Turismo y cultura después de la pandemia

Park Güell. Entrada © Ajuntament de Barcelona / AL PHT Air Picture TAVISA

El foro de debate “Ciudad, turismo y cultura: una oportunidad conjunta” —organizado desde la Concejalía de Turismo e Industrias Creativas con la colaboración de la Sexta Tenencia de Alcaldía del Área de Cultura, Educación, Ciencia y Comunidad del Ayuntamiento de Barcelona— ha discutido propuestas para mejorar la interacción entre turismo y cultura en la ciudad. El foro, que ha reunido a más de cien expertos, se ha articulado en grupos focales alrededor de diez ponencias, presentadas por diez gestores y que incluimos aquí.

La crisis de la covid-19 ha tenido un impacto demoledor en el turismo, puesto que la economía de la persona visitante aportaba un 15 % de los ingresos de Barcelona. La pandemia nos obliga a repensar un modelo que antes de esta crisis ya mostraba signos de agotamiento. Y aquí la cultura tiene mucho por decir, entendida en un doble sentido: “Esa que configura el modo barcelonés de entender el mundo y de gestionar la propia ciudad, y esa que crea, produce y difunde contenidos que quieren y pueden interesar a ciudadanos de todo el mundo”, afirma el impulsor del foro, Xavier Marcé, concejal de Turismo e Industrias Creativas.

El visitante que se aloja en Barcelona y, sobre todo, el 40 % que repite, se muestra receptivo a la cultura que se propone. Son casi nueve millones de personas (datos de 2019), una cifra que demuestra que Barcelona no es una destinación puramente vacacional.

Llegó la hora de incorporar el potencial del visitante en la formulación de estrategias culturales en Barcelona. Es evidente que la solución no está en producir contenidos culturales pensados exclusivamente para los visitantes ni tampoco en segregar la cultura local en circuitos ajenos al interés de los visitantes. Hay que evitar que ciudadanos y visitantes vivan experiencias culturales disociadas.

Barcelona debe apostar por la calidad del turismo y no por la cantidad, y debe adecuar los flujos de viajeros a los requerimientos de la Agenda 2030. Si queremos promover un turismo comprometido, de calidad, sostenible, resiliente y, en definitiva, más aspiracional, es imprescindible establecer puentes entre turismo y cultura.

Retrat de Marta Lacambra

Marta Lacambra
Directora general de Fundació Catalunya La Pedrera

Existe un turismo de cantidad que aporta poco valor añadido, mientras que el turismo de calidad, que existe y es muy relevante, no se ha valorado lo suficiente.

Sería conveniente buscar un nuevo modelo turístico porque la ciudad del futuro será inevitablemente turística. Se necesita un nuevo modelo de ciudad siguiendo el concepto New Lab que la proyecte hacia el futuro a través de la creatividad y la cultura.

Si trabajando con constancia y rigor se ha colocado a la gastronomía y sus creadores de primer nivel en el imaginario que acompaña la promoción de Barcelona como destino, ¿por qué no hacerlo de forma ordenada pero intensa con la producción cultural y la cultura patrimonial?

Me preocupa mucho recuperar a los visitantes de Barcelona. No va a ser fácil; y sí, tenemos una oportunidad para evitar errores, pero creo que antes que nada hay que hacer un discurso positivo, propositivo y aglutinador.

Hay que comunicar mejor a la ciudadanía el impacto positivo que tiene el turismo desde el punto de vista social, ya que los ingresos que genera revierten en programas educativos y culturales. Y quiero que Barcelona recupere la ambición con mayúsculas de ser un destino de calidad con una profunda vocación social. Nadie debería quedarse atrás.

Retrat d'Ángel Díaz

Ángel Díaz
Presidente de Advanced Leisure Services

Hay que ampliar el foco de la actividad turística, tradicionalmente dividida en turismo de vacaciones y turismo de negocios, para empezar a hablar de la economía del visitante, que incluye toda la actividad generada por la gente que nos visita, por el motivo que sea. El marketing y la promoción de contenidos de la destinación son un elemento clave para potenciar nuestros factores diferenciales, trabajar alineados para poder cumplir la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas contra el cambio climático y, a la vez, maximizar el retorno de la actividad para el conjunto de la destinación. Queremos ir a buscar, en cualquier mercado geográfico, a esas personas que valoran de forma especial eso que somos y ofrecemos, y que, por tanto, están dispuestas a pagar más porque aquello que se les ofrece tiene un valor diferencial.

