Formar parte de la solución

Il·lustració © Enrique Flores

La lucha contra el cambio climático es un reto colosal que requiere repensar de arriba abajo toda la organización de la ciudad. El metabolismo urbano al completo debe cambiar para que la ciudad deje de ser parte del problema y pase a formar parte de la solución.

El cambio climático, ese futuro que muchos consideraban distante y lejano, deja ya sentir sus efectos en la vida cotidiana. Los científicos ya hace tiempo que vienen advirtiéndolo, pero las resistencias a asumir una verdad tan incómoda han impedido tomar medidas cuando todavía estábamos a tiempo. Ahora lo sufrimos cada vez más intensamente en forma de alteraciones extremas del clima que ocasionan daños y sufrimiento. Y si no detenemos la causa que los provoca, las emisiones de gases de efecto invernadero, irá a peor.

Barcelona sufre el impacto del calentamiento global con más intensidad por el lugar en el que se encuentra y por su propia configuración urbana. Esta parte del mundo se calienta más rápidamente que el resto. Si la temperatura del planeta ha subido ya 1 °C de media respecto de la era preindustrial, en la cuenca del Mediterráneo lo ha hecho 1,5 °C. Es, además, una de las metrópolis más densas del mundo, con menos espacio vital y más tráfico. Estas condiciones favorecen el efecto isla de calor. Durante la primera década de este siglo, el observatorio del Raval registraba cerca de cinco noches tórridas al año, es decir, noches en que la temperatura mínima sube por encima de los 25 °C. El año pasado registró veinticinco.

El tránsito urbano no solo desprende calor y contribuye al calentamiento global con sus emisiones de CO2, sino que es el responsable de los elevados niveles de polución que padece Barcelona y que provocan mil muertes prematuras cada año. La emergencia climática nos interpela, pues, muy directamente. Se han tomado ya medidas en la dirección correcta, pero la lucha contra el cambio climático es un reto colosal que requiere que hagamos mucho más, y más rápido. Requiere repensar de arriba abajo toda la organización de la ciudad, desde la movilidad hasta la producción de energía o la forma de consumir. El metabolismo urbano al completo debe cambiar para la que la ciudad deje de ser parte del problema y pase a formar parte de la solución.

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