“Hago cine para hacer ver la realidad de otra forma”

Alba Sotorra

Alba Sotorra Clua (Reus, 1980) realiza cine documental por un deseo de conocer realidades y aportar una mirada distinta de la que transmiten los medios occidentales y que nutre estereotipos. Gran parte de sus documentales están ligados a sus viajes, sobre todo por países de Oriente Medio. Ha filmado a mujeres artistas (Miradas desveladas), a mujeres kurdas en guerra contra el Estado Islámico (Comandante Arian) y a mujeres occidentales actualmente detenidas en Siria por haber prestado apoyo al DAESH (El retorno). Autora también de Qatar, the race y de Game Over —premio Gaudí al mejor documental en 2016—, rodará su próxima película en Barcelona, un proyecto que tendrá como protagonista a la artista visual Francesca Llopis.

Conversé con Alba Sotorra cuando acababa de volver a Barcelona tras una semana en la carretera para presentar Por la libertad, una película kurda que reconstruye el asedio perpetrado por el ejército turco en el barrio sur de la ciudad de Diyarbakir, entre finales de 2015 y principios de 2016. El director, Ersin Çelik, quien ha llegado al cine tras una dilatada experiencia como periodista, muestra la resistencia de los habitantes kurdos de Diyarbakir, sobre todo mujeres y hombres jóvenes. El régimen de Erdogan en Turquía hacía la vida tan imposible a los kurdos que se enfrentaron a él. La respuesta fue una violencia militar terrible durante el asedio: hubo muchos muertos y heridos y el barrio quedó prácticamente destruido.

Alba Sotorra ha colaborado en la producción de la película por sus vínculos con el pueblo kurdo. Para presentarla, ha viajado con miembros de su equipo (Mar Garro, Andrea Vilches, Nabil Bensedick) y su productor kurdo Diyar Esso, por San Sebastián, Bilbao, El Ferrol, Santiago de Compostela y Madrid. Los primeros días del pasado mes de noviembre, tras haber podido estrenar en Girona, Barcelona y Cambrils, las proyecciones en Cataluña tuvieron que interrumpirse por cumplir con las medidas por la COVID-19.

Por la libertad refleja muy bien el espíritu de la resistencia: la lucha por la existencia ligada a la vida y por la identidad que quieren arrebatarte.

Si los kurdos dejaran de ser kurdos, no tendrían problemas en Turquía. Luchan por seguir existiendo como kurdos. Ello provoca la agresión del Estado, que a veces puede volverse especialmente violenta, como en el asedio de Diyarbakir. La resistencia duró más de cien días, hasta el 12 de marzo de 2016. Aquel día, 42 combatientes llevaron a cabo los últimos ataques para romper el asedio del ejército; 35 dieron la vida para que sobrevivieran siete personas, quienes, con el deber de explicar la historia y preservar la memoria de los muertos, han dado a conocer los hechos que el régimen de Erdogan ha escondido. Son conscientes de que el resto del mundo nunca es lo suficientemente sensible al sufrimiento del pueblo kurdo. Lo que singulariza la película es que está concebida, rodada y protagonizada por personas implicadas en los hechos que explica, incluso dos de los siete supervivientes (“Haki” y “Servan, el Pirata”) se interpretan a sí mismos. Lo importante es que aparece la voz de todos, de los vivos y de los muertos; el guion parte de los dietarios de quienes participaron en aquella resistencia y que han conservado quienes lograron escapar del asedio.

Se presenta como el primer filme producido en Rojava después de la revolución que la ha convertido en una comunidad kurda autónoma en territorio sirio.

Es una revolución gestada en la guerra contra el ejército del Estado Islámico en la que han participado de forma activa muchas mujeres kurdas, las guerrilleras de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ) bajo el lema: “La resistencia se halla en el espíritu de una mujer libre”. Esta lucha liberadora ha favorecido que en Rojava se haya producido una revolución: un sistema político absolutamente paritario, sin equivalencia en el mundo, y unas formas de organización económica colectivas.

Esta lucha se muestra también en tu documental Comandante Arian, donde la protagonista, que le da título, representa el espíritu libre de estas mujeres resistentes.

