¿La cultura no es para mí? Diversidad y desigualdades en la participación cultural

A dalt, interior de la Biblioteca Agustí Centelles i un artista pinta un grafitti en una paret. A sota, grup de persones passejant en bicicleta davant del mural sobre la SIDA de Keith Haring a l'exterior del MACBA i una dona mirant una exposició.

Las dos palabras clave de los resultados de la primera encuesta sobre participación y necesidades culturales en Barcelona son diversidad y desigualdad. De la encuesta se desprende que el deseo de participar no se limita a los actos de la cultura legitimada y que para atender todas las necesidades culturales hay que situar la equidad en el centro de las políticas públicas. Equidad no significa homogeneidad, sino intervenciones específicas según las necesidades.

¿Por qué llevar a cabo una encuesta sobre participación cultural en Barcelona[1]? En las ciudades se discute con intensidad sobre las desigualdades en la renta, en la salud, en la educación o en el acceso a la vivienda, pero se habla poco de las desigualdades en las políticas culturales. Corremos el riesgo de beneficiar desproporcionadamente a quienes más oportunidades culturales tienen y más recursos culturales públicos utilizan. En el marco del desarrollo de la medida de gobierno “Hacia una política pública de cultura y educación”, se detectó la necesidad de disponer de un conocimiento más profundo sobre la realidad cultural de la ciudad para poder elaborar y evaluar políticas culturales con el apoyo de evidencias rigurosas.

Una encuesta innovadora y rigurosa

Las encuestas de participación cultural deben enfrentarse a varios retos clave. Uno de los riesgos más importantes que se corren es el de homogeneizar, es decir, reducir la diversidad de formas en las que participamos en la vida cultural de la ciudad. Es evidente que esta homogeneización no se limita únicamente a las actividades promovidas por las instituciones culturales, pero muchas encuestas consideran la participación solamente desde el punto de vista del consumo o de la asistencia a las actividades promovidas por el sector cultural, centrándose sobre todo en las categorías de público o audiencia. Por eso, el primer reto de la encuesta sobre participación y necesidades culturales en Barcelona es abordar no solo el acceso o la asistencia a los eventos, sino también la práctica cultural (creación, formación) y la participación en comunidad.

Otro reto importante de las encuestas de participación cultural es evitar reproducir las jerarquías que genera el propio sistema cultural. Así, rápidamente se cualifica determinadas prácticas como “no culturales” o se etiqueta de “no participantes” a personas que, quizás, intervienen en la vida cultural de la ciudad de forma distinta. Evidentemente, la encuesta debe prestar atención a lo que la literatura académica denomina “cultura legitimada”: actividades reconocidas por y generadas con el apoyo de las instituciones públicas u otros agentes del sector cultural con mayor poder prescriptivo. Pero estas actividades constituyen una parte muy específica y formalizada de los hábitos culturales. Por eso, la encuesta presta también atención a otras actividades y prácticas informales, comunitarias, populares, etcétera, que forman parte de la vida cotidiana y contribuyen al desarrollo de los derechos culturales.

Finalmente, muchas encuestas de participación cultural se limitan a medir la demanda (lo que hacemos) y muy pocas cuestionan las necesidades (lo que querríamos hacer) y las valoraciones (la importancia de lo que hacemos). Por eso, la presente encuesta deja atrás la noción de cultura como lujo y aborda la participación cultural como lo que es: un derecho humano.

Los resultados: de la diversidad a las desigualdades

¿Cómo es la participación cultural en Barcelona y cuáles son los principales factores que explican sus desigualdades? ¿Qué necesidades culturales se pueden detectar entre la población? ¿Cómo valora la población la participación en la vida cultural de la ciudad? Estas son las tres grandes preguntas que se abordan en la encuesta.

En primer lugar, la encuesta evidencia que la participación cultural en la ciudad es extensa y diversa y que no se limita a las actividades promovidas por las instituciones y las organizaciones culturales. Participar culturalmente no es solo participar en la cultura legitimada. La vida cultural en la ciudad se desarrolla también por medio de actividades no siempre reconocidas como tales, y así lo corrobora la encuesta.


[1] Este artículo interpreta los resultados de la primera Encuesta de participación y necesidades culturales de Barcelona, desarrollada por la Secretaría Técnica del Instituto de Cultura de Barcelona (Observatorio de datos culturales de Barcelona). He formado parte del equipo impulsor de la encuesta junto a Montse Tort y Assumpta Manils, a quienes agradezco muy especialmente esta oportunidad.

Ahora bien, la participación cultural no está exenta de desigualdades. No solo participamos de formas distintas, sino que nuestra participación cultural también se ve condicionada por desigualdades importantes. El código postal, el entorno familiar, el nivel de estudios, el origen, el género o la edad son factores significativos para entender las oportunidades y los resultados en el ejercicio del derecho a participar en la vida cultural de la ciudad. Y hablamos de desigualdades porque hay distintos grados de participación que se asocian sistemáticamente a determinados factores y condiciones sociales, en particular el barrio de residencia y la práctica cultural en el entorno familiar.

