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La
conversación

Eva FranchMargarita JoverCarme PinósJanet Sanz

Conversación entre Janet Sanz, Carme Pinós, Eva Franch y Margarita Jover sobre los retos a los cuales se enfrenta la ciudad de Barcelona actualmente.


Janet Sanz, tenienta de alcaldía del Área de Ecología, Urbanismo y Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona.

Carme Pinós, arquitecta y profesora universitaria.

Eva Franch es arquitecta, comisaria, crítica y pedagoga.

Margarita Jover es arquitecta y urbanista.

Janet SanzLo primero que quería era daros la bienvenida a las tres. Me hace mucha ilusión conversar con vosotras sobre los retos que tiene la ciudad en este momento, pero manteniendo una mirada tanto de pasado como de futuro, porque creo que tenemos que saber de dónde venimos para saber a dónde vamos. Porque en Barcelona la transformación urbana viene de lejos y forma parte del día a día de los vecinos y vecinas. Uno de los objetivos que hemos marcado durante estos últimos años ha sido hacer que cada calle, cada plaza y cada barrio ganen vida. Queremos que el conjunto de pueblos que históricamente ha configurado la ciudad de Barcelona sea más fuerte y más resistente que nunca con respecto a los retos económicos, sociales y climáticos que tenemos sobre la mesa.

El objetivo del libro es tener una recopilación de fotografías, pero también de miradas como la vuestra. Preguntarnos cómo y desde dónde narramos y explicamos la ciudad. Por lo tanto, una de las primeras cosas que os quería plantear es cómo veis la ciudad y, sobre todo, cómo os imagináis el futuro de esta ciudad ante una de las primeras cuestiones disruptivas que tenemos en el centro de las políticas urbanas: la emergencia climática. Sabemos que el horizonte en veinte, treinta, cincuenta, cien años hará mutar las ciudades y, por lo tanto, el objetivo es cómo garantizar que esta ciudad sobreviva.

Carme PinósLa ciudad es el lugar de convivencia. Si una cosa tenemos que conseguir, es que en Barcelona se pueda vivir y se pueda fomentar la conciencia de comunidad. Somos una conectividad, nos tenemos que ayudar y debemos tener objetivos comunes. La ciudad tiene mucho que ver con esto. Si construimos una ciudad que ponga la convivencia en el centro, todos trabajamos en la misma dirección; de esta manera se facilitará una mejor sostenibilidad y podremos frenar el cambio climático. Pero el reto de la ciudad y el reto de Barcelona son darnos conciencia comunitaria: necesitamos trabajar los barrios. Soy muy partidaria de las supermanzanas, porque nos ayudan a pasear. Porque es cuando paseas que te encuentras al amigo, cuando hablas, cuando quedas… Con el cambio climático, o lo solucionamos de una forma global desde un compromiso personal, o no lo vamos a conseguir.

Eva FranchEstaba con mis estudiantes la semana pasada hablando de proyectos utópicos, proyectos que nos ayudan a asumir este futuro. Había la propuesta de la ciudad jardín, de Ebenezer Howard, que dice que la sociedad tiene tres imanes: la ciudad, el campo y la ciudad campo. Él hizo una lista de todas las virtudes de cada uno de estos tres sectores e intentó concebir una ciudad jardín. Esta ciudad jardín tenía todas las virtudes de la ciudad, que es este espacio de condensación, encuentro, relaciones múltiples, gente conocida y desconocida, e intentó encontrar un espacio en medio. Claro está, hoy en día nos encontramos en la ciudad con las complejidades de un proceso de densificación cultural, social, pero también industrial. Están emergiendo en la ciudad cuestiones que son altamente perjudiciales para la salud, como la contaminación. Todas estas formas de ciudad invisibles se empiezan a visibilizar. Ahora son las nuevas arquitecturas lo que tenemos que trabajar. Para mí la ciudad siempre es este embrollo de relaciones, relaciones que no son siempre las conocidas. Este sentido de la ciudad como un espacio de transgresión constante es una cosa muy difícil de construir. Porque es más fácil producir espacios cerrados o herméticos o funcionales para ciertos sectores que abrir un espacio donde se produzca este encuentro.