La comandante Arian se extrañaba de que no filmara más a sus compañeras de lucha. Creí que la película debía concentrarse en esta mujer Valente y con una conciencia muy lúcida del porqué de su lucha, que también es por existir, y que pasó por un doloroso proceso de recuperación tras ser gravemente herida: la resistencia en la experiencia de la fragilidad extrema. Cuando fui a Rojava, cuando supe de este grupo de guerrilleras kurdas, no tenía ni idea de qué haría, ni si podría hacer una película sobre ellas. Primero, debía ganarme su confianza para convivir con ellas y conocerlas. Lo logré, pero lo que filmé en mi primera estancia no les interesó demasiado, porque las mostraba en la cotidianidad del tiempo sin combate, cocinando, lavando la ropa, conversando o cantando, una actividad muy frecuente entre los kurdos. Querían que las mostrara como guerrilleras y por eso me llevaron al frente, protegiéndome siempre.

Para hacer esta película hay que tener mucha valentía.

Mucha menos de la que tienen estas mujeres. Me despertó un gran interés que unas mujeres kurdas se organizaran para luchar contra el ejército del Estado Islámico, el cual abusaba de ellas y las mataba si no se sometían. Para mí, la práctica documental nace de una necesidad de vivir una realidad para entenderla y explicarla después. La posibilidad de entender al otro pasa por un vínculo emocional. Escucho desde la complicidad, no desde la observación distante. Por eso mis documentales están absolutamente ligados a una experiencia de vida y me implico totalmente en ellos.

A diferencia de otros documentalistas, su subjetividad no se manifiesta a través del uso narrativo de su voz o de su presencia en las imágenes.

No es mi opción. En el caso de Comandante Arian, desde la productora insistían en que me explicara, y me resistí. Me pareció innecesario porque mi experiencia ya aparece en la película: sin ella, no habría podido hacerla. Pero sobre todo pensé que mi voz podría restar protagonismo a la comandante Arian. Es una decisión consciente y en absoluto ajena a una intencionalidad política: mi propósito es dar voz a otros.

Está terminando una película en la que da voz a mujeres del otro lado de las guerrilleras kurdas: mujeres de países occidentales que se unieron a los combatientes islámicos en Siria y que ahora se encuentran en campos de detención sin que sus países de origen pidan su repatriación.

Alba Sotorra en el terrat on s'ha fet l'entrevista, amb vistes a Sagrada Família i la torre Agbar al fons. © Laura Guerrero Alba Sotorra en la cubierta del edificio donde se hizo la entrevista, con vistas a la Sagrada Familia y la torre Glòries al fondo. © Laura Guerrero

Sí, se titulará El retorno: la vida después del Estado Islámico. De nuevo me movió la voluntad de conocer, de escuchar y de entender desde una perspectiva ajena al odio y a la condena absoluta —propagada por los medios occidentales— que abona la idea de dejar que se pudran allí. Quiero aportar un documento que lleve a reflexionar y a sacar conclusiones propias tras haber escuchado la voz de estas mujeres. Ellas, procedentes de países y de condiciones socioeconómicas y culturales diversas, se fueron a Siria con el propósito de contribuir a una lucha contra los opresores que bombardeaban a niños y a mujeres y que, así lo creían, debía ser por la libertad. Otra cosa es lo que se encontraron: las casaron con soldados islámicos y prácticamente las convirtieron en esclavas. Además, cada una tiene su historia y sus razones para haberse implicado, y su reacción durante lo que han vivido es diversa. Algunas se han radicalizado todavía más y otras se arrepienten o sienten extrañeza hacia sí mismas por la decisión que tomaron. Eso no quiere decir que haya que estar de acuerdo o que haya que comprenderlas; su testimonio nos muestra la complejidad de este caso, como tantos otros. Hago cine documental con la idea de hacer que el espectador replantee el punto de vista que tenía sobre algo. Y eso empieza por mí misma: intento no enfrentarme a una realidad con unas ideas preconcebidas, sino cuestionarlas. Hago cine para saber, no para confirmar algo que creo saber.

Hay una práctica documental, asociada al formato televisivo, que parece querer demostrar una idea previa y buscar pruebas. En el “documental creativo”, más relacionado con el cine, a partir de una voluntad por conocer una realidad surge cierta disposición a lo imprevisto, una búsqueda de lo que no se sabe. También hay experiencias donde las fronteras entre documental y ficción se diluyen.

