Aciertos y desconciertos. La situación de la fotografía en Barcelona

Una exposició a La Virreina. © Vicente Zambrano

La escena cultural de Barcelona no se entiende sin la fotografía. El vínculo es histórico y ha llegado al siglo xxi con un espíritu renovado. La ciudad puede hacer gala de ser un gran escaparate de exposiciones promovidas por instituciones públicas y privadas. El asociacionismo tiene una vitalidad singular, y el plantel de creadores es de un altísimo nivel. Pero la consolidación del sector aún es un reto.

La situación de la fotografía dista mucho de estar normalizada, coinciden a decir los agentes que la propulsan, movilizados desde los años setenta para reclamar unas políticas culturales específicas para esta disciplina. La sensación de abandono fue absoluta hasta casi finales de los años noventa. La aprobación del Plan Nacional de Fotografía, en 2014, puede considerarse la primera gran señal del cambio de sensibilidad y de un primer intento de ordenar y potencias las iniciativas civiles, que quedaron gravemente afectadas por la crisis del 2008. Pero el proyecto culminante para resolver las carencias enquistadas sigue sin un horizonte claro: el museo, el centro o la casa común de la fotografía catalana.

Por mucho que la Barcelona de hoy —heredera de una larga tradición— presuma de músculo fotográfico, el colectivo de fotógrafos locales es de una fragilidad extrema y malvive en la precariedad. La cartelera de exposiciones es amplia, sobre todo con reclamos de artistas consagrados internacionalmente que atraen mucho público, pero esconde la dura realidad profesional de muchos autores autóctonos, tanto de los nuevos talentos como de las generaciones históricas. La foto más triste fue la de un Miguel Armengol, forjador de nuestro imaginario visual de la Transición democrática, desahuciado de su piso del Eixample con todo su archivo fotográfico. Esto pasó en 2016 y es un síntoma claro de que todo, o casi todo, todavía está por hacer.

Los desafíos son múltiples y en gran parte de naturaleza global en un mundo de crisis y de transformaciones. El nuevo paradigma tecnológico y la revolución digital han trastocado las prácticas fotográficas convencionales y han abierto otra dimensión de pensamiento en torno a la imagen en la que Barcelona tiene especialistas con muchas cosas por decir. Y quieren decirlas, si la ciudad es capaz de hacer una apuesta más decidida por la investigación la reflexión y el debate.

Hablamos de las luces y las sombras, de los aciertos y de los desconciertos del estado de la fotografía en nuestro país mediante esta polifonía de voces.

Retrat de Pepe Font de Mora © César Ordóñez Pepe Font de Mora © César Ordóñez

Pepe Font de Mora. Director de la Fundación Foto Colectania  

Foto Colectania se acerca a su vigésimo aniversario (nació en 2002) y al quinto del traslado a la sede del paseo Picasso (donde está desde 2017), una ubicación que le ha permitido ser un espacio más ambicioso. “Somos una entidad privada, pero nuestra vocación es muy pública: queremos ser útiles a la sociedad”, indica Pepe Font de Mora. Y añade que, en estos tiempos de saturación visual, “necesitamos claves para cuestionar la imagen, que en la nueva era digital ha adquirido más complejidad. Debemos forjar un espíritu crítico en torno a la imagen”. “Un centro de fotografía del siglo XXI no puede limitarse a desempeñar una tarea expositiva. En Foto Colectania hemos apostado por un programa de reflexión y de educación, tanto para el público especialista como para el que no lo es, y con el que queremos acercarnos sobre todo a los jóvenes”. Font de Mora afronta los retos “ilusionado” y al tiempo preocupado por el mundo profesional de la fotografía, “terriblemente devaluado. Son tiempos duros y el futuro, incierto. Cuando ves que incluso figuras de larga trayectoria y con reconocimiento tienen que mover cielo y tierra para tirar adelante, no puedes ser otra cosa que pesimista. Solo te salva pensar que, como tantos otros ámbitos de la cultura, somos resistentes”, recalca.