CPCada época ha tenido su ciudad. La ciudad burguesa, la ciudad del príncipe, la barroca. Ahora somos una ciudad diferente. Tenemos que descubrir cuál es nuestra ciudad. Lo que pasa es que ahora tenemos que partir del hecho de que hemos heredado unas macrociudades ya construidas y que nuestro futuro es arreglarlas; no podemos hacer utopías de cuál es la ciudad que queremos, como si no tuviéramos esta realidad caótica.

JSPara ver hacia dónde tenemos que ir, también hay que saber qué se ha puesto históricamente en el centro de estas ciudades. El siglo XX, sobre todo, está marcado por un sujeto protagonista. Un sujeto pretendidamente universal que es un hombre blanco, de una determinada renta, que tiene coche y unas necesidades productivas que acaba reproduciendo en el diseño urbano. Las ciudades de todo el mundo, y no solo Barcelona, han ido reproduciendo esta configuración, que ha dado lugar a las ciudades que tenemos hoy, como un espacio clave para hacer frente a los retos climáticos y sociales. Si las centralidades de la ciudad se tienen que desplazar, ¿cuáles tendrían que ser los protagonistas de las ciudades del siglo XXI?

Margarita JoverBarcelona tiene una tradición de inclusión muy bonita. Vivo en los Estados Unidos desde hace diez años y, cuando vengo a Barcelona, veo los valores del espacio público como una realidad bastante única, un espacio público abierto e inclusivo. Pero es verdad que la narrativa, como bien decís, es en torno a esta figura dominante, burguesa, de hombre blanco, tal como lo estabas describiendo. Me gusta pensar que eso va cambiando poco a poco y que lo tenemos que fomentar; partiendo de la analogía del bosque, un bosque multiespecie. Como sabéis, hay árboles macho y árboles hembra, hay árboles viejos y árboles pequeños, pero en las ciudades solo incluimos el árbol macho; por eso tenemos tantos problemas de polen y alergias. La idea sería ir hacia entornos multiespecie y multiedad, no solo en el caso de los árboles. La imagen de las ciudades será mucho más inclusiva, mucho más diversa. De la misma manera que un bosque no es una monoespecie, sino que es una multiespecie, tenemos que tender hacia este cambio de paradigma, hacia el collage y la mezcla.

CPAl hilo de lo que dices, creo que de lo que tenemos que ser conscientes es de que en las ciudades todos somos imprescindibles. Porque iguales no somos, pero imprescindibles lo somos todos. Nos necesitamos. Por eso hablo tanto de comunidad, de fomentar que somos un bosque no cerrado, porque todo lo que se cierra se pudre. No hay futuro si seguimos pensando desde el individualismo.

EFHablando de la ciudad de las multiespecies, hay que pensar en la relación que tenemos con los animales y las personas, y cuáles aceptamos y cuáles rechazamos. A cuáles damos protagonismo y cuáles intentamos desplazar o intentamos aniquilar. Sabemos que necesitamos más espacio verde, que necesitamos espacios naturales, que necesitamos más especies. Tenemos especies autóctonas, tenemos animales que estaban aquí antes que nosotros. Tenemos que intentar entender estas ideas de respeto, interculturalidad e interespecies, que son esenciales. La cuestión es cómo diseñamos la ciudad, no como una imposición, sino entendiendo la arquitectura desde la construcción de una biodiversidad cultural, material y biológica. Creo que la ciudad como forma de producción de conocimiento tendría que ser un laboratorio para hacer y producir nuevas formas de entender lo que es un jardín, lo que es una jardinera, lo que es un parque. Para mí lo que es muy interesante de lo que está pasando en Barcelona es cuándo empezamos a plantearnos cuestiones como la resalvagización. No solo del paisaje, sino el hecho de intentar invitar especies que estéticamente no tienen la imagen de una jardinera de una ciudad cosmopolita. Estas nuevas estéticas son las necesarias. Cuando hablamos de la ciudad del futuro, posiblemente no responde a una imagen utópica o idealizada, sino que es una ciudad donde hay especies, donde hay vegetación, donde hay animales, donde hay situaciones extrañas y diferentes.