Lo interesante y lo bonito de hacer documentales es que cuando empiezas, no sabes muy bien qué saldrá. Como dices, hay otras formas de hacerlo, pero me interesan menos. Las que me gustan confluyen con las ficciones que se abren a lo imprevisto sin limitarse a poner en escena un guion previo cerrado. Quizá la división no debe establecerse entre documental y ficción, sino entre un cine comercial estandarizado, que marca unas determinadas pautas a través de un guion cerrado, y otro (no sé si llamarlo independiente) que permite explorar un territorio y en el que la película es un proceso abierto que puede llevarte a lugares que no podías imaginar cuando empezó a gestarse.

Volviendo a El retorno, ¿es la torna de Comandante Arian?

De alguna forma la complementa, pero si ha sido posible es por la relación que establecí con las guerrilleras kurdas mientras rodaba Comandante Arian. Ellas controlan los campos donde están detenidas estas mujeres y me dieron acceso. Eso también dice algo: no impiden que estas otras mujeres —en principio sus enemigas— puedan explicarse y ser escuchadas. De hecho, las escuchan. En el filme, una mujer kurda hace un trabajo de escucha y acaba “perdonándolas”. He observado que los kurdos no tienen una actitud vengativa: les importa existir. ¿Quién soy yo para juzgarlas? La verdad es que no esperaba empatizar tanto y sentirme tan poco distinta de ellas en algunos aspectos, como en la disconformidad con un mundo lleno de injusticias y desigualdades. Otra cosa son las decisiones y las acciones que han tomado al respecto.

Las mujeres están en el centro de la mayoría de sus películas, ya desde la primera, Miradas desveladas (2008), estructurada a partir de un viaje en autostop hasta Pakistán.

La idea era dar a conocer a mujeres dentro del mundo musulmán que se desmarcan de los estereotipos —cargados de prejuicios— transmitidos por los medios occidentales. Insisto en que esta siempre es la idea: hacer ver realidades de otra forma. Son cinco mujeres relacionadas con la creación como una forma de libertad: una artista conceptual bosnia que hacía performances en campos de minas; una cantante turca concentrada en su tarea de abogada para ejercer el activismo a favor de los derechos humanos; una cineasta iraní con la valentía de abordar temas tabú en su país, como la adicción a las drogas y la prostitución; una afgana que, en la época de los talibanes, cultivó el único arte permitido: la poesía (y en la intimidad); y una pakistaní bailarina que tuvo que irse de su país cuando quedó prohibida la danza.

Las mujeres también protagonizan Comandante Arian y El retorno, y mi próxima película tratará sobre Francesca Llopis, pero en las otras dos películas que he hecho (Game Over y Qatar, the race (2011), abordé las contradicciones del país con el crecimiento económico más acelerado del planeta a través de tres hombres interrelacionados: un qatarí que se enriqueció con las carreras de caballos, un inmigrante sudanés y un ingeniero de la Cataluña norte. Cuanto más triunfas en el sistema, más te atrapa su alienación. Una de las cosas que exploro en mis filmes es el impacto del sistema económico capitalista, consumista y patriarcal en las personas.

Sería el ejemplo de Game Over (2014), donde un chico de Santa Coloma de Farners (Djalal), que desde pequeño había jugado a la guerra, descubre la realidad de la guerra de Afganistán.

Y la guerra es muy distinta de lo que se podía imaginar cuando jugaba con armas. En la guerra ve que en el punto de mira hay personas reales a quienes podría matar. Él mismo se filmó sintiendo este desasosiego, y conté con el material grabado por el propio Djalal. Cuando vuelve de Afganistán, no sabe qué hacer con su vida, cosa que ocurre a muchos jóvenes actualmente. Djalal, que pertenece a una familia de clase media, experimenta una crisis derivada de seguir un modelo: los valores de un hombre como guerrero que, como si también fuera una conquista, se ve con una casa y un coche. Lo expongo sin juzgar a la persona.

