La soledad no deseada: cuando estar conectado no es suficiente

Ilustración ©Genie Espinosa

La soledad no deseada no es solo cosa del envejecimiento. Por el contrario, algunos estudios revelan que son las personas jóvenes las que se sienten más a menudo solas, a pesar de su mayor sociabilidad y acceso a la tecnología. Esto hace que la soledad adopte forma de U, con mayor incidencia en los dos extremos de población por intervalos de edad. En la etapa adolescente, si este sentimiento se prolonga o cronifica, puede tener consecuencias negativas para la salud y el bienestar.

La soledad no deseada no es un tema nuevo. Las primeras investigaciones que hablan del tema datan de la década de 1950[1], aunque se refieren, sobre todo, al aislamiento de las personas mayores. A principios del siglo xxi se incrementaron los estudios sobre la soledad no deseada y sus consecuencias sobre la salud física y mental[2]. Pero fue en 2018 —cuando Theresa May, primera ministra del Reino Unido, creó el primer Ministerio contra la Soledad[3]— cuando traspasó el ámbito académico y científico, y pasó a considerarse un tema de debate público. Este gesto ponía sobre la mesa la preocupación por este malestar que afectaba a nueve millones de personas de aquel país, y ponía en marcha una estrategia nacional con el objetivo de conocer y prevenir la soledad no deseada, así como de atender a aquellas personas que la sufren. Ese mismo año, la Comisión Europea presentó un informe en el que indicaba que 30 millones de personas en Europa se sentían a menudo solas[4].

Pese a la evidencia de estas cifras, solemos percibir la soledad no deseada como un problema exclusivo de las personas mayores. Es probable que esto sea porque vinculamos la soledad al hecho de estar solos y sabemos que gran parte de los hogares unipersonales están formados por personas de más de 65 años, sobre todo mujeres. Sin embargo, no es lo mismo sentirse solo que estar solo. Una persona puede estar sola y disfrutar de su soledad. En cambio, puede haber personas que, a pesar de vivir acompañadas y tener contactos a menudo, se sienten solas.

La naturaleza de la soledad

¿A qué nos referimos entonces cuando hablamos de soledad no deseada? Una de las definiciones más utilizadas considera este sentimiento como un desajuste entre la cantidad y la calidad de las relaciones sociales que tenemos y las que desearíamos[5]. Es decir, el sentimiento de soledad no está condicionado solo por el número de relaciones que tenemos, sino por la percepción de la calidad de estas relaciones. No tener a nadie en quien confiar, sentirse abandonado/a o excluido/a, tener sensación de vacío… pueden ser manifestaciones de este sentimiento de soledad. Este malestar, por tanto, puede aparecer en cualquiera de las etapas de la vida. De hecho, a menudo se manifiesta en momentos de transición vital, como puede ser el cambio entre etapas educativas, un cambio de domicilio a otra ciudad o país, la separación de la pareja, la viudedad, el inicio de la maternidad o paternidad, la pérdida del trabajo o la jubilación, sufrir enfermedades crónicas graves, pasar a ser una persona con dependencia o convertirse en una persona cuidadora…[6] La soledad, por tanto, no tiene edad.

En 2009, Pearl Dykstra publicó un artículo en el que desmontaba el mito de que la soledad no deseada es solo cosa de personas mayores. Utilizando datos de encuestas y estudios longitudinales, demostraba que la soledad no deseada no es necesariamente una parte inevitable del envejecimiento, y que puede variar significativamente entre individuos y en diferentes etapas de la vida. Según el estudio, son las personas jóvenes, seguidas de las personas mayores, las que se sienten más a menudo solas. Esta tendencia en forma de U (ambos extremos de población por intervalos de edad) se ha evidenciado también en encuestas de países como Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Japón. En 2021, un estudio del Ayuntamiento de Barcelona[7] demostró que existe un mayor sentimiento de soledad en las personas jóvenes en la ciudad de Barcelona: la población de entre 16 y 24 años es la que, en mayor medida, se siente a menudo sola (el 7,1%), seguida de las personas de 25 a 34 años (4,7%) y las de 65 años o más (4,1%).

