Cómo trastocar el mercado creativo bloque a bloque

Dada web

El mundo de la creatividad es duro. Cuesta hacerse un nombre. Cuesta mantenerlo. Cuesta llegar a fin de mes. O a mediados. La hiperconectividad actual ha creado un mundo aún más desigual en el que algunos se hacen un nombre muy rápido y recibimos retornos espectaculares y muchísimos se mantienen en el nivel de supervivencia. Artistas, diseñadores, programadores, publicistas se esfuerzan por mantener el control sobre el uso de su obra, evitar su apropiación oportunista por parte de terceros o no ver reconocida su autoría.

Todo ello puede estar cambiando desde que hackers, activistas y gestores de arte han probado tecnologías hasta ahora asociadas a las finanzas, las criptomonedas, el tecnocapitalismo hiperavanzado y su imagen alternativa y especular más activista. ¿Qué hace que tanto hacktivistas como firmas internacionales de subastas utilicen la blockchain?

La primera vegada que alguien me hizo ver la conexión entre la blockchain y el arte fue hace casi tres años, cuando la artista Mónica Rikic y la filósofa del arte Alejandra López Gabrielidis organizaron unas sesiones sobre blockchain y creación digital. Hasta entonces yo tenía asociada la blockchain a las finanzas, a los contratos inteligentes, a la trazabilidad de los alimentos, a la interacción con la inteligencia artificial. En el arte, y en el arte digital en concreto, parece que radican las pistas de cómo se articulan nuevas formas económicas en nuestra sociedad. Y de cómo reaccionan las viejas.

Aquellas jornadas precedieron la presentación en Barcelona de la plataforma de blockchain para el sector creativo CreativeChain (después llamada Crea), liderada, entre otros, por David Proto. Son muy activos creando retos para poner nuevo contenido a disposición de artistas, comisarios y compradores, y facilitando su compra y distribución. Han añadido Creary, una red social que interconectará dosieres digitales de creadores.

¿Qué es lo que hace todo esto interesante? Que la tecnología que hay debajo está basada en una idea muy simple que puede alterar esquemas tradicionales del mundo económico. Voy a hacer una descripción hipersimplificada. La tecnología blockchain, que está detrás de las criptomonedas tipo bitcoin, entre otras aplicaciones, se puede entender como un registro de transacciones, ya sea de bienes, pagos, datos o metadatos, que funciona sin intermediario central. El hecho de que no haya ni sea necesaria la figura de un intermediario con la visión de todas las transacciones es lo que más sorprende, pero es la clave de la potencia y de las repercusiones de esta tecnología. Cada vez que tiene lugar una transacción en una red de compradores y vendedores que utilizan blockchain, verifican que se ha producido la transacción como un “notario colectivo”. En el argot técnico, pasan por un proceso de “consenso”, sustituyen al “verificador” central y único. Una vez verificada la transacción, se le asocia una marca de tiempo y se añade a un bloque de transacciones que la han precedido, que se encadenan (“block-chain”, cadena de bloques). La transacción ha quedado plenamente identificada y fijada. La cadena ya no puede ser modificada. Queda muy claro quién ha vendido qué, a quién, cuándo y en qué condiciones. Hay plena trazabilidad. Prueba de autor y prueba de propiedad. Así se acaba con el problema de la copia no solicitada, de la reventa no autorizada y otras dificultades que asedian a los creadores.

Para entrar en este mundo hay que registrarse en alguna de las múltiples plataformas de blockchain para contenidos de creatividad digital (gráfica, vídeo, música, software...). Hay que disponer de un monedero digital y conectarse a una plataforma de bitcoin (como Coinbase) o de otra criptomoneda. La diversidad de programas y de interconexiones es una barrera para muchos usuarios, pese a que van apareciendo entornos más fáciles de usar.

Contrastando las opiniones expresadas por impulsores de diversas plataformas de blockchain y de creadores que las utilizan, se identifican dos grandes tendencias. Una se propone abrir circuitos alternativos de reconocimiento y de economía separada de los entornos habituales. Es un grupo espoleado por un horizonte de alternativas descentralizadas y autónomas respecto a la economía capitalista tradicional. Dentro de esta tendencia se experimenta más y, por ejemplo, se pone en cuestión el autor único y omnipotente. CreativeChain, por ejemplo, permite la creación de obras colectivas y el reconocimiento y la remuneración colectivos. 

