Transformar la economía para que la sociedad cambie: este es el objetivo que persiguen centenares de experiencias de economía social que nacen y crecen en Cataluña. Descubrimos tres ejemplos mediante Dídac Costa y la moneda alternativa ecoseny; Xavi Teis, de Coop57, y Aina Barceló, de Som Energia.
Entre la utopía y el cambio de paradigma económico hay un espacio de transformación del tejido económico que va ganando terreno porque mucha gente se siente expulsada o cansada del sistema, y decide cambiarlo desde la base. Son los protagonistas que impulsan, poco a poco, este cambio. En ámbitos diferentes y con experiencias personales y profesionales muy divergentes, son tres ejemplos de esta actitud Dídac Costa, Xavi Teis y Aina Barceló.
Dídac Costa era estudiante de Sociología en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) en 1997, cuando oyó hablar por primera vez de experiencias con monedas sociales en América Latina y en el Reino Unido. Unas monedas que replanteaban la función del dinero y que se encontraban en el corazón de redes locales de intercambio que aspiraban a poner el dinero al servicio de las personas y no al revés. Poco después empezó a viajar para conocerlas de cerca: fue con una beca Erasmus a Londres y después recorrió América Latina, empezando por Chile, para aprender el funcionamiento de las redes de intercambio en comunidades que utilizaban una moneda física alternativa. Aquello le fascinó, estudió los diversos modelos existentes y les dio difusión. “Publiqué una edición simple de mi libro Com crear xarxes d’intercanvi a la teva comunitat [Cómo crear redes de intercambio en tu comunidad], en 2001, en Argentina, con los últimos ahorros que tenía –explica–. Con el país en bancarrota, realicé una impresión barata en Buenos Aires y fui por América Latina con un carretón vendiendo el libro”. Después, en 2002, participó activamente en una red de intercambio en São Paulo, en Brasil.
Con toda esta experiencia en la mochila volvió en 2004 a Cataluña. Introdujo un modelo de moneda local en la red de intercambio Xaingra y ayudó a poner en marcha una en el barrio. En 2009 se fue a vivir al Montseny, donde conoció a un grupo de gente que quería crear una ecovilla. Se sumó al proyecto y acabaron organizando una red que funcionaba con ecosenys como moneda propia. “Al cabo de tres meses ya teníamos una feria, con doscientas personas, y pasados ocho ya éramos unas seiscientas. De allí surgió la Ecoxarxa Montseny, que después tuvo réplicas en otros lugares”, recuerda.
“Es una revolución silenciosa, pacífica y creativa que transforma el átomo de la sociedad, que es la moneda –considera–. La moneda social es uno de los caminos hacia la revolución. Como dicen los amigos hackers, usando las herramientas del amo nunca te librarás de él”. Y por ello pretende cambiar la herramienta. “Es una tecnología social que no tiene límites; los únicos límites los ponen la capacidad imaginativa de las personas y las prisiones mentales”.
El optimismo es un deber
En los proyectos de transformación social es tan importante el objetivo como el camino. Así lo piensa Xavi Teis, de treinta y dos años, economista y responsable de comunicación de Coop57, una de las primeras cooperativas de servicios financieros del país, que en junio de 2015 cumplió veinte años y se menciona, a menudo, como paradigma de banca ética. Pero Teis nos recuerda que en ningún caso se trata de un banco. “Intentamos hablar de finanzas éticas”, comenta, tomando un café matinal en el barrio de Sants, donde Coop57 tiene su sede. Tiene el don de la palabra didáctica, de hacer entender el ámbito y el propósito de su activismo. “Se trata de aplicar criterios sociales, medioambientales, éticos, a la hora de decidir dónde invertimos los ahorros de unos para cubrir las necesidades de financiación de otros”.
Este es el funcionamiento de Coop57, nacida de la lucha de una parte de los antiguos trabajadores de la editorial Bruguera, cuando fueron despedidos a finales de los años ochenta. Con la bolsa de dinero de las indemnizaciones crearon una caja de resistencia para ayudar a impulsar proyectos de cooperativismo autogestionados. Después se abrieron al conjunto de la economía social y solidaria, y han tenido un crecimiento muy importante desde la última crisis económica. “En momentos de liquidez y financiación escasas tenemos que abrir el grifo del préstamo tanto como podamos para dar soluciones financieras a entidades que ejercen una labor social importantísima –explica–. Si quieres que cambie la economía, debes aspirar a incidir en todos los ámbitos”. Dan apoyo a cooperativas del sector de la metalurgia y de muchas otras áreas, asociaciones medioambientales comarcales, entidades culturales y educativas… Teis estudió Economía en la UAB. “Cuando acabé la carrera nadie me había hablado de la economía social y solidaria ni de las finanzas éticas”, se lamenta. Entonces descubrió la banca ética. Se interesó y se hizo voluntario de Finançament Ètic i Solidari, donde trabajó durante tres años desarrollando campañas de sensibilización, hasta 2013, cuando se fue a Coop57. “Me lo paso muy bien. Es un proyecto muy estimulante, pues intentamos ser una herramienta práctica para la construcción de cosas que, a nuestro entender, impulsan a la sociedad hacia realidades mejores”. Teis habla siempre con una media sonrisa. Reivindica la sonrisa y el optimismo. “El optimismo es un deber en este tiempo. Porque la transformación social pasa también por ser felices”.
Presumiendo de energía
El activismo de Aina Barceló es diferente del que hemos encontrado en Dídac Costa y en Xavi Teis. Si ellos han acabado trabajando en ámbitos más o menos relacionados con su campo de estudio, ella se ha implicado en un proyecto desvinculado de su profesión. Barceló, ingeniera biomédica, es una de las socias activistas del grupo de Barcelona de Som Energia.
Esta cooperativa de producción de servicios de energía ha tenido un crecimiento espectacular durante sus cinco años de vida, desde sus comienzos en noviembre de 2009 como iniciativa de un grupo de exalumnos y profesores de la Universitat de Girona y otros colaboradores, que se fijaron en experiencias similares en Flandes, Francia y Alemania. Som Energia ha ido creciendo con una estructura en red por toda España, pero sobre todo en Cataluña. Hoy ya cuenta prácticamente con 23.000 socios y 25.000 contratos de servicio de electricidad.
Aina Barceló habla con nosotros como portavoz de Som Energia, pero cualquiera de los activistas que forman parte de la cooperativa podría serlo. Porque Som Energia juega en una liga distinta a la de las grandes eléctricas: la de las energías renovables, del compromiso ético en los proyectos y de la organización democrática de la compañía, en que la difusión se lleva a cabo mediante el boca a boca y las campañas informativas de ámbito local.
Este es el cometido de Aina: implicarse a fondo en la difusión sobre qué es y cómo funciona Som Energia, que ofrece unos precios competitivos en el mercado con un sistema de funcionamiento, de trato al cliente y de obtención de la energía diametralmente opuesto al de las grandes eléctricas. Es una de las experiencias de economía social de mayor alcance en Cataluña: no propone nada utópico, sino una realidad tangible, verdaderamente alternativa. Tal es el motivo, expresa Barceló, de que las grandes eléctricas se inquieten. “Ahora ya les empezamos a dar miedo”.