En segundo lugar, la encuesta recoge que la población de Barcelona manifiesta necesidades culturales de forma generalizada. Las necesidades son transversales en el conjunto de la ciudadanía: tanto las personas que participan a menudo en actividades como las que no lo hacen querrían dedicarle (más) tiempo. Pero las necesidades culturales también están marcadas por ciertas desigualdades. Si nos referimos a la asistencia o al acceso a actividades de cultura legitimada, quienes participan menos en este ámbito manifiestan una mayor necesidad de hacerlo. Incluso las personas que han tenido menos oportunidades y recursos manifiestan una mayor necesidad o voluntad de participar en las actividades culturales. Además, las mujeres declaran una mayor necesidad y voluntad de participar que los hombres. Los resultados de la encuesta cuestionan la idea, bastante extendida en el sector cultural, de que “quien no participa es porque no quiere”. Así, la participación cultural no es exclusivamente una expresión de la subjetividad personal, sino también de complejas relaciones sociales, materiales y simbólicas. Y, además, se debe tener en cuenta la desconexión que puede existir entre la oferta de actividades institucionales y las necesidades de la ciudadanía.

La formación en las artes y en las expresiones culturales también es una necesidad en Barcelona. Se trata de un derecho cultural nuevamente condicionado por las desigualdades. Vivir en un barrio de renta media o alta, tener un nivel de estudios más elevado, una práctica cultural familiar (y materna) más intensa, haber nacido en el resto de la Unión Europea o ser más joven implica haber tenido más oportunidades en cuanto a la educación artística y cultural.

En tercer lugar, la encuesta refleja un importante conocimiento sobre la valoración de las expresiones culturales en la vida de las personas, la comunidad y la ciudad. A diferencia de la participación y las necesidades, no se perciben desigualdades significativas. Las personas, independientemente de su barrio, origen, género y edad, otorgan mucha importancia y valores diversos a las artes y a la cultura. También es transversal la elevada importancia que la población otorga a las enseñanzas artísticas que se desarrollan en los centros educativos.

En este sentido, otro aspecto innovador de la encuesta es la incorporación del concepto “activo cultural” para identificar espacios de referencia para la participación cultural en la ciudad. Una gran parte de la población valora como activos culturales espacios que no siempre se reconocen como tales (plazas, centros educativos o equipamientos deportivos). Por su parte, las bibliotecas y los centros cívicos tienen un impacto importante en la vida de las personas y destacan por el reconocimiento de su valor público.

Las políticas culturales: de las desigualdades a la equidad

La encuesta sobre participación y necesidades culturales en Barcelona debería ser una herramienta importante para cualquier agente de la ciudad cuando se trata de tomar decisiones que influyen en el derecho a participar en la vida cultural de la comunidad. No existen recetas o políticas únicas y reproducibles en todos los contextos. Si sumamos el conocimiento generado en la encuesta y en otras investigaciones sobre esta cuestión[1], podemos sugerir líneas estratégicas de actuación.

Ante un contexto de diversidad y desigualdades en la participación cultural, es necesario situar la equidad en el centro de la agenda de las políticas culturales. Disponemos de experiencias, proyectos e iniciativas muy relevantes en este sentido, pero carecemos de políticas estructurales. Ahora bien, debemos entender que promover la equidad en la participación cultural no significa tener “una misma cultura para todos” administrada y suministrada por las mismas instituciones y organizaciones. Equidad no equivale a homogeneidad, y tampoco a segregación: una política basada en la idea de “cada uno con su cultura, pero bien separados” tampoco permitirá hacer frente a las desigualdades”.

El concepto de equidad en políticas culturales significa hacer intervenciones específicas en función de necesidades colectivas distintas, con el objetivo de reducir las desigualdades en el ejercicio del derecho a participar en la vida cultural de la ciudad. Además, es necesario hacerlo en común, desde el (re)conocimiento de la diversidad de capacidades y de formas de participar de las personas y las comunidades, al tiempo que se asumen responsabilidades y se despliegan políticas públicas. Sin embargo, la equidad no debe entenderse como “cultura a demanda”.

Esta perspectiva será relevante si nos interpela como sociedad: los derechos culturales serán derechos reclamados por la ciudadanía o no serán. Las organizaciones culturales tienen mucho por hacer para avanzar en el derecho de las personas a participar en la vida cultural de la ciudad, pero los agentes educativos y el sistema de salud o las políticas económicas, también. Debemos preguntarnos, juntos, qué debe cambiar para construir una sociedad en la que podamos dedicar tiempo a todo aquello que consideramos culturalmente valioso y significativo. Debemos pensar qué cambios estructurales son básicos para dar apoyo a las personas y comunidades en su vida cultural. Porque los derechos culturales avanzan a medida que avanzan el resto de derechos, y la democracia también se vuelve más real y sólida cuando se ejercen los derechos culturales.


[1] En este sentido, me permito citar la investigación La equidad en las políticas culturales, que hemos desarrollado con el Centro de Estudios y Recursos Culturales (CERC) de la Diputación de Barcelona y los municipios del Prat de Llobregat, Sabadell, Igualada y Tiana.

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