“No existen razones neurobiológicas para la discriminación”

Mara Dierssen

Retrat de Mara Dierssen. © Álex Losada

Mara Dierssen es neurobióloga y una de las grandes divulgadoras científicas del país. Estudia el cerebro humano, y, más concretamente, el aprendizaje, la memoria y qué sucede cuando algunas de estas capacidades cognitivas están afectadas por una discapacidad intelectual. Gran parte de su trabajo lo dedica a comprender las bases genéticas del síndrome de Down, y sus hallazgos en este campo han permitido a estas personas mejorar su rendimiento cognitivo y pueden contribuir a investigar enfermedades como el alzhéimer. Fuera del laboratorio es la cantante del grupo de rock From Lost to The River, con el que recauda dinero para la investigación y algunas causas sociales, como la ayuda a los refugiados. Su despacho está lleno de pósteres con reivindicaciones, desde proclamas feministas hasta otras en favor de la investigación con animales.

Mara Dierssen (Santander, 1961) es doctora en neurobiología por la Universidad de Cantabria y directora del grupo de Neurobiología Celular y de Sistemas en el Centro de Regulación Genómica (CRG). Es especialista en síndrome de Down, con una investigación reconocida a escala mundial sobre las bases genéticas de la discapacidad intelectual.

Por su labor investigadora, ha recibido el Premio Nacional de Pensamiento y Cultura Científica que otorga la Generalitat de Catalunya (2008) y dos premios Jaime Blanco por su investigación sobre el síndrome de Down, entre otros reconocimientos. Dierssen ha presidido la Sociedad Española de Neurociencia y la Trisomy 21 Research Society, además de ocupar diversos cargos de relevancia nacional e internacional. Actualmente, es la presidenta del Consejo Español del Cerebro, y recientemente ha sido nombrada académica numeraria de la Real Academia de Medicina de Catalunya.

En el ámbito de la divulgación científica, es conferenciante, ha escrito decenas de artículos y ha publicado El cerebro del artista. La creatividad desde la neurociencia (2019) y ¿Cómo aprende (y recuerda) el cerebro? Principios de la neurociencia para aplicar a la educación (2018).

¿Es necesario utilizar animales para investigar?

Desde el punto de vista científico, la investigación en animales ha sido crucial para encontrar tratamientos para muchísimas enfermedades. Desde el cáncer hasta el párkinson, pasando por las enfermedades neurológicas. Los animales son imprescindibles para ayudarnos a comprender determinadas dolencias y a encontrar terapias. Desgraciadamente, los modelos celulares no nos sirven para comprobar la toxicidad de un tratamiento, porque no permiten ver si ese fármaco va a causar algún daño, a nivel sistémico, en todo el organismo. Por ello, primero es necesario llevar a cabo la investigación animal, en la cual hay una regulación ética muy estricta, diría que brutal. Un comité ético y otro de bienestar animal analizan las condiciones de salubridad, habitabilidad y enriquecimiento de cualquier investigación o práctica que se quiera realizar con animales. Todo está supercontrolado. Y es así en la mayor parte de los laboratorios.

¿Por qué en ocasiones se pone en duda?

Ha habido algún problema puntual, que es vergonzoso y lamentable, pero cuando sucede, sale en la prensa. A mí lo que me preocupa es la falta de perspectiva: lo que se hace a los animales en el sector de la alimentación no se menciona y me parece mucho peor. Respeto cualquier posición, pero considero que actualmente no disponemos de una alternativa a la investigación en animales. Seguimos sin tener modelos que nos permitan asegurar que si se ensaya directamente un fármaco en una persona no le vamos a producir un daño y un sufrimiento irreversibles.

En su despacho tiene muchos pósteres sobre la mujer en la ciencia.

Sí, porque la ciencia, y la sociedad en general, no se puede permitir que la mitad de la población no participe plenamente en una actividad tan importante como la obtención y el uso del conocimiento. No tiene sentido que perdamos una parte muy importante del talento femenino. Y eso, desgraciadamente, pasa tanto cuando hablamos de segregación horizontal como vertical. Por un lado, seguimos teniendo carreras en las que prácticamente no hay mujeres y otras en las que solo hay chicas. Por el otro, las mujeres tenemos muchísimos más problemas a la hora de progresar en nuestra carrera científica. Se sigue considerando que somos menos capaces, que dedicaremos menos tiempo a investigar porque tenemos obligaciones familiares… ¡Como si las obligaciones familiares fuesen solo de las mujeres! Nos encontramos en una situación en la que tenemos que producir el doble para que se nos considere igual.