JSReequilibrar qué especies tienen presencia y cuáles no es un debate fundamental, igual que el debate sobre quién puede tener presencia y quién no en un espacio público que es finito, que es limitado. Una de las cosas que hemos hecho ha sido empezar a situar en el centro a aquellos colectivos que han sido sistemáticamente excluidos de esta planificación y conseguir que de golpe tengan un espacio protagonista, desde las mujeres hasta los niños. Creo que, si pensamos una ciudad para los niños, la estamos pensando para todo el mundo; estamos incorporando a todo el mundo, porque estamos incorporando la vulnerabilidad y la fragilidad. Las personas mayores también están incorporadas, porque, cuando hacemos esta ciudad jugable, esta ciudad donde un niño o una niña no tiene miedo de correr, andar o jugar a pelota en el espacio público, quiere decir que es una ciudad segura para todo el mundo. Se trata de ir reequilibrando esta tendencia histórica del siglo XX que nos ha llevado a una ciudad injusta, una ciudad que no nos representaba a todas, que no representaba los usos cotidianos.

MJBarcelona tiene una trayectoria impresionante en cuanto a promover la vida social, el espacio público, e ir un paso más allá me parece muy importante. Personas mayores, niños y niñas… Hay que continuar una trayectoria histórica, que es muy aclamada fuera de aquí y que reconoce este gran trabajo en el espacio público de fomento de la inclusividad, de trabajar con todos los barrios, en todas las escalas sociales, con todas las narrativas posibles, con todas las culturas… Tenemos que continuar en esta dirección. La ecología que tiene que ver con abrir la ciudad. Más que domesticar la naturaleza, creo que el paradigma es una ciudad que promueve la naturaleza, que la regenera y la cuida. Y eso pasa en las calles, en este trabajo de las supermanzanas, domesticando el tráfico y consiguiendo espacios permeables. O que, en el ciclo del agua, tanto el agua natural de lluvia como las aguas grises puedan ser los recursos que faciliten una mejora del ecosistema urbano en el sentido de la temperatura, las humedades, las biodiversidades, las nuevas vegetaciones… Todo eso llevará a un nuevo sentido estético de lo que es el espacio público. Ya no será aquel diseño alineado de los años ochenta y noventa, sino que tendrá unos valores que serán inclusivos con el árbol viejo caído, con la vegetación que se ha adaptado, que es nueva y que está al lado de la autóctona.

JSLigado con eso que dice Margarita, ¿creéis que tenemos que hacer parques o tenemos que llenar de verde también las calles? Es una de las propuestas que estamos lanzando con Supermanzana Barcelona. Vemos que tenemos un gran claro que está creciendo en las Glòries, donde había un tambor de coches, de humo, y que no tenía nada que ver con la vida. Ahora tenemos un espacio abierto, lleno de especies, que cuenta con diferentes núcleos y nodos de biodiversidad, pero al mismo tiempo también estamos entrando en las calles. ¿Cómo pensamos los nuevos materiales, cómo pensamos este verde, cómo conseguimos que arraigue, cómo recuperamos el agua, cómo configuramos todo eso?

CPTenemos que apostar por la naturaleza en todos los ámbitos. En el caso de Barcelona, por ejemplo, los chaflanes, que son tan característicos de L’Eixample, organizan unas plazas de cemento, y solo nacieron para solucionar una cosa que ya está superada: ver los coches que venían de la otra calle cuando no había semáforos. Ahora podríamos plantar más árboles, podrían tener otros usos. Tenemos que hacer la ciudad mucho más amable, mucho más segura. Tenemos que fomentar la convivencia. Si solo piensas en ti, no llegamos a ningún lado. Tenemos que pensar en el bien de todos.

