No más punkies muertos
La plaza del Comerç del barrio de Sant Andreu tiene los tres elementos que convierten a una plaza en plaza de verdad: quiosco, cabina de teléfonos y fuente pública de hierro forjado. Esta noche, la repisa superior de la fuente sirve como reposavasos para las cervezas de los vecinos. En Sant Andreu están de fiesta mayor y frente a la panadería y la tienda de ropa Cukito’s hay una tarima en la que la asociación RockAndreu ha conseguido un hueco dentro de la programación musical para programar a los grupos más cañeros del barrio.
En casi cada travesía que desemboca en la calle Gran de Sant Andreu hay una pintada reivindicativa: “Ni olvido ni perdón por los muertos en prisión”, “Encerrando se tortura”… También, hay una en la persiana de la ferretería: “No serem independents sota un regim burgès. Cap estat ens farà lliures”. En la plaza del Comerç, en cambio, es mucho más visible la propaganda electoral. “La democràcia sempre guanya”, insisten los carteles que cubren todo el pirulí.
Sonido famélico
Las canciones de Cranc, el primer grupo de la noche, están más en sintonía con las pintadas que con los carteles. Este trío de Sant Andreu nació al calor de la okupa El Palomar. El sonido que bombean los altavoces es tan famélico, debido al limitador de volumen que instala el ayuntamiento en los conciertos al aire libre, que cuesta reconocer qué canciones están tocando. Una muy reconocible es ‘La idea continua’, donde trazan un paralelismo entre la Barcelona de 1936 y la que ocupó el cine Princesa de Via Laietana en 1996.
Cranc escupen canciones urgentes de minuto y medio. Es punk-rock con un marcado carácter combativo. Eso que la Audiencia Nacional ha bautizado como música con “riesgo abstracto”, pero que resulta mucho más constructivo que el punk mártir. En ‘Paraules vives’, hablan de reconocernos explotados y de ayudar al prójimo. Su guitarrista, Sergi Espinosa, vivió en El Palomar y hoy es uno de los impulsores del Ateneu L’Harmonia, el pulmón cultural del barrio.
Entre canción y canción, Sergi reivindicará a los chavales de Altsasu, a Alfon y a tantos otros presos políticos no burgueses olvidados por la agenda mediática. El público no se siente intimidado por Cranc. Una mujer china filma con su móvil un traveling circular de la plaza en el que aparecen espectadores de tres a 63 años. Dos niñas con gorros de lana bailan el primer poguito de su vida. La temperatura y el bajo volumen mantienen el concierto medio helado, pero algo despierta entre el público cuando tocan ‘No más punkies muertos’ de MCD. Muchos vecinos se la saben. El barrio necesita a esos punkies aún vivos.
En invierno y sin guiris
A diferencia de Gràcia, Sants y muchos barrios más de Barcelona, Sant Andreu celebra su fiesta mayor en diciembre. Así no hay forma de que se les llene de guiris. “Esta canción es para los hípsters”, anuncia X-Closs, el segundo grupo. Y cambian la letra del ‘Matar hippies en las Cies’ de Siniestro Total. Este joven y trepidante quinteto de purito hardcore de vieja escuela toca a 230 bpms de velocidad. Matrimonios de todas las edades les escuchan sin temer por su integridad. “En Barcelona no se puede vivir”, gritan en una canción. Y todos comprenden a qué se refieren.
El cantante no se siente cómodo encima de ese escenario de metro y medio de altura, así que baja al suelo a berrear el resto de repertorio. El público forma medio círculo a su alrededor y le jalea. Uno de los músicos grita: “¡Estoy hasta los cojones del limitador!”. “¡Estoy harto!”, añade. ‘Estoy harto’ se titula la canción que tocan a continuación. Los Cranc les han prestado la batería, así que también ellos lucirán el lema ‘Sempre Enrere’ en el bombo. La batería no es la única aportación de Cranc. Sergi será el técnico de sonido de toda la velada.
Mientras las fiestas reivindicativas del barrio programan en el recinto Fabra i Coats al trío de rap feminista Tríbade, aquí solo tocan hombres: doce de doce. Tal vez para compensar, entre concierto y concierto, suena Accidente, espléndido grupo madrileño de punk-rock cuya cantante sí es una mujer. Cosas de la normativa de medio ambiente y del bendito limitador de sonido: la música enlatada suena con más potencia que la de los grupos que tocan en directo.
Melenas, Xibecas, perillas
“¡Buenas noches, Sant Andreu! ¡Somos los putos Motosierras!”. El grupo foráneo toma el escenario. Aunque siempre tuvieron algún miembro de Sant Andreu, Motosierras son de Santa Coloma de Gramenet. Tres treintañeros tiran del brazo a un cincuentón con perilla blanca para incorporarlo a un pogo vecinal, pero la maniobra asusta a un padre que huye con sus hijos pequeños a una zona segura. Ya estamos todos. Los melenas y las Xibecas. Los punkies y los heavies. El del parche de AC/DC y el del tupé bicolor. El costo, el papel de fumar y la botella de vino. El de la gorra de NoFX y el del pañuelo palestino.
Los Motosierras llevan en activo desde 1989, aunque con varios cambios de formación; alguno, dramático. (También va por ellos aquel ‘No más punkies muertos’). Su cantante, J. Morton, es el único que hoy actuará en manga corta y sabe lidiar con los notas de primera fila. Si le piden una de Camarón, dice que sí y se arranca con unos cantes de Parálisis Permanente. Tienen oficio y hasta el limitador les respeta. Misteriosamente, ellos sí sonarán a un buen volumen.
Entre títulos propios y versiones de Ramones, Beatles, Stooges brilla con luz propia ‘Nene de Barna’, canción que sublima su desprecio por el roquerío moderno. “Ei, nene de Barna, enséñame qué es el rocanrol”, sueltan con voz asqueada y desafiante. Es muy revelador salir del circuito de salas y escuchar cómo se percibe a los barceloneses desde el extrarradio. Cuando Morton grita eso de “Ei, nene de Barna, soy un garulo de Santa Coloma”, unos cuantos espectadores alzan el puño y sonríen orgullosos.
Manel, el cantante de Cranc y antiguo bajista de Motosierras, ha subido a cantar con ellos. Sergi, entre el público, desde la fuente, alza el puño cuando tocan ‘Santa Koloma Primer Reich’, del grupo de punk-oi de Santa Coloma Pisando Fuerte. El bumerán de la historia nos devuelve, 30 años después, aquel retrato-denuncia de una ciudad en perpetua crisis: “Un agujero reservado / Para miles de parados / Un centro de delincuencia / Odio, paro y violencia”.
Un hombre grueso y con coleta corea desde primera fila el estribillo más reconocible de Motosierras, el de ‘¡Esta noche!’. Otro hombre mayor con txapela sonríe cuando rescatan el ‘Maybe tomorrow’ de Mink DeVille. Un espectador sube al escenario con bebida para los músicos y, como lleva un logo de los Misfits en la chaqueta, lo invitan a cantar una versión del grupo yanqui. Punk en familia. La única extranjera en la plaza es una joven okupa. Faltan pocos minutos para que acabe el concierto cuando llega el primer latero.
(Publicat el 10 de desembre de 2017)