Por la libertad muestra que las mujeres kurdas se han convertido en guerrilleras porque no tenían otro remedio para salvar su propia vida y ser libres. Recuerdo una entrevista en la que comentan que, mientras los hombres celebraban las victorias después de los combates, ellas se mantenían silenciosas, conscientes de los muertos del bando propio y del opuesto.

Es por eso de la testosterona, aunque los hombres kurdos en Rojava han hecho un trabajo importantísimo para deshacerse de los valores patriarcales y machistas. En cualquier caso, es cierto que ellas vivían las victorias y la misma guerra de otra forma.

¿Qué cree que debe ser el feminismo?

Para mí, una cuestión fundamental es cómo entendemos el empoderamiento. A veces se confunde con formar parte de estructuras masculinas de organización y de poder, en las que las mujeres deben desprenderse de su identidad para adaptarse. Tenemos que construir nuevas estructuras no patriarcales. ¿Es una conquista que las mujeres lleguen a ser líderes? Lo que debe cuestionarse es precisamente el liderazgo. No se trata de quién lidera, sino de transformar la sociedad para que haya más igualdad. Se ha llegado a un punto en el que muchas mujeres ya no hablamos de hombres y de mujeres, sino de cómo salir de estructuras dominadas por el hombre blanco de clase alta. No se trata de tener poder, sino de cuestionarlo, o de que esté repartido y unos no lo acaparen para ejercer dominio sobre los otros.

Ha comentado que su próxima película será con la artista visual Francesca Llopis.

Sí, se llamará Francesca i l’Amor. También cuestionará lo que la sociedad determina que debes ser, en este caso en relación con una mujer a partir de una cierta edad, cuando tu cuerpo ya no es el de una persona joven y supuestamente ha dejado de ser atractivo, de forma que se le impone que renuncie a ciertas cosas. Lo que hace Francesca es rebelarse contra ello. Por otro lado me hace ilusión que, por primera vez, rodaré en Barcelona, y me propongo hacer un homenaje a la ciudad.

Precisamente, tras rodar por todo el mundo (en el doble sentido), lo hará en Barcelona, donde tampoco vive desde hace mucho. Ni siquiera estudió cine en la UPD o la ESCAC, como otras directoras y directores de su generación.

Ya había vivido en Barcelona en otros momentos de mi vida. La primera fue cuando tenía 18 años, tras haber pasado el año anterior en Nueva York. Fue justo antes de entrar en la universidad. Es cierto que ya funcionaba la ESCAC y que había estudios de Comunicación Audiovisual en la UPF, y también en otras universidades de Barcelona, pero decidí estudiar en la Complutense de Madrid. Allí tuve la oportunidad de saber cómo funcionaba la industria del cine porque en la universidad tenía contactos para hacer prácticas, y también vi que no quería hacer un cine industrial. El último curso de la carrera lo hice en una universidad de Puerto Rico, donde funcionan como en Estados Unidos. Cuando acabé, hice un viaje en autostop durante un año hasta Pakistán y de ahí surgió Miradas desveladas.

Retrat d'Alba Sotorra. © Laura Guerrero Retrato de Alba Sotorra. © Laura Guerrero

Cuando volvió de este viaje hizo un máster en Estudios Culturales en la Universidad Rovira i Virgili, en Tarragona. Me parece bastante significativo, para formarse más allá del cine y en relación con el interés por el mundo que se refleja en sus filmes.

Fueron unos estudios muy interesantes que, sobre todo, me aportaron conocimientos sobre el mundo mediterráneo. Entonces, volví a vivir a Barcelona. Más adelante residí en Berlín mientras seguía viajando por el mundo. Volver a Barcelona tiene que ver con que, presentando mis primeras películas en festivales internacionales, conocí a personas del mundo audiovisual catalán, como Marta Figueres, que se ha convertido en mi coproductora.

En sus viajes por el mundo, ¿qué oye acerca de Barcelona?

Es increíble lo asociada que está con el fútbol. En el lugar más recóndito conocen el Barça. Más recientemente, te preguntan por la situación política en Cataluña. Sobre todo, en el caso de los kurdos, que nos consideran sus compañeros de lucha. EN fin, creo que sus condiciones son mucho más duras que las nuestras. El caso es que nos tienen muy presentes. Mucho más que nosotros a ellos.

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