Rosalía en la plaza del Dubte

La cantant Rosalía © Berta Pfirsich

Rosalía estudió en las aulas del Taller de Músics, y también en el patio, en la calle, con artistas, profesores y alumnos. Siempre tuvo claro su objetivo allí: mirar y escuchar.

En noviembre de 2018 se publicó el segundo disco de Rosalía, El mal querer, un torbellino de una potencia enorme que ha tenido un impacto global. Para este proyecto, Rosalía ha sabido escoger a unos colaboradores de lujo, como C. Tangana y El Guincho, sin olvidar a otros jóvenes que han trabajado en la producción audiovisual, en la fotografía y en la elección de objetos de arte como Tomás Peña y Tama Rindo.

Antes, a finales de mayo, un tema de título premonitorio, “Malamente”, inició la proyección internacional de Rosalía, que ya había brillado con su primer disco, Los ángeles, grabado junto a Raúl Fernández, Refree.

Y algún ángel debe tener Rosalía. Un ángel con unos cuantos valores: talento musical, tenacidad, intuición, intención, inquietud y ganas, muchas ganas de aprender. Eso significa horas y horas de dedicación escuchando, estudiando y preparándose con juncos artísticos de diversos ribazos.

Recuerdo a Rosalía entrar y salir de las aulas del Taller de Músics, en el barrio del Raval. El especial e intrincado crecimiento de la escuela desde 1979, que ocupó diversos locales del descuadre que forman las calles de Requesens, Príncep de Viana y Cendra, dio como resultado que el patio del taller fuera la calle misma. Durante la etapa en que Rosalía estudió allí, aprendió dentro del recinto académico pero también preguntando y departiendo en el patio con artistas, profesores y alumnos. Su actitud participativa la empujaba a apuntarse, más allá de las asignaturas del programa de estudios, a otras actividades paralelas: seminarios, talleres, conferencias, debates y presentaciones. Y en estas acciones también preguntaba, y en ocasiones de manera muy incisiva.

Desconozco los motivos por los cuales Rosalía y sus padres decidieron que una adolescente de dieciséis años podía avanzar y crecer para cimentar su carrera musical matriculándose en el Taller de Músics. La trayectoria de este centro de enseñanza, con su difusión y promoción de la música popular, quizá avale la decisión. Está contrastado que el propio nombre, “taller”, define las particularidades que han prevalecido desde su fundación: práctica musical en grupo (combos), flexibilidad, mezcla de géneros musicales, consciencia de que primero aprendemos a hablar y después a escribir, y creación de plataformas, ciclos y festivales para que los jóvenes estudiantes complementen su formación musical contrastándose ante el público. Y de Rosalía, en aquella época, destacaría sus actuaciones en el JazzSí Club; en el Teatre Grec como cantaora de un espectáculo inspirado en Carmen Amaya, con coreografía de María Rovira y música de Chicuelo; en el Palau de la Música como una de las protagonistas de Flamenkid, un proyecto ideado por Gemma Canadell que relata la historia del flamenco con tanto atino que la comprenden mayores, medianos y pequeños; y también su intervención en el homenaje a Maruja Garrido dentro del Ciutat Flamenco y realizado en el Mercat de les Flors. De todos estos vaivenes, Rosalía, a pesar de su juventud, salió más que airosa.

Quizá Rosalía intuyó que si, a lo largo del tiempo, el Taller se consolidó y su planteamiento pedagógico cuajó, fue porque sigue considerándose un espacio embrionario, que se proyecta con naturalidad y esfuerzo y porque sigue trabajando por acoger en su seno a artistas que aspiran a ser profesionales y a otros que escogen el arte musical como aquel suspiro que equilibra la pulsión de la vida. Bien, si el Taller es una realidad hoy, es posible que haya sido por una razón: sus impulsores, desde el cascarón, supieron rechazar el púlpito donde se acostumbra a pontificar.

Rosalía en una actuació en els seus inicis

Rosalía fue generando su idea artística labrando el terreno desde la sencillez sin posturas altivas. En la formación musical de Rosalía ha sido tan importante lo que se fue cociendo en el interior de las aulas como en el exterior, en la calle a la que antes me he referido. Ella sabía mirar y escuchar, lo demuestran sus continuas preguntas a todo aquel que estaba ligado al Taller. Admiro a Rosalía porque ha sabido aprender de las miradas, las miradas exteriores, las que se asoman desde las esquinas, las esquinas del cruce de las calles. En ocasiones, en el interior del recinto académico cuesta mirar y cuesta encontrar el camino de las respuestas. Y cuesta lo suyo transmitir la importancia de escuchar a los otros, porque la escucha de uno mismo puede entrañar soberbia, y esta conducir al fracaso. El Taller de Músics ha aprendido lo suyo en su trato con Rosalía. Porque, como decía Enrique Morente: “No hay maestros, hay discípulos”. Y, como discípula, Rosalía fue ejemplar porque su innata inquietud nos ponía en jaque continuamente. Había que responder a sus preguntas, a sus dudas, a sus cavilaciones y a esas inmensas ganas de empaparse de todas aquellas conexiones que existen en la música o en las músicas. Las palabras de Chicuelo también lo definen: “En el Taller se aprende música de manera distinta”.

¿Intuyó Rosalía que el Taller podía ofrecerle conocimiento sin limitar su imaginación? Si hemos sido capaces de estar a la altura en este aspecto me sentiría sumamente feliz. Lo que sí puedo asegurar es que ese lema lo hemos intentado aplicar con ella y también con cada uno de los estudiantes que a lo largo de cuarenta años ha confiado en nosotros. Somos conscientes de que las plataformas artísticas se sostienen en la cuerda floja, esa a la que se agarran quienes dudan. La duda es la base de la evolución y de la renovación. Sin dudar estaríamos trillando siempre el mismo trigo y dando vueltas en la misma era.

