“A veces pienso que la obra buena es el manuscrito”

Enric Casasses

La poesía impregna toda la obra de Enric Casasses. Pasada la barrera de los setenta años y con el paso de libros y premios, el poeta habla de la obra publicada y de la que ha permanecido en el cajón, ordenándose a la espera del momento adecuado, y repasa su trayectoria, desde de los orígenes familiares en L’Escala hasta la vida en Barcelona, pasando por estancias en Nottingham o en Berlín. Con el papel de la ciudad como escenario y personaje, la conversación sigue el camino trazado por un escritor que se ha dedicado siempre a la poesía, con pequeñas incursiones al teatro, o a los artículos, con un estilo característico que domina la lengua del papel y del escenario, los referentes más populares o más intelectuales pasados por la criba de una visión del mundo ácrata y libre.

Con una poesía entre la raíz popular, la culta y la vanguardia, sumada a su dominio del escenario y su ademán de trovador punk, Enric Casasses Figueres (Barcelona, 1951) revolucionó el mundo poético a principios de los noventa con su primer libro en edición comercial, La cosa aquella (Empúries, 1991), al que seguirían un repertorio de libros importantes, como los sonetos de No hi érem (Empúries, 1993), UH (Container, 1997, reeditado en Pagès Editors, 2007), El nus la flor (Edicions Poncianes, 2018) o el último, Soliloquis de nyigui-nyogui (Edicions 62, 2021). Pero, además de los libros, y quizás sobre todo, su obra incluye multitud de recitales que a finales de los noventa, junto con otros poetas como Dolors Miquel, Eduard Escoffet o Josep Pedrals, cambiaron el panorama poético abordando los escenarios. Esto sin olvidar los discos, desde El pa de navegar con Manel Pugès hasta los que ha grabado con su amigo Pascal Comelade, quien en su día lo incorporó tocando el triángulo en la Bel Canto Orquestra.

Usted es conocido como poeta y recitador, pero el primer libro que publicó, muy poco conocido, no fue de poesía, sino una especie de cuento infantil, L’amor de les tres mil taronges, en 1978…

Sí, es un pecado de juventud. Mi hermana Maria estaba en el Conservatorio Artes del Libro y tenía que hacer un trabajo final, con la encuadernación y grabados. Hizo una edición muy artesanal y, unos años después, lo reeditaron. Fue a partir de una improvisación hablada con una amiga que estaba enferma, pero hay una parte que me gusta y otras que no mucho… Es una obra de antes de empezar a realizar la obra.

¿Y cuándo vio que lo que quería era hacer poesía?

En los últimos dos años del franquismo viví como exiliado en Nottingham, en Inglaterra, y es donde me inventé aquel primer cuento. Al volver, en el setenta y tantos, tras la muerte de Franco, cuando yo ya tenía veinte y muchos y era el momento de la explosión punk, descubrí la antología grande de los trovadores de Riquer en tres volúmenes y me la tragué entera. Decidí que escribir en verso no tenía ningún misterio si lo hacían los punks y los trovadores, me lancé y allí empecé. Todo lo anterior lo considero ejercicios.

Su padre, Enric Casassas Simó, químico eminente, presidió el Institut d’Estudis Catalans; su madre, Pepita Figueras Cros, de L’Escala, hoy centenaria, también es química. Antes de empezar a escribir, debieron influir bastante…

Ellos anduvieron metidos en poesía desde el primer día, leyéndola y contándola, y con los libros que había en casa… A mi padre, cuando vio que yo escribía, le hizo ilusión y se acabó apuntando. Siempre había escrito un poco, y cuando se jubiló continuó y acabó publicando. Un día, como yo había publicado un libro titulado Calç, que ganó el premio Carles Riba, va y me dice: “Hoy he soñado que escribías un libro que se llamaba Descalç”. Y al siguiente le puse ese título.

¿Al principio empezó haciendo recitales con Jordi Pope?

Esto fue después. Empecé por mi cuenta, escribiendo para mí. A veces se lo leía a una hermana y, a veces, a un colega, y poco más. E iba haciendo; no era escritor, era alguien que escribe, y al cabo de los años empecé con los recitales, sí, y a partir de ahí vino la cosa.

Aquellos recitales contraculturales no tienen nada que ver con lo que son ahora.