¿A qué considera que es debido?

En general, las mujeres somos peores a la hora de negociar una posición de ascenso, recibimos menos fondos de investigación, tenemos cartas de recomendación más pobres, se nos interrumpe más en las entrevistas, se nos deja hablar menos y se nos pone mucho más en duda. Por todos estos motivos nos resulta más difícil llegar a cualquier posición de poder. Si nos fijamos en los puestos de liderazgo, los ocupan predominantemente hombres. ¿Cuántas directoras de centros de investigación hay en Cataluña? ¿Cuántas rectoras de universidad? ¿Cuántas directoras de hospital? Estamos siempre en lo mismo. Incluso en enfermería, donde la mayoría de profesionales son mujeres, los líderes son ellos. No puede ser. ¿Y los reconocimientos? Los reciben ellos. En España solo el 18% de los premios los reciben mujeres, y son premios con una dotación económica inferior.

¿Qué hay que hacer para cambiar esta realidad?

Me parece fundamental establecer determinados factores de corrección, sobre todo en las evaluaciones para posiciones científicas y para la obtención de fondos económicos. Esto no se cambia diciendo: “Como has tenido tres bajas maternales, te prolongo el periodo en que puedes pedir esta beca”. Es un avance, pero espero que también lo hagan para los hombres, porque querrá decir que ellos también cogen bajas paternales. Además, hay que tener en cuenta que la baja maternal también reduce la productividad científica. Por lo tanto, habría que darle menos peso al número de publicaciones o bien a su impacto. O al hecho de que seas la última autora del artículo, porque las mujeres negociamos peor. ¿Por qué no damos un peso relativo a estas cosas? Los paneles de evaluación tienen que ser conscientes de los sesgos en la contratación. Si saben que existe ese sesgo, seguro que luego serán más cuidadosos a la hora de evaluar.

Estos sesgos también han manchado la investigación en neurociencia, es lo que se conoce como neurosexismo. ¿Cómo influye este fenómeno en el estudio del cerebro?

Siempre explico que el cerebro humano tiene 86.000 millones de neuronas, pero en el humano tipo, que es un varón de 50 años y 70 kilos de peso. A las mujeres no nos cuentan las neuronas. Luego hago el chiste que es porque tenemos más. Pero, más allá de esta broma, no existen razones neurobiológicas para la discriminación. Ahora se ha visto que el cerebro es un continuo, no hay diferencias entre un cerebro masculino y uno femenino. Esto no va ni por peso ni por tamaño. Pero en neurociencia hay tantos sesgos… ¡Es brutal! Y, efectivamente, también plantea un problema para el metaconocimiento: ¿el cerebro, con todos sus sesgos, puede ser objetivo a la hora de estudiarse a sí mismo?

¿En qué están trabajando ahora en su laboratorio?

Estudiar una célula está muy bien, pero no da una idea del sistema, de lo que finalmente es la estructura biológica responsable del aprendizaje, la memoria… Eso no está en una célula, está en el circuito. Es muy importante entender cómo están conectadas las células; cuál es la topología de esas conexiones; cómo es la organización, tanto anatómica como funcional, de esos circuitos, y cuáles son las alteraciones que se producen en personas con discapacidad intelectual u otros trastornos cognitivos. Nosotros también estamos interesados en entender cuáles, de todas las células, son las responsables de cada recuerdo.

¿Cómo cambian sus avances la investigación de la memoria y el aprendizaje?

Antes analizábamos toda la estructura del hipocampo, una región cerebral que tiene que ver con la adquisición de nuevos recuerdos, para estudiar la memoria y el aprendizaje. El cerebro reconoce la información nueva y la traslada a una memoria, en función de la relevancia biológica. Antes lo estudiábamos como si eso fuera algo que pasase en todo el hipocampo. Ahora estudiamos las células de engrama [las que codifican detalles del recuerdo y que se encuentran en el hipocampo y en otras partes del cerebro] para identificar cuáles de ellas se activan de una forma especial cuando aprendemos algo. ¿Qué sucede con esas células? ¿Por qué son capaces de guardar ese recuerdo? No lo sabemos muy bien, pero sí sabemos que si manipulo solo esas células —y pueden ser entre diez y quince células, en función de la región cerebral—, puedo borrar un recuerdo o implantar un recuerdo falso, simplemente activando o inactivando esas células con técnicas denominadas quimiogenéticas u optogenéticas. Estas técnicas permiten la reactivación celular mediante la luz o un fármaco que actúa sobre unos receptores genéticamente modificados, los receptores de diseño, lo que nos abre unas posibilidades impresionantes. Estamos estudiando cómo es la activación de estas células de engrama en modelos animales de síndrome de Down, porque nos puede abrir nuevas puertas.

