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“La obra va más allá de denunciar el maltrato o perseguir a los culpables”

16/02/2021
Teatro
La compañía La Niña Bonita lleva a escena un texto de la norteamericana Lindsey Ferrentino que les enamoró ‘Amy (& the Orphans)’

A veces un ve las cosas de forma tan nítida que sabe que las tiene que perseguir hasta que las consiga. Y esto es lo que les pasó a los miembros de la compañía La Niña Bonita cuando supieron de Amy (& the Orphans), un texto de Lindsey Ferrentino que se acababa de estrenar en Nueva York. Y, a pesar de que el camino no fue fácil, consiguieron los derechos y subir al escenario un texto sobrecogedor, tierno y ácido que está protagonizado por una mujer con el síndrome de Down, Amy.

¿Qué os enamoró del texto de Lindsey Ferrentino?
El texto lo descubrió la Lorea Uresberueta, en una estancia en Nueva York; y encontró que la obra era una combinación perfecta de ternura, mensaje y comedia. Cuando nos la presentó como un encargo a La niña bonita, nos enamoró la acidez que desprendía una pieza tan cómica y divertida y a la vez, abordaba un episodio tan duro de una familia, de una época y de un país. Evidentemente, que la protagonista de la pieza fuera una persona con síndrome de Down y que por contrato tuviera que serlo quien la interpretara también nos sedujo . Era una oportunidad para un colectivo vulnerable y a menudo olvidado. Un reto para nosotros también.
El humor de la pieza nos recordó al de la película Little miss sunshine, un humor que nos gusta, honesto, valiente... Con el que te sientes identificado porque retrata muy bien las miserias humanas.
También habla de personas vulnerables, frágiles que, con sus acciones, miedos y obsesiones, pueden perjudicar a los otros. Un sello muy Niña Bonita que ya encontramos en los otros dos espectáculos que hemos llevado a escena EL CAMP de Martin Crimp y MONTAG 451 (una adaptación de Fahrenheit 451).
Que pasara en la perfecta nación norteamericana, referente cada vez más para las nuevas generaciones y para nuestras vidas, nos pareció muy interesante.

¿Cómo fueron las negociaciones para poderlo estrenar en Barcelona al poco de haberse presentado en Broadway?
No fue fácil. EE. UU. juega en otra liga. El texto estaba como aquel que dice acabado de salir del horno. Son un país con industria teatral. Allí todo está muy establecido y articulado. No entienden la precariedad de nuestro sector aquí.

Afortunadamente el trato que se ha dado a las personas con síndrome de Down no ha sido aquí tan brutal como en los EE. UU., ¿no?
Por lo menos creemos que no lo ha sido de una manera institucional sistemática. De todos modos, la pieza, a nuestro entender, va más allá de la denuncia de este maltrato y de perseguir culpables. Creemos que es muy interesante dónde pone el eje Ferrentino, en el peso de las decisiones, en las oportunidades, en la relación con creencias familiares de relatos, que después quizás no se ajustan del todo con la realidad.
En cuanto a las personas que tienen el síndrome de Down, a nuestro entender, todavía hay muchos tabúes, muchos prejuicios. A veces hay gente que habla a Odile como si fuera una niña pequeña... o si estuviera sorda... y pienso, pero si esta mujer es una actriz profesional que ha hecho una obra profesional en un teatro profesional durante un mes... Hay trabajo a hacer también.

¿Para la puesta en escena habéis mantenido relación con asociaciones de enfermos que os hayan asesorado?
No.

¿Cómo planteasteis la puesta en escena?
La puesta en escena ha sido compleja, la obra es un tipo de road-movie.... y tiene un carácter muy cinematográfico. Nosotros queríamos sobre todo respetar el ritmo y la esencia original. Hemos apostado por una puesta en escena sencilla, fresca, basada en la fuerza del texto y en las relaciones entre los personajes. Muy desnuda y exigente. No hemos querido renunciar a su espontaneidad y alma.

¿Cómo encontrasteis el Odile? y ¿cómo ha sido el trabajo con ella?
Odile hizo un casting con nosotros. Cuando la vimos nos dejó con la boca abierta. Fue un casting increíble, a todos los niveles: sabía improvisar, jugaba, dominaba el texto y lo podía adaptar incluso a cada situación propuesta. Recuerdo que le fui subiendo el nivel cada vez más hasta el punto de hacerle interpretar una escena (como pasa a la obra) comiendo patatas. Y la bordó.

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