FAACCC: Un festival de artes comunitarias para juntarse y cuestionarlo todo con irreverencia y humor

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Una de las intervenciones artísticas en la calle.

La segunda edición presencial del Festival de las Artes Comunitarias de Cataluña (FAACCC) superó las expectativas previstas tanto en asistencia —más de 2.000 personas, casi el doble que en la edición pasada, pasaron por la Fabra i Coats en algún momento entre los días 4 y 7 de octubre— como en diversidad de experiencias, debates y reflexiones que se vivieron en las más de treinta actividades. Espectáculos, debates, talleres, jornadas profesionales, música y paseos artísticos, entre otros, conectados por la irreverencia, el humor y la fealdad como hilos conductores, invitaron a cuestionar y ampliar la manera de mirar y entender nuestro entorno.

 

Una programación plural, un público diverso

 

Elena Xifré, representante de Basketbeat que es la entidad impulsora del festival, describe el éxito de este crecimiento más allá de los datos numéricos y pone el foco en haber conseguido la interacción entre personas muy diversas: “Queríamos ampliar, cuestionar e, incluso, deformar la mirada que tenemos sobre nuestra realidad y aquello que nos rodea y por eso apostamos por una programación muy variada que ha atraído a personas con bagajes plurales”, explica. Además, también se ha podido constatar que el FAACCC ha sido el primer contacto de muchas personas con las artes comunitarias y todas, las más experimentadas y las más noveles, han aprendido las unas de las otras: “Quién venía para una propuesta, se ha interesado también por otras que tocaban temas e ideas que desconocía y esta es la razón de ser del festival: un espacio de encuentro y de cuestionamiento”.


De hecho, el éxito del festival es una muestra del estado actual de las artes comunitarias en nuestra casa, tal como explica Joel Álvarez, miembro de Sisme Creatiu y de Artibarri, entidades participantes: “Somos un sector que ya empieza a madurar y que va sumando más y más acciones, ya no somos una anécdota, y esto es un buen síntoma, pero todavía no nos hemos consolidado lo suficiente y, si nos relajamos, fácilmente puede recular lo que hemos conseguido”. Desde el enfoque lúdico y transgresor por el cual ha apostado este año el festival, más allá de los debates y las sesiones más teóricas y densas, ha podido llegar a más gente y personas de todo tipo, elemento clave para continuar avanzando.

 

 

Más allá de lo políticamente correcto

 

“La irreverencia es extremadamente necesaria para revertir una normatividad cada vez más controladora y rígida que no deja espacio a alternativas de vida y de crecimiento, e inevitablemente va ligada al humor”, argumenta Hugo Alves Cruz. Este artista, programador cultural e investigador, ha sido uno de los asesores del festival además de haber participado con la presentación de su libro “Prácticas artísticas, participación y política”. Sus palabras explican el hilo escogido para articular toda la programación: la irreverencia, la fealdad y el humor para cuestionar la tendencia a las palabras que suenan bien aunque, a menudo, escondan intenciones perversas que cambian las formas, pero mantienen el fondo de las desigualdades y las opresiones. Este tono más descarado y descarnado no es habitual en las artes comunitarias, pero, en este sentido, tal como apunta Elena Xifre, el festival “ha abierto una rendija a otras posibilidades de enfocar nuestra práctica” con esta apuesta.

Las Olimpiadas de las Opresiones fueron una de las actividades con más participación, más buena acogida y que mejor ejemplificó esta mirada: “A veces, parece que los activismos tengamos un carné de puntos con el cual competimos para ser el colectivo más oprimido, pero la interseccionalidad nunca se tiene que vivir como una competición de opresiones, sino que el punto de partida tiene que ser el poder trabajar juntas para construir otras realidades”, reflexiona Elena Xifre.

En esta línea, la crítica y la autocrítica, sarcástica e irónica, se tradujo en una serie de pruebas centradas en opresiones concretas: desde el racismo, hasta el cuerpo, el género, la edad o la salud mental. La organización contó con la implicación de colectivos de cada uno de los ámbitos abordados y la persona ganadora fue la que más puntos acumuló superando pruebas, o sea, más opresiones, y celebró su victoria con la canción de los Miserables cantada a pleno pulmón por parte de todas las participantes.

 

 

 

La cultura que se vive en la calle

 

Otro de los avances en la edición de este año es haber podido extender los vínculos con el territorio. Por un lado, con el barrio de Sant Andreu donde se celebró el festival, puesto que se contó con la complicidad de treinta y cinco comercios y sus calles acogieron algunas actividades. Por otro lado, el Plantem-nos y el FAACCC OFF, como proyectos incluidos en el festival, pero celebrados previamente, han permitido hacerlo llegar más allá: el primero ha realizado intervenciones artísticas en micropueblos de toda Cataluña y el segundo ha agrupado talleres de creación colectiva y comunitaria en diferentes barrios de Barcelona. Sus resultados, se han mostrado en el festival.
 

Esta es una de las dimensiones del que resalta Hugo Alves Cruz y que hace más accesible la cultura: “El arte no tiene que cerrarse en las paredes de un edificio que solo es para unas élites, sino que tiene que poder darse en cualquier lugar y en los espacios cívicos y ciudadanos donde hay todo el mundo”, apunta.

 

 

Un ejemplo a seguir para consolidar las artes comunitarias

 

El FAACCC ha sido un espacio de eclosión que ha permitido conectar, en pocos días, a colectivos, prácticas y personas diversas, y que ha abierto muchos frentes: “Todavía tenemos que digerir todo lo que hemos vivido antes de pensar hacia donde irá la próxima edición del Festival, pero sí que es muy positivo y estimulante ver como han nacido muchas cosas: desde las Olimpiadas, que queremos repetir, hasta debatas profesionales, que queremos consolidar”, explica Elena Xifre.

Hugo Alves Cruz destaca el ejemplo que significa el FAACCC para inspirar a las administraciones públicas: “La utopía sería que las instituciones culturales y sociales estuvieran más abiertas a este tipo de prácticas. Ya lo están, pero hace falta que profundicen en la horizontalidad, la participación y la inclusión de estéticas diversas para no perpetuar jerarquías”.

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