¿Qué más están investigando?

Estamos en un proyecto europeo en el que comparamos pacientes con depresión, algunos de los cuales son resistentes al tratamiento y otros responden bien a la terapia. Tenemos un análisis multiómico, que podemos agrupar con datos clínicos y de neuroimagen, gracias a la ayuda del grupo de Ferran Sanz [director del Programa de Investigación en Informática Biomédica del Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques y la Universitat Pompeu Fabra]. Esperamos que esta investigación pueda ayudarnos a construir un modelo computacional de la resistencia al tratamiento de la depresión para saber, desde el principio y mediante marcadores periféricos, si un paciente va a ser capaz de responder o no a la terapia. Lograr solamente eso ya sería una ayuda impresionante, porque muchos de estos pacientes sufren los síntomas de la depresión durante periodos prolongados de tiempo porque no encontramos el tratamiento que puede hacerles efecto.

Una de sus grandes áreas de investigación es el síndrome de Down. ¿Por qué se ha dedicado a este trastorno?

Desde mi punto de vista, el síndrome de Down es superinteresante. Es la discapacidad intelectual de origen genético más frecuente: afecta a más de seis millones de personas en el mundo. En segundo lugar, la prevalencia no ha decaído. Aunque hay más interrupciones voluntarias del embarazo en muchos países, también hay mucha más gente que quiere seguir con el embarazo. También hay muchas más madres añosas, con lo cual el síndrome de Down es más frecuente. Y en tercer lugar, la esperanza de vida ha aumentado muy significativamente. Por todo ello, el síndrome de Down sigue siendo un problema de salud muy importante.

Retrat de Mara Dierssen. © Álex Losada

¿Cuáles son los principales retos científicos del síndrome de Down?

En la mayor parte de los casos, las alteraciones congénitas que cursan con discapacidad intelectual se deben a una mutación en unos genes concretos que luego tienen un efecto fenotípico más complejo. El Down es un reto científico, porque tenemos todo un cromosoma [el cromosoma 21] en tres copias. Eso significa que tenemos una desregulación genómica transcripcional. Las proteínas que se producen en exceso son más de 300. Eso es lo que durante muchos años hizo pensar que no se podía hacer nada al respecto. Pero nosotros opinamos lo contrario: creemos que es un reto abordable. Y la prueba está en que cada vez hay más investigadores que se dedican al síndrome de Down. Además, tiene otros aspectos muy interesantes, como el hecho de que las personas con síndrome de Down tienen más riesgo de sufrir algunas enfermedades, pero, a su vez, están más protegidas frente a otras, como los tumores sólidos o la hipertensión. Esto significa que en el cromosoma 21 tenemos algún factor de protección.

Ahora vemos personas con síndrome de Down con demencia, por el aumento de la esperanza de vida. ¿Qué relación existe entre estas dolencias?

El 90% de personas mayores de 60 años con síndrome de Down desarrollan alguna demencia, que acostumbra a ser más severa y a aparecer de forma más temprana. En particular, el síndrome de Down está relacionado con la enfermedad de Alzheimer. Estas personas tienen una trisomía [tres copias de un mismo cromosoma] de determinados factores, como la proteína que produce amiloide, que se encuentra en exceso durante toda su vida. Por lo tanto, el 100% de las personas con síndrome de Down muestran signos neuropatológicos de la enfermedad de Alzheimer. Entender los factores que llevan a desarrollar una demencia en las personas con síndrome de Down no solo puede ayudar a estas personas, sino que hay componentes comunes con el alzhéimer que vemos en la población general, en los casos esporádicos, o incluso en algunos de los casos genéticos. Aparte de ayudar a que esa población envejezca mejor, nuestros resultados también están ayudando a comprender mejor la propia enfermedad de Alzheimer.

Durante la pandemia, ¿qué investigaciones sobre síndrome de Down han impulsado relacionadas con la covid-19?

