Vivir en proximidad, la ciudad de los 15 minutos

Il·lustració © Enrique Flores

El 2020 ha sido un año crucial en el que se han entrelazado dos crisis que nos desafían: la climática y la sanitaria, con la pandemia de COVID-19. La encrucijada de estas dos grandes crisis ha abierto un debate mundial en torno a la llamada “ciudad de las proximidades”. Con la idea de la ciudad de los 15 minutos, se promueve una reconfiguración urbana para conseguir que la gestión de los recursos naturales y la hiperproximidad sean la clave para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

 

2020: un año de crisis ambiental

Mientras la comunidad internacional celebra este año el quinto aniversario del Acuerdo de París y la adopción del Programa 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, la situación del medio ambiente sigue siendo preocupante. El objetivo del Acuerdo de París era limitar el calentamiento mundial a 2 °C para 2100 y establecer un objetivo de neutralidad de carbono para 2050. Cinco años después, la trayectoria establecida y los resultados esperados no están ahí. Una observación similar se constata en la aplicación de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Los resultados son insuficientes, preocupantes, y el mundo está en peligro con el cambio climático, la desigualdad y la extinción de la biodiversidad.

Por iniciativa de la alcaldesa Anne Hidalgo, mil alcaldes se reunieron en París por el clima en 2015, para hacer oír sus voces. Alrededor de un centenar de las ciudades más grandes del mundo convocadas y la red de Ciudades C40 se dieron cita para desarrollar iniciativas ambiciosas y asegurar que cada ciudad tuviera un plan climático orientado hacia los objetivos del Acuerdo de París. El papel de las ciudades es, en efecto, importante en este cambio de paradigma, ya que el 70% de las emisiones proviene de las zonas urbanas, más del 50% de la población mundial vive en ellas y en 2050 lo hará el 65%.

2020: un año de crisis sanitaria

El año 2020 también es histórico debido a la crisis sanitaria y planetaria de la COVID-19. La crisis del coronavirus ha afectado a todo el mundo y a la vida urbana, desde el cese completo de las actividades y de los intercambios económicos hasta su reconfiguración gradual dentro de un marco sanitario estricto. Esta cuestión ha tenido un impacto especial en el funcionamiento urbano. En primer lugar, su contención obliga a reducir al mínimo las actividades de las ciudades. En muchas partes del mundo, el límite máximo de desplazamiento de un kilómetro alrededor del hogar ha obligado a los habitantes a encontrar soluciones locales para satisfacer sus necesidades diarias. En una segunda fase, las ciudades tuvieron que adaptarse para permitir el distanciamiento físico, el mantenimiento de medidas de protección, y así minimizar la propagación del virus. La crisis sanitaria es un elemento de perturbación mundial que ha dado lugar a cuestiones más amplias sobre las opciones sociales y las organizaciones urbanas, colectivas y económicas deseables para un futuro más sostenible y habitable.

2020: una convergencia alrededor de la ciudad de las proximidades

En la encrucijada de estas dos grandes crisis, se ha abierto un debate mundial en torno a la ciudad de los 15 minutos y el territorio de los 30 minutos. Estas propuestas promueven una reconfiguración urbana que hace de la hiperproximidad la clave para mejorar la calidad de vida. Nuestra propuesta entró en resonancia con las necesidades derivadas de la doble crisis ambiental y sanitaria: una organización urbana que limita el impacto ambiental de la vida en la ciudad reduciendo significativamente los viajes intensivos en carbono, permite a los residentes satisfacer sus necesidades esenciales cerca de su casa y, a través de la calidad de vida, fomenta su bienestar y su apego a su área de residencia.

La crisis de la COVID-19 aceleró la popularidad de la ciudad de los 15 minutos. Con los cierres de ciudades, los viajes se redujeron a casi cero y hubo que hacer las compras esenciales cerca de casa. Además, para evitar la propagación del virus por la congestión del transporte público, se pusieron rápidamente en marcha soluciones de movilidad alternativas. Las ciudades de todo el mundo han demostrado su agilidad desplegando cientos de kilómetros de carriles para bicicletas, ampliando las terrazas de los restaurantes en espacios reservados para estacionamientos y emprendiendo iniciativas ecológicas en los barrios... La planificación urbana táctica ha sido una herramienta real para la modificación rápida y de bajo costo de los espacios urbanos. La COVID-19 ha confirmado y acelerado decididamente la implantación de la ciudad de los 15 minutos en muchas ciudades gracias al redescubrimiento de la proximidad, el uso de la movilidad activa y el fortalecimiento de los lazos sociales. En mi libro La vida urbana y la proximidad en el tiempo de COVID-19 presento de manera más detallada estos conceptos para comprender el impacto de la crisis sanitaria en la vida urbana.