EFLa pregunta de qué pasará en la ciudad con 1,5 grados más tiene muchas respuestas en el ámbito arquitectónico, pero lo que creo es que se tiene que plantear desde las diferentes escalas. Desde el material y las juntas, empezamos a hablar de los bloques, las manzanas, y no solo de la calle. También podemos empezar a pensar qué pasa en las cubiertas. No solo tenemos que intentar empezar a producir estructuras de generación de energía, sino también de producción de verde. Eso hará bajar la temperatura de la ciudad. Así llegaremos a entender cómo esta ciudad, que siempre se ha entendido en relación con la naturaleza, con Collserola, podría llegar a generar un continuo de verde con diferentes lógicas y respondiendo a diferentes necesidades. La cuestión aquí es qué decisiones arquitectónicas, infraestructurales y urbanísticas podemos tomar desde la mesa de dibujo que nos ayuden a producir una visión de futuro que sea capaz, no de ir más allá de estos dos grados, sino de acumular respuestas a todas estas preguntas. Y no solo están en Barcelona. También están afectando a muchísimas otras ciudades en todo el mundo. A mí lo que me gusta de Barcelona, evidentemente, es que estos experimentos están pasando y que muchas cosas se están testando.

MJLa semana pasada estaba en Delft en un congreso de forest urbanism, de urbanismo del bosque, en el que se está discutiendo cómo son actualmente las nuevas calles del futuro para conseguir bajar dos o tres grados la temperatura de las ciudades. Hay muchas posibilidades. Por ejemplo, publicar una serie de guías que permitieran a la gente vestir su fachada y sus balcones de unas determinadas maneras, que hubiera una normativa que fomentara pequeños proyectos, iniciativas de vecinos, que pudieran contribuir a bajar las temperaturas. Desde la gestión colectiva de las aguas grises, pasando por las fachadas verdes, hasta la porosidad del espacio o de la calle. Esta agencia, esta capacidad de movilizar a las personas para hacer cosas, creo que juntaría a la gente y la naturaleza de una manera más proactiva.

JSEl trabajo comunitario con la gestión del verde es una de las cosas con la que hemos abierto una vía muy importante. Desde que los vecinos se hagan responsables de los alcorques de los árboles y puedan plantar en ellos, hasta los proyectos de los huertos urbanos. Es el patrimonio natural que hace que la ciudad pueda estar viva. Y aunque estamos muy lejos de lo que sería el objetivo ideal, con una soberanía alimentaria o energética, sí que hemos empezado a dar pasos para corresponsabilizarnos colectivamente de nuestro futuro. Desde el ámbito público. Tenemos que facilitar que la comunidad se organice. Como decíamos antes, hace falta que la gente adquiera conciencia comunitaria.

Y al hilo de estos cambios en los modos de vida, quería preguntaros cuáles son los retos que veis para el transporte público. En los últimos años, se ha hecho competir todo el transporte público sostenible: el tranvía, el autobús, la bicicleta, y la ciudadanía se tenía que disputar el 20 % o el 30 % del espacio público disponible. Porque había un 70 % que no era discutible: era para los coches. Por eso es tan necesario establecer esta convivencia, porque con un 30 % todo el mundo se siente amenazado. El que va andando se siente amenazado por la bicicleta, y la bicicleta, por el autobús, etc. Ahora eso está cambiando. La virtud de este nuevo modelo y de este nuevo planteamiento que proponemos con la Supermanzana es cuestionar este 70 % del espacio público destinado al coche, para conseguir que cada uno tenga su espacio y poner fin a una desigualdad histórica en el espacio público.

EFComo alguien que siempre va en bicicleta por la ciudad, he tenido muchas veces esta conversación con conductores de coches, una conversación que siempre ha sido muy difícil, porque en realidad los coches siempre tenían la prioridad. Una de las grandes sorpresas al llegar a Barcelona hace unos meses fue encontrarme con que, de hecho, ya tenía un espacio dónde podía circular sin sentirme ni amenazada ni amenazadora. Eso es una de las grandes preguntas que nos tenemos que hacer cuando dibujamos la sección de una calle, cuando la diseñamos, separamos usos, hacemos plataforma única y damos prioridades. En realidad, no hay una solución a priori. Tienes que ver quién está habitando el espacio, quién está circulando por él, y tienes que analizar qué procesos de educación necesitamos para que todo el mundo pueda entender cómo queremos circular en el futuro. Pero para mí lo más difícil de hacer política de ciudad y hacer política de futuro es cómo comunicamos. ¿Cómo explicamos que en realidad estamos haciendo una ciudad que tenga un futuro? Como arquitecta entiendo los motivos por los cuales se están haciendo ciertas cosas, pero yo creo que a los ciudadanos a veces les cuesta.

