el Sónar, un evento de carácter privado que, en pocos años, impulsó cambios necesarios gracias al talante visionario de sus directores, Enric Palau, Ricard Robles y Sergio Caballero, y que situó a Barcelona en el panorama internacional de la música electrónica, la creación digital y el arte contemporáneo.

Han sido treinta años en los que ambas organizaciones han vivido una evolución constante. El BAM, como apéndice de las fiestas de La Mercè, empezó siendo una especie de escaparate de talento emergente y el punto de encuentro de una industria independiente al alza. Poco a poco, fue creciendo y se hizo fuerte en espacios emblemáticos del casco antiguo, como la plaza del Rei, la plaza Reial, el Moll de la Fusta…, con una programación de lujo gracias a la sabiduría de sus directores artísticos. Incluso tuvo una etapa en la que jugó en la liga de los grandes acontecimientos del momento, como el Festival Internacional de Benicàssim (FIB), el Primavera Sound o el Festimad (Madrid), con un cartel repleto de nombres de impacto en un marco incomparable como es la estación de França, convertida en centro neurálgico de la actividad musical.

Actuación de la banda de rock Viva Belgrado en el escenario del BAM de la plaza de Joan Coromines durante las fiestas de La Mercè de 2021. © Xavi Torrent Actuación de la banda de rock Viva Belgrado en el escenario del BAM de la plaza de Joan Coromines durante las fiestas de La Mercè de 2021. © Xavi Torrent

El Sónar, en cambio, después de unos inicios nómadas, en los que incluso pasó por el Poble Espanyol, finalmente se pudo estabilizar en unas ubicaciones fijas y pudo desplegar su programa heterogéneo con un formato doble único. Este estaba integrado por las propuestas diurnas en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y en el actual Arts Santa Mònica, que giraban en torno a las tendencias futuras respecto a la creación digital y artística contemporánea, además de mucha música generada con tecnología de todas las filiaciones estéticas imaginables, y las propuestas nocturnas, en el pabellón de la Mar Bella, enfocadas en la música de club.

A lo largo del siglo xxi, cada uno de estos dos eventos musicales ha seguido su camino. El BAM se ha confirmado como gran catalizador del talento emergente y el Sónar se ha convertido en un hub imprescindible dentro del concierto global de las músicas electrónicas. Y también, a través del Sónar+D, en catalizador de la creación procedente de disciplinas como la tecnología, el arte, el pensamiento y la ciencia. Convoca anualmente a más de 120.000 visitantes en las actuales sedes de Fira de Montjuïc (día) y Fira Gran Via de L’Hospitalet (noche).

El pasado que era futuro

Durante los seis años que trabajé en el Sónar, fui incrementando mi nivel de epistemología musical, pero también organizativo. Y aprendí dos grandes principios: primero, los procesos evolutivos no necesariamente están vinculados a una capacidad de crecimiento ilimitada; y segundo, nunca se debe perder el pulso de lo que sucede en la calle, lo que comporta una inquietud activa constante. Como contraste con este segundo aspecto, el festival ha mantenido inamovibles a los integrantes de su dirección, un triunvirato formado por Ricard Robles, Enric Palau y Sergio Caballero. Pregunté a los dos primeros sobre el contexto de aquel primer Sónar: “En 1994 había propuestas artísticas, pero minoritarias y dispersas, y la distancia con Europa era muy grande”.

Aun así, se la jugaron e iniciaron un proyecto inédito, sin referencias. De hecho, la parte artística, a través del cine, el diseño, las instalaciones, la videocreación… siempre ha tenido un gran protagonismo en el Sónar. Su imagen poderosa ha sido un hecho distintivo respecto a los demás festivales. ¿Pero este aspecto estaba marcado en el libro de ruta desde un principio? Sergio Caballero, responsable artístico del proyecto, responde: “Arranca con la tercera edición, en el Sónar 96. La imagen del festival ha permitido explorar nuevos lenguajes alejados de los códigos propios de la industria musical y de las tendencias en general. Se le suma, también, que puedes llegar a audiencias enormes más allá de tus públicos, con campañas que se ven en todo el mundo. El vídeo del 25.º aniversario, Sónar Calling GJ273b, lo retuiteó hasta la NASA”.