En el otro extremo están los creadores que no cuestionan categorías ni mecanismos de mercado, pero que cantan las alabanzas de la blockchain por su respeto a la autoría y porque les permite acceder a un montón de compradores a los que no podrían llegar de otras formas. En la web Artnome, por ejemplo, leemos: “He hecho más dinero a través de esto que en cuarenta años en el mercado del arte”. Este tipo de argumento recuerda a las primeras expectativas de democratización económica que levantaba el primer internet. No hay que olvidar que aquel internet lleno de personas que podían vivir comprando y vendiendo en nichos muy estrechos pero extensos porque llegaban a todo el mundo, hemos pasado a unos oligopolios de red en los que las cosas no están tan repartidas. Los entusiastas de la blockchain destacan que podemos estar al principio de una nueva infraestructura que trastoque las relaciones de poder entre actores pequeños y grandes, tradicionales y nuevos, en muchos mercados, entre ellos, los de la creación y el arte.

Que algo se mueve lo demuestra que, en julio de 2018, la firma de subastas Christie’s organizó en Londres un encuentro en torno al mercado del arte y la tecnología, en la que se deliberó sobre alternativas, retos… y cifras de negocio. Y es que la blockchain también aprovecha a los actores más tradicionales dentro del arte, desde los museos hasta los fondos de arte y los subastadores. A las instituciones que manejan grandes colecciones de arte, como los museos, la blockchain les aporta nuevas formas de verificación de autenticidad. Hay empresas especializadas en esta función, como Verisart. Con la blockchain se puede conocer el origen y los desplazamientos de cada obra. El reto no se encuentra tanto en los creadores recientes que ya pueden haber publicitado sus obras en plataformas digitales, como en integrar los grandes fondos de colección en estos sistemas.

Rare Pepe web Rare Pepe
CreativeChain CreativeChain

También se dice que a través de la blockchain las galerías podrán “democratizar” la inversión en arte. Una vía para lograrlo es partir el valor de una obra muy reconocida —un warhol, un picasso— en pequeñas participaciones que se ponen a la venta (o subastan) vía una plataforma de blockchain. “Sé propietario de un picasso” (en realidad, de la millonésima parte de un picasso). La blockchain abre una nueva vía para financiar (aún más) el mundo del arte. Un informe encargado por el Parlamento británico se expresa en términos muy poco alternativos con respecto a la relación entre blockchain y arte: “Es probable que la liquididad y el valor del mercado del arte se disparen si las tecnologías de blockchain se implantan con éxito, creando nuevas industrias laterales, como por ejemplo un boom en los préstamos basados en el arte y haciendo del arte una parte integral de la industria financiera.”

A todas estas ventajas se pueden contraponer ciertas dificultades. La reciente regulación de la protección de datos en Europa, además de la portabilidad y la transparencia (que quizás se podrían garantizar con la blockchain), tiene como uno de sus pilares el “derecho a borrar” los datos que tenemos asociados. Si algo aporta la blockchain, es la inmutabilidad de las cadenas de transacciones. Si alguien pide borrar una compra o venta, es literalmente imposible hacerlo y, por tanto, puede topar con la legalidad europea de protección de datos. Sabemos que los sistemas de blockchain no son tan descentralizados como se dice, sino que hay operadores que tienen un peso desproporcionado. En el caso de algunas criptomonedas, la acción de estos gigantes puede alterar su valoración. Podría pasar algo parecido con el valor de las obras de arte. Una última crítica es la relación entre sistemas blockchain y su consumo energético, explorada por la artista Joana Moll en obras como Google CO2 e investigada por diversos científicos que llegan a apuntar la insostenibilidad ecológica de una economía basada en la blockchain.

¿Nos compramos un picasso en Maecenas, un meme en Rare Pepe, vendemos nuestro último rendering en CreativeChain o seguimos intentando vender obra en la galería de siempre?

Referencias

McDonald-Korth, D.; Lehdonvirta, V.; Meyer E.T. (2018). Art Market 2.0. Blockchain and the Financialization in Visual Arts. Oxford Internet Institute y Alan Turing Institute. http://ow.ly/YXFy30mMoNe.

Art+Tech Summit. Exploring the Blockchain. Londres. Julio de 2018. http://ow.ly/SXyQ30mMoPk.

Moll, Joana. GoogleCO2. http://www.janavirgin.com/CO2/

Mora, Camilo; Rollins, Randi L.; Taladay, Katie; Kantar, Michael B.; Chock, Mason K.; Shimada, Mio; y Franklin, Erik C. “Bitcoin emissions alone could push global warming above 2°C”. Nature Climate Change, vol. 8, p. 931–933 (2018).

El boletín

Suscríbete a nuestro boletín para estar informado de las novedades de Barcelona Metròpolis