JSDe hecho, creo que este es el gran reto. En un primer momento, reducir el uso del coche puede parecer un sacrificio, pero cuando te das cuenta de que está perjudicando el desarrollo cognitivo de mis hijos y mis hijas o de que la posibilidad de vivir o respirar de forma sana está en peligro, entonces ya no tienes dudas. Este ha sido el elemento disruptivo para que la gente comparta la estrategia. Intervenimos para asegurar la perdurabilidad de la ciudad, desde la perspectiva de qué ciudad estamos dejando a las futuras generaciones y también de qué ciudad tenemos nosotros, porque hoy la ciudad que tenemos es una ciudad que no es saludable. Es una ciudad donde respiramos un aire contaminado, que no nos permite poder garantizar el acceso a la vivienda, que no nos permite movernos de una forma sostenible… Revertir todo eso es un proceso de transición y cambio, pero creo que ahora mismo hay muchísima gente en la ciudad que nos lo exige. Ya no solo que lo acepta, sino que nos dice que, si no lo cambiamos, se va de la ciudad. Este es el reto: garantizar que en la ciudad haya vecinos y vecinas que quieran y que puedan vivir en ella.

MJEntiendo qué se hace desde la perspectiva del urbanista, de la arquitecta, de todas las políticas que se hacen en la ciudad para apoyar a los ciudadanos. Pero es verdad que, si no viene de la propia ciudadanía, es un cambio difícil de aceptar. Una narrativa que pienso que es bonita es la de la movilidad lenta. La movilidad lenta conectada con los grandes espacios verdes de la ciudad. Barcelona es una ciudad extremamente densa, pero, como es compacta, tiene unos entornos libres, verdes, magníficos. Y ya que no se puede desdensificar, ni tampoco se puede solucionar la cuestión ecológica solo desde el plan Supermanzana, creo que la conectividad con los grandes espacios metropolitanos será fundamental para hacer que en todos los barrios se pueda llegar a unos espacios libres de calidad, y que la relación entre el interior y el exterior de la ciudad no se tenga que realizar en coche, sino que se pueda realizar con movilidad lenta. Creo que el desarrollo de esta movilidad lenta con un fortalecimiento del transporte público seguramente será la manera de echar a los coches.

CPArticulemos el exterior con el interior para que sea todo más fluido y articulado. No pensemos tanto en la ciudad, pensemos más en el territorio. Lo de llegar al Besòs, como dice Margarita, en bicicleta, en transporte público, lo tenemos que trabajar todos conjuntamente. Los de Barcelona, con el territorio de Cataluña, con la Barcelona regional.

EFBarcelona es una ciudad de sus ciudadanos, pero también es la ciudad de muchísima gente que no vive en Barcelona. Hay que entender esta relación de capitalidad, de responsabilidad cultural y de inspiración con el resto del territorio. ¿Cómo llegas a la ciudad? ¿Dónde dejas el coche? ¿Cómo entras en el sistema de transporte público de movilidad? Es una coordinación que pide colaboraciones metropolitanas que son muy difíciles de realizar. Quizás eso también es una de las grandes preguntas: la idea de cuántas Barcelonas tenemos y cuántos barceloneses hay. Porque tenemos una gran población migrante, tenemos una gran población de turismo, tenemos una gran población de gente que son barceloneses pero que no viven en Barcelona. Antes hablábamos de las diferentes dinámicas y de ser capaces de diseñar una ciudad que sea capaz de traernos beneficios a todos de una forma que no comprometa el futuro de nadie.

