De su primer espectáculo, La filla del senyor Bianchi, una adaptación de los cuentos de Gianni Rodari, les ha quedado el nombre: Les Bianchis. Y con el segundo, Les supertietes -trabajado a partir de textos de Empar Moliner-, les llegó la fama. Y ahora se unen al Barcelona Districte Cultural con el tercero, Les Clinck, en el que por primera vez no han partido de ningún texto previo. Así que Les Bianchis, para darle forma, han tenido que hacerse muchas preguntas. Tantas como se hacen Les Clinck

-¿Como nació la idea de Les Clinck?
- Después de Les Supertietes, tuvimos la tentación de hacer una segunda parte porque había funcionado muy bien. Pero decidimos que teníamos que arriesgar algo más. Y la idea de Les Clinck surgió de muchas reuniones, de hablar sobre lo que nos inquietaba y también de un cuestionario que habíamos enviado hacía tiempo a nuestros amigos con hijos para que nos transmitieran qué preguntas les hacían y poder conocer mejor su mundo. Finalmente vimos que la curiosidad, que es un gran motor, nos interesaba mucho y, sobre todo, el hecho de hacerse preguntas.

-¿Por qué buscar respuestas a las preguntas?
-No nos interesaban tanto las respuestas como el hecho de hacerse preguntas. Y en el caso de las respuestas, no es tanto la respuesta en sí misma, sino todo el proceso para encontrarla o idearla, usando ingenio y creatividad (que son dos cosas que también encontramos imprescindibles).

-¿Cómo son los personajes que habéis inventado?
-Los personajes son bastante diferentes unos de los otros. Rita es la más inocente y con una energía de niña muy pura, dice y hace las cosas como las siente.  Clotilde es muy trabajadora y le gusta hacer las cosas bien, no le gustan las sorpresas ni las cosas inesperadas; tiene un gran sentido de la responsabilidad. Y Lupe tiene mucha energía, le gusta que las cosas salgan como ella quiere, es muy literal y es una gran anfitriona.

-¿Y cómo son las preguntas a las que buscáis respuesta?
-Todas las preguntas que salen al espectáculo son recogidas de niños y niñas reales. Son preguntas que, como en algún cuento de Gianni Rodari, dan la vuelta a la manera en que nosotros vemos la realidad y nos hacen cambiar el punto de vista. Ponen el foco en otro lugar. Y esto nos parece muy interesante.

-¿Cómo es vuestra manera de dirigiros a los niños?
-Siempre decimos que hacemos teatro para familias y que los niños y las niñas son personas y que no hace falta que nos dirijamos a ellos de manera diferente. Por lo tanto nos dirigimos tal como lo haríamos solo con adultos, lo que pasa es que la energía es mucho más alta, y el ritmo también.

-¿Qué tipo de espectador creéis que es?
-Son espectadores muy críticos, porque si no estás allá o no les gusta lo que les ofreces, enseguida lo notan. No tienen filtro, y por tanto tú tienes que estar al 100%, ¡No les puedes colar ni una!

-¿Y cómo esel lenguaje que os permite llegar a ellos?
-No hay un lenguaje concreto para llegar. Con los cuentos de Gianni Rodari vimos que, aunque no entendieran muchas de las palabras, les atrapaba lo visual. Con las Supertietes que tienen un lenguaje mucho más gamberro y adulto, también funcionaba. Y con Les Clinck hemos seguido un poco este camino.

-¿Es muy diferente este de vuestros espectáculos anteriores?
-Es diferente porque no hay un cuento previo, pero el tono es muy parecido al de las Supertietes. Aun así aquí hay una voluntad de explorar otros códigos y el hecho de trabajar con otro director (en este caso lo Ricard Soler), también hace que, ya de entrada, cambie el color del espectáculo.