Mi ilusión era ser revolucionario, era una guerra, una salvajada, y el movimiento de la juventud, también un poco. Y a finales de los noventa fue un momento de cambio.

El primer libro de poemas que publicó, La bragueta encallada, también fue en ediciones underground, ¿verdad?

Sí, era underground total, e iba con dibujos míos. Eran poemas en prosa, que es algo que siempre he ido haciendo. Salió una propuesta de reeditarlo en Mallorca, pero no se llevó a cabo y no sé qué haré al respecto. Lo bueno son los dibujos.

Publicó en Empúries, de Xavier Folch, porque Julià Guillamon y David Castillo le insistieron…

A partir de los recitales, llamaron a la puerta del señor Folch, de Empúries. Y fue bien, publicó uno tras otro los libros que le iba dando. Empecé así, de forma medio cronológica, medio desordenada y parcial, y por eso todavía hay mucha cosa inédita. Los poemas del libro Començament dels començaments i ocasió de les ocasions ya son una selección, y existe el otro volumen pendiente, que no sé si seguir retocando o no, titulado Ànsia vella. Son todos los poemas de la primera época, y después, de los años ochenta y noventa, cuando ya publiqué los sonetos de No hi érem, hay mucha más obra que un día voy a tener que ordenar.

Porque, hasta el reciente Soliloquis de nyigui-nyogui, no había publicado ninguna antología ni obra recogida…

No, y Soliloquis es como una antología, una obra reunida, digamos, de los poemas largos. Pero ahora he entregado a Edicions 62 otro libro, que se llama Marramaus, con una recopilación de todas las libretas de los últimos veinte años. Notas pequeñas que tengo sobre la literatura en general o sobre otras cosas.

Siempre ha ido cambiando de editoriales.

Y sigo así. Los anteriores fueron en Edicions Poncianes, antes en Edicions de 1984 y Tria Llibres, en Males Herbes publiqué El monòleg del perdó… Y la otra obra de teatro, Do’m, también en Accent Editorial, de Ponsatí-Murlà… y De la nota del preu del sopar del mosso lo reeditó Edicions Terrícola.

En su poesía existe a menudo una especie de síntesis de contrarios aparentes. Desde la poesía de raíz popular hasta la digamos erudita, la poesía oral y la escrita, la música más clásica y la más vanguardista…

Cuando escribí la obra de teatro Do’m, un encargo de Albert Mestres, no tenía un final claro. Escuché un tema extraño de King Crimson que terminaba con un solo de bajo que parece que se vaya descosiendo, luego cosas de piano vanguardista extraño para saber cómo se las apañaban para buscar formas en el mundo del arte de inventar finales que no fueran los típicos. Entonces hice un final que termina y no termina, pensando que me estaba inventando algo. Luego vi que hay obras de estas clásicas populares, como El virgo de Vicenteta, entre otras, que ya hacían ese truco.

Cuando empezó parecía rompedor leer y escuchar poemas contemporáneos con una métrica, digamos, medieval. La primera edición de ese libro, además, era manuscrita y con dibujos.

Es que a veces creo que la obra buena es el manuscrito, donde están todos los matices. De formas más sutiles, eso ya lo hacía Gabriel Ferrater. Si observas las primeras ediciones, libro a libro, o Las mujeres y los días, siempre hay el mismo poema a la izquierda y el mismo a la derecha. Lo tenía todo calculado, y marcaba a los editores cómo tenía que ir. Pero tuvo problemas con la censura, que le suprimían uno y entonces tenía que cambiar la paginación e iba de cabeza.

En su libro UH hace igual…

Más o menos, cada página es una página, sí.

Cuando después de la primera edición lo reedita Pagès Editors, se mantiene igual, aunque, de tamaño, el libro sea más grande.

Es que se lo puse tan complicado que al final cogieron el documento y reprodujeron tal cual el PDF. Es mi tipografía del ordenador.

Retrato de Enric Casasses © Albert Armengol

Sin embargo, la segunda vez, con las páginas numeradas. ¿A veces es necesario transigir?

En este caso ya me iba bien. El nus la flor tampoco tiene números de página. Si un estudioso quiere citarlo… tendrá que poner: “Enric Casasses. El nus la flor, página un poco hacia el principio, pero no mucho”… Quedó así y está guapo, tal y como está sin numeración.