JSUna de las reflexiones importantes al respecto es: ¿queremos ser una ciudad turística o una ciudad con turismo? Porque, precisamente, estamos realizando una serie de esfuerzos para reconectar con la naturaleza, para aprovechar mejor nuestros recursos, para ser menos extractivistas del territorio, para relacionarnos mejor, para apostar por el transporte público. Después nos llega un crucero que llena la ciudad durante cuatro horas de visitantes que van a los mismos sitios, que no consumen… Y eso tiene que cambiar. Queremos ser una ciudad con un turismo gobernado y gestionado, determinando qué quiere decir este turismo, de qué manera y cómo lo puede asumir la ciudad. Eso liga con otra problemática central como es la vivienda. ¿Quién accede a la vivienda, quién utiliza estos recursos? Una de las cosas con las que me encontré al llegar a la ciudad fue, precisamente, que teníamos más viviendas turísticas que viviendas públicas. Teníamos 10.000 pisos turísticos en Barcelona y, en cambio, teníamos solo 7.000 pisos públicos. Eso es un desequilibrio brutal.

CPEstos problemas son mundiales. Con el turismo hemos creado una sociedad que no está contenta consigo misma y que, en el fondo, viaja para huir. Porque las ciudades también nos excluyen. Yo creo que, si haces una ciudad que fomenta la convivencia y donde tú eres feliz, que después de trabajar sales a pasear y tomas el café con alguien, seguro que la gente tendrá menos ganas de viajar y huir.

MJBarcelona tiene unas políticas que van en la muy buena dirección de frenar este discurso neoliberal depredador, de ciudades en las que, a golpe de hincharlas de turismo, que es una economía fácil, se pervierta la propia vida de la ciudad. Es muy importante la resistencia. La resistencia a las dinámicas globales que pasan en muchas ciudades del mundo, como en Nueva Orleans o en Venecia. Es muy importante esta resistencia y, a la vez, tratar de encontrar alternativas. Porque generar economías alternativas no es nada fácil. Hace falta un gran despliegue de leyes y creatividad para fomentar economías circulares que hagan que la gente pueda seguir viviendo de la actividad. Es una tarea difícil, pero tenemos que encontrar la manera de fomentar estas economías locales a escala territorial, a escala mediterránea y a escala europea que sean de poco consumo de energía.

JSHemos tratado muchos temas, muchos retos, muchas propuestas, pero me gustaría que acabarais cerrando la conversación con un mensaje de esperanza, de este orgullo que las tres ibais expresando con respecto a lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que puede llegar a hacer Barcelona para garantizar esta ciudad que hace posible la vida, una ciudad pensada para los niños y niñas de todos los barrios, que llena los parques con ballenas y pulpos enormes de madera donde poder jugar con libertad. O la ciudad que gana bibliotecas como la Gabriel García Márquez, en el Besòs, y que, por lo tanto, incorporan esta mirada de justicia histórica, de justicia social. Son espacios que habían sido olvidados históricamente por la ciudad, que ahora los regenera, que les pone equipamientos de primera. O todo el proyecto que estamos realizando de regeneración de los polígonos industriales, que forman parte del tejido urbano. Tienen que ser un tejido urbano productivo, con un producto que dé servicio con valor añadido, con calidad y con sueldos dignos que generen oportunidades para hacer posible esta vida. Defiendo la regeneración como mecanismo vital, como un alegato al optimismo hacia la ciudad: la ciudad que está impulsando el modelo Supermanzana y que plantea todo eso de forma integral en todas las escalas, en todos los barrios, en todos los tejidos y en todos los usos, con el fin de hacer posible y deseable la vida en la ciudad.

EFHemos hablado de diferentes iniciativas, de diferentes proyectos que Barcelona ha producido a través de la historia de la ciudad. Cuando nos sentimos orgullosas de ser Barcelona, aportamos todo este pasado, esta mirada, y ahora hemos estado hablando de iniciativas de diseño y de innovación en cuestiones legales. Barcelona siempre ha sido un gran laboratorio que ha propuesto nuevas formas de hacer ciudad. L’Eixample fue una, y creo que el proyecto Supermanzana es un principio sobre el cual podemos empezar a repensar qué es una calle y qué es este espacio intersticial entre las propiedades privadas, lo público y cómo se rediseña. Sobre las cuestiones tipológicas, antes hablabas de la ciudad jugable, de estas grandes reinvenciones de qué es una zona de juegos. Creo que necesitamos más tipologías. Aparte de las bibliotecas, aparte de los centros cívicos, que ya son tipologías que nos hemos inventado, que han sido capaces de producir comunidades nuevas, nuevas interacciones, nuevas relaciones, creo que necesitamos otras tipologías a las cuales todo el mundo pueda ir y donde pueda encontrar a gente. Nos tenemos que sentar y crear estos nuevos equipamientos en la ciudad. Y creo que la tercera parte viene para innovar a través de producir nuevos materiales, desde el suelo hasta las paredes o las fachadas o las cubiertas. Tenemos que intentar entender que la innovación a escala urbana no solo tiene que ver con el planeamiento infraestructural y legal, sino también con las cosas táctiles y lo que nosotros somos capaces de hacer.