Es imprescindible tener claro el imaginario, los contenidos que queremos promocionar y comunicar, y nuestros segmentos objetivos específicos para llegar a ellos mediante todas las herramientas disponibles a través del big data y la inteligencia artificial. Debemos identificar empresas y actividades, muchas de ellas privadas, que puedan formar parte de este imaginario y trabajar en red y de forma colaborativa.

Se necesita una visión a corto plazo, para sobrevivir, y una a largo plazo, para mantener la competitividad y rentabilidad de la actividad, con el fin de convertir a la ciudad en una destinación urbana atractiva, responsable, sostenible, resiliente y digital.

Retrat de Anna Silyunas

Anna Silyuna
Directora general de la Fundación Casa de Rusia Barcelona

Es importante ir más allá de una visión reduccionista para abordar la cuestión turística desde una mayor transversalidad y sin pensar que el turismo de sol y playa es incompatible con el cultural. Hay que pensar atractivos nuevos, adaptados también a las nuevas generaciones.

En la dinámica de crecimiento continuado del turismo se valora la cantidad, pero hay que pasar a una métrica de la calidad, cuando eso que se cuantifica es lo que se gastan las personas visitantes.

Hay que diferenciar entre “consumir cultura”, que es lo que hacen las personas visitantes cuando vienen a Barcelona y que engloba un estilo de vida, y “consumir equipamientos culturales”. Hay centros culturales, como la Casa de Rusia de Barcelona, que, gracias a las actividades que programa habitualmente, permiten mejorar el conocimiento de muchos ciudadanos y ciudadanas sobre los países que representan estos centros. Su esfuerzo tiene un retorno en beneficio de la riqueza cultural de la ciudad.

Barcelona no cuenta con eventos culturales de primer orden, como exposiciones potentes al estilo de las que se anuncian en París o en Londres, capaces de captar un turismo cultural, y este es un nicho de turismo de calidad que debería explotarse.

Retrat d'Albert Guijarro

Albert Guijarro
Director del Primavera Sound

En Barcelona crecen iniciativas culturales con espíritu global, aparentemente minoritarias, pero con unas programaciones sólidas, variadas y arriesgadas, con valores muy integrados en la ciudad y que atraen a gente de otros lugares, en contraposición con otras ciudades, que basan su programación cultural en grandes museos o eventos en los que se recorre a grandes nombres como atracción turística.

Festivales como el Sónar, el IN-EDIT, el Manga Barcelona o el Primavera Sound, entre muchos otros, serían impensables en otras ciudades españolas e imaginables en no demasiadas ciudades europeas. Las programaciones de todos ellos se basan en valores que son muy “Barcelona”, y eso fortalece el orgullo local y el aprecio de los ciudadanos hacia su ciudad en una acción recíproca.

Los visitantes quieren ver ciudades originales con alma, un alma que se percibe en su forma de hacer y de entender su entorno social. Es así como el visitante participa de su contemporaneidad. Únicamente teniendo en cuenta a los usuarios locales, esto es algo que se puede conseguir; los turistas vendrán después.

Debemos ser capaces de transmitir autenticidad como resultado de desarrollar valores autóctonos y no escenarios petrificados, de crear una ciudad dinámica desde el punto de vista cultural y no una cáscara vacía. Debemos fomentar la creatividad y la producción de nuevas obras que serán el patrimonio del futuro sin olvidar que los verdaderos protagonistas de la cultura son los ciudadanos como creadores, organizadores de eventos, conservadores y transmisores de los valores, productores y comercializadores.

Retrat de Jordi Sellas i Ferrés © Sílvia Poch

Jordi Sellas i Ferrés
Gestor cultural

Barcelona es una ciudad sobrevalorada. Forma parte de las diez ciudades del mundo favoritas para viajar y para vivir en innumerables listas de éxitos globales. Sin embargo, cada año se agudiza la sensación de formar parte de un producto intercambiable; un posicionamiento que puede llevar a que deje de ser un destino de moda y se convierta en una nueva y agradable ciudad mediana de cualquier otra parte del mundo.