Hablando de estudiosos, recientemente Biel Mesquida decía que a él no le habían dedicado todavía ninguna tesis doctoral. ¿A usted la academia lo estudia?

Un poco, sí, hay cosas de Marta Font y algún volumen de esos misceláneos de diferentes autores publicados por Margalida Pons en Mallorca. Tesis, que yo sepa, no, pero algún trabajo, sí. También existe todo un estudio de un profesor de Varsovia, catalán, sobre el Dona’m corda, que cita a Aristóteles, Platón… Y hace un par de años hubo un simposio en Tàrrega, con una buena conferencia de Jordi Cornudella, una cosa de Albert Mestres sobre el teatro… Cornudella tiene una visión más amplia, porque a veces el estudioso se fija en un aspecto minúsculo.

No hay muchos poetas que, como usted, se hayan dedicado prácticamente solo a la poesía. ¿Cómo lo ha hecho?, porque tampoco ha estado colocado en instituciones ni se ha hecho amigo de ningún poder…

Entre recitales, conferencias, correcciones, traducciones, publicaciones mías, poemas musicados… he ido tirando, pero voy muy justo e intento gastar poco. Y también he hecho más cosas, como teatro o artículos…

Siempre en la línea de la poesía, incluso los artículos a menudo se acercan al poema en prosa.

Sí, voy jugando, y, de hecho, los ensayos que he escrito son en verso.

No puede sustraerse. En una entrevista hablaba de la prosa recortada, y reconocía el “tic” de los poetas de pulsar la tecla de cambio de línea.

La línea marca mucho.

Y existe un riesgo. Cuando no hay una métrica clara…

…hay una respiración. Hay un ritmo que te lleva y va hacia delante.

En muchos poemas, el escenario es Barcelona, como un personaje más. Y también L’Escala, de donde extrae sobre todo la lengua, y están los poemas de Berlín…

“El mundo exterior, ya sea L’Escala o Barcelona, es personaje y escenario al mismo tiempo. Nosotros somos espectadores y actores a la vez. Barcelona está muy presente, en mis poemas. Después hay momentos de otras cosas, como “Som a l’era” de Bes nagana (también recogido en Soliloquis), que es un poema largo, de todas las montañas que hay detrás de Moià. Oló, una masía llamada El Paré… Es de montaña pura.

También escribió un libro sobre las gárgolas de L’Escala.

Sí, a partir de unas fotos que había tomado una arquitecta, el Ayuntamiento me encargó ponerles el texto. De cada gárgola hay cuatro o cinco fotos seleccionadas, y un poema que viene a ser lo que dice aquella gárgola en esa postura.

¡A ver si ahora será un escritor rural, que está tan de moda!

La base espiritual son las montañas entre L’Escala y L’Estartit, en El Montgrí, como también la Víctor [Català], y lo real es que estoy aquí, en Barcelona.

Ya en La cosa aquella va a El Montgrí.

Sí, y otra parte pasa también en El Carmel, Barcelona, vista desde arriba.

Y el Do’m se basa en el Tibidabo.

Está centrado en Barcelona. Do’m es tibi dabo, ‘te daré’.

¿Cree que si hubiera sido de otra ciudad habría escrito más o menos lo mismo?

Ni idea. Cada ciudad es un experimento.

Pero crecer en un lugar marca. El punto underground que debió de tener Barcelona al pasar de los setenta a los ochenta es muy particular.

Sí, pero bueno, hacia el 74-75 estaba en Nottingham, con los anarcoides y con una historia súper del momento. Y así cada sitio. Son lugares distintos, pero tampoco tanto. Y después en Berlín, en los noventa… Son formas distintas de la locura, en cada ciudad. En todas partes estaba en paralelo el arte espontáneo desde abajo.

Sin subvenciones a la cultura, de Cataluña o de Barcelona, ¿cree que se podría vivir en una cultura minorizada como la nuestra?

Sí, de un modo u otro ya nos las apañaríamos. Pero la pregunta debería ser “si nuestra cultura no estuviera subyugada a un estado ajeno…”.

Retrato de Enric Casasses © Albert Armengol

¿Esto se ha institucionalizado?

