En el ‘tinglao’ de Mao
En España, cuando aún no existían los macrofestivales y el circuito de salas de conciertos era un puñado de bares destartalados, la única forma de ver grupos de rock eran las fiestas de los partidos políticos de izquierda. Esta opción constituyó una salida laboral para infinidad de bandas hoy consagradas. De Loquillo a Los Planetas, decenas de ellas protagonizaron las fiestas del PSUC en los años 80 y 90. Desde entonces ha llovido, nevado y granizado mucho y el gancho de esos saraos ha disminuido conforme menguaban sus presupuestos.
En 2015, los Comunistes de Catalunya trasladaron la Festa de la Realitat al parque Josep Serra i Martí del barrio de Canyelles. Esto queda a solo cinco minutos a pie de la plaza de Karl Marx, sobre la ronda de Dalt, y rodeado de bloques construidos allá por 1974, cuando el PCE aún era ilegal, en la ladera pobre de la sierra de Collserola. Anochece, pero los niños siguen jugando en los columpios mientras unos ancianos toman el fresco frente a la escultura de una bailaora llamada ‘Alegrías’. Junto a la fuente Manuel de Falla, una gaviota se está zampando un gorrión. Cruel metáfora ornitológica.
Bienvenidos a la realidad
“Benvinguts a la realitat!”, proclama Héctor Arnau. Si un concierto de su grupo, Las Víctimas Civiles, ya es un sano desafío a tus límites morales, escucharlo en un contexto de celebración comunista todavía promete más. Arnau acaba de anunciar una canción que habla de esa noche en la que has bebido y te has drogado por encima de tus posibilidades, llegas a casa, ves en la tele que ha ocurrido un atentado brutal y, en cierto modo, te alegras porque eso significa que el mundo aún es peor que tú. La canción se titula ‘Fragmentos de cuerpos humanos’ y, contra todo pronóstico, es de las más celebradas del repertorio. Un matrimonio de unos cincuentaymuchos se marca un agarrao al son de la macabra balada.
Así las gastan Las Víctimas Civiles. Ya lo ha advertido el presentador de la velada: será una noche de amenazas al buen gusto. Su primer disco se titula “40 años de éxitos del postfranquismo español” y en ‘Nos la suda Sudán’ es razonable ver en ellos una reencarnación valenciana del espíritu provocador e iconoclasta de Glutamato Ye-Yé. Glutamato Ché. Arnau dedica una canción a “la antigua okupa y actual alcaldesa Ada Colau”, pues él también fue okupa hace una década. “Odio el capitalismo, pero me gusta la Coca-Cola / Y lo que más odio en el mundo son los okupas de Barcelona”, grita con espasmódica convicción flanqueado por las dos hoces y martillos que decoran el escenario.
Sus amigos bailan como pueden y ríen sin poder parar, pero la mayoría del público está paralizado. Arnau se pregunta en voz alta porqué tanta frialdad. “¿Es porque son catalanes o porque son comunistas? Nunca lo sabremos”, resuelve. Con igual asombro sigue Arnau la singladura de esa ‘Canción total’ que él cantaba por las okupas en 2005 y que María Arnal y Marcel Bagés han hecho suya y de todos. Él mismo ha adoptado dos títulos ajenos que refuerzan su directo. El primero, el delirante ‘Mao Mao’ que el francés Nino Ferrer grabó hace medio siglo, encaja estupendamente en la comunista velada: “Dime quién corta el bacalao / Y quien armó todo el ‘tinglao’ / Desde la China hasta Macao / Mi buen amigo Mao Mao”. La segunda, ‘Radio Alger’, de Remigi Palmero, le sirve para cerrar el concierto con una hiperbólica proclama identitaria: “¡Ni catalanes ni españoles, sois valencianos! ¡Todo el mundo es valenciano! ¡Mussolini es valenciano! ¡Samantha Fox es valenciana!”.