Barcelona vive del rédito de tres momentos del pasado: la ciudad medieval, la ciudad de finales del siglo xix y la ciudad olímpica. Se trata de momentos históricos de una potencia social, económica y cultural tan elevada que hoy seguimos notando sus efectos, ya que plantaron la semilla de lo que hoy son sus máximos atractivos culturales para el visitante internacional. Sin embargo, sin una nueva y auténtica definición de quiénes somos y cómo queremos que nos perciban, la realidad puede acabar devolviéndonos una acumulación de tópicos, lugares comunes y refritos de ideas pasadas.

La dinámica política de la última década ha contribuido a invisibilizar algunos de los mayores potenciales culturales y creativos de la ciudad y del país. Sería interesante recuperar esa vieja y potente idea que define a Cataluña como una red de ciudades medianas cuya capital es Barcelona. Una red no es un sistema jerárquico vertical, sino una conexión de nodos autónomos que, cada uno con sus potenciales, pueden ser más sólidos si trabajan juntos. La capitalidad cultural de la ciudad de Barcelona se proyecta, hoy, sobre el resto de Cataluña por inercia y no por convicción o por proyecto.

Retrat de José Antonio Donaire Benito

José Antonio Donaire Benito
Profesor de la Universidad de Girona

No se puede entender la ciudad de finales del siglo xx y principios del xxi sin contar con el turismo. La actividad turística ha creado “cicatrices de memoria”, fragmentos, edificios, rutinas, actividades que solo pueden entenderse desde la mirada turística. De hecho, el turismo forma parte de la identidad de Barcelona igual que las viejas industrias del Poblenou, las iglesias barrocas o los restos de los palacios medievales. Es un dibujo más del palimpsesto que es la ciudad.

La actividad turística ha creado elementos patrimoniales que deben ser preservados. Serán los edificios y los espacios que visitarán los turistas del futuro. Son espacios de memoria que debemos empezar a inventariar, catalogar y, en algunos casos, preservar. Debemos reivindicar el patrimonio turístico de la ciudad.

El turismo altera los accesos a determinadas áreas urbanas, de modo que resultan más atractivas para un perfil de residentes e inaccesibles para otros. Por tanto, el turismo cambia el modo en que la ciudad y los espacios públicos se utilizan.

Las ciudades contemporáneas no son turísticas o no turísticas. Son atractivas o invisibles. El turismo es un vector más de un proceso de las ciudades globales, que atraen a residentes, estudiantes, inmigrantes ilegales, profesionales liberales, congresistas, pacientes y, naturalmente, turistas. El turismo es otra derivada de los procesos de globalización (personas, capitales e ideas) de las grandes ciudades internacionales, interrumpido súbitamente por la covid-19.

Retrat de Pep Salazar

Pep Salazar
Director ejecutivo del festival OFFF Barcelona

Asistimos a un desánimo hasta hoy desconocido: el de los ciudadanos que ven como de repente su entorno se ha vaciado de turistas y no identifican esta nueva “postal” de su ciudad. Los barceloneses tienen que retroceder 30 años para sentir esta sensación de ciudad que no está tomada por los turistas. Es un momento de choque, pero también una oportunidad para la cultura de activar los públicos locales y aplicar procesos de innovación real. También para redescubrir y adaptar las ciudades a un ritmo más pausado e identitario. Es hora de que el turismo busque en la cultura su aliada y no a la inversa, como ha sucedido hasta ahora. El ciudadano local también puede recuperar su esencia turística. Hay que generar valor añadido con la cultura y pasar a un modelo que nos diferencie de los grandes polos de atracción turística. Hoy es imprescindible entender la capacidad de la tecnología de la conectividad para tener presencia en un mundo global. La internacionalización de la cultura generada en Barcelona, como visión interna de la ciudad, es un eje imprescindible para explicar a los visitantes qué se van a encontrar cuando decidan volver a visitarla. En definitiva, la promoción de los públicos locales es la antesala del éxito internacional.

Retrat de Michael Goldenberg

Michael Goldenberg
Miembro del Consejo de Supervisión de Barcelona Global

Barcelona es uno de los destinos urbanos más visitados y deseados del mundo, con un desarrollo del sector turístico altamente competitivo que ha contribuido a mejorar la conectividad de la ciudad, facilitando el desarrollo de otros sectores clave para el futuro, ha mejorado los ingresos fiscales y ha contribuido a posicionar su reputación en el mundo.

