Decir comediante es decir Marcel Tomàs. Así que no lo ha tenido difícil cuando ha decidido hacer un espectáculo que rinde homenaje a su profesión. La de hacer comedia sobre el escenario. Y él la hace con las armas que siempre ha usado: las del payaso, las del mimo, las del improvisador que no se pierde detalle de aquello que pasa en la platea y lo sabe incorporar rápidamente al espectáculo, la de quien sabeguiñar el ojo a su público o metérselo en el bolsillo.

¿Quién es el comediante?
Un pillastre que sale al escenario. Un buscavides que siempre tiene la necesidad de tener contacto con el público. Es un seductor nato.

¿Cuáles son sus armas?
Nosotros siempre usamos como punto de partida la técnica del clown, este personaje torpe que lucha por lograr risa y que siempre encuentra trabas, pero la llevamos a personajes actualizados. Es decir: hacemos una deconstrucción del clown clásico para actualizarlo en nuestros días.
Me gusta que mis espectáculos sean un cóctel de muchas cosas: utilizo la música, el gesto, también introduzco el trabajo con objetos y siempre me gusta acabar con algún número en complicidad con el público y con más improvisación. En este montaje me he inspirado en un número de ventrilòquia y, con la ayuda de dos voluntarios, montamos una escena improvisada y muy divertida.

¿De qué se tiene que estar hecho para ser un buen comediante?
Para hacer comedia sobre el escenario hay que ser muy generoso y salir siempre al escenario con ganas de jugar y pasárselo bien. Cada función es diferente, dependes mucho de la reacción del público, es importante escucharle y reaccionar. Esto hace que mi trabajo sea apasionado.

¿Cómo construisteis el espectáculo? ¿Cómo fue surgiendo la historia y fabricándose los sketchs?
A base de improvisaciones primero que después se tienen que trabajar. puse una parte de mi experiencia, anécdotas que he ido recogiendo a lo largo de veinte años sobre los escenarios. Quería que este fuera un espectáculo abierto y que me permitiera jugar con el público. Todo ello dándole una cierta coherencia y teatralidad.
Siempre he pensado que El Comediant es como un concierto de jazz con una base y unas partituras que llevan el ritmo y te guían, que te dicen cuál es el punto de partida y hacia dónde vas; pero después, como los músicos, tienes que tener la libertad de poder improvisar, entrar, salir...

¿Cómo integras mim, música, clown, poesía sobre el escenario? ¿Cuánto hay de improvisación? ¿Cambia el espectáculo en función del público?
Integrar diferentes disciplinas es parte de mi ADN sobre el escenario. No me imagino haciendo un espectáculo centrado solo en una disciplina. Cuando interpreto uso todos mis recursos, cuerpo, voz, gesto...
Hacer un espectáculo con este aire de cabaré es lo que me permite improvisar sobre el escenario; hay algunos números que están pensados para improvisar con los voluntarios pero otros son más espontáneos. Cuando haces humor tienes que estar muy pendiente de aquello que pasa en platea y cuando surgen situaciones inesperadas me gusta incorporarlas porque esto hace que el espectáculo esté vivo y sea auténtico.
El espectáculo es el mismo pero según cómo lo recibe el públicocambian sus matices. Y esta capacidad de adaptación solo te la dan los años de experiencia. También es cierto que, a veces, estos cambios se noten desde el escenario pero el espectador no encuentra la diferencia.

Cómo definirías tu sentido del humor?
Creo que el sentido del humor siempre es una mirada hacia el mundo. Me gusta analizar situaciones e imaginarmelas con desenlaces inverosímiles, también observar personajes y sacarlos de su hábitat natural. Creo que el humor es un aspecto esencial en esta vida, para mí es una necesidad para afrontar el día a día.

¿Es un espectáculo al servicio del público?
Es un espectáculo que desde el minuto cero busca la complicidad con el espectador. No es una historia cerrada, la reacción y el feedback con el público son fundamentales. A pesar de tener un hilo conductor, en cualquier momento me permito el lujo de romper la cuarta pared e interactuar con el público, así que antes de la función siempre hay un punto de no saber qué pasará. El público es mi motor.