Picasso, Miró y la atracción de los forasteros

El año 2023 se dedica a Picasso-Miró, ya que se cumplen 50 años de la muerte del primero y 40, del segundo. Entre otras iniciativas, la Fundació Joan Miró y el Museu Picasso organizarán una exposición conjunta que se inaugurará el 19 de octubre y se mantendrá hasta febrero de 2024. La muestra reconstruirá los encuentros y desencuentros de los dos amigos, y la relación que tuvieron con Barcelona, donde han dejado un importante legado.

En una ocasión, hablando sobre el debate entre historia y memoria con el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona Andreu Mayayo, me expresó su opinión sobre el uso y abuso de la historia oral: “Conviene, sobre todo”, me dijo, “que el último superviviente no fije el relato de un hecho con total impunidad”. Y eso es precisamente lo que suele ocurrir, con el agravante de que a veces no es el último superviviente el que puede explicar un hecho, sino la única persona que lo vivió. O uno que ni siquiera lo vivió y no queda ningún superviviente para contradecirlo.

Las palabras de Andreu Mayayo demuestran su exactitud en una de las leyendas urbanas más consolidadas de Barcelona: la referente al nombre del Museu Picasso. Recordarla puede ser útil para comprobar como, a veces, una imprecisión periodística hace que unos hechos queden para la posteridad, no como realmente ocurrieron, sino como el periodista los narró o los recogió de boca de alguien que no recordaba las cosas exactamente como se produjeron.

El Museu Picasso, entrada a la modernidad

El 9 de marzo de 1963 se abrió al público, en la calle de Montcada, el palacio Berenguer d’Aguilar con una exposición de obras de Picasso procedentes de la colección Sabartés. Las informaciones que recogía la prensa de los días anteriores y del día siguiente ocultaron que era el primer paso de una iniciativa municipal destinada a crear un gran Museu Picasso en Barcelona. Tras la inauguración, y a lo largo de cuatro meses, se presentaron en las agendas de los periódicos como “Donación Sabartés de obras de Picasso”. El motivo, que posteriormente se ha explicado en libros y crónicas periodísticas, se atribuía a que el general Camilo Alonso Vega, ministro de la Gobernación desde febrero de 1957, había respondido a todas las peticiones barcelonesas para crear un Museu Picasso con la decisión de que, mientras él estuviera en el cargo —y lo ocupó hasta 1969—, nunca permitiría abrir un Museu Picasso en la ciudad. Pero la astucia del galerista Joan Gaspar y del editor Gustau Gili, con el apoyo del alcalde Josep Maria de Porcioles, esquivó la prohibición presentándolo como una sencilla exposición de obras del pintor malagueño donadas por su amigo Jaume Sabartés.

Este truco ha sido magnificado posteriormente, alejándose un poco de la realidad y asegurando que el museo, instalado en el palacio Berenguer d’Aguilar, no había podido llevar durante muchos años el nombre de Picasso y que Porcioles se había jugado la carrera política con esa operación. En realidad, desde la fecha de inauguración solo tardó cuatro meses en salir en la prensa con el nombre de Museu Picasso. Cuatro meses y no años, como se ha escrito en alguna ocasión.

Inaugurado el 9 de marzo, ya salía mencionado el 7 de julio como “Museo Picasso, horas de visita todos los días de 10 a 1.30” en la guía que publicaba a diario La Vanguardia Española sobre los “Museos de Barcelona y exposiciones de arte”. Y así quedó la cosa, a pesar de que las afirmaciones de Joan Gaspar en una entrevista publicada en el diario El País dieron pie a que se fuera repitiendo y magnificando el silencio sobre Picasso. Poco tiempo pudieron durar las prohibiciones gobernativas ante una realidad imposible de esconder.

