El abanico era un complemento indispensable en la vestimenta femenina del siglo XIX, que cualquier dama distinguida debía saber llevar con elegancia, discreción o coquetería. Abarcó a la mayoría de clases sociales y su uso generalizado y cotidiano se prolongó hasta el siglo XX. Los había de todo tipo y para todas las ocasiones, porque más allá de ser un objeto de uso práctico, también se convirtió en un elemento básico de una nueva forma de comunicarse en la sociedad. Incluso tenía su propio código recopilado por varios manuales.

Los cerca de trescientos expuestos en esta sala muestran el éxito de la gama y permiten pasear por una amplia cronología, desde el siglo XVIII hasta principios del XX. Se exhibe una gran diversidad de técnicas, tipologías y materiales. Los motivos representados son diversos: repertorios decorativos, alegóricos, mitológicos, históricos o paisajísticos. Hay algunos conmemorativos que destacan, como el de la boda de Fernando VII de España con su sobrina María Cristina de Nápoles, o el de la primera Exposición Universal de 1851 y el de la Exposición de París de 1900. También hay otros con dedicatorias, como la que perteneció a la soprano italiana Adelina Patti o con firmas de destacados compositores como Puccini, Sararate, Pedrell o Saint-Saëns.