Acerca de Emilià Pola

ICREA. Director ejecutivo

Diciembre de 2025: una investigadora ICREA recibe el Nobel

Es una situación imaginaria pero muy posible: una investigadora ICREA (Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados) recibe el Nobel en Estocolmo, y en su discurso repasa la historia de la institución y los retos que mantiene abiertos. Las personas mencionadas son reales, trabajan aquí y son hoy protagonistas de la historia de la biomedicina de mañana.

© Òscar Julve

El presentador había hecho un resumen muy elegante de su trayectoria científica, dejando a la sala sumida en un ambiente de expectación. Ella avanzó hacia el atril, sintiendo el peso de todas las miradas.

La iluminación cambió y los aplausos de cortesía disminuyeron. Los primeros segundos de cualquier charla son siempre los más importantes. Había pensado pronunciar un discurso más institucional, pero en el último minuto cambió de planes. De repente ya no parecía tan buena idea.

–Los trabajos que nos han llevado a recibir este premio Nobel han cambiado muchas cosas de mi vida y, por suerte, también de la de muchos otros. Ahora es fácil ser protagonista, aquí, bajo los focos, ante esta distinguida audiencia».

Tomó el vaso para detener el temblor de la mano.

–Este es el resultado de una cadena de decisiones acertadas de mucha gente, todos con un compromiso con Barcelona, con Cataluña y con la investigación biomédica del país.

»Hace veinte años se comenzó a pensar que la investigación era el instrumento para cambiar la economía de Cataluña. A primeros de siglo, fuimos víctimas de aquella frecuente afirmación de que “edificios igual a beneficios”. Perdimos una gran oportunidad de hacer que la economía se construyera sobre una base más sólida.

»Por suerte un minúsculo grupo de personas influyentes inició una época. Pensaron que se podría cambiar el modelo y no tuvieron miedo de intentarlo. Hoy podemos decir que ya es una realidad. De hecho, una transformación social de tal calibre no se veía en Europa desde el caso de Finlandia, en el último tercio del siglo pasado.

»Se crearon instituciones de investigación pequeñas, ágiles y decididas, y se crearon muchas, como nunca antes. Seguramente fue el cambio más relevante en investigación de los que jamás veremos. No solo en torno a Barcelona, pero ciertamente aprovechando la tremenda atracción que la ciudad tenía ya entonces. Así, en los primeros años del siglo se creó la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados, ICREA, y también la mayoría de los centros de investigación que han sido protagonistas de esta historia.

»El otro gran ingrediente fueron las conexiones. Las instituciones tienen que funcionar, pero para sacarles el máximo provecho deben trabajar en una sociedad. La ICREA, nuevamente, gracias a que sus investigadores se pueden mover por todo el sistema sin restricción alguna, demostró ser un elemento clave de esta red.

»La revolución de los hospitales que tuvo lugar durante la primera década del siglo xxi –aunque en Cataluña ya se había iniciado mucho antes– fue otra de las piezas. Hoy sabemos que la investigación clínica, lejos de distraer de la asistencia como antes se sostenía, la refuerza y la mejora. Que hoy Cataluña sea líder mundial en número de ensayos clínicos por millón de habitantes –igual que ya lo habíamos sido en el índice de trasplantes– constituye un factor clave en todo ello. Nunca nuestras investigaciones sobre el cáncer habrían tenido tanta proyección ni habrían estado tan directamente ligadas a la aplicación.

»Tampoco estaríamos hoy aquí si no fuera por la valiente política de reconocer que el sector privado es imprescindible para el éxito del sector público, y tampoco si no se hubiera adoptado una política decidida de compra pública encaminada a utilizar el considerable poder de compra de la administración sanitaria para hacer avanzar la investigación, brindando los estímulos adecuados a las empresas que innovan desde nuestro sistema.

»En resumen, si Barcelona se ha convertido en el principal núcleo biomédico de Europa, es gracias a muchos elementos: el sistema de salud, el sistema de investigación y la implicación del sector público con el privado para innovar. Hay muchas ciudades que poseen alguno de estos elementos, pero ninguna que los reúna todos. Gracias a ello ahora disponemos de una industria de productos sanitarios que compite con las empresas alemanas, algo impensable a principios de siglo, cuando estábamos en la cola de Europa.

»Al empezar ya sabíamos que la inflamación está vinculada a los procesos cancerígenos, y también habíamos llegado a la conclusión de que no es buena idea dañar el trabajo del sistema inmunológico con quimioterapias que disparan contra todo lo que se mueve. Estábamos sobre la pista, pero aún lejos, aún no teníamos suficiente.

»Entonces Manel Esteller nos recordó que las células sanas duermen, pero que las de los tumores tienen insomnio. Xavier Salvatella nos señaló que las proteínas pueden ser más o menos blandas, como las partes de una armadura medieval hecha de placas rígidas y de malla flexible, y Eduard Batlle descifró la maraña de relaciones que controlan la progresión del cáncer de colon y la cadena de órdenes que puede frenarla. Y todavía Ben Lehner ofreció la visión de que los tumores no son una bola de células, sino un ecosistema complejo, altamente diferenciado y con especialistas en cada una de las tareas que hacen posible el cáncer: movilidad, invasión, regulación, crecimiento, intendencia, logística… Cada función es una habilidad que las células pueden heredar, y que necesitan desesperadamente.

»Y es que la lucha contra el cáncer no es un invento humano. En verdad empezó hace 550 millones de años, y fue el primer problema que resolvieron los animales pluricelulares. Aunque parezca un contrasentido, la biología teórica ha sido la herramienta que nos ha permitido averiguar plausiblemente los mecanismos que hicieron posible aquella primera victoria, y el conocimiento para repetir la estrategia, para evitar que las células madre de los tumores encuentren mecanismos de resistencia a los fármacos.

»Estos hechos solo cobran fuerza cuando se combinan en el lugar ideal. Cuando los enfermos de todo un país se pueden utilizar como plataforma para desarrollar nuevas terapias, la velocidad con que las ideas se transforman en resultados se dispara: el hecho de que nuestra terapia haya sido protegida, desarrollada, registrada y utilizada en menos de cinco años es un hito que ha cambiado el modo en que se realiza la investigación biomédica global.

»Todas estas contribuciones han sido las piezas del complicado mosaico que ahora podemos controlar: primero de todo, hay que entender el problema, y después, hay que contar con la tecnología necesaria para hacer llegar las soluciones precisamente adonde tienen que producir su efecto.

»Es obligado agradecer a las instituciones su generosidad y valentía al seguir impulsando un sector durante tanto tiempo, sin más garantía que la excelencia científica. También debemos hacer público nuestro agradecimiento a los inversores que nos han ayudado y que han confiado en que sabríamos llevar al mercado este gran avance, y sobre todo, a las personas que han hecho que Barcelona sea la comunidad del mundo con la mejor integración entre los sectores sanitario, académico e industrial. Muchas gracias.

La sala estalló en aplausos. Era evidente que el discurso había funcionado. Pero mientras observaba las caras del público no pudo evitar una reflexión adicional: “Perfecto. Ahora, ¿qué más?”.

Se trata de una situación imaginaria pero perfectamente posible: las personas que se mencionan son reales, trabajan aquí y son hoy protagonistas de la historia de la biomedicina de mañana.