Barcelona es una ciudad llena de creatividad. Desde tiempos inmemoriales, entre sus habitantes hemos encontrado una gran cantidad de artistas y creadores, desde arquitectos hasta músicos, pintores o escritores. El espacio público, compartido con los conciudadanos, ha sido a menudo el escenario que ha acogido la expresión del arte de los barceloneses.
Barcelona también es una ciudad con mucha actividad en la vía pública y muy atractiva para los transeúntes que nos visitan, tanto de cerca como de lejos. El buen clima, la arquitectura, el entorno, la cultura y la gastronomía no pasan desapercibidos para los ojos curiosos. No es casualidad que sea uno de los destinos preferidos por los turistas a nivel mundial.
La combinación de ambas cosas ha hecho que, a menudo, las calles de Barcelona se conviertan en un punto de encuentro entre artistas y curiosos. Músicos, pintores, estatuas humanas... han hecho de la exhibición de su arte en la calle una forma de vida. Tanto los vecinos como los visitantes pueden disfrutar, a su paso, de diferentes artes y artistas, lo que hace más agradable su visita a la ciudad.
Ahora bien, esta actividad y el derecho a expresarse creativamente no deben ir en detrimento del respeto por los derechos del resto de la ciudadanía, como el derecho al descanso, a la circulación, al encuentro y al transporte de productos y mercancías.
Por eso, a finales del siglo pasado y a principios de este, al observar el aumento de visitantes que llegaban a la ciudad de Barcelona y el incremento de personas que querían mostrar su arte en las calles de la ciudad, se empezó a plantear la mejor manera de garantizar la convivencia en el espacio público, sobre todo en el Distrito de Ciutat Vella, donde se concentraba la mayoría de artistas y visitantes.
Así, en 1989 tenemos constancia de la publicación de un Bando del Alcalde Maragall como primer paso para regular “la actuación de músicos y otros artistas en la vía pública”.
En los años siguientes fueron tomando forma distintas actuaciones para regular las actividades según las diferentes disciplinas que correspondían y las distintas necesidades y fases de organización en que se encontraban. Primero fueron las estatuas humanas y luego los pintores de calle.
Así, a la regulación de la actividad de los mimos y estatuas de calle siguió, en 2004, la regulación de la actividad de música en la calle.
Esta primera regulación consistió en identificar 19 puntos en todo el Distrito de Ciutat Vella habilitados para hacer música, excluyendo el resto de la vía pública de esta actividad. Además, se establecieron turnos de un máximo de dos horas por músico/a, que debían apuntarse en una dependencia municipal una vez al mes. Y se establecieron otras limitaciones: no se permitían los instrumentos de percusión; cada músico/a podía tocar un máximo de cuatro horas al día; no se podía repetir más de dos veces en un mismo punto; y también se prohibía la repetición de temas en periodos breves de tiempo, dentro de los turnos de dos horas.
Desde sus inicios, uno de los puntos más complicados de gestionar del proyecto fue dar cabida a todos los y las músicos que querían disponer de una acreditación para realizar la actividad en Barcelona. Así, este problema se intentó solucionar con la ampliación de la actividad a todos los distritos de la ciudad. Durante el tiempo en que no fue posible llevar a cabo esta ampliación, la renovación de las acreditaciones de los músicos quedó congelada.
En 2019, la gestión del proyecto, que hasta entonces dependía del Distrito de Ciutat Vella, pasó a depender del Institut de Cultura de Barcelona (ICUB) con la idea de ampliarlo a todos los distritos de la ciudad y de dotarlo de un reconocimiento y proyección cultural.
No fue hasta el año 2022, después de la publicación de la medida de gobierno “Cultura y espacio público: derecho al acceso y a la participación cultural en la calle”, incluida en el Plan de Derechos Culturales de Barcelona de 2021, cuando el proyecto comenzó a desplegarse en el resto de distritos de la ciudad. No es hasta 2024 que se consiguen localizar puntos autorizados de música en la calle en todos los distritos de la ciudad.
Esta ampliación nace de la defensa del espacio público como uno de los escenarios principales de la vida cultural de la ciudad. Un espacio óptimo para garantizar el acceso a la cultura y favorecer la participación cultural de manera sostenible, atendiendo a necesidades y realidades muy diversas y haciendo compatibles estos usos con la convivencia vecinal, descongestionando el centro de la ciudad, aumentando el número de músicos acreditados y fomentando el desarrollo de la cultura en la calle.
La música en la calle forma parte del patrimonio cultural y del paisaje urbano de la ciudad. Su regulación permite tener una visión integral de la actividad y mediar entre los intereses de los diferentes agentes que intervienen (desde los y las músicos hasta los vecinos, pasando por comerciantes, distritos y Guardia Urbana). También permite proteger la profesión de músico en la calle, evitando el caos y el descontrol de la actividad no regulada, y a la vez recuperar los espacios públicos para usos culturales.
El proyecto, por lo tanto, dignifica la música en la calle y otorga a los músicos el máximo reconocimiento, conviviendo en armonía con otros usos del espacio público.