Si ponemos el foco en las personas aún más jóvenes, los y las adolescentes, las cifras de soledad no deseada casi se duplican: el 12,6% de los barceloneses que tienen entre 13 y 19 años aseguran sentirse solos con frecuencia[8]. Se dice que la etapa adolescente es, en sí misma, una etapa en la que el sentimiento de soledad se presenta a menudo y se vincula a momentos de búsqueda de la identidad. Pero cuando la soledad se prolonga o cronifica puede tener consecuencias negativas para la salud y el bienestar de los y las adolescentes, como, por ejemplo, mayor estrés y aislamiento social, menor capacidad cognitiva, egocentrismo o sensación de amenaza del entorno.

¿Podemos hablar del mismo tipo de sentimiento de soledad en adolescentes, jóvenes y personas mayores? Podría ser que la sensación de malestar y vacío fuera similar, pero la naturaleza de esta soledad fuera diferente. Mientras que en las personas mayores el sentimiento de soledad suele estar relacionado con la falta de relaciones sociales (red relacional demasiado pequeña o relaciones de mala calidad) y con la deficiente salud física y mental (enfermedades crónicas, dependencia, estrés o depresión, que dificultan las relaciones sociales), entre las más jóvenes parece no vincularse al número de relaciones que se tienen.

Ilustración. ©Genie Espinosa Ilustración. ©Genie Espinosa

La soledad no deseada entre la juventud parece estar relacionada con la frustración hacia ciertos episodios vinculados a la transición a la vida adulta. Las personas jóvenes no emancipadas, las que están en situación de desempleo, las que no disponen de ingresos propios y las que carecen de pareja estable son las que tienen mayor riesgo de sentirse a menudo solas. Por tanto, podríamos decir que la soledad no deseada durante la juventud está más relacionada con el hecho de no haber alcanzado lo que la sociedad espera que se cumpla durante esta etapa vital (independizarse, tener trabajo e ingresos propios o formar una familia)[9].

Entre los y las adolescentes, la soledad no deseada también está vinculada a la frustración de la juventud, especialmente marcada en el proceso de cambio entre etapas educativas (presiones educativas y sociales, cambio de amistades y de entorno escolar, momentos de toma de decisiones en el itinerario educativo y profesional…). Pero también a la necesidad de encajar en un grupo como forma de identidad. La carencia de sentimiento de pertenencia o la falta de relaciones de calidad con compañeros y profesorado puede ser un factor asociado a la soledad no deseada en esta etapa.

El uso (¿y abuso?) de las pantallas

Otro aspecto que últimamente genera debate sobre los y las adolescentes (y también en otras etapas del ciclo de vida) es el uso (y posible abuso) de las pantallas. Algunas investigaciones evidencian una relación entre el uso de las redes sociales digitales y la soledad no deseada. Aunque se observa que existe una correlación positiva entre relaciones sociales en persona y relaciones sociales digitales (los y las adolescentes con más relaciones personales también tienen más relaciones digitales), sí se detecta un mayor riesgo de sentimiento de soledad cuando las personas adolescentes tienen menos relaciones presenciales, pero más relaciones sociales digitales (en el espacio virtual). Hay que poner el foco, pues, no tanto en evitar el uso de las redes sociales digitales (de nada sirve considerarlas como enemigas), sino en fomentar las relaciones personales.

En definitiva, la soledad no deseada es un problema global de las sociedades actuales, fruto del proceso de modernidad, el incremento del individualismo, el desarrollo y el diseño urbano, y la expansión en el uso de las tecnologías en un mundo digitalizado. Puede afectar a cualquier persona, de cualquier edad, pero algunos perfiles tienen más probabilidades que otros en función de la etapa del ciclo de vida y la situación en la que se encuentren. Por ello, el acompañamiento y la atención que se pueden ofrecer a las personas que se sienten solas deberán tener en cuenta las necesidades ante la variabilidad de factores de la soledad no deseada.