Barcelona es una ciudad que tiene una gran belleza humana, social, cultural, pero ahora tenemos una deuda con el planeta, con nosotros mismos y con el futuro. Como ya decíamos hace unos meses, cuando empezamos el Model - Festival de Arquitecturas de Barcelona, «el futuro será extraño». Pero será un futuro interesante. Por eso tenemos que seguir produciendo experimentos. No sé cómo será el futuro, pero sí que creo que Barcelona es, posiblemente, una de las grandes ciudades que ayudará a que otras ciudades también encuentren su futuro.

CPLo que diría es que hemos estado hablando de una ciudad muy física. Tenemos que hablar de la ciudad que fomenta cultura. Creo que todo pasa por dar cultura y educación a la gente. No es suficiente con una biblioteca, se tienen que abrir muchas más, y que siempre estén abiertas, que los domingos por la tarde se pueda ir a los museos, que la ciudad sea un detonante de cultura, que la gente se identifique con ella. Cuando tienes cultura, tienes más conciencia del otro y no estás tan centrado solo en ti. Desde el Ayuntamiento no solo se debería tener esta responsabilidad de hacer una ciudad amable, sino hacer una ciudad capaz de dinamizar la cultura para todo el mundo.

MJBarcelona siempre ha sido una ciudad de innovación y liderazgo entre diferentes ciudades del Mediterráneo, pero también entre diferentes ciudades a escala global. Todo este legado es importantísimo. Pero creo que hay un reto en el que creo que Barcelona puede ser bastante pionera. Además de resistirse al capital y a las dinámicas devoradoras del neoliberalismo global, también sería importante ser capaces, a través de mecanismos de innovación, de trabajar con el capital. El capital neoliberal global tiene unas tendencias depredadoras fuertísimas. El capital quiere extraer recursos y dinero. Tenemos que ser capaces de aprovechar estas dinámicas de capital global, pero con unas condiciones muy fuertes. De invertir en la ciudad, de regenerar, de contribuir a la regeneración. Hay que tener planes para una Barcelona más verde, más permeable, una Barcelona que extrae su propia energía como una organización sin ánimo de lucro. Pero también hay que encontrar espacios de colaboración con las grandes fuerzas económicas para que la ciudad pueda conseguir lo que quiere, sacar adelante su proyecto de ciudad. Hay que explicar el proyecto de ciudad como lo estáis haciendo, hay que explicar las nuevas narrativas, hay que explicar que eso es por una calidad de vida de la ciudad que mejora a lo largo del tiempo. No nos tenemos que quedar solo con la resistencia.

EFCreo que tenemos que empezar a hablar de recrecer. Tenemos que seguir creciendo, tenemos que seguir invirtiendo, pero con principios diferentes, con valores diferentes. Porque, evidentemente, las supermanzanas se tienen que construir y se necesita inversión, se necesita capital y se necesitan materiales, se necesitan nuevas funciones. Pero es una manera de recrecer de una forma diferente.

JSEsta idea me parece importantísima: recrecer para redistribuir calidad de vida. Creo que este es el objetivo: decrecer con unas cosas que no hacen bien a la ciudad y al planeta y crecer con aquellas que necesitamos para hacer posible una vida digna para todo el mundo. Hay que impulsar tantas políticas ecofeministas como sea posible, para hacer que Barcelona sea un lugar donde querer y poder vivir.