Nacida en 1780 en el seno de una familia de libreros e impresores, Eulàlia Ferrer fue, primero, colaboradora de su marido, Antoni Brusi, en la gestión del Diario de Barcelona y, después, a raíz de su fallecimiento, máxima responsable del diario conocido popularmente con el apellido familiar. Ejemplo de mujer emprendedora, superó los obstáculos que la profesión, la sociedad y la ley imponían a las mujeres.
Hasta finales del siglo XIX el gremio de libreros no permitió que las mujeres fueran maestras libreras. Tenían que ceder sus negocios a un hombre y, por lo tanto, su formación en los talleres era escasa. Las leyes establecidas limitaban a las mujeres a las tareas que correspondían a su condición femenina y su destino no era trabajar en un negocio aunque lo heredaran, sino casarse con algún hombre del gremio, que sería el auténtico librero. Desde el siglo XVII los miembros de la familia Ferrer eran impresores y libreros, y eran las mujeres quienes, tradicionalmente, habían aportado el dinero y la fortuna. Por tal motivo el abuelo de Eulàlia Ferrer había adoptado el apellido de su mujer.
Eulàlia Ferrer nació en Barcelona el 12 de noviembre de 1780. Su padre era el conocido librero Josep Ferrer, que murió cuando ella todavía era una niña. El padre dejó la librería Casa Ferrer de la calle de la Llibreteria, número 22, a sus dos hijos, que también murieron sucesivamente, y fue Eulàlia quien heredó el negocio familiar a los doce años. Conoció a Antoni Brusi i Mirabent, que se dedicaba a la encuadernación y venta de libros, en la tienda que tenía en la calle de la Llibreteria, esquina con Freneria, muy cerca de la suya. El 5 de mayo de 1799 se casaron.
Seguramente fue ella quien aportó el dinero necesario para la fundación de una imprenta y la ampliación del negocio de Llibreteria y, aunque no era muy habitual en aquella época, lo inscribieron en el registro a nombre de los dos.
En 1808 estalló el conflicto bélico entre España y el Imperio Francés. Las primeras tropas napoleónicas entraron en Cataluña el 9 de febrero de 1808 y, cuatro días después, una columna de seis mil hombres llegó a Barcelona, seguida muy pronto por un nuevo contingente más numeroso. Había estallado la llamada Guerra del Francés.
Ante el sometimiento muchos barceloneses abandonaron la ciudad, entre ellos la familia Brusi. En compañía de los empleados del negocio, cargaron su imprenta y se marcharon a Tarragona, todavía libre del invasor. Allí Antoni Brusi ofreció a los jefes del Ejército sus servicios de impresor. Aquello les supuso sufrir los riesgos y sacrificios propios de la guerra. Gracias a su imprenta, las autoridades sublevadas de Cataluña tuvieron la gran ventaja de poder comunicar sus órdenes con rapidez y amplia difusión. También imprimieron todo tipo de proclamas para incitar a la rebelión y se hicieron cargo de la edición de la Gazeta Militar, que, por urgencias de la situación bélica, imprimieron en los lugares más inverosímiles. Cuando Tarragona cayó en manos de los franceses, la familia Brusi perdió casi todo el material y la maquinaria de impresión. Embarcaron a toda prisa hacia Palma de Mallorca con sus hijos, dos hermanos y tres aprendices. En la isla disfrutaron de un periodo de cierta tranquilidad y montaron un nuevo taller, negocio que prosperó y con el que se recuperaron económicamente. En 1812 Antoni Brusi viajó varias veces a Cataluña para velar por los negocios que todavía mantenían aquí; durante estas ausencias, Eulàlia Ferrer continuó al frente de la imprenta.
En 1813, en las postrimerías de la ocupación francesa, toda la familia volvió a Barcelona para reanudar sus actividades. Además de la Gazeta imprimían numeroso material para el Ejército español –permisos, certificados, recibos y listas de reclutamiento de la tropa–, que les proporcionaba las ganancias económicas que luego invertían en nuevos proyectos. Los Brusi habían tenido seis hijos, de los que solo sobrevivieron dos niñas, Antònia y Eulàlia.
El 28 de abril de 1814 los franceses abandonaron definitivamente Barcelona y, con el retorno de Fernando VII, se restauró la monarquía absoluta con un rigurosísimo control de la prensa. En recompensa por los servicios prestados y gracias a un real privilegio que dictaba la existencia de una única publicación en Barcelona, a Antoni Brusi se le otorgó la edición y propiedad del Diario de Barcelona, periódico fundado en 1792 que, durante un corto periodo de la ocupación, se había publicado en catalán y francés. Desde ese momento Eulàlia Ferrer y su marido se dedicaron de lleno al diario. Poco después, en 1815, Eulàlia tuvo a su séptimo hijo, Antoni, pero ello no la apartó del negocio editorial y marido y mujer siguieron trabajando codo con codo.
En 1819 incorporaron una fundidora tipográfica a la imprenta y, un año después, introducían la litografía en Cataluña. Fueron muy innovadores y aplicaron en los talleres la fuerza del vapor, todavía desconocida en el país. Rompiendo con la tradición de la época, los Brusi incorporaron como colaboradores del diario a personajes destacados por su talento y su cultura, con artículos que constituyeron una novedad muy celebrada. Desgraciadamente, Antoni Brusi murió dos años después, víctima de una devastadora epidemia de fiebre amarilla. En estas tristes circunstancias, Eulàlia asumió la dirección y mantuvo firmemente los intereses de la empresa, que adoptó el nombre de Viuda e Hijos de D. Antonio Brusi.
Durante un corto periodo de tiempo el Diario de Barcelona perdió el privilegio de ser el único diario de la ciudad. Los cambios en el gobierno permitieron la libertad de prensa, lo que favoreció la proliferación de publicaciones. Pero en 1823 volvieron las severas restricciones y el diario recuperó los privilegios absolutistas, que mantendría hasta la muerte de Fernando VII en 1833.
Mientras tanto, el hijo pequeño de los Brusi, Antoni, había recibido una buena educación con la idea de que en el futuro sería el jefe del negocio familiar. Estudió en varios países europeos el arte tipográfico y la confección de diarios modernos, y en 1838 volvía a Barcelona para visitar a su madre. Percibió que el negocio familiar pasaba una mala situación financiera y decidió quedarse definitivamente en Barcelona para ponerse a su frente.
En ese momento, la viuda Eulàlia, consciente de que era a su hijo a quien le correspondía dirigir la empresa, se retiró. Antoni Brusi hijo dio al diario el impulso necesario para convertirse en la referencia periodística del conservadurismo catalán, lo que llevaría a la publicación a ser conocida popularmente como diari dels Brusi o, más corrientemente, El Brusi. El nombre de Eulàlia Ferrer dejó de constar en la documentación relacionada con el negocio, pero tuvo la satisfacción de verlo prosperar brillantemente. Murió en 1850 a la edad de setenta años.
Conocida como Eulàlia Brusi desde su matrimonio con Antoni Brusi, fue editora, librera, impresora y directora del Diario de Barcelona a lo largo de veinte años. Además, se vio implicada en varios pleitos interpuestos principalmente por el Colegio de Libreros por su ejercicio de la profesión. Pero lo decisivamente importante es que constituye un ejemplo de mujer emprendedora, que supo aprovechar las circunstancias que le tocó vivir y demostró una gran capacidad para superar los obstáculos que su profesión, la sociedad y la ley imponían a las mujeres.