Humanismo tecnológico

Performance “Speculative Intimacy. Afectes i tecnologia digital”, dins la Biennal de Pensament del 2019. Moment de l'actuació amb una dona estirada al llit comandant un petit dron. © Xavier Torrent

Barcelona tiene las condiciones y los talentos para convertirse en un referente del humanismo tecnológico. En un momento en que se está definiendo el modelo europeo para la ética de los algoritmos, los derechos digitales de los ciudadanos o la privacidad de los datos, resulta evidente que la tecnología no es neutral y que necesitamos dotarnos de mecanismos de intervención humana que nos guíen a la hora de desplegar una revolución tecnológica que vivimos en tiempo real y corregimos sobre la marcha. La confluencia entre las artes y la tecnología se convierte en un espacio de encuentro imprescindible en esta refundación.

Este mes de septiembre se ha celebrado en Barcelona el Ars Electronica Garden, festival con sede original en Linz, centrado en la intersección entre tecnología, cultura y artes, que propone el New Digital Deal, una invitación a repensar las tecnologías digitales en relación con todas las transformaciones que hemos vivido en los últimos tiempos con un alcance cada vez más generalizado.

Por otra parte, nueve instituciones universitarias y culturales de la ciudad han impulsado el Barcelona Hub de Arte, Ciencia y Tecnología (Hac Te), una iniciativa transversal de investigación, formación, difusión, transferencia y producción que quiere promover la relación de los ámbitos artísticos y tecnocientíficos.

El objetivo de este hub es aterrizar y hacer funcionar el humanismo tecnológico a través de proyectos y programas que pongan en práctica y aceleren la relación entre artes y tecnología. Se hará un proceso de trabajo a dos bandas entre artistas y científicos en un programa llamado HT, que responde tanto a las iniciales del humanismo tecnológico como a los términos hibridación/transformación. En Barcelona ya hay muchos agentes que trabajan en torno a estas intersecciones desde posiciones diversas. Las universidades y los centros culturales deben ser facilitadores de un intercambio pluridisciplinar y de un debate inaplazable, que nos ayude a empoderarnos ante el tecnopoder que está surgiendo. Ofrecemos aquí un mosaico de visiones que reúne profesores universitarios, investigadores, gestores culturales y artistas digitales que trabajan en la intersección del humanismo tecnológico.

Retrat de Pau Alsina

Pau Alsina

Director del programa de Arte, Ciencia y Tecnología de la UOC. Coordinador del hub Hac Te.

La ciencia y la tecnología son una parte consustancial de nuestra cultura. Hay que integrar conocimientos de manera interdisciplinaria para construir una aproximación cultural a la ciencia. El término “humanismo tecnológico” es aparentemente nuevo, pero ya hace décadas que lo están practicando pensadores de la tecnocultura que han incorporado la mirada humanística a la tecnología. Ahora la pandemia ha acelerado la toma de conciencia de la necesidad de un humanismo tecnológico. Si lo llamamos así es porque a veces hay que rebautizar las cosas para relanzarlas.

Hac Te, Hub de Arte, Ciencia y Tecnología, quiere concertar un espacio de conocimiento híbrido, no solo en el ámbito universitario sino también en los centros culturales y de investigación, lo que en inglés se ha unido bajo el acrónimo GLAM: Galleries, Libraries, Archives and Museums [galerías, bibliotecas, archivos y museos]. Hay que contar con dispositivos concretos para poner a funcionar el humanismo tecnológico.

No se trata solo de celebrar grandes eventos internacionales sino de generar un poso estructural que se quede en la ciudad y articular un ámbito que es muy transversal e interinstitucional, y que debe facilitar la producción, la investigación, la formación, la documentación, la difusión y la transferencia.

Se trata de promover una relación entre un artista y un laboratorio, que dé como resultado un producto que después se pueda mostrar en una exposición y que genere documentación del proceso y eventualmente una transferencia en forma de un prototipo, por ejemplo, que pueda funcionar en el ámbito de las industrias creativas o de la inteligencia artificial.

Carles Sora

Director académico, investigador y profesor en el Centro de la Imagen y la Tecnología Multimedia (CTIM) de la UPC

El humanismo digital debe procurar una visión crítica de la tecnología. Debemos saber detectar los sesgos innatos de la tecnología, que no deja de ser un producto cultural, realizado por unas personas que trabajan enmarcadas en una sociedad determinada. Detrás de las líneas de código que marcarán nuestro futuro, hay unos ingenieros e informáticos que responden a un perfil profesional y humano en el que prepondera el hombre blanco de clase media alta. Cabe preguntarse quién genera esta tecnología y qué consecuencias tienen los sesgos que se proyectan. Se ha constatado, por ejemplo, que las grandes plataformas de música suelen recomendar más músicos hombres que mujeres, o que las cámaras de reconocimiento facial no funcionan con la misma eficacia cuando deben identificar a la población negra. En la programación de la inteligencia artificial hay que garantizar la diversidad de miradas, que incluya la perspectiva de género, el respeto a las minorías, etc.

