La necesidad de mano de obra en los núcleos industriales llevó a las ciudades gran cantidad de trabajadores, lo que provocó la progresiva falta de espacio vital. Esta masificación fue acompañada de una sanidad insuficiente, la ausencia total de higiene y la contaminación producida por las fábricas. El concepto de "parque público", entendido como espacio creado y financiado por el gobierno de la ciudad para el libre uso de los ciudadanos nace, pues, ante la necesidad de oxigenar la ciudad para hacerla más saludable y crear espacios de recreo y ocio.
En Barcelona, la creación de espacios verdes públicos se inicia a partir del crecimiento de la ciudad con el derribo de las murallas, en 1854. A pesar de ello, el primer espacio verde público de Barcelona está fechado en el año 1816: el Jardín del General, creado por Francisco de Castaños, capitán general del Principado.
Este jardín estaba situado entre la actual avenida Marquès de l'Argentera y la Ciudadela, justo delante de donde hoy se encuentra la estación de Francia. Tenía una extensión de 0,4 hectáreas, que fueron ampliadas a 0,5 en 1840 con motivo de la visita que realizó a la ciudad la reina Isabel II. Desgraciadamente, este espacio desapareció en 1862, poco antes de que se consiguiesen para Barcelona los terrenos ocupados por la ciudadela militar para construir allí un gran parque público.
En el año 1872, el consistorio barcelonés aprobó el proyecto presentado por el alarife Josep Fontserè i Mestre para construir el Parque de la Ciutadella. El autor presentó su proyecto bajo el lema "Los jardines son a la ciudad lo que los pulmones al cuerpo humano", haciendo referencia a la falta de espacios verdes que sufría la Barcelona de la época. Fontserè diseñó un parque de 30 hectáreas que fue aprovechado, en 1888, como sede de la Exposición Universal.
Desde la construcción del Parque de la Ciutadella, y a partir de principios del siglo XX, las zonas verdes públicas de Barcelona no dejaron de crecer en extensión y número.
La Exposición de 1929
Fue otra exposición, la Internacional de 1929, el acontecimiento que comportó el ajardinamiento de una zona de Barcelona muy apreciada por los ciudadanos: la montaña de Montjuïc, donde la abundancia de vegetación y de fuentes naturales había propiciado la aparición de gran número de huertos populares y el uso de la montaña como lugar de recreo y paseo.
Los organizadores de la Exposición encargaron al ingeniero paisajista francés Jean-Claude-Nicolas Forestier, conservador de los parques de París, el ajardinamiento de una parte de la montaña, ordenada por los arquitectos Josep Amargós y Josep Puig i Cadafalch. Para la realización de este encargo, el ingeniero francés fue ayudado por Nicolau Maria Rubió i Tudurí, un tándem que dejó una importante huella en los espacios verdes de Barcelona. Así, a la creación de los Jardines de Montjuïc: Jardines de Laribal, Font del Gat (actualmente integrado en los Jardines de Laribal), Jardines Amargós -hoy Jardines del Teatre Grec- y de otros, tiene que añadirse la de la Plaza de Armas (1915) del Parque de la Ciutadella y la parte histórica del Parque del Guinardó (1918). En 1923 se inaugura el Parque Güell, diseñado por Antoni Gaudí.
Rubió y Tudurí
Figura eminente del paisajismo en este periodo, Nicolau M. Rubió y Tudurí ha sido un personaje clave en la jardinería de Barcelona, tanto por su obra, con espacios verdes tan importantes como Parque de la Font del Racó (1922-28), el Parque del Palau de Pedralbes (1925-27), la plaza de Francesc Macià (1926) o el Turó Parc (1934), como por la formulación de una red de espacios verdes en la ciudad. Desde su creación en el año 1917, y hasta su exilio a Francia en 1937, Rubió y Tudurí estuvo al frente de la Dirección de Parques Públicos de Barcelona, desde donde realizó un gran esfuerzo para conseguir el máximo de terrenos libres para destinarlos a parques municipales y reservas de paisaje.
Para dar coherencia a la política de adquisición municipal de terrenos, Rubió creó una estructura racional de distribución del espacio libre que sintetizó en el texto "El problema de los espacios libres", presentado en 1926 en el XI Congreso Nacional de Arquitectos. En este texto, Rubió y Tudurí recoge la idea general que ya se había planteado en el Plan de enlaces de Léon Jaussely en 1905, sobre la necesidad de crear un sistema completo de áreas verdes divididas en diferentes niveles según su uso y características (bosques, parques y jardines para niños...). El resultado era un semicírculo cerrado por la reserva de paisaje de Collserola, al que seguían concéntricamente los anillos de parques exteriores, suburbanos y urbanos y, finalmente, en el corazón de la ciudad, los jardines de barrio.