En este sentido, los alcaldes del C40 han integrado la ciudad de los 15 minutos en la agenda común adoptada para la salida de la crisis y la recuperación ecológica. Las medidas propuestas tienen por objeto una ciudad más habitable, inclusiva, equitativa y resiliente. Los alcaldes se movilizan para aplicar políticas de desarrollo urbano que promuevan la proximidad, la movilidad activa y el despliegue de instalaciones de servicio público cercanas a los habitantes. Estas iniciativas implican un cambio de paradigma en la manera de gestionar la ciudad.

Las nociones clave de la ciudad de los 15 minutos

La idea de ciudad de los 15 minutos ha abierto un debate mundial. Su rápida difusión internacional es la prueba del entusiasmo compartido por una reflexión nueva sobre el urbanismo pensado desde los usos y el papel del tiempo en nuestras vidas, en nuestro entorno vital.

Aunque nuestros medios de transporte están alcanzando velocidades récord, todavía tenemos la desagradable impresión de “correr tras el tiempo”. La urbanización se caracteriza por una aceleración del ritmo de vida y el corolario es una sensación de estar abrumado por una rutina estresante. Así, el urbanismo y la temporalidad están estrechamente vinculados: para resolver el malestar generalizado, la ciudad debe adaptarse a los diferentes ritmos y necesidades de sus habitantes y usuarios. Se trata de un reto importante porque, cuando se comparte, la ciudad es de hecho polirrítmica (los individuos tienen diferentes ritmos sociales y personales) y policrónica (el uso de sus lugares varía según los horarios). Para hacer frente a este desafío, hemos desarrollado este concepto: “la ciudad de los 15 minutos".

En un momento de emergencia ambiental, la ciudad sostenible es indispensable. Sólo puede ser sostenible si logra ser justa, viable y habitable al mismo tiempo. Esto significa encontrar un modelo urbano que exista y que cree valor a través de la convergencia e intersección de tres componentes: el medioambiental, el social y el económico. El enfoque de una ciudad sostenible mediante el policentrismo ofrece una nueva respuesta al desarrollo urbano sostenible.

La ciudad de los 15 minutos (calificada así por el tiempo máximo de viaje que permite a un residente acceder desde su casa a los servicios y actividades necesarias para su bienestar y vida diaria) pone la temporalidad en el centro de una nueva visión de la planificación urbana, cuestiona el uso del tiempo y del espacio por parte de los individuos en paralelo con la organización espacial y temporal de la ciudad. Con el fin de devolver a sus habitantes la posesión de su tiempo y reavivar la llama de su territorio, la ciudad de los 15 minutos se propone cambiar nuestro modo de vida para encontrar en la hiperproximidad una respuesta a las necesidades esenciales: vivienda, trabajo, suministros, atención sanitaria y acceso a la cultura y al deporte.

Esta propuesta de transformación urbana rompe con un urbanismo funcionalista y con el “paradigma del automóvil” que rige la organización de nuestros territorios. De hecho, nuestras ciudades han sido moldeadas por una planificación urbana dirigida por la infraestructura; la segregación espacial ha causado una separación y oposición entre el tiempo y el espacio urbano. La degradación de la calidad de la vida y el estrés son sus consecuencias. La ingeniería de la movilidad ha tratado de salvar esta brecha con medios de transporte rápidos, pero que a diario consumen mucho tiempo y energía. Mientras para Le Corbusier “la ciudad que tiene velocidad tiene éxito”, la receta para el bienestar urbano en la ciudad de los 15 minutos es reducir la velocidad y la distancia de viaje. Los peatones y los ciclistas son, de hecho, los actores de este modelo urbano, y sus viajes activos y sin carbono están en línea con los desafíos ecológicos contemporáneos.