Es necesario que la pluralidad se incorpore en la formación universitaria de los futuros ingenieros, hay que ir a la raíz. Hay que integrar las humanidades a los currículos de estos estudiantes para que programen unas tecnologías que no son inocuas y que vayan destinadas a un contexto social y a unas personas concretas. Debemos fomentar una formación híbrida y crear espacios de investigación aplicada que hagan de puente entre científicos y artistas. Debemos explorar esta zona híbrida entre arte y tecnología, mezclando miradas y metodologías. No se trata de que el científico pase a ser artista, sino de que aprendan miradas y procesos el uno del otro.

Carme Fenoll

Directora del Área de Cultura, Innovación y Comunidad de la UPC

La tecnología es transversal en todos los campos de conocimiento, incluida la cultura. El programa UPCArts nació en 2019 con tres objetivos. En primer lugar, dotar a la universidad de una agenda cultural potente aprovechando el binomio de cultura y tecnología. En segundo lugar, potenciar la investigación en el ámbito de las industrias culturales y la tecnología, creando grupos de investigación para desarrollar proyectos. Y, finalmente, salir de la burbuja de los campus y posicionar la UPC en la sociedad.

Los estudiantes deben ver la cultura como un posible espacio de trabajo; la hibridación entre cultura y tecnología pasa por acuerdos interuniversitarios. La UPC ofrece a ingenieros e industriales la posibilidad de cursar una asignatura optativa dentro del máster de Filosofía Contemporánea de la UOC. Las instituciones culturales también necesitarán el concurso de ingenieros para mejorar su estrategia digital.

La UPC ha creado un comité de ética para valorar las repercusiones de la inteligencia artificial, la robótica, las patentes o los algoritmos en nuestra vida. Revisando los usos de la tecnología, cada día es más evidente que los tecnólogos deberían hacer un juramento hipocrático. Hoy en día puedes hacer más daño con un móvil que con una pistola.

Retrat d'Antonio Hernández-Fernández

Antoni Hernández-Fernández

Profesor de Tecnología en la Escuela de Arte y Diseño de Terrassa y asociado a la UPC

La tecnología nunca ha sido ajena al arte. De hecho, la tecnología nos hace humanos, es inherente a nuestra especie y se remonta a hace más de dos millones de años. La dicotomía entre arte y tecnología no ha existido nunca. Cuando aparecen las primeras manifestaciones artísticas humanas, ya hay elementos tecnológicos. Si los humanos empiezan a triturar pigmentos es porque hay una capacidad técnica para hacer arte. Hay que superar esta idea de que la tecnología nace con la Revolución Industrial. Sin ir más lejos, el mecanismo de Anticitera, que existe desde hace unos dos mil años, era ya un artefacto sofisticado, un calendario astronómico muy preciso, configurado con unas ruedas dentadas y unos elementos mecánicos de una precisión que no volveremos a ver hasta la aparición de los relojes suizos. Una preciosa confluencia de ciencia, tecnología y arte.

Soy muy crítico con el concepto de humanismo tecnológico. La tecnología está integrada en el humanismo. ¿Verdad que nunca hablamos de humanismo lingüístico o humanismo literario? La tecnología forma parte del ser humano del mismo modo que el lenguaje. Sé que hago una afirmación tal vez controvertida si digo que la técnica precede al arte, y que sin tecnología no puedes crear nada. En este sentido soy materialista: el arte tiene un componente material, ya que se trata de crear objetos que interactúen socialmente con los demás. El arte es comunicación y tecnología.

Carlota Broggi

Responsable de Itinerancias y coordinadora de algunos de los proyectos Beta del CCCB

La necesidad de incorporar la ciencia en el discurso de las humanidades ha marcado las programaciones de las instituciones culturales del siglo xxi. La forma con la que el CCCB aterriza en esta discusión es muy particular por la propia naturaleza de la institución que representa: un productor de contenidos que trabaja para borrar los límites entre la ciencia y las humanidades, o ponerlos en tensión.

Si antes un museo exponía verdades absolutas u obras canónicas, ahora los artistas que trabajan con la tecnología, como Monica Rikić, beben de datos actuales, por lo que rompen el muro que separaba el museo del mundo exterior y conectan el tiempo de dentro con el tiempo de fuera. Antes las cosas pasaban primero en el mundo y después el museo conservaba la memoria. Ahora es al revés. El museo se convierte en un laboratorio donde el tiempo se acelera.

Los centros de cultura van incorporando también nuevas metodologías de trabajo propias de las start-ups tecnológicas. Hoy las exposiciones no se plantean como una tesis cerrada, sino como una plataforma de trabajo para ser discutida e incluso refutada en tiempo real. Detrás de una exposición no hay una autoridad comisarial única, sino una pluralidad de voces que participan en una conversación.