Un comú por un euro y medio
Varias delegaciones comarcales han desmontado ya los tenderetes, pero las paradas de comida y bebida siguen abiertas. El hombre que asa butifarras y hamburguesas lleva una camiseta del 80º aniversario de la Olimpiada Popular Antifascista de 1936. Para pagarle hay que cambiar euros por comuns. Los comuns son unas fichas de plástico rojo que al cambio valen un euro y medio. Algunos, para hacer la broma, los llaman colaus. Esa que anda por ahí también es comú: es la regidora de mobilitat Mercedes Vidal. Antes ha dado un míting.
Y ese que está tumbado en la hierba es el actor Willy Toledo. Participó el viernes en otro debate en la sala Meteoro de Poble-sec sobre cómo lograr que el rock’n’roll vuelva a ser una amenaza. Este debate, los conciertos posteriores y este fin de fiesta musical dentro de la Festa de la Realitat forman parte de un mismo programa llamado la III Internacional del Rock’n’Roll. El escenario está presidido por una pancarta: “Sense les dones no hi ha revolució”. Sobre él, ya están las Infrarrojas. Se han marcado una versión del ‘Tell me’ de los Rolling Stones y parecen un grupo de pop de garaje sixties más, pero en su soleada declaración de intenciones homónima dicen leer ‘El Capital’ y que nadie las hará abandonar sus ideales. “El rojerío nunca te va a sentar mal”, canturrean las alicantinas.
Aunque los tres grupos programados tienen un marcado perfil político, no está nada claro que todos compartan al cien por cien la ideología del evento en el que hoy participan. Ni que la organización comparta el discurso de sus letras. Pero la música es un espacio más para el debate y la renovación de ideas y los catalanes Eina ya suben al escenario. Lo primero que hacen es colocar una estelada roja. Ya luego, enchufan los instrumentos. Eina nació tras la disolución del grupo de hardcore Inadaptats, pero llevaban años en silencio. El centenario de la revolución rusa les animó a lanzar un nuevo disco, ‘Bolxevic’, este otoño.
Como en Stalingrado
En primera fila hay un tipo con camiseta imperio que permite avistar en todo su esplendor el tatuaje del busto de Lenin que lleva en el antebrazo. Un chaval exhibe la bandera de la URSS. “Esto va por Valtònyc, Pablo Hasél y todos los presos políticos”, advierte el cantante Álex Vendrell, al mando de su renovada formación. “Volem les claus de la caixa i el cap del rei”, cantará luego. A ratos suenan como unos Def Con Dos sin ironía. Ni siquiera cuando planta cara al fascismo: “¡No nos dan miedo! ¡Les podemos ganar como en Stalingrado!”.
En el escenario, las citas a Lenin se mezclan con riffs a lo Rage Against the Machine. Entre el público, las camisetas de Karl Marx se mezclan con las de Los Chikos del Maíz y Lendakaris Muertos. Si hace un rato, Las Víctimas Civiles entonaban con sorna su canción ‘También el amigo policía es tu compañero proletario’, Eina prefiere abordar el tema de la brutalidad policial repitiendo una y otra vez el estribillo: “Em fas fàstic”. El parque no se ha llenado ni por asomo, pero muchos de los presentes alzan el puño.
En el lateral del escenario, un vecino preadolescente de piel morena filma el concierto con su móvil y le confiesa a su madre que a él le gusta esa música. Su madre pone cara de extrañeza, pero al rato ya ladea la cabeza al ritmo que marca la batería. El padre del chaval hace lo mismo. La abuela mueve el pie izquierdo.
Bajando las escaleras mecánicas hasta la Vía Favencia, el estruendo de Eina se difumina poco a poco hasta quedar ahogado por el rumor del tráfico.
En las fiestas de Carmel, la orquesta Aquarium interpreta un popurrí de Alaska frente a una notable concentración de público feliz y despreocupado.
En Santa Coloma de Gramenet, Kiss culmina su concierto en el Rock Fest ante varias decenas de miles de espectadores.
En Estados Unidos, las grandes empresas de capital de riesgo calculan el siguiente movimiento tras comprar parte del Sónar y del Primavera Sound.
(Publicat el 8 de juliol de 2018)
Fotografies: Joan Cortadellas