Retrat de Marta Dahó © Maya Goded Marta Dahó © Maya Goded

Marta Dahó. Comisaria de exposiciones

Marta Dahó advoca por “repensar los modelos de actuación” para poder hacer frente a las carencias acumuladas, que han dejado huella “en los autores, de supervivencia terriblemente frágil; en los fondos fotográficos que corren el riesgo de perderse; y en las instituciones, al límite de recursos”. Los retos exigen “nuevas formas de hacer” en las que deben primar “la interrelación y el espíritu colaborativo con el tejido asociativo, vital en este presente y futuro inmediato de grandes transformaciones, de crisis en plural, de dolores sociales, culturales y económicos”. Esta comisaria de exposiciones cree que debemos superar la idea de la fotografía como un estricto medio de producción y entenderla como “una herramienta de conocimiento de la imagen”. “La fotografía es una cultura mucho más amplia que, lamentablemente, se ha descuidado. Y tenemos un problema grave: la ausencia de estudios reglados en España, de ahí la gran carencia de investigación. Deben darse oportunidades y ayudas a la investigación”. Dahó pone el debate y la reflexión en el centro de la cultura fotográfica, huyendo de los lugares comunes del pensamiento dominante y simplista. “Por ejemplo, se habla mucho del exceso de imágenes, pero no de aprender a leer y a interpretar lo que se invisibiliza”.

Retrat de Nadia Arroyo © David Campos Nadia Arroyo © David Campos

Nadia Arroyo. Directora del área de cultura de la Fundación Mapfre 

El circuito fotográfico de Barcelona ha crecido este año tan complicado con la apertura del centro KBr de la Fundación Mapfre. “Barcelona tiene una tradición fotográfica inmensa, por autores, por colecciones, por instituciones… Cuando abrimos nuestra sede barcelonesa en 2015, en la Casa Garriga Nogués, ya le dimos un trato preferente en la programación porque intuíamos sus posibilidades. Una vez confirmadas, hemos dado el salto con un proyecto íntegramente dedicado a la fotografía”, señala Nadia Arroyo.

El nuevo equipamiento, situado en un edificio anexo a la torre de la empresa de seguros de la Vila Olímpica, sobrio pero acogedor, aspira a imbricarse con la escena local. “Nuestra actitud es de hacer red, de remar juntos”. Así, en paralelo a las grandes exposiciones internacionales de los referentes clásicos y contemporáneos, el KBr tiene diversas estrategias de trabajo con esta política de mano tendida al contexto barcelonés y catalán. “Por un lado, difundiremos archivos en un ciclo de exposiciones que promete descubrir tesoros ocultos. Por el otro, invitaremos a especialistas de la ciudad a hacer su lectura comisarial de la colección de fotografía de la Fundación Mapfre. Y el auditorio también será una plataforma de colaboración con iniciativas diversas”, detalla Arroyo. El centro abrió en octubre de 2020, trampeando las múltiples trabas que la crisis del coronavirus ha puesto a la actividad cultural. “Era una apuesta arriesgada. Pero estamos realmente sorprendidos por la buena acogida que estamos teniendo”.

Retrat de Sílvia Omedes © Imma Cortés Sílvia Omedes © Imma Cortés

Sílvia Omedes. Directora de la fundación Photographic Social Vision

“Barcelona es privilegiada en iniciativas privadas que ponen en valor la fotografía”, subraya Sílvia Omedes, al frente de Photographic Social Vision, fundación que el año que viene celebrará veinte años de compromiso con la fotografía documental. Omedes defiende las sinergias entre los ámbitos público y privado como la fórmula para fortalecer el sector y esquivar eternos callejones sin salida. “Nos falta un acompañamiento más decidido. Hay buenas ideas, y tenemos talento para parar un tren, pero ni lo conocemos aquí ni se conoce fuera”. En cuanto a la proyección internacional, piensa que “todo está por hacer. Nuestros autores no están representados en las grandes colecciones”. Hay ideas y talento, pero también audiencia: “El interés por la fotografía está ahí y une a todo tipo de públicos”.

