Una nueva gobernanza metropolitana

Las nuevas problemáticas económicas, sociales y ambientales no se pueden resolver únicamente desde el ámbito municipal. Es el momento de plantear un nuevo modelo de integración institucional que permita democratizar más profundamente el gobierno de la metrópolis.

La realidad no se detiene porque pongamos barreras administrativas. Aunque se gobierne peor, la realidad no cesa. La supresión de la Corporación Metropolitana de Barcelona, en 1987, interrumpió un proceso de fortalecimiento de los vínculos territoriales que había dado consistencia y cohesión a la metrópolis. La substitución de este organismo por agencias sectoriales permitió coordinar esfuerzos en ámbitos como la planificación urbanística, la movilidad o el medioambiente, pero pronto se comprobó que este modelo no permitía abordar la complejidad de las nuevas realidades urbanas. La aprobación, en 2010, del Área Metropolitana de Barcelona como administración supramunicipal supuso un paso adelante, pero insuficiente.

Las grandes metrópolis, al igual que las ciudades amuralladas del mundo antiguo, están destinadas a ser el núcleo vertebrador del mundo globalizado. La conurbación de Barcelona figura hoy en posiciones destacadas de muchos indicadores internacionales. Pero este éxito económico a escala global debe traducirse en una garantía de bienestar y progreso para sus habitantes. Su futuro depende de su cohesión interna.

Hoy en día, la ciudad metropolitana es un continuo urbano troceado y segmentado, con grandes desigualdades internas, no solo entre barrios sino también entre municipios. Las nuevas problemáticas económicas, sociales y ambientales no se pueden resolver únicamente desde el ámbito municipal. Los procesos de gentrificación, las carencias en materia de vivienda o el enquistamiento de las desigualdades solo se pueden combatir con políticas de redistribución a escala metropolitana.

La evolución política reciente permite afrontar las viejas reticencias sobre la preeminencia de Barcelona y la imposición de una jerarquía territorial. Los municipios se han fortalecido y forman una malla multicéntrica con diversa personalidad pero con objetivos compartidos. Ahora es el momento de plantear un nuevo modelo de integración institucional que permita democratizar más profundamente el gobierno de la metrópolis.

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