Quién piense que a la Lluentons del Xino le gusta pasar desapercibida, mejor que se lo haga mirar. ¿Queréis pruebas? Solo hay que recordar cómo hizo su entrada en los Lluïsos d'Horta: por la platea, saludando a todo espectador con el que se encontraba a su paso, subida a unos zapatos de talones kilométricos, con un traje (hacía falta que hiciera honor a su nombre) de lentejuelas doradas y coronada por un penacho que la hacía un metro más alta. Y de esta guisa decidió poner orden entre los artistas que la tenían que acompañar en la okupación programada por el Barcelona Districte Cultural, unos artistas que se apresuraban a salir del foso del teatro para adornar la entrada de la vedette con unas cuántas letras: K, B, A, T, R, A, E, E.... Sin  orden ni concierto, aunque la Lluentons consiguió que cerraran filas para que se puediera leer Kabarete. Y así es como la función empezó.

Entre chistes de la Lluentons (parodia de Gila con teléfono prestado por un espectador, incluida) desfilaron por el escenario durante cerca de una hora números de acrobacias y de malabares, de bicicleta y de precisión con látigo en un más difícil todavía del que se salieron con nota las tres compañías participantes: Nom Provisional, A.R.A y Odilio.

Y ya llegados al final y para no desmerecer el inicio, La LLuentons puso fin a esta reivindicación de los tiempos dorados del Paral·lel subida a un trapecio como si fuera Pinito del Oro. Y, por un momento, nos la creímos. Y Barcelona volvió a oler a los años 20 del siglo pasado.