Retrat d'Andrés Neuman

Andrés Neuman

Escritor

Poesía y ciencia tienen más en común de lo que parece. Son dos fuentes de asombro y conocimiento del mundo, que nos permiten maravillarnos ante lo más evidente. Desgraciadamente, tanto los programas educativos como nuestro marco mental están lastrados por una falsa dicotomía que obliga a niños y niñas a escoger entre ciencias o letras. Los grandes científicos tuvieron siempre un concepto estético de la ciencia, la consideraban una forma de belleza. La ciencia se desenvuelve en metáforas que van cambiando con el tiempo. El científico necesita la conciencia verbal y la imaginación para poder explicar sus descubrimientos. La matemática es poesía imaginativa, el matemático inventa mundos posibles.

El arte y la poesía tienen también su lógica y, a su manera, razonan. La razón poética es otro tipo de razón, pero no es menos lógica y es implacable. En la Antigua Grecia la belleza de la naturaleza y del arte estaban emparejadas, pero la tecnocracia educativa contemporánea ha fingido que eran dos cosas distintas. Era más sabia la visión armónica entre las artes y las ciencias en Grecia o en el Renacimiento. Hoy nuestro conocimiento científico es superior, pero nuestra visión del conocimiento es más pobre y limitada.

Remedios Zafra

Ensayista e investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC  

Hemos sido educados sobre el supuesto de que la ciencia y el arte están separados por muros infranqueables, pero en las últimas décadas hemos visto a artistas que se acercan a la tecnología de manera desacomplejada. El artista contemporáneo se distingue por habitar la complejidad de su época. Uno de los valores del arte para la ciencia y la tecnología es su capacidad para enfrentarse a lo difícilmente narrable. Hay cosas que no se pueden explicar fácilmente desde la ciencia y que el arte no tiene miedo de tantear.

El arte se da en un territorio donde las contradicciones son bienvenidas, donde el error o la ambigüedad tienen un valor añadido. Más que proponer determinadas verdades, la práctica del arte contemporáneo hace visible la construcción de estas verdades. El arte permite que veamos las mismas cosas de otras maneras, a veces dando un paso atrás. Este paso es valioso, porque permite un extrañamiento ante lo que estás haciendo. Quien investiga con una tradición científica detrás tiene una lente que le hace mirar de una forma determinada y que puede operar como sesgo. El científico debe cuestionar las lentes con las que lo han educado. El artista, en cambio, está acostumbrado a cambiar de lentes para ver las cosas de otra forma.

Joana Moll

Artista

La crisis de la Covid-19 ha puesto en evidencia un fracaso masivo sistemático social, ecológico, político y económico. Aunque las causas y las consecuencias de esta crisis son muy complejas y graves, nos han dicho reiteradamente que se podrían solucionar con una app de última generación. Este planteamiento técnico de resolución de problemas recibe el nombre de tecnosolucionismo y suele consistir en simplificar y ofuscar los problemas que pretende solucionar sin afrontarlos realmente. ¿Pero quién define y aplica estas soluciones tecnológicas? En mi último proyecto, Ultimate solvers, he llevado a cabo una recopilación de eslóganes, identidades de marca y materiales gráficos utilizados por las grandes corporaciones que prescriben soluciones tecnológicas para anunciar sus productos. Curiosamente, estas empresas emplean un vocabulario preciso para definir lo que hacen de manera muy imprecisa. Sin embargo, entienden a la perfección cómo beneficiarse de las realidades que generan y extraen de sus tecnologías. No podemos evitar preguntarnos las implicaciones a largo plazo que puede tener resolver problemas sistémicos complejos con soluciones tecnológicas reduccionistas. El futuro no pinta bien.

Mónica Bello

Comisaria y jefa del programa de Artes del CERN

Soy historiadora del arte, pero en los últimos años he trabajado en el CERN, el Laboratorio Europeo de la Física de Partículas Elementales, el mayor en población y extensión. Desde 2011, el CERN acoge artistas en sus programas de arte, con una participación de hasta 80 países. La ciencia y el arte se están abriendo a la sociedad y hay cosas que solo se pueden entender desde la mirada de otras disciplinas.

En el CERN se acepta la creatividad como un vector central de la ciencia, ya que no es algo exclusivo del arte, sino que también se ve en las dinámicas del laboratorio. Generamos conciencia de otras formas de creatividad. Cuando detectamos una idea valiosa que nos puede llevar a un lugar que desconocemos, dotamos al artista de recursos y herramientas para que pueda ir más allá y romper moldes.

Lo más importante es que seamos capaces de equipar los artistas con herramientas, estructuras, conocimientos y competencias, entendiendo que los enfoques siempre parten de un diálogo y de ideas fuera de lo común, y que debemos estar preparados para trabajar en una escala que va más allá de lo humano...

Tenemos que pensar que esta hibridación es nuestro objetivo, pero también una carrera de fondo. Peter Jenni, uno de los padres fundadores del experimento ATLAS en el gran colisionador de partículas LHC, dice que interactuar con artistas enriquece y ayuda al científico a tener una conciencia más amplia de lo que hace. Creo que los artistas residentes en el CERN hacen ver a los científicos lo que intentan hacer, de cara a reconstruir constantemente su tentativa y si conviene dar marcha atrás en su investigación para revisar el sistema en el que están trabajando.

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