Barcelona, ciutat de llibres
Autora: Isabel Segura Soriano
Ayuntamiento de Barcelona
212 páginas
Barcelona, 2016
Un buen libro de libros. Un relato estimulante sobre cómo nos hemos rodeado de estos registros de memoria encapsulados, y del papel que han tenido en la ciudad entre bibliotecas, editoriales, librerías, bibliobuses, bancos-biblioteca, campañas de lectura y nuevas conquistas sociales que apostaron por una ciudad ilustrada que pusiera la alta cultura al alcance de la mayoría.
El imaginario libresco de Barcelona se nos presenta envuelto en buen papel, del que luce escrito por ambas caras. Como explica la historiadora Isabel Segura Soriano en su última monografía, Barcelona, ciutat de llibres, en la ciudad ochocentista de la Exposición Universal de 1888 la industria editora ya era la segunda, justo detrás de la textil, todavía hegemónica. Pero la ciudad ha crecido con los libros. Al fin y al cabo, los textos son textiles: tejen realidades. Y la capital catalana lleva ya más de un siglo de pequeñas revoluciones con los libros como materia prima, base incluso de concepciones arquitectónicas y urbanísticas que han ido en paralelo con los cambios culturales y sociales.
Barcelona se ha concebido como una comunidad que compra y lee libros, desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX. Fijémonos en las magníficas fotografías de este volumen: la gente se sienta con un libro, llena bibliotecas o librerías, y hace lo que confirman los documentos que hacían los barceloneses: leer para formarse, sobre todo entre las clases menestrales y populares. Los libros también han salido al encuentro de la gente en la calle. En ferias y mercados de ocasión, pero también en espacios singulares como el antiguo mercado de Sant Antoni o, al final del franquismo, bares-librería como el Cristal. Incluso han ido en busca del lector en bibliobús durante la República, la Guerra Civil, el franquismo y, por supuesto, durante la Transición democrática.
Es evidente que en la ciudad se valora la letra impresa. Y si la Barcelona de la Mancomunidad o la República impulsaba la lectura, después los libros se censuran y queman durante la guerra y la posguerra.
El relato de Isabel Segura está plagado de historias de todo tipo, vinculadas a edificios, a las políticas culturales, a los cambios de mentalidad y de vida. Es un placer leerla. Conforta encontrar la Barcelona de su texto, porque una ciudad con libros es una ciudad más libre. Las fotos que ilustran la monografía son la mejor prueba de ello, con instantáneas extraídas de los mejores archivos y firmadas por grandes fotógrafos como Gabriel Casas, Josep Brangulí, Frederic Ballell o Antoni Arissa, antes de la guerra; los Pérez de Rozas, antes, durante y después; Francesc Català-Roca, Colita o Pilar Aymerich, después, etc.
Barcelona, ciutat de llibres entreteje, pues, un relato estimulante sobre cómo nos hemos rodeado de estos registros de memoria encapsulados, y del papel que han tenido en la ciudad entre bibliotecas particulares y públicas, editoriales, librerías, bibliobuses, bancos-biblioteca (antes de la guerra, en el paseo de Sant Joan), campañas de lectura y nuevas conquistas sociales que apostaron por una ciudad ilustrada que pusiera la alta cultura al alcance de la mayoría. También con las mujeres como grandes protagonistas, incluso de muchas de las fotografías (niñas que leen, jóvenes lectoras, bibliotecarias), imágenes de un siglo en que la mujer se ha incorporado plenamente a la sociedad, gracias también a su condición lectora y a la conquista de la libertad por medio de la formación.
La autora conoce bien Barcelona, como prueban estudios anteriores, y conoce aún mejor la historia de las mujeres y la de los movimientos sociales. Bienvenida la mirada académicamente periférica que le permite aportar material inédito a cuestiones fundamentales. Un buen libro de libros.