Reportaje Fotográfico

5 Julio

14 Fotografías

Renascence

Renascence es un tributo a la poetisa Edna St. Vincent Millay, la primera mujer que ganó un premio Pulitzer de poesía, en 1923, y un auténtico referente en igualdad de género. La autora de este trabajo fotográfico ha querido redescubrirla a través de una mirada contemporánea, en que las imágenes tejen un relato que mezcla realidad y ficción, en dos mundos paralelos que se van entrelazando. La infancia, la vida bohemia, la creación artística, el amor sin género, el ser o no ser madre, el cuerpo, el dolor, la naturaleza y la muerte son temas subyacentes.

Con sus intervenciones, Rocío Bueno dota las imágenes de archivo de un nuevo significado, inspirado en la naturaleza, tan importante en la obra de Millay, y en su pelo rojo, símbolo y guía del proyecto. El trabajo se ha materializado en un fotolibro —finalista al mejor libro autoeditado del premio PHotoESPAÑA 2022— y en una muestra que se ha expuesto, entre otros espacios, en el museo arqueológico de Braga, en Portugal.

Cada fotografía va acompañada de fragmentos de los poemas de Edna St. Vincent Millay. Traducciones en castellano de Andrés Catalán, para el libro Un Palacio en la Arena, de la editorial Harpo Libros. 

Mujer bruja
No es ella rosa ni pálida, / y nunca será del todo mía; / sus manos descubrió en un cuento de hadas, / y su boca con un enamorado. // Tiene más pelo del que necesita; / ¡ay de mí cuando reluce al sol! /Y su voz es una sarta de abalorios, / o una escalera que condujera al mar. // Me ama tanto como le es posible / y sus modos se rinden a los míos; / Pero no fue hecha para hombre ninguno / y nunca será del todo mía.

Renacer
[…] ¡Ah! Entonces desde el suelo / brinqué y saludé a la tierra con tal grito / como no se oye salvo de un hombre / que ha estado muerto y vuelve a la vida. / Alrededor de los árboles aferré mis brazos; / como un loco me abracé al suelo; / levanté mis brazos temblorosos en alto; / reí y reí al cielo, / hasta que en mi garganta un sollozo ahogado / me atrapó con fiereza y un gran latido / llenó de lágrimas al instante a mis ojos […]

Anochecer en la colina
¡Voy a ser la cosa más / alegre bajo el sol! / Acariciaré un centenar de flores / y ninguna cogeré. // Posaré en riscos y nubes / con calma los ojos, / observaré al viento doblegar la hierba / y a la hierba levantarse. // Y cuando empiecen las luces / a brillar abajo en la ciudad, / señalaré cuál ha de ser la mía / ¡e iniciaré el descenso!

Soneto XCIX
El amor no lo es todo: no es carne ni bebida / ni reposo ni un cobijo ante la lluvia; // ni siquiera un leño que salve a quien se hunde / y flota y se hunde y flota para hundirse de nuevo; // el amor no llena de aire un pulmón anegado, / ni la sangre enjuaga, ni arregla un hueso roto; / y aun así muchos se hacen amigos de la muerte / incluso mientras hablo, por falta de amor únicamente. // Podría suceder que en un momento complicado, / acorralada por el dolor y suplicando una salida, / o acuciada por el deseo más allá de todo juicio, // tuviera que vender tu amor por un poco de paz, / o intercambiar el recuerdo de esta noche por comida. / Podría suceder. No creo, sin embargo, que lo hiciera.

Cisnes salvajes
Miré en mi corazón mientras pasaban los cisnes salvajes. / ¿Y qué es lo que vi que no había visto antes? / Solo una cuestión menos o una más; / nada que se igualara al vuelo de los cisnes salvajes. / Corazón agobiante, siempre viviendo y muriendo, / casa sin aire, te abandono y cierro la puerta. / ¡Cisnes salvajes, sobrevolad la ciudad, sobrevolad / de nuevo la ciudad, las patas extendidas y gritando!

Primer higo
Mi vela arde por ambos lados; / no durará toda la noche; / pero ah, mis amigos, y oh, mis enemigos: / ¡da una luz tan hermosa!

Segundo Higo
Seguras sobre la firme roca se alzan las casuchas: / ¡venid a ver el brillante palacio que alcé sobre la arena!

Entierro
¡Mi cuerpo debería morir en el mar! / Y tener por tumba, en vez de una tumba / con dos metros de tierra y ataúd sin más, / ¡toda el agua que yace bajo la ola! // Y peces feroces que arranquen mis piernas, / como los que a los vivos aterran, / y me devoren mientras esté firme y fresca, / ¡sin esperar a llevar un año muerta!

Soneto XI
Voy a olvidarte de inmediato, amor mío, / así que procura aprovecharlos, tu breve día, / tu breve mes, tu breve medio año, / antes de que te olvide, o me muera, o me vaya. // Y hemos terminado para siempre; a la larga / te olvidaré, como ya dije, pero ahora, / si me ruegas con tu mentira más encantadora, / te brindaré a cambio mi promesa favorita. // De verdad preferiría un amor más duradero, / y que no fuera tan quebradiza una promesa, / pero es así, y la naturaleza se las ha ingeniado // para seguir avanzando sin descanso hasta ahora; / que logremos o no encontrar lo que buscamos / carece de importancia, según la biología.

Soneto XV
Tan solo mientras me acabo este cigarrillo, / un breve instante en medio del final, / mientras al suelo caen las calladas cenizas / y a la luz de un fuego largo como una lanza, // extravagantemente fundida con el jazz / la sombra rota baila por las paredes, / voy a dejar que mi memoria recupere / tu imagen, a la que todos mis sueños acompañan. // Y luego adiós, —¡hasta más ver!— no más soñar. / El tuyo es un rostro del que podré olvidar / el color y los rasgos, todos y cada uno, // las palabras jamás, y no aun su sonrisa; / pero en tu día este instante es el sol / en la colina, luego que el sol se ha puesto.

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