La imagen turística de Barcelona se ha gestado, desde el siglo xix, a partir de dos fuerzas de deseo antagónicas. En primer lugar, una de carácter involuntario, que no depende de los barceloneses y que se ha forjado a partir de la mirada de los forasteros. En contraste, hallamos la imagen que la ciudad ha querido proyectar al mundo.
Por largo tiempo, Barcelona solo figuró en el mapa de los viajeros por ser la ciudad cercana a Montserrat. Pasaron muchos siglos antes de que gozara de una imagen característica, o más que de una, de varias, que la hicieran atractiva para los forasteros. Y en primer lugar fue la Rosa de Fuego, la ciudad revolucionaria.
El turismo, en su momento de eclosión a principios del siglo xx, fue concebido como un pretexto para la captación de capital económico, cultural y simbólico. El proyecto turístico de Barcelona se convirtió en parte del proyecto político, incluso en un elemento de autoafirmación cultural e identitaria.
El turismo actúa como revelador de los dilemas a los que nos enfrentamos. El debate actual ya no se centra en la alternativa “turismo sí, turismo no”, ni siquiera en la necesidad de diseñar un modelo de turismo responsable, sostenible y provechoso. La cuestión ahora es qué ciudad queremos.
Dr Maria Abellanet i Meya
Es necesario integrar el turismo en la estrategia de gobierno del municipio, con el fin de abordar su gestión desde una perspectiva urbana global y transversal. Ha llegado la hora de activar los valores de un turismo y una ciudadanía responsables.
Cabe preguntarse con qué derecho los autores de la nueva campaña turística catalana se han sentido autorizados a ofrecer tan alegremente el territorio a los forasteros.
En la medida en que nuestro turismo se basa en la creación de puestos de trabajo mal remunerados, no solo crea poco valor, sino que produce una redistribución favorable para los turistas y los empresarios turísticos y perjudicial para el resto de la sociedad, que se empobrece. El modelo lleva a un serio conflicto.
Los procesos turísticos son causa y efecto de muchos otros que operan como un reloj. Para analizar los efectos del turismo se precisa un estudio amplio de la estructura económica, social y cultural.