Fue muy bonito cómo surgió una investigación en red en el inicio de la pandemia. En aquel momento acababa de dejar la presidencia de la Trisomy 21 Research Society (T21RS) y las familias me habían trasladado su inquietud por la posible mayor sensibilidad o mayor fragilidad de las personas con síndrome de Down frente a la covid-19. Trasladé esta demanda al comité ejecutivo de la T21RS, al que le pareció un tema muy importante. Vieron claro que nuestra sociedad tenía que hacer algo. Hablé con Agustín Matías, director gerente de Down España, quien me informó que se habían empezado a hacer trabajos similares en Madrid, Santander, Barcelona… Hicimos una reunión conjunta para acordar una misma encuesta para conseguir muchos más casos para el estudio. Elevamos la propuesta al comité ejecutivo, que se trasladó no solo a España, sino casi a todo el mundo. Tenemos casos en casi todo el mundo, en Brasil, India, Europa, Estados Unidos, Canadá, África…

¿A qué conclusiones han llegado sobre la covid-19 y las personas con síndrome de Down?

Hay varios factores genéticos que hacen que las personas con síndrome de Down sean más frágiles ante la covid-19. Por un lado, las personas Down tienen tres copias de la proteína que se encarga de permitir que el virus entre en la célula, con lo cual el virus tiene más puertas de entrada al organismo. Por otro lado, sus vías de señalización intracelulares favorecen cómo actúa el virus, lo que pone en peligro el ADN y los sistemas genéticos de la célula. Y luego, a nivel sintomático, las personas con síndrome de Down tienen alteraciones inmunológicas que hacen que toda la tormenta de citoquinas que provoca la covid-19 sea más grave. Así, no solamente tienen más riesgo potencial de contraer la enfermedad, sino que además cuando la contraen puede ser más severa. La experiencia nos ha demostrado que las personas con síndrome de Down pasan más tiempo en la UCI, tardan más tiempo en ser dadas de alta y tienen más riesgo de fallecer cuando se presenta una covid grave.

La medicina de precisión es uno de los desafíos del futuro de la investigación. En neurociencia, ¿cuáles son los grandes retos?

En neurociencia tenemos muchos retos por delante. El primero es comprender cómo, a partir de esta amalgama de células y conexiones, de esta actividad bioeléctrica sistémica, se produce la actividad mental. Otro desafío enorme es la neuropsiquiatría, ya que sigue siendo un reto saber cómo tratar a las personas que tienen diferentes trastornos. Todavía no hemos conseguido traducir lo que sabemos a nivel molecular en tratamientos que no sean simplemente sintomáticos, sino que vayan a las causas. Y esto sucede porque las enfermedades mentales son muy complejas desde el punto de vista genético. Hay muchas variantes genéticas que están contribuyendo a cada trastorno y, además, en cada persona podemos encontrar variantes diferentes. Por ejemplo, en el trastorno del espectro autista, solamente el nombre ya dice que son muchos y muy variados, pues hay cientos de genes que pueden intervenir. Es muy difícil seleccionar la diana que luego podrás convertir en un fármaco.

Más allá de los trastornos mentales, ¿la neurociencia podría explicar algunas actividades exclusivamente humanas, como la creatividad?

De entrada, definir la creatividad es complicado. El siguiente problema es cómo medir y abordar experimentalmente y de forma objetiva esta propiedad de nuestro cerebro. ¿Cómo se puede investigar si alguien es creativo o no? Se ha comparado el cerebro de artistas con el de personas más rutinarias, pero este método da una respuesta parcial de lo que es la creatividad. ¿Por qué la creatividad artística va a ser la única que existe? Los científicos también son creativos, tienen ideas innovadoras y originales. Si queremos saber qué áreas del cerebro se activan en un proceso creativo, ¿cómo situamos a una persona en un momento creativo? Quizás ese momento no sea lo único que contribuye a la creatividad: ¿qué ha pasado antes de ese momento de inspiración? ¿Qué se tiene que activar para que suceda? Si en el futuro pudiéramos tener sistemas para hacer lo que se conoce como seguimientos longitudinales de la actividad cerebral, podríamos intentar investigar la creatividad, si la persona nos dijera en qué momento determinado se le ocurrió una idea. Las ideas no se nos ocurren cuando estamos trabajando mucho sobre un tema sino cuando dejamos de pensar en ello, cuando estás tomándote una cerveza o dándote una ducha.

Además de la creatividad, ha escrito mucho sobre educación. ¿Cómo se aplica el estudio de la memoria y el aprendizaje para mejorar la educación?