Rosalía conoce los códigos del flamenco sin que eso signifique que ella quiera ser una cantaora. Rosalía conoce las claves del jazz sin que eso signifique que ella quiera ser una cantante de jazz. Desde que fundamos el Taller de Músics, los del grupo impulsor, músicos de jazz, flamenco, música cubana, pop-rock, quisimos que el eclecticismo fuera nuestra divisa. Un eclecticismo bien entendido y que los diferentes géneros musicales fueran un medio (el método pedagógico), no un fin.

No estoy en condiciones de saber si Rosalía tenía claro, desde que decidió dedicarse a la música, qué arte quería defender. Pero sí puedo asegurar que Rosalía tenía claro lo que no quería hacer. Y este balanceo, el del descarte, es tan certero como apuntar y dar en el clavo.

El pasado 9 de enero por la tarde tuve el placer de participar en un intercambio de opiniones sobre la meteórica carrera de Rosalía. Fue en el programa MagaSIN, de Radio Primavera Sound, presentado por Alicia Álvarez, Sergi Cuixart y Juanjo Zambrano. Asistí en calidad de invitado junto a Ben Carden, Tomás Peña y Tama Rindo. Tomás y Tama han participado en la génesis de El mal querer. Ambos jóvenes reconocieron con ahínco que todo el trabajo desarrollado en este disco se fraguó con total naturalidad, sin presiones de nadie y siempre bajo la supervisión de Rosalía. Tomás Peña reseñó que cuando él proponía alguna idea, Rosalía sabía decir “no” si no lo veía claro. Es decir, el descarte aparece como la agarradera que te conduce a avanzar en el proceso de creación de una obra. Tama hizo referencia a la gracia con que Rosalía alza sus brazos de manera tan flamenca. Y es verdad, tiene mucha gracia en esos ascensos. No es casual que Rosalía estudiara danza flamenca en la academia de La Tani, una bailaora de raigambre, madre del guitarrista y compositor Edu Cortés. De nuevo, nos encontramos con la formación artística como eje relevante en el devenir de Rosalía.

En enero de 2010, Rosalía se matriculó por primera vez en el Taller de Músics del barrio del Raval. En junio de 2012 acabó su formación profesional habiendo cursado estudios de piano, lenguaje musical, cante flamenco, canto de jazz, técnica vocal y guitarra. Durante este periodo tuvo como profesores a Chiqui, Jaume Gispert, Errol Woiski, Diana Palau, Xevi García, Joan Marcet, José Alberto Medina y Carlos Uguet.

Una vez terminada esta etapa, Rosalía inició estudios superiores de música en nuestro centro situado en Can Fabra, distrito de Sant Andreu —Taller de Músics Escola Superior d’Estudis Musicals. El curso 2012-2013 hizo primero y, al siguiente, segundo. Una amplia gama de materias fue reforzando su vasta preparación: historia general de la música, historia de la cultura, percepción auditiva, armonía flamenca, cante como instrumento principal, piano como segundo instrumento, conjunto instrumental, transporte y acompañamiento, historia del flamenco, pensamiento musical, informática aplicada, formas del flamenco, lengua y comunicación, lengua extranjera y fundamentos de composición. En esta etapa sus profesores fueron Cristina Canet, Ana Rosa Landa, Santi Galán, Chiqui, Juan Carlos Gómez, Alba Guerrero, Enric Marin, Xavier Casellas y Enric Palomar.

Primer pla de Rosalía cantant © Martin del Busto © Martin del Busto

Terminado el segundo curso superior de música, Rosalía propuso a nuestra dirección pedagógica un cambio de expediente para seguir tercero, cuarto y realizar el trabajo final de titulación en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC). Ante su solicitud, mi actitud fue asumir su decisión y comprender que ella continuaría estudiando con su maestro de cante, Chiqui (José Miguel Vizcaya Sánchez), ya que este imparte clases en ambos centros. Un buen día, Chiqui me comentó: “Esta chica es muy especial, modula de una manera que, de tanto acordarse de los antiguos, su expresión es de ahora. Rosalía dará mucho que hablar”.

El aura de Rosalía arrastraba en el Taller a cantidad de jóvenes de su generación que la admiraban, la adoraban y la querían, pero necesitaba aires nuevos y un ambiente renovado. Los estudiantes de la ESMUC ya la conocían, puesto que habían coincidido en diferentes espacios comunes de Barcelona. Pensé que el cambio le iría bien, pero ¿quién podría imaginar que la joven artista volaría tan alto hasta el punto de convertir su trabajo de final de titulación en El mal querer?

Rosalía dispone de una estrella que brilla mucho. Quizá su trayecto lo podría haber hecho por su cuenta. Si así lo hubiese elegido, es probable que para llegar a las mismas conclusiones habría tardado más tiempo. Y, sobre todo, no habría tenido la oportunidad de contagiarse de un ambiente denso en ideas y de compartirlas con tantos músicos y artistas. Rosalía cimentó su carrera en el Taller, que surgió hace cuarenta años en el barrio del Raval, en un enclave de calles fronterizo con la plaza del Dubte. Desde entonces, Rosalía no ha parado de preguntar para saciar su inmensa curiosidad. Porque aprende quien duda y pregunta. Espero que siga preguntando, que la duda y los descartes le permitan tirar hacia adelante y que, como hasta ahora, mantenga los pies en el suelo.

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