Una nación de inmigrantes. El Candel de Genís Sinca
- Libros
- Pliego de cultura
- Oct 25
- 7 mins
Es sorprendente que la primera biografía del autor de Los otros catalanes haya tardado tantos años en llegar. El trabajo de Genís Sinca (Comanegra, 2025) desborda pasión por acercarnos a un Candel todavía vivo entre nosotros y del que solo a través de su biografía podemos captar todos los matices de su obra. En este caso, como en pocos otros, vida y obra no son sino sinónimos.
En 1951, Oscar Handlin, en los primeros compases del libro The uprooted [Los desarraigados], relataba: “Una vez pensé en escribir la historia de los inmigrantes en Estados Unidos. Luego descubrí que los inmigrantes eran la historia de Estados Unidos”. Inspirándose en este libro, que ganó el Pulitzer de historia, un joven y todavía no presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy publicaba, en 1959, una obra titulada Una nación de inmigrantes. Es la temática de una época, pero también de nuestra propia contemporaneidad. Desde el nacimiento del capitalismo y su incesante capacidad de generar economías de escala y buscar la especialización económica a escala geográfica (una especialización a la vez marcada por procesos de desarrollo desigual), la condición humana se ve atravesada por la condición del emigrante. Una realidad global que se encarna en universos concretos y que encuentra en unas pocas manos a aquellos que son capaces de mostrarnos su valor. Oscar Hardin, en Estados Unidos; Candel, en Cataluña.
Solo esto ya nos habla de la relevancia del Candel de Genís Sinca (Comanegra, 2025). Candel es necesario para entender nuestro propio país, y para poder afrontar los debates y las realidades que abre una era en la que el fenómeno migratorio se ha convertido en el centro de la acción de la extrema derecha global. Lo que ahora vemos que ocurre en las ciudades estadounidenses bajo la bota de Trump no es sino uno de nuestros posibles futuros inmediatos.
Portada del libroEn un trabajo que es a la vez una biografía, una obra literaria y una larga entrevista, cuando Sinca nos habla (y, a través de él, también lo hace Candel) de los primeros libros candelianos —Hay una juventud que aguarda (1956), Donde la ciudad cambia su nombre (1957), Los otros catalanes (1964) o Ser obrero no es ninguna ganga (1968)— lo que hace es relatarnos la propia vida del chico de las casas baratas de Can Tunis: “Viví aquí en un extraño equilibrio, entre ese mundo que moría y el otro que nacía, en toda su bestialidad”. Un aquí que él ya no abandonará nunca, situado en el mundo de la emigración de la segunda Exposición Universal de Barcelona (1929); en unos barrios de migrantes donde la mayoría de la población se organizaba antes de la guerra dentro del universo anarquista, y después en la dialéctica entre el catolicismo comprometido y el comunismo del PSUC; donde la República se hacía carne acabando con el tracoma infantil y creando escuelas pedagógicamente avanzadas, laicas y mixtas, donde niños como el propio Candel aprendían algo que los acompañaría toda la vida; un mundo, en definitiva, donde la dureza tan solo se salvaba a partir de valores comunitarios y de historias de vida (im)posibles de héroes cotidianos que construían “la base de una sociedad civil firme” con una “fuerza oculta”. Esta fue la base de la resistencia, primero, y del desafío, después, en la dictadura.
Las periferias: donde la historia cambia de signo
Sinca dibuja cómo Candel se encontraba en medio de una de esas intersecciones en las que el país se transforma, aunque esa comunidad imaginada, llamada Cataluña, no fuera ni consciente de ello. De hecho, la historia normalmente cambia de signo en las periferias, pese a que sean los centros los que quieran ser los guardianes de las esencias y los productores del relato. Y es precisamente aquí donde Candel se convierte en una conexión insoslayable, al hacer que el país sea más autoconsciente de sí mismo, tomando las voces que no querían o no podían ser escuchadas y situándolas en el centro del debate y el relato. Probablemente, solo un personaje como él estaba en disposición de hacerlo. Tanto era así que su obra conocida surge de un encargo en el que, tal y como nos relata Sinca, interceden Pujol, Benet y Max Cahner. Pero independientemente del encargo y de la necesidad de realizar esta conexión entre la Cataluña “de siempre” y la nueva, son su voz y su vida las que se imponen. Si Max Cahner le encargaba un libro que quería que se titulara Nosotros, los inmigrantes, inspirado en el Nosotros, los valencianos, de Joan Fuster (1962), Candel apostaba por un título que se convirtió en una forma de explicar el país, Los otros catalanes, pues ellos no eran los inmigrantes, sino una parte ya inseparable de este. Así, mientras Vicens Vives había codificado la catalanidad en su Noticia de Cataluña (1954), constituyendo mitos perdurables hasta nuestros días en un libro que también habría querido titular Nosotros, los catalanes, Candel le daba la vuelta acercando la Cataluña imaginada, y recluida en esta representación, a una Cataluña real y, por tanto, posible.
El libro de Sinca transmite el mensaje candeliano de que una Cataluña “pura” —ahora que vuelve a estar tan de moda su vindicación— no puede asumir la Cataluña real.
Probablemente, este es el centro del libro de Sinca y su valor principal. Transmitir el mensaje candeliano de que una Cataluña “pura” —ahora que vuelve a estar tan de moda su vindicación— no puede asumir la Cataluña real. Por tanto, se minoriza a sí misma al aparentar querer ser una nación, cuando tan solo es un reclamo de ser una minoría étnica “acosada” que quiere acogerse al marco de protección de las minorías nacionales de Europa. Como relata Sinca al final del libro, transcribiendo la voz de Candel, el problema no es la migración, es el reconocimiento de esta migración como nuevos catalanes y, a partir de ahí, iniciar un camino en el que todas las voces se apropien del país; el problema no es la migración, sino hacer de la catalanidad un umbral de exclusión que borra las fronteras de la desigualdad; el problema no es la migración, es una cultura que, queriendo ser “global”, no es sino —y aquí Candel coincide con el Michael Billig del Nacionalismo banal— un proceso nacionalizador de escala planetaria que, bajo el ideal de Occidente, quiere homogeneizar la diversidad en una mitología y una cultura imaginada de base estadounidense.
Seguramente, el gran mérito del libro de Sinca es acercarnos al papel de Candel en el debate de la catalanidad a partir de su propia vida. También se podría argüir que esto quizás le hace sobredimensionar el papel de algunos personajes en la vida de Candel, como puede ser el de Jordi Pujol, o que también valdría la pena saber más de Candel en la cultura antifranquista o de Candel ya en democracia. Pero eso habría convertido la obra probablemente en monumental y más propia del campo de los historiadores, aunque nos hubiera acercado también a otros caminos para entender Cataluña.
Candel. Genís Sinca
Comanegra, 2025 320 páginas.
El boletín
Suscríbete a nuestro boletín para estar informado de las novedades de Barcelona Metròpolis