Sin embargo, ralentizar la ciudad no significa ralentizar la vida. Al contrario, la intensidad social y la dinámica económica local deben ser vigorizadas por este modo de organización urbana. Al redescubrir el tiempo en su entorno inmediato, los habitantes tendrán la oportunidad de aprovechar mejor los lugares con proyectos locales. La ciudad de las proximidades busca combinar la responsabilidad social y ambiental y el bienestar, en la vida cotidiana, mediante el despliegue de una movilidad baja en carbono, compartida con los servicios locales, apoyándose además en las posibilidades que ofrece la tecnología digital.

Este nuevo modelo urbano propone un círculo virtuoso en el que el tiempo, el espacio, la calidad de vida y la sociabilidad están estrechamente vinculados. Es el punto de convergencia de tres nociones: crono-urbanismo, cronotopía y topofilia.

Crono-urbanismo: vinculando los ritmos diarios y los espacios

La noción de crono-urbanismo surge como reacción al fenómeno de la desincronización y de la volatilidad de las prácticas sociales y los estilos de vida. En la medida en que la planificación urbana se basa en el principio de la anticipación del comportamiento social a largo plazo, esta planificación fracasa en las ciudades en las que “la agitación, la movilidad, la urgencia y la velocidad se establecen como nuevos valores”.[1] El crono-urbanismo propone integrar la dimensión temporal en la planificación urbana para combinar lugares, movimientos y tiempo, es decir, el entorno construido, los flujos y los horarios. Según François Asher, esta planificación urbana integra la variable tiempo de la misma manera que la variable espacio en el diseño y los proyectos: responde a una necesidad de regulaciones temporales territorializadas e imagina una calificación temporal de los diversos territorios.[2]


[1] GWIAZDZINSKI, Luc, “Quel temps est-il ?, Eloge du chrono-urbanisme”, 2013.

[2] ASHER, François, “Du vivre en juste à temps au chrono-urbanisme”, Annales de la recherche urbaine, n.° 77, 1997, pp. 112-12. Entrevista en Millénaire 3 a François Asher.

La ciudad de los 15 minutos se encuentra en el extremo opuesto del espectro de la planificación urbana moderna, cuyo desarrollo de infraestructuras ha sido un factor de segregación espacial debido a muchas especializaciones funcionales. La exacerbada separación del espacio y el tiempo ha terminado por oponerlos y hemos perdido algo precioso para la vida urbana, la esencia de la vida misma: el valor del tiempo. La ciudad de los 15 minutos tiene como objetivo poner su tiempo de vida, su tiempo de vida útil, en el corazón de la vida urbana para preservar la calidad de vida. Propone vivir de forma diferente, cambiando nuestra relación con el tiempo y, sobre todo, con el tiempo de la movilidad.

La ciudad del cuarto de hora, y su planificación urbana por usos, crea una nueva atmósfera urbana: pasar de la movilidad obligada, en una ciudad fragmentada, a una movilidad escogida, en una ciudad deseada, policéntrica y multiservicial.

Il·lustració © Enrique Flores © Enrique Flores

Cronotopía: el uso diferenciado de un lugar según la temporalidad

¿Cómo se puede enfrentar el desafío del crono-urbanismo —la adaptación de una ciudad a la diversidad de ritmos individuales— cuando los espacios son restringidos y limitados? La noción de cronotopía proporciona una respuesta y enriquece el potencial del crono-urbanismo. Este término designa la evolución del uso de un lugar según el factor tiempo: el espacio cronotópico puede acoger diferentes usos según las temporalidades. Las plazas son un ejemplo tradicional que ilustra este término, porque pueden ser plaza de mercado, espacio de fiesta, aparcamiento, lugar de evento...

A partir de la observación de un espacio urbano limitado y de una alta densidad urbana, la cronotopía tiene como objetivo encontrar nuevos usos posibles de los espacios, cuestionando los usos preexistentes. Se trata de reflexionar sobre las secuencias rítmicas de un lugar para revelar sus múltiples funciones posibles. La diversificación de los usos en un mismo lugar comporta beneficios para las personas, que disponen de nuevos lugares donde encontrarse, nuevos espacios de vida para llevar a cabo actividades o resolver problemas; y para los propietarios, ya que les permite optimizar el uso de un equipo o espacio existente.