El presente ya es pasado

El Sónar se ha caracterizado siempre por gozar de una gran pulsión futuróloga, que le ha permitido interpretar las constelaciones sonoras y mirar a través de la computadora de cristal, poniendo el foco en todo lo que ahora parece anecdótico, pero que mañana será norma. Sin ir más lejos, la imagen de este año se ha creado con la ayuda de la inteligencia artificial (IA). Sergio Caballero explica que, para conseguir la imagen del treinta aniversario, la IA se ha entrenado con las 29 que han definido los años precedentes y ha generado multitud de imágenes prueba/error. “Ha sido en la belleza generada en estos errores donde se ha encontrado la imagen gráfica del Sónar 2023”.

El festival ha aportado muchísimas cosas a la ciudad de Barcelona. Pero ¿por cuáles será recordado? “Hemos creado un evento que tiene categoría propia y que ha sido capaz de atraer, interesar y entusiasmar a gente de todo el mundo, tanto a artistas como a profesionales y público”, dicen Robles y Palau. Es obvio que su papel dentro del entramado musical ha sido vital. “Hemos favorecido que el artista emergente tuviera un espacio natural en el que expresarse ante grandes audiencias. Somos un festival que la industria musical y el público eligen para descubrir talento o para inspirarse”. Cuando les pregunto por su estado de forma actual, sentencian: “El festival siempre ha trabajado para responder a los intereses, las inquietudes y las ideas de su tiempo. Cuando nació, hace treinta años, y también hoy. El Sónar sigue con el mismo ánimo, reinventándose continuamente y sin perder la esencia original”.

Rara avis

El festival BAM ha sido durante mucho tiempo otra de las constantes vitales del panorama musical de la ciudad, todo un evangelio para los que esperábamos el maná indie al final del verano. Se trata de una tipología de festival totalmente diferente, con una dirección artística que cambia cada cuatro años, más o menos. Este año se encarga L’Afluent, una entidad cooperativa de servicios culturales integrada por Ikram Bouloum, Miquel Cabal Guarro, Aïda Camprubí, Sergi Egea y Artur Estrada, con una clara apuesta por la transversalidad para dar visibilidad al mayor número de colectivos de la ciudad. El BAM es un festival 100% público, y este es un hecho ciertamente inaudito si tenemos en cuenta el modelo imperante en el ecosistema festivalero.

Concierto de Asmâa Hamzaoui & Bnat Timbouktou dentro del BAM, en la rambla del Raval, durante las fiestas de La Mercè de 2022. © Víctor Parreño Concierto de Asmâa Hamzaoui & Bnat Timbouktou dentro del BAM, en la rambla del Raval, durante las fiestas de La Mercè de 2022. © Víctor Parreño

“¿Cómo se ha podido mantener durante treinta años y qué misión tenéis?”, he preguntado a los actuales directores. “No centramos la atención en las mismas estéticas o comunidades cada año, sino que modulamos el discurso a lo largo de las ediciones objeto del contrato. Cada edición tiene un carácter propio, pero existe un nexo vertebrador transversal que nos permite ofrecer un espacio visible y adecuado al mayor número de colectivos de la ciudad”, responden. Y añaden: “Pensamos en un BAM plural e inclusivo que dé visibilidad a todos los colectivos posibles, especialmente a los que históricamente han quedado apartados de los escenarios del festival. Proponemos una programación con artistas de trayectorias y orígenes diversos, sean locales, estatales o internacionales. Con una oferta estilística variada, claramente feminizada y con presencia de artistas no binarias, y con una atención especial a las emergencias y a los nuevos formatos musicales”.

La alternativa de lo alternativo

El espíritu del BAM es alternativo desde el mismo momento en que surgió, y eso puede parecer una contradicción si tenemos en cuenta que forma parte de las fiestas de la ciudad. ¿Cómo lo ven los directores artísticos actuales? “El BAM es la vertiente alternativa de La Mercè, encaja en nuestros trabajos previos dentro de los circuitos independientes. En el ámbito formal, es un gusto poder programar en grandes escenarios al aire libre y en espacios públicos. También lo es tener en cuenta la pluralidad de gustos de las diversas poblaciones de Barcelona”.

Sí, pero ¿dónde empieza la programación musical de La Mercè y dónde la del BAM? ¿Cómo lo hacen para no pisarse? Responden a coro las integrantes de L’Afluent: “Tenemos libertad total, pero siempre intentamos seguir unos itinerarios estilísticos según el escenario, que el cartel sea, como mínimo, paritario en todos los sentidos y que haya una representación lingüística. Con la dirección de La Mercè tenemos muy buena relación y aprovechamos cada nueva edición para reunirnos y complementar nuestras respectivas líneas editoriales”. La gran valía del BAM es que siempre ha apostado fuerte por el talento emergente. ¿De qué forma lo concibe actualmente L’Afluent? Responden las cinco: “El talento emergente local es el que configurará el discurso de un futuro; por tanto, es crucial incorporarlo y siempre tiene un buen porcentaje de representación dentro del programa. Que colectivos como Catàrsia, Don’t Hit a la Negrx, Jokkoo, Toro, Sunkusi, Sin Sync o El Bloque TV, que son parte del tejido musical activo de la ciudad, participaran en la edición de 2022 comisariando algunos espacios de estos grandes escenarios en la calle, habla de cómo conquistar estos circuitos convencionales”.