“Tenemos la herramienta para dinamizar el mundo de la fotografía: el Plan Nacional de Fotografía. Debemos celebrar el censo que se ha hecho de los archivos y la nueva política de compras, que incluye a autores vivos. Pero hay asignaturas pendientes, como el fomento del coleccionismo privado: la fotografía aún no termina de entenderse como patrimonio artístico”. Y, claro, el futuro museo. “París, Ámsterdam, Nueva York, pero también la pequeña Arlés, lo tienen. Barcelona no debe renunciar al suyo”.

Retrat de Jordi Guillumet © Mònica Rosselló Jordi Guillumet © Mònica Rosselló

Jordi Guillumet. Fotógrafo

La venta del archivo de Agustí Centelles al Ministerio de Cultura, en 2009, encendió las alarmas y marcó un punto de inflexión en la desatención del patrimonio fotográfico. Cinco años después, la Generalitat aprobó el Plan Nacional de Fotografía, el cual recogió algunas exigencias que el sector llevaba décadas implorando. “Hemos luchado mucho para tener esta hoja de ruta, pero falta financiación para implementarla”, dice Jordi Guillumet, uno de los miembros del comité de impulsores del plan. Muy lentamente, se ha avanzado. “Es relevante el programa de adquisiciones, avaladas por una comisión de expertos independientes, que los últimos cinco años ha permitido engordar los fondos públicos de fotografía”.

El siguiente paso debe ser desencallar el proyecto de centro, adscrito al MNAC, defiende. “Es una idea persistente. En las Jornades Catalanes de Fotografia del 1980 ya lo reivindicamos. Necesitamos un espacio para estimular y dinamizar la difusión, la formación y la investigación, y que centralice la documentación que ahora está dispersa. Demasiado a menudo nos dejamos impresionar por autores de fuera, que tienen un sistema que los propulsa, y no valoramos nuestro talento, que es extraordinario pero carece de apoyo para desarrollarse”.

Retrat de Pepe Serra © Juanma Ramos Pepe Serra © Juanma Ramos

Pepe Serra. Director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) 

“La fotografía catalana es de primera línea internacional, sin duda. Las instituciones custodiamos fondos riquísimos, pero no les hemos dado suficiente visibilidad porque tenemos un déficit de espacio público”, sostiene Pepe Serra. La creación del departamento de fotografía del museo de arte de cabecera del país, en 1996, fue un paso muy importante para empezar a enmendar este menosprecio histórico, teniendo en cuenta que los grandes museos del mundo hacía décadas que tenían claro el valor artístico de la fotografía. Al margen de dicho retraso, el camino que se ha ido recorriendo a partir de este momento cero no ha sido nada fácil, ya que ha estado minado de obstáculos económicos y de falta de sensibilidad para construir una colección representativa.

Serra asumió la dirección del MNAC en 2011 con una nueva atención a la fotografía tanto en la exposición permanente como en las temporales. También ha tejido complicidades con voces activistas del sector y se ha involucrado en una de sus viejas aspiraciones, torpedeada reiteradamente por la falta de voluntad política: el Centre Nacional de Fotografia. “La idea es destinar a este proyecto tan necesario un espacio de entre 800 y 1.000 metros cuadrados del pabellón Victòria Eugènia de la Feria de Montjuïc (la gran esperanza de la futura ampliación del museo, ahora pospuesta por la crisis de la pandemia). La estructura del MNAC se pondrá a su servicio, sin interferir en sus contenidos, regidos por un comisionado. No queremos controlarlo, sino alojarlo y respetar su autonomía”, precisa Serra.