Es que aquí dominan mucho las instituciones, y la oferta espontánea o particular queda como escondida detrás de estos grandes anuncios. En Berlín no te enteras de la oferta institucional si no la buscas; hay mucha y está toda en el mismo nivel.

Aquí cuando se empezaron a hacer muchos recitales…

…las instituciones no estaban, aunque hicieron la Semana de la Poesía, una vez al año.

Y después fue creciendo. Cuando en 1997 se hizo la gira del UH fue en los bares.

Poco a poco se fue haciendo un festivalito aquí y allá.

También va bien que las instituciones sumen con los poetas.

Sí, pero después salen los adocenados siguiendo la fórmula que funciona.

La fórmula que funcionó muchos años fue la de Enric Casasses.

Sí, pero me funcionaba a mí.

¿Se ha encontrado, a veces, con algo de presión de imitadores?

Presión, no. En algún momento he pensado: “¿Qué hace este imitando esto?”. Pero, en cambio, la relación real fuerte ha sido positiva desde la época de Pope; Comelade; Blanca Llum Vidal; Núria Martínez-Vernis; Martí Sales, que también está cercano; Víctor Bonet… No son de mi escuela, son colegas.

Al final, cada uno ha hecho su camino. Pedrals, Escoffet…

Y la caña juvenil rompedora de Dolors Miquel.

Las puntas de lanza de la poesía desde el cambio de siglo y hasta ahora, Casasses y Miquel, al final sois dos personas que venís del libro, pero sin la parte encorbatada que podía haber, y con la oralidad muy marcada.

Es un gran cambio, sí.

¿Recitar un poema y ver qué pasa delante con quien lo oye también enseña?

Hay una forma de influencia, entre comillas, que es haber estado, yo y otros, en el arranque de esta movida. Y ahora, ver a gente que no tiene nada que ver directamente, pero que están ahí, como Guim Valls, Raquel Santanera, Camacho… cada uno en su camino siguiendo esta línea.

Guim Valls ha editado la poesía de Jordi Pope, en Documents Documenta…

También estaba Víctor Nubla, por otra parte…

Por un circuito diferente, músico y escritor…

Sí, como Comelade, con las músicas alternativas, pero después se fue metiendo en el mundo de la escritura cada vez más, y también escribió en catalán.

Y en los títulos, Comelade siempre ha jugado con la lengua.

Desde el primer día juega a juntar los idiomas que le suenan… “Your labios as tulips”, se llama una canción… Va haciendo este juego, también en francés… U otra, ¿por qué se llama “Promenade des schizophrènes”? Pues porque es un paso doble. Y Pascal, además, tiene obra gráfica y también escrita…

La Enciclopèdia logicofobista

de la música catalana, exactamente, es muy buena.

Comelade es tan local que es universal. Usted también ha ido a recitar en catalán por todo el mundo.

Es que también Bob Dylan es ultra de Estados Unidos y llega a todo el mundo.

Después de haber vivido en Nottingham, Berlín, Tenerife, Montpellier… y haber rondado por medio mundo, al menos, europeo, hace años que se ha quedado en Barcelona. ¿Cómo la ve, en comparación con otros lugares, para vivir en ella?

Ir fuera me fue muy bien para abrir la visión del mundo, pero ahora me da la impresión de que el trabajo lo tengo en Barcelona. Sigue siendo la capital, o una de las grandes capitales, de la cultura y del mundo catalán, que son o somos una de las voces más peculiares y ricas de Europa.

¿Qué lo había empujado a vivir fuera?

Siempre he ido improvisando, o dejándome llevar, y, más que irme fuera, el caso es que me he encontrado allí. Una vez allí, siempre he procurado entrar en las dinámicas del país, quiero decir que en Alemania me he relacionado con alemanes y no me he quedado con los catalanes exiliados o emigrados. A veces me he ido de allí huyendo: huyendo de la policía franquista, huyendo del carrusel descontrolado de los amores… Más que hacer de catalán en Berlín he hecho de berlinés catalán, y también he sido montpellerino, y en Nottingham entré en el grupito de la media docena de anarcos que había.

Si en algún momento parecía nómada, incluso con ese punto gitano, ahora no mucho. ¿También tiene que ver la edad?

No lo sé, supongo que sí. Pero sigo con mi nomadismo espiritual…

Cuando empezó a publicar, ¿le sorprendió que le empezaran a hacer caso?