En definitiva, el Sónar y el BAM son dos propuestas diferentes en cuanto al formato, de evolución, de contenido, de pensamiento, pero coincidentes en muchos otros puntos, como la pasión por el descubrimiento de nuevo talento o el arraigo a la ciudad, el marco insustituible de estos treinta años. Se desconoce cómo proseguirán sus caminos, y más aún en un mundo tan imprevisible como el actual. Lo que sí es seguro es que seguirán ejerciendo de motores necesarios e imprescindibles de los ecosistemas culturales locales.

TESTIMONIOS

Jordi Turtós
Periodista musical

“Para el desarrollo del ecosistema musical de la ciudad, el BAM ha supuesto toda una reflexión sobre los conceptos de triunfo y éxito y sobre la música como producto musical de masas. Es, todavía hoy, una idea romántica sobre el goce de la música en directo. Y sigue siendo un escaparate del talento emergente local.”

Nando Cruz
Periodista y autor de Pequeño circo y Macrofestivales

“El modelo de festival musical como reclamo turístico generador de impacto económico nace y crece con el Sónar. El BAM consigue dos cosas: romper con el modelo de fiesta mayor de toda la vida, donde la oferta musical eran los tres macroconciertos de artistas conocidísimos, y abrir las puertas a una nueva escena independiente.”

Santi Carrillo
Codirector artístico del BAM (1995-1999). Director de la revista Rock de Lux

“Recuperamos espacios como la plaza Reial, la plaza del Rei, el Moll de la Fusta… y fue un éxito total. Venía mucha gente de la industria procedente de toda España, sobre todo de Madrid. El BAM fue pionero en esta escena independiente, que después se desarrolló en multitud de lugares.”

Ángel Molina
DJ y A&R de 30D Records

“Aún recuerdo mi primera sesión como DJ. Estaba muy nervioso. El Sónar era mi primer gran hito en ese momento. Realicé un set arriesgado y vertiginoso, que acabó con un minuto de ruido y silencio posterior, roto por el aplauso del público. Es imposible describir con palabras esa sensación.”

Miqui Puig
Cantante y presentador de Pista de fusta en iCatFM

“En los noventa, mi papel era muy extraño. Músico y descubridor. Joven y con ganas de todo. El primer Sónar era como un primer viaje, sabíamos que era nuevo, pero no sabíamos hasta dónde llegaría todo aquello. El BAM, en cambio, era como una fiesta mayor, pero más moderna, a la medida.”

Óscar Abril Ascaso
Comisario de SonarMàtica. Coordinador jefe de Club9

SonarMàtica era la exposición temática y colectiva del festival que, a pesar de ser de tan solo tres días, supuso un gran escaparate para mostrar los avances de las artes digitales. Los programas libres, el paisajismo de datos, la realidad aumentada… Siempre fuimos los primeros.”

Jordi Gratacós
Director del BAM (1993-2007) y del máster en Industria Musical en la UB-IL3

“Después de treinta años te das cuenta del cambio de voluntades y necesidades generacionales. La nuestra era muy enérgica. El motor éramos nosotros mismos, solo que con ánimos inagotables y sin especulaciones que no fueran las de carácter social y cultural. Con música en directo.”

Antònia Folguera
Comisaria de Sónar+D

“En Sónar+D hacemos zoom in para mostrar las personalidades, los proyectos y las ideas más interesantes del momento. Buscamos reflejar su vertiente tecnológica, artística, científica, industrial y, a menudo, filosófica. Después hacemos zoom out para ver cómo todos estos temas y aspectos se conectan entre sí.”

Jordi Martí Grau
Concejal del Ayuntamiento de Barcelona

“El BAM creció adoptando la misma identidad de festival y generó una comunidad a su alrededor. Con el Sónar y el BAM, Barcelona toma una dimensión de expositor de lo que no es evidente en cuestiones musicales y artísticas. De entrever tendencias que después se acabarán imponiendo.”

Ambiente del Sónar de Nit en la edición de 1998. © Sónar Ambiente del Sónar de Nit en la edición de 1998. © Sónar

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