Sabemos que la capacidad de atención del cerebro, sobre todo en personas jóvenes, no va más allá de unos 30 o 40 minutos. Entonces, ¿qué sentido tiene dar clases de una hora? También sabemos que el cerebro es muy visual. Por eso, en las clases magistrales, es importante utilizar imágenes y no solamente hablar. También sabemos que al cerebro le gusta que le cuenten historias. Si puedes convertir una clase en una historia o aprender con la experiencia, salir del aula, hacer cosas… ese conocimiento se graba mejor. Desafortunadamente hay muy poca investigación en neuroeducación, aunque, por suerte, en la Universidad de Barcelona tenemos una cátedra en neuroeducación para estudiar cómo se produce el proceso de aprendizaje en el aula y mejorarlo. De todas formas, en ciencia, lo más complicado siempre es la traslación, es decir, trasladar los hallazgos en neurociencia a la práctica diaria del maestro.

Retrat de Mara Dierssen. © Álex Losada Retrato de Mara Dierssen. © Álex Losada

Decía que nuestro cerebro es visual y las imágenes son clave en el aprendizaje. Hoy las pantallas son omnipresentes. ¿Cómo afectan a la memoria y al aprendizaje?

Siempre se tiende a demonizar las pantallas, y creo que tienen un lado positivo y otro negativo. Por un lado, las nuevas tecnologías han democratizado el conocimiento y han hecho que sea mucho más accesible para todos. Por otro lado, es verdad que estudiar solamente con pantallas afecta a la manera de aprender. Ahora entras en Google y no te hace falta relacionar un concepto con otras cosas, Google ya te hace todas las sugerencias. Además, tiendes a tener la atención muy dividida: estás mirando una cosa y de repente te suena un aviso, pasas de pantalla… Se ha comprobado que en internet se lee más en diagonal, es decir, estás menos rato en cada página y lees de forma más superficial. Las pantallas afectan más a la atención y a la concentración que a la memoria y al aprendizaje en sí. A su vez, está la importancia de las experiencias multisensoriales que la tecnología no da. Por ejemplo, al leer un libro, lo tienes en la mano, lo hueles, pasas la página y notas su grosor. En este caso, la experiencia es muchísimo más rica y te ayuda a concentrarte más.

Hablando de procesos de memoria y aprendizaje, ¿cuál es la relevancia de dormir y dormir bien?

El sueño tiene mucho que ver con la consolidación de la memoria. A las personas con sueño fragmentado o con problemas de sueño en general les cuesta más aprender y retener información. Eso es porque por la noche el hipocampo, una región muy importante para la memoria, es como si hiciera un replay de las cosas que hemos aprendido. Este proceso de consolidación de la memoria es fundamental para que los recuerdos se retengan en la memoria a más largo plazo.

¿Cómo han mejorado y pueden mejorar la vida de las personas los hallazgos y avances en neurociencia?

En primer lugar, los avances en la comprensión del cerebro son aplicables, y de hecho se intentan aplicar con mayor o menor fortuna, y de forma más o menos profesional, a muchos campos. El campo de la toma de decisiones tiene mucho que ver con la economía y el marketing, por ejemplo. Los avances en la comprensión de las enfermedades mentales están contribuyendo a reducir el impacto de los trastornos mentales y a mejorar la calidad de vida de las personas que los sufren. Uno de cada tres europeos va a sufrir una enfermedad de este tipo a lo largo de su vida. También se ha mejorado la rehabilitación con técnicas de neurotecnología, técnicas de rehabilitación mediante robótica… Con diferentes sensores podemos ayudar a las personas que no pueden hablar mediante la lectura de sus ondas cerebrales para que se puedan comunicar.

¿La neurociencia recibe la atención que se merece?

La neurociencia en estos momentos es una de las disciplinas más importantes en términos científicos. Desgraciadamente, se le ha dado muy poca importancia desde el punto de vista de la financiación, sobre todo a escala europea. La mayor parte del dinero se ha utilizado para estudiar el cáncer y eso ha hecho que los avances en investigación hayan sido espectaculares, pero nos olvidamos de que las enfermedades cerebrales son muy prevalentes y además tienen un coste económico, social y personal brutal. Ha llegado el momento de apoyar a las enfermedades mentales. Entre todos, tendríamos que alzar la voz para que esto pase.

Publicaciones recomendadas

  • El cerebro del artista. La creatividad vista desde la neurocienciaShackleton Books, 2019
  • ¿Cómo aprende (y recuerda) el cerebro? Principios de la neurociencia para aplicar a la educaciónEMSE, 2018

El boletín

Suscríbete a nuestro boletín para estar informado de las novedades de Barcelona Metròpolis