De 1940 a 1970
La Guerra Civil supuso un periodo de transición en la creación de nuevas zonas verdes en Barcelona. Finalizada ésta y hasta la llegada de los ayuntamientos democráticos, el desarrollo de las áreas públicas de la ciudad fue dirigido, sobre todo, a arreglar las zonas verdes ya existentes, que fueron dotadas con las infraestructuras y equipamientos necesarios para su uso como parque. Pertenece a la primera década de este periodo el Parque del Turó de Monterols (1947). También se crearon nuevos jardines en Montjuïc, en la zona inmediatamente superior a la ordenada por Forestier para la Exposición de 1929.
A finales de los años sesenta y principios de los setenta, el interés coleccionista relacionado con las especies vegetales facilitó la creación en el fondo de dos canteras agotadas situadas en la montaña de Montjuïc de los Jardines de Mossèn Costa i Llobera (inaugurado en 1970 y dedicado a las plantas cactáceas, suculentas y exóticas) y Mossèn Cinto Verdaguer (también inaugurado en 1970 y dedicado a las plantas bulbosas y rizomáticas). Son, asimismo, de esta época el Parque de Cervantes (1965) y los Jardines de Joan Maragall (1970).
Durante estas dos décadas, el Ayuntamiento de Barcelona continuó la política de compra de fincas particulares puesta en marcha por la Dirección de Parques Públicos de Barcelona a principios de siglo, con el objetivo de incrementar las áreas verdes. Ello permitió incorporar al patrimonio verde de la ciudad los Jardines de la Quinta Amèlia (1970), el Parque del Castell de l'Oreneta (1978), el Parque de les Aigües (1978) y el Parque del Laberint d'Horta, en unos terrenos adquiridos en 1967 y abierto al público en la primavera de 1971.
De 1980 a 1990
Con la llegada de la democracia se puso en marcha una política de creación de zonas verdes. Muchos espacios ocupados por equipamientos obsoletos fueron convertidos en parques, como es el caso del Parque Joan Miró, construido en 1983 sobre los terrenos del antiguo matadero central de Barcelona.
Otros espacios verdes fueron posibles gracias a la recuperación de fincas privadas, como los Jardines de la Vil·la Cecília (1986) y los Jardines de Ca n'Altimira (1991); a la recuperación para la ciudad de los espacios pertenecientes a antiguas factorías, como el Parque de L'Espanya Industrial (1985), el Parque de la Pegaso (1986) y el Parque del Clot (1986), y a la transformación en parques de los terrenos ocupados por antiguas instalaciones ferroviarias, como el Parque de Sant Martí (1985) y el Parque de la Estació del Nord (1988). La mayoría de estos espacios también fueron posibles gracias a la reivindicación vecinal.
Barcelona 92
La renovación urbanística que se produjo en Barcelona a raíz de los Juegos Olímpicos de 1992 permitió, al igual que lo habían hecho las Exposiciones Universales de 1888 y 1929, reordenar aquellas partes de la ciudad que presentaban más carencias, tanto de urbanismo como de espacios verdes.
Éste es el caso del Anillo Olímpico y de las Villas Olímpicas de Poblenou y de la Vall d'Hebron. En ellas se fueron creando grandes espacios verdes, como el Parque del Migdia, el Parque del Poblenou, el Parque de Carles I y el Parque de la Vall d'Hebron, inaugurados en 1992 y que ofrecen la posibilidad de practicar deportes y entrar en contacto con la naturaleza sin salir de Barcelona.
El Parque Deportivo de Can Dragó (1993), el Parque Central de Nou Barris (1999) y el Parque de Diagonal Mar (2002) son tres ejemplos más de la creación de nuevos espacios verdes públicos iniciada a principios de la década de 1990.
Como resultado de la creación y la mejora de espacios públicos fruto de esta gran renovación urbanística, también cabe destacar la recuperación del frente marítimo de la ciudad. A pesar de no ser un área verde, se ha convertido en una de las principales zonas de ocio de Barcelona. Y es que lo que al principio del siglo XX se consideraba un límite infranqueable se ha convertido, con el tiempo, en una puerta abierta al Mediterráneo.
El Fórum 2004
El Fórum 2004 representó la consolidación definitiva de la apertura al mar de Barcelona, iniciada en 1992. La reordenación del Frente Litoral del Besòs, situado al sur de la desembocadura del río, se realizó en una superficie de 214 hectáreas, cinco veces mayor que la Villa Olímpica.
Bajo el punto de vista del verde, se recuperó una idea de unidad y de continuidad entre las superficies urbanas y los parques. El resultado ha sido un collage que se integra con el resto de la ciudad.
La reordenación urbanística del espacio donde se situó el Fórum de las Culturas 2004 comportó la construcción de tres nuevos grandes espacios verdes: el Parque Lineal García Faria, el Parque dels Auditoris y el Parque Litoral Nord-est, situado en el límite entre Barcelona y el término municipal vecino de Sant Adrià de Besòs.