Retrat de Albert Gusi ©Míriam Casanovas Albert Gusi ©Míriam Casanovas

Albert Gusi. Fotógrafo. Director de la escuela Grisart y del Festival Panoràmic  

En los últimos años, en Barcelona se han abierto un gran número de escuelas de fotografía. “Ha habido un boom, sí. Barcelona atrae a los estudiantes de fuera, por la ciudad en sí misma y porque la calidad de la enseñanza, tanto pública como privada, es muy elevada”, subraya Albert Gusi. La vitalidad de la escena fotográfica es “un tesoro” que hay que cuidar, dice. “Es un ecosistema que se retroalimenta. Han florecido escuelas y también editoriales y festivales especializados. Y la cartelera de exposiciones es muy completa: en un kilómetro y medio, desde el Palau Robert a Foto Colectania, pasando por La Pedrera, el CCCB, La Virreina o Arts Santa Mònica, y mucho otros espacios, se programan propuestas exquisitas”.

Según este creador polifacético, queda un salto pendiente, y cree que debe darlo el propio colectivo de fotógrafos. “Debemos ser más porosos, salir de nuestro mundo endogámico e hibridarnos con otras disciplinas creativas. Tenemos una herramienta global muy potente y debemos aprovecharla aliándonos con los nuevos lenguajes”. No cree necesario un centro propio y específico: “De hecho ya existe, La Virreina. Lo que hace falta es que creamos en él y potenciemos aún más lo que ya tenemos, con una mayor coordinación, por ejemplo”.

Retrat de Núria Aidelman © A Bao A Qu Núria Aidelman © A Bao A Qu

Núria Aidelman. Codirectora de la asociación A Bao A Qu

La creación artística y la enseñanza se han dado la espalda durante demasiado tiempo. Las recientes políticas municipales han echado abajo esta extraña y muy perniciosa separación, y ello ha abierto oportunidades a entidades de base que trabajan su interdependencia. Esta es la apuesta de A Bao A Qu desde sus inicios en 2004. Y desde 2012 impulsa el programa específico Fotografia en curs que lleva a cabo tanto en colegios como en instituciones culturales. “La fotografía es una herramienta transformadora que ofrece formas de relacionarse con el mundo y con uno mismo”, defiende Núria Aidelman. Los niños, los jóvenes y la población en general conectan en seguida con esta propuesta educativa que va más allá de ser un mero entretenimiento porque se plantea “como una experiencia vital”. Para empezar, aprenden a ver fotografías “con tiempo”, con un ritmo opuesto al impuesto por la condición bulímica del mundo de la imagen de hoy. Y también aprenden a sacar fotografías sin ser esclavos de los clichés y de los estereotipos. “Se vinculan con su entorno a través de la fotografía. Y en este proceso de descubrimiento se encuentran con una Barcelona que jamás habían visto. La aprecian más y este es el primer paso para que se comprometan con ella y fuercen cambios”, razona Aidelman.

Retrat de Valentín Roma © Josep Losada Valentín Roma © Josep Losada

Valentín Roma. Director de La Virreina Centre de la Imatge 

La Virreina se ha convertido en una localización clave en el mapa de la fotografía de Barcelona. “A pesar de ser un centro de la imagen en un sentido expandido que abarca todo tipo de soportes (el cine, la pintura, la literatura…), la fotografía es el elemento articulador de nuestra programación”, remarca Valentín Roma, quien en los últimos cuatro años ha dado a la institución de la Rambla un impulso muy celebrado por el sector y por un público diverso que incluso en estos tiempos de reclusión pandémica hace un seguimiento entusiasta de sus exposiciones.

Roma, igual que su predecesor Carles Guerra, ha despejado caminos para reescribir una historia de la fotografía que había pasado desapercibida. “El motor de todo lo que hacemos es la investigación”, y esta se nutre de distintas líneas de proyectos: “La revisión de momentos historiográficos (movimientos, grupos…), el rescate de figuras ausentes en el canon, las representaciones fotográficas de las clases subalternas, las antologías de fotógrafos centrales del documento urbano…”. A esta multiplicidad de intereses que, insiste Roma, se sitúan en los márgenes de los relatos hegemónicos de la fotografía, pronto se sumará una colección editorial dedicada a los autores que ya han pasado o que pasarán por La Virreina. Roma no entiende su trabajo en La Virreina como un trabajo sustitutivo del hipotético Centre Nacional de Fotografia. “Llegué aquí con un plan propio y aún tenemos muchos proyectos por hacer”, concluye.

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