Chacareras que curan penas
Seis turistas entran en el bar Almirall de El Clot. Su plan es rematar la noche con unas cervezas, pero va a ser que no. “¿Es una fiesta privada?”, pregunta uno. No, es un concierto de folclor argentino. Todas las mesas están ocupadas y el público se apretuja de pie junto a la barra. Ya no cabe un alfiler. Y, aún menos, estos seis armarios teutones. El camarero va con el cohete en el culo sirviendo tapas y cervezas intentando estorbar lo mínimo al grupo que toca en una esquina del local, justo entre la máquina de tabaco y la cristalera que da a la calle de Aragó.
El grupo es Quebracho Negro, un trío formado en Barcelona hace un año por dos argentinos recién llegados, Néstor y Pablo, y otro, Omar, que ya lleva ocho años en la ciudad. Omar da clases de tango en una academia a tres minutos a pie del bar. El bar está a dos minutos del Savannah Club, la única sala de conciertos que ha tenido el barrio de El Clot y que hoy es un Mercadona. El Almirall solo organiza conciertos en fin de semana, pero este jueves ha hecho una excepción y costará olvidar tremendo lleno. Los espectadores están entregados a un cancionero que les retorna a su país. Cuando el trío toca una chacarera, baten palmas marcando el ritmo. Si es una zamba, recitan su letra con los ojos entornados.
“Linda voz”, suspira alguien desde la barra. “Con la chacarera doble se curan todas las penas”, diagnostica un verso. “Arde la leña, harina y barro, lo cotidiano se vuelve mágico”, evoca otro. “Agua del río viejo: llévate pronto este canto lejos, que esta aclarando y vamos pescando para vivir”, propone la letra de ‘Oración del remanso’. Al fondo del bar hay aparcadas algunas fundas con instrumentos, prueba inequívoca de que algún que otro músico tiene que haber entre el público. La constatación llega cuando Quebracho Negro abren un hueco en el escenario para, entre otros, el flautista Pablo Jiménez y la cantante Daniela Heredia. Esta última se referirá al trío como “unos amigos que me regaló Barcelona”.
El formato semiacústico del concierto no traspasa los cristales del local. Ni el violín, ni la guitarra, ni el tambor ni las tres voces se escuchan desde la calle. Tampoco, los aplausos de un público especialmente activo que aclama el final de cada verso. Sentados en la terraza del bar, como clientes esperando turno para cenar, están los verdaderos protagonistas de la velada: Manuel Orellana y Rodolfo Pelu Lucca. Ambos forman parte de una nueva hornada de folcloristas argentinos; no tan nueva, si llevan más de dos décadas en activo. Su sonoridad, más rock, ha acercado el folclor a las nuevas generaciones, aunque hoy actuarán sin baterista ni bajista. Sus únicas armas, sus dos voces y guitarras.
Los amigos y el bocaoreja
Pero, ¿cómo han descubierto tantos argentinos el concierto de Orellana Lucca mientras el resto de barceloneses ni se ha enterado? Y, sobre todo, ¿cómo ha acabado un dúo tan popular en Argentina, galardonado en el multitudinario festival de folclor de Cosquín, actuando en un bar de El Clot? Néstor, el violinista de Quebracho Negro conocía a su mánager. Y Omar, el del bombo, conoce al dueño del Almirall. Con estos dos vínculos y en solo un mes, han armado su debut barcelonés. ¡Hasta les ha dado tiempo de diseñar entradas de papel como se hacía en el siglo XX! Algunos asistentes se habrán enterado gracias al programa radiofónico ‘Zoom’, un espacio de propuestas culturales y deportivas de los argentinos residentes en Catalunya que emite la emisora Ràdio Kanal Barcelona. Otros, por los posts de Facebook. ¿Y el resto? A través de grupos de Whatsapp y del bocaoreja de toda la vida.
En cuanto los dos músicos se ubican en el minúsculo rincón del bar, les vienen a la memoria sus años mozos, allá por 1999, cuando aún se llamaban Presagio. Tal vez por ello rescatan un título que marcó su juventud. Es ‘Entre la infancia y el hombre’, de Los Carabajal. “La noche viene llegando y aquí la espero cantando”, declaman. El sonido es excepcional, pese a tratarse de un bar, aunque nadie ha pensado en apagar la tele que sigue emitiendo imágenes de un partido de fútbol mientras se suceden estrofas propias y ajenas que ensalzan el folclor argentino, la tierra, la naturaleza y todo lo que haga referencia a ese rincón del globo. Son metáforas con las que hablar de resistencia, de pertenencia, de distancia y de identidad.
Es sorprendente el sincero calado de estas expresiones folclóricas en un público tan joven. A esa chica de la primera mesa le va a dar un vahído de tanta emoción. Aquella pareja ha detectado un metro cuadrado respirable y se lanza a bailar entre el altavoz y la puerta de salida. Pronto se animará una segunda pareja y los cuatro se abrazarán cuando concluya la chacarera. En las mesas, algunas espectadoras ondean pañuelos blancos y fulares cuando Orellana y Lucca interpretan ‘Milagro del tiempo’. La ausencia de barreras y de tarima permite que una mujer se acerque a Lucca y le despache un cálido abrazo.
Una más y no jodemos más
Si en castellano los bises se reclaman a la voz de “¡otra! ¡otra!” y en catalán es más común el “No n’hi ha prou!”, los argentinos son más de gritar: “¡Una más y no jodemos más!”. Y así, claro, no hay quien se resista. Habrá bis y al fondo del bar varias parejas apartarán mesas y sillas para abrir un pequeño claro. No quieren regresar a casa sin haber bailado al menos una chacarera. Será ‘Noticias del monte’, enésima y vibrante reivindicación del orgullo santiaguero. Santiago del Estero es la ciudad natal del dúo y cantera del folclor argentino.
Pasada la medianoche, Omar clausura el concierto anunciando que, si todo va bien, el dúo volverá a Catalunya en agosto para actuar en Tierra Gaucha, un festival que él mismo organiza en una masía rodeado de naturaleza y de comida típica. En la barra, un argentino que llegó a Barcelona en 2001 asegura que él siempre está donde hay música de su país. Saca el móvil y comparte información de un recital de tango programado al día siguiente en la sala Comediarte de la calle Llull. “Y recuerden que el primer y tercer domingo de cada mes hay peña bailable La Telesita en el Teatreneu”, apunta Omar antes de desenchufar el micrófono. Algunos ya lo saben. Otros lo anotan mentalmente.
(Publicat el 27 d’octubre de 2019)