Un mismo lugar puede tener así un uso diferente según la hora del día (aparcamientos, aulas), según el día de la semana (mercado, patio de colegio), según la época del año (universidad, sala de conferencias, museo, discoteca). El urbanismo táctico también invita a pensar en la cronotopía en un espacio-tiempo mayor, modificando el uso de un lugar vacío en el espacio-tiempo disponible antes del inicio de las obras de un proyecto urbano perenne.

Topofilia: apego al lugar

Diversidad de épocas, diversidad de usos, ¿para quién?, ¿para qué? El habitante, el usuario, es el principal sujeto de la planificación urbana. La puesta en práctica de la planificación crono-urbana y el desarrollo de la cronotopía tiene el objetivo principal de servir a los habitantes, haciendo que la experiencia de su entorno sea agradable o incluso óptima. Tal organización espaciotemporal implica tener en cuenta las necesidades de estos habitantes/usuarios e integrarlos en el proyecto. Eso está en consonancia con la dinámica de consulta/participación y de control del uso iniciada en los proyectos urbanos en los últimos veinte años.

La intensidad social que resultaría de reunir diversas actividades en espacios con vocaciones múltiples subraya la ambición de crear momentos de contacto colectivo e individual, lugares de encuentro e intercambio. Todos estos elementos convergen en el mismo objetivo: proporcionar emociones positivas para el usuario/habitante.

Así llegamos a la tercera noción, la topofilia, que literalmente significa “amar el lugar”. En el centro de este concepto está la relación del hombre con la ciudad y su entorno, y el desarrollo de un vínculo afectivo (y por lo tanto subjetivo). Permitir el desarrollo de una relación afectiva con un lugar es una ambición fuerte cuyo éxito depende de múltiples factores.

Como ciudad sostenible, la ciudad de los 15 minutos también piensa en su relación —y la de sus habitantes— con la naturaleza, el agua y la biodiversidad. Todas las investigaciones muestran que una ciudad densa capaz de integrar una visión verde en su desarrollo es una ciudad en la que los habitantes no necesitan hacer tantos viajes de “escapada” al exterior, y ello contribuye a una alta calidad de vida social y a desarrollar vínculos con el vecindario. La gestión de los recursos naturales está en el centro de la vida urbana y es una preocupación de la ciudad de las proximidades. Además de los elementos mencionados, podemos añadir otros elementos importantes para desarrollar el apego al lugar: la apropiación y la participación de los usuarios en el proyecto y su realización; la puesta en escena; la belleza del lugar (arte, arquitectura, entorno…); el acceso a una zona natural cercana; y el dinamismo de las iniciativas locales y la creación de redes de actores que dan vida al lugar.

Ciudades del cuarto de hora: pluralidad y diversidad de espacios y territorios

La exploración alrededor de la ciudad del cuarto de hora y sus conceptos nos lleva a afirmar una metodología.

En primer lugar, su aplicación pone los usos y la temporalidad en el centro del proyecto y significa abrir la puerta a un cambio profundo de las prácticas y a una flexibilidad del proyecto urbano. Como los estilos de vida cambian muy rápidamente, tenerlos en cuenta implica flexibilidad y adaptabilidad. Se trata de permitir la experiencia, de hacer posible la prueba y la aventura para revelar el potencial de los espacios cercanos.

En segundo lugar, detrás del modelo de ciudad del cuarto de hora y su idea global surge la necesidad de adaptarlo a diferentes territorios y escalas con diferentes historias y necesidades. La clave del tiempo no es la misma en París, en Barcelona, en Bogotá, en Montreal o en Pekín. De manera similar, los deseos y necesidades de los habitantes difieren. Esto quiere decir dar una importancia capital al diagnóstico inicial y al diálogo local y de construir una propuesta adaptada para cada lugar. ¡La ciudad de los 15 minutos no es una varita mágica! Es, ante todo, un viaje para transformar nuestra manera de aprehender el entorno urbano y la manera de construir un urbanismo por usos y no por infraestructuras.

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