Kasa de la Muntanya

Fotos: Nando Cruz

Kasa de la Muntanya

Av. del Santuari de Sant Josep de la Muntanya, 35 (La Salut)

Concert de Trío de Cuatreros

Tres cuatreros en la casa okupa

Subiendo por las escaleras mecánicas de la avenida del Santuari de Sant Josep de la Muntanya una pizarra anuncia: “Gran inauguració dels sopadors a la Kasa de la Muntanya. Avui pintxos i Trío de Cuatreros en concert”. Al cruzar la puerta hay un expositor con ejemplares de publicaciones autoeditadas como ‘El pésol negre’ y ‘La metxa’, un parking para bicicletas y un ‘Guernica’ pintado en la pared.

El interior del local, una antigua caserna de policía, parece hoy el patio de una hacienda mexicana. Hay sábanas y ropa tendida. Hay cactus de todos los tipos rodeando una tarima de madera. Y hay tres tipos con vestimenta vaquera mezclados entre la gente. Es el Trío de Cuatreros, un grupo de country afincado en Barcelona. En realidad, habría que eliminar algún detalle escenográfico para que esto pareciese una hacienda mexicana de verdad. Por ejemplo, esa pintada que reza ‘El feixisme avança si no se’l combat’. Y ese mural gigante con las milicianas de la guerra civil española.

Estamos en la Kasa de la Muntanya, el edificio ocupado con más solera de la ciudad. Desde 1989. Y esos tres cuatreros son bien inofensivos. El contrabajista departe con cualquiera que se le acerque sin amenazarlo con llevársele después el caballo o la bicicleta. No solo eso; él ha aportado las dos salsas picantes, cocinadas por su madre, con las que se condimentan las papas arrugás que están sirviendo en la barra del saloon okupa.

Atención al menú. Es noche de pinchos veganos y por 5,50 euros te toca una hamburguesa, tres unidades de sushi, una porción de quiche, otra de pastel de hojaldre, cuatro papas arrugás con salsas, otra rodaja de patata con salsa de tomate y un vaso de vino. También hay zumos, cervezas con y sin alcohol y mate. Todo a un euro, excepto el agua, que es gratis; del grifo.

La gata Lucía

Una gata cruza el escenario. Roza la guitarra con el costado izquierdo, pasa por debajo del mástil del contrabajo que hay tumbado sobre la tarima y de un salto trepa a lo alto de uno de los altavoces que flanquearán al grupo. La gata se sienta y observa al personal que empieza a llenar la plaza. ‘Plaza de la Cultura’, reza una placa colgada en la pared. Casi todos cenamos en el suelo o sentados en el pasillo. Un guitarrista cuatrero charla animadamente con un amigo que luce una camiseta de The Damned. Detrás suyo, otro joven lleva una sudadera de Muse. Una mujer con camiseta de Radio Bronka anda arriba y abajo saludando y reencontrándose con colegas.

La gata se levanta y salta hasta la mesa de sonido con mucho cuidado para no pisar el ordenador portátil que programa la música. Está sonando Ani DiFranco. La gata salta desde la mesa al suelo, husmea el enchufe y el cable que abastece de electricidad al altavoz y cruza el escenario una vez más, no sin antes olisquear la funda del contrabajo. La gata se comporta como una técnica de escenario profesional. Si alguien quiere contratarla, se llama Lucía. Y Lucía lo ve todo en orden. El concierto puede empezar.

Ecos de Más Birras

¡Qué gran nombre, Trío de Cuatreros, para un grupo de country! Y qué bien encaja su música en la Kasa de la Muntanya, aunque parezca difícil. Sus silbidos de western resuenan aún más crepusculares junto a los cactus. Y sus letras cobran otra dimensión en este entorno okupa. “Malos tiempos te acompañan, te tuviste que esconder”, cantan en ‘Tu destino’. “No entramos en el juego de respeto hacia su ley / Tenemos muchos hermanos presos en su poder”, denuncian en ‘Chingones’. “Hay mucha gente que entra sin permiso / Hay mucha gente que nunca puede entrar”, comparan en ‘Más humanos’.

Algunas letras se van por los cerros de Alabama y Río Grande abajo, pero en varios momentos de la noche sus versos rozan la potencia universal de los aragoneses Más Birras. Eso sí, cuando lanzan esos ju-já uno no sabe si se inspiran en la banda sonora de ‘La muerte tenía un precio’ o en aquel grito makinero de Chimo Bayo. Por cierto, y hablando de las birras, cuando acaban la cerveza, aquí todos los espectadores depositan su lata en la papelera.

Sigue llegando gente. Algunas se traen la Xibeca para no gastar en la barra. Algunos tienen pinta de modernos absolutos; con bolsa de tela incluida. La plaza está bastante llena y el Trío de Cuatreros quiere despedirse por todo lo alto: bajando de la tarima, tocando sin microfonía y rodeado del público. El colega de la camiseta de los Damned alza su lata de cerveza en señal de aprobación. Dos tipos practican el air contrabajo. La encargada de la barra hace rato que ha bajado a bailar. Esta noche hay más mujeres que hombres en el concierto de country en la Kasa de la Muntanya.

“Gracias a todos por venir / Mejor aquí que en tu casa”, entonan ya para despedirse. Y en una exhibición de poderío que sorprende hasta a sus dos compañeros de grupo, el contrabajista, con trabajo, levanta a peso su contrabajo. Cuando acaba el concierto sucede algo aún más sorprendente. Tres personas se acercan al grupo y… ¡compran tres vinilos!

(Publicat el 25 de setembre de 2016)