La inauguración del Museu Picasso supuso un cambio muy importante en los planteamientos museísticos de Barcelona, una entrada a la modernidad que desviaba la ciudad hacia una vía muy distinta de la seguida durante las dos décadas anteriores, y la inclusión en las guías turísticas de un museo en el corazón de la ciudad más atractivo que los existentes hasta entonces. Ahora que se cumplen 50 años de la muerte del pintor malagueño es un buen momento para recordarlo, junto con las diferentes exposiciones que se realizarán estos meses en el propio museo, como también lo es sacar a colación la singular aportación de Joan Miró a la atracción de extranjeros a Barcelona, 40 años después de su muerte.

La mala suerte del triple regalo de Miró

En los años sesenta, Joan Miró decidió regalar a Barcelona tres obras destinadas a acoger a los visitantes de la ciudad. No lo haría de golpe, sino en tres momentos distintos. La primera obra daría la bienvenida a los turistas que llegan por aire: en 1970 realizó, con la colaboración de Josep Llorens Artigas, un mural cerámico en la actual Terminal 2 del aeropuerto, que se inauguró el 1 de septiembre de ese mismo año. La segunda saludaría a los que llegan por mar: en 1976 creó un pavimento en el Pla de l’Os de la Rambla, inaugurado el 30 de diciembre. Y la tercera, cerca de la plaza de Espanya, en una de las puertas de entrada a la ciudad por carretera: la monumental Dona-bolet amb barret de lluna, más conocida como Mujer y pájaro, del parque del Escorxador e inaugurada el 16 de mayo de 1983. No pudo acudir al acto porque ya estaba muy enfermo. Falleció el día de Navidad de ese mismo año.

Las tres obras de Miró no han tenido demasiada suerte. La del aeropuerto se hizo en la única terminal existente en 1970 que, al inaugurarse la nueva en junio de 2009, quedó en segundo plano con funciones subalternas. La de la Rambla, aunque Miró ya tenía clara su función de ser un pavimento constantemente pisado, ha sido víctima permanente de chicles pegados y, a veces, de paradas de feria colocadas encima. Mujer y pájaro ha compartido la mala suerte del parque en el que se encuentra, recortado por eternas ocupaciones provisionales.

Aun así, del mismo modo que la apertura del Museu Picasso significó un paso de gigante en la proyección de Barcelona como capital cultural, la instalación de la obra de Miró cerca de la entrada de la ciudad por la Gran Via fue como el pistoletazo de salida de una carrera, justo cuando Barcelona entraba en la etapa preolímpica. Una carrera presidida por la transformación de la ciudad en una de las más importantes urbes de atracción de turismo masivo del mundo. Una carrera que alteró el ritmo cotidiano hasta extremos insoportables, que sacrificó muchas cosas en el altar de los negocios de restauración y hostelería. Una carrera cuyas consecuencias quedaron expuestas de forma descarnada cuando la pandemia de la covid-19, que empezó en febrero de 2020, expulsó del centro urbano el maná que habían sido durante tres décadas la llegada de los vuelos baratos y el turismo mochilero.

Los malos tiempos parecen haber pasado sin que hayamos aprendido la lección. El Museu Picasso y las obras de Miró lucen más que nunca y vuelven a ser puntales de la atracción de forasteros y, en consecuencia, del negocio turístico. No era esta, seguramente, la intención de los dos artistas.

Picasso y Miró, protagonistas
Para conmemorar el 50.º aniversario de la muerte de Pablo Picasso, se han programado durante todo el año 2023 más de 40 exposiciones en ocho países distintos. Tres de ellas se podrán ver en Barcelona y una tendrá doble sede, el Museu Picasso y la Fundació Miró, con el hilo conductor de la amistad entre los dos artistas.

Daniel-Henry Kahnweiler
Museu Picasso de Barcelona
Hasta el 19 de marzo de 2023

Miró-Picasso
Museu Picasso de Barcelona / Fundació Joan Miró
Del 19 de octubre de 2023 al 25 de febrero de 2024

La voluntat de Picasso. Les ceràmiques que van inspirar l’artista
Museu del Disseny de Barcelona
Del 21 de junio al 17 de septiembre de 2023

 

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