Sí, yo esperaba que empezaría la revolución y me dieron buenas críticas, me sorprendió mucho.

Buenas críticas y galardones, como el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes.

Y el de la Crítica y de Serra d’Or, y el de Lletra d’Or… Llegó un momento en el que ya estaba lanzado con lo mío, y seguí igual, más o menos, supongo, no lo sé.

No le han dado ningún premio de Barcelona.

No hace falta, no…

Y eso que le dedicó todo un libro, por ejemplo, en Plaça Raspall

No sé si alguien se ha fijado, pero hay un libro famoso de Gràcia, La plaça del Diamant (La plaza del Diamante), de Mercè Rodoreda, y el mío es Plaça Raspall, un nivel de lenguaje diferente.

En él se refleja la parte gitana…

…y la paya.

Pone en la superficie las cosas que están ahí, pero no ve nadie, que es lo que hace la poesía.

Hay fragmentos del libro que parecen irse por las ramas, pero básicamente hay un retrato, un paisaje con figuras. Es la descripción del lugar, y del bar, y de la gente.

Si tuviera que elegir un libro suyo, ¿cuál sería?

Es complicado. Quizá Canaris fosforescents, es especial. Fue una batalla que la cubierta fuera negra.

Era el número 50 de la colección de poesía de Edicions 62 y Empúries, y lo presentaron cuando usted cumplía 50 años, en la Semana del Libro en Catalán. Era un libro que venía de Berlín, igual que UH.

Era un género inventado, el poema en prosa con disparate. E inmediatamente después de regresar de Berlín salió Coltells, cuando cogí el piso en el que todavía sigo viviendo. “A l’entrada de cada casa / per robar bitllets de mil / hi ha un comptador que desfasa / i amb més xapes, un pernil”. (En la entrada de cada casa / para robar billetes de mil / hay un contador que desfasa / y con más chapas, un jamón). Esto era el instalador poniéndome el nuevo contador. “Eso son ‘seguros’, ¿no?”, y dice: “¡Tiene más chapas que un jamón!”. Era un libro muy del momento.

Retrato de Enric Casasses © Albert Armengol

En Llibres del Segle, otra editorial… ¿No le hubiera gustado que toda la obra siguiera en una editorial?

Los dos de Edicions de 1984 y una serie de los de Empúries los confundo, así que ir variando va bien. Ahora tengo varias cosas, Marramaus va a Edicions 62 y también tengo otro pendiente de terminar, que tiene que ilustrarlo otra persona. La policia irà de bòlit, se llamará, y son las cosas de los años 2018 y 2019.

¿Y también son inéditos?

Alguno salió en alguna movida independentista o así, pero no muchos.

Es un libro escrito en la trinchera.

Sí, y al final “deseamos de todo corazón a los españolistas que logren independizarse”.

Pero no sabe cuándo ni dónde se publicará. Y eso que ya hablaba de ello cuando recibió el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes.

No, no lo sé. Podría preguntarlo a Documenta, tal vez. Este lo querría monocromo, no de colorines, como El nus la flor, que también iba ilustrado con dibujos.

Y todavía faltará Ànsia vella.

Que aún no es el momento, y todavía más. Ya me pondré un día a mirarlo. De entrada, pasado el confinamiento hubo un momento de ordenar cosas y situar el orden de Soliloquis. También tengo una carpeta de los años ochenta y noventa… hay que irlo mirando.

Hoy muchos escritores parecen estar más en las redes —Facebook, Twitter…— comentando la jugada que escribiendo poemas. ¿Qué le parece?

No sé si todo esto va a durar muchos días. El tuit es una forma nueva, que casi parece más cercana al habla que a la escritura, pero es escrita. Es interesante, es un género nuevo.

En sus poemas hay bastante humor, y, más que estar enfadado, está atento contra cierta forma de mundo. ¿La poesía es filtro y nos educa, también?

La química atómica sirve para entender la química atómica, y la economía, para entender la economía, y, en cambio, de la poesía “proviene un saber no desdeñable en ninguna circunstancia”, como dijo Vinyoli.

Publicaciones recomendadas

  • AssagetsEdicions Poncianes, 2020
  • El nus la florEdicions Poncianes, 2018
  • De la nota del preu del sopar del mossoEdicions Terrícola, 2015

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