Para lograr un modelo sostenible para la economía del visitante, Barcelona necesita más que nunca que la política turística esté integrada en la “política de ciudad” y no sea solo una política sectorial. La gestión del destino debe ser coherente en todas las dimensiones: urbanística, cultural, movilidad, seguridad, limpieza, medio ambiente, gestión del atractivo, atracción de inversiones, organización de la promoción y fiscal. Y es imprescindible, junto con el compromiso del sector privado, la implicación de todas las Administraciones.

La política fiscal y de apoyo a la inversión está todavía muy poco desarrollada, a pesar de su potencial. Se necesita una mayor seguridad jurídica de las regulaciones municipales y elaborar un marco de fiscalidad para cuando el turismo se recupere, con un doble objetivo: adecuar el funcionamiento de la financiación ICO para los operadores más afectados por la pandemia a la duración de la pandemia, que es superior a la esperada, y establecer una fiscalidad que incentive una oferta cultural y de servicios a la altura de un destino de alta competitividad. Se necesita también una oferta cultural renovada durante los meses de menos afluencia, como el Barcelona Obertura Spring Festival, que combina proyección internacional con una oferta de calidad cultural para todos los públicos.

Retrat de Nadia Arroyo

Nadia Arroyo
Directora de la Fundación MAPFRE Barcelona

La primera vez que encontramos la palabra turista en un diccionario es en 1800, y estaba vinculada a la búsqueda de una experiencia única. En ese momento era algo solitario, pero pronto, en 1845, surgió el primer viaje en grupo, y poco después la burguesía estableció las bases del mundo laboral e industrial para desarrollar el turismo a gran escala. Ahora tenemos la oportunidad de regresar a un turismo más especializado, menos numeroso, más exigente, más diversificado. Este planteamiento supone una menor afluencia de personas, y eso comporta unos beneficios económicos también inferiores.

La situación actual permite cuidar al visitante y que este tenga una relación más individual con la obra de arte. Y eso es lo que, en el contacto con el arte en directo, en el cuerpo a cuerpo, es transformador. Pero hay que dejar espacio para que este encuentro se produzca. La persona, al estar ahí, lo experimenta, lo percibe, lo reconoce. Pero para lograrlo deben darse ciertos condicionantes y es necesario cierto silencio y cierta soledad.

En el origen del turismo se daba la experiencia de forma alcanzable, única y memorable. El retorno a esta búsqueda, a esa experiencia, también necesita una labor educativa previa que revierta el actual turismo y, de paso, la sociedad en la que vivimos.

Retrat de Xavier Fina  © Lourdes Delgado

Xavier Fina
Director de ICC Consultors

El mayor reto alrededor de la reflexión conjunta entre turismo y cultura es transformar el imaginario de la ciudad. Antes de la llegada de la covid-19 existía un gran contraste entre la vivencia cultural de los visitantes y la del público local. Parecía que una oferta estuviera dirigida solo al turismo y que la otra no tuviera presencia alguna. Esto tiene varios efectos negativos. En primer lugar, la desconexión entre la ciudadanía barcelonesa y algunos de sus referentes culturales hace que la vivencia cultural sea menos rica y variada. Pero también es un problema para los equipamientos —especialmente museísticos—, que ven cómo disminuye drásticamente el número de visitantes cuando Barcelona deja de recibir turistas. La pandemia puede facilitar el hecho de que estos equipamientos recuperen el público local.

Des del punto de vista cultural, hay muchas “Barcelonas” que no llegan al visitante. Con una vocación comprometida con la diversidad, habría que definir estrategias para llegar a este visitante. Barcelona y las artes en vivo. Barcelona y la lectura. Barcelona y los derechos culturales. Barcelona y la creación. Barcelona y la música. Barcelona y el patrimonio industrial. Barcelona y el espacio público. Barcelona y las industrias creativas. Sin salir de los ámbitos reconocidos como culturales y sin pretender ser exhaustivos, esta es una posible lista para construir un imaginario complementario al actual. Y para ello hay que contar con la complicidad de librerías, bibliotecas, teatros, auditorios y fábricas de creación. Esta estrategia solo será útil para redefinir el modelo turístico en la medida en que sea consistente y sólida desde la perspectiva de la política cultural.

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