En el caso de personas adolescentes y jóvenes que se sienten solas, no se trata de ampliar el número de relaciones. Ya están suficientemente conectadas y controlan a la perfección el funcionamiento de las redes sociales digitales. Hay que poder profundizar en las relaciones, que sean de calidad, que estén ahí cuando se necesitan y que generen confianza. Pero también desde las organizaciones e instituciones sociales, o incluso como sociedad en general, se puede hacer mucho. Algunas acciones podrían ir orientadas a impulsar medidas de asesoramiento y apoyo, económico y social, para que las personas adolescentes y jóvenes puedan alcanzar sus metas, que se sientan acompañadas en su toma de decisiones y en los momentos de frustración, generar espacios (físicos o virtuales) para compartir experiencias, inquietudes, necesidades, fracasos y logros, para entender que no están (no estamos) solas. Porque combatir la soledad no deseada es cosa de todos.

[1] Reichmann, F. F. “Loneliness”. Psychiatry, 22(1): 1-15. 1959.

[2] Cacioppo et al. 2000, 2002, 2006.

[3] En 2021, Japón también anunció la creación de un ministerio contra la soledad. http://ow.ly/tAgi50MGlEY

[4] Comisión Europea (2018). Loneliness - an unequally shared burden in Europehttp://ow.ly/9vQN50MGm8N

[5] Peplau, L. y Perlman, D. (1982). “Perspectives on loneliness”. En Loneliness: A sourcebook of current theory, research and therapy. Nueva York: Wiley

[6] A connected society. A strategy for tackling loneliness: laying the foundations for change. Londres. HM Government, 2018. http://ow.ly/sEy150MGmeL

[7] Ayuntamiento de Barcelona (2021). Estrategia municipal contra la soledadhttp://ow.ly/ZZVS50MGlSE

[8] Agència de Salut Pública de Barcelona, 2022. http://ow.ly/3XiM50MGlVk

[9] Marí-Klose, M. y Escapa, S. “La soledat de les persones joves”. En La Joventut de Barcelona l’Any de la Pandèmia. 10 anàlisis de l’Enquesta a la Joventut de Barcelona 2020. Ayuntamiento de Barcelona, 2021.

Referencias bibliográficas

Dykstra, P. “Older adult loneliness: Myths and realities”. European Journal of Ageing 6, 91-100. 2009. http://ow.ly/1jS750MGlZq

Cacioppo, J. T., Chen, H. Y. y Cacioppo, S. “Reciprocal Influences Between Loneliness and Self-Centeredness: A Cross-Lagged Panel Analysis in a Population-Based Sample of African American, Hispanic, and Caucasian Adults”. Personality and Social Psychology Bulletin 43, 1125-1135. 2017.  http://ow.ly/lcga50MGnou

Goossens, L. “Loneliness in adolescence: Insights from Cacioppo’s evolutionary model”. Child Development Perspectives 12, 230-234. 2018. http://ow.ly/Zmpj50MGnsW

Eccles, A. M. y Qualter, P. “Review: Alleviating loneliness in young people - a meta-analysis of interventions”. Child and Adolescent Mental Health 26, 17-33. 2020. http://ow.ly/bnRj50MGnMt

Hawkley, L. C. y Cacioppo, J. T. “Loneliness Matters: A Theoretical and Empirical Review of Consequences and Mechanisms”. Annals of Behavioral Medicine 40 (2), 218-227. 2010.

Santini, Z. I. et al. “Social Disconnectedness, Loneliness, and Mental Health Among Adolescents in Danish High Schools: A Nationwide Cross-Sectional Study”. Frontiers in Behavioral Neuroscience 15, 632906. 2021.

Twenge, J. M., Spitzberg, B. H. y Campbell, W. K. “Less in-person social interaction with peers among U.S. adolescents in the 21st century and links to loneliness”. Journal of Social and Personal Relationships 36 (6), 1892-1913. 2019. http://ow.ly/WwmI50MGnwN

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