El futuro (incierto) de los quioscos

Los vendedores de prensa escrita viven años difíciles. En una década han cerrado el 35 % de los quioscos de Barcelona. La crisis y, sobre todo, los nuevos hábitos a la hora de informarse llevan a muchos a bajar la persiana. El sector y la Administración, conscientes del problema, abordan una reconversión necesaria.

Foto: Pere Virgili

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La revolución digital ha comportado grandes ventajas, pero también está dejando muchas víctimas. Una de ellas son los quioscos de prensa, que ven cómo año tras año disminuye su negocio. Y todo fruto de una paradoja: nunca se había leído tanto –solo hay que ver la cantidad de gente enganchada a las noticias del móvil–, pero, en cambio, nunca se había vendido tan poca prensa escrita. Prueba de ello son los últimos datos del Ayuntamiento de Barcelona, según los cuales de los 338 quioscos que hay en la ciudad, 285 funcionan y 53 están cerrados, algunos desde hace años. En 1996 había 440.

“No vemos buenas perspectivas”, admite Cristina Anés, presidenta de la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia (APVPBP), entidad con doscientos asociados entre quioscos y tiendas dedicadas a la venta de diarios y revistas. Y es que la crisis de la prensa –las redacciones acumulan expedientes de regulación– es, también, la de los vendedores de prensa. Los diarios en papel acumulan una década de caída de ventas. En el año 2017 ya ningún rotativo español superó los cien mil ejemplares diarios, mientras que pocos años antes hasta cinco cabeceras superaban esta cifra simbólica. “Antes un domingo vendía entre ochocientos y mil ejemplares de La Vanguardia. Ahora se venden veinticinco”, asegura Juan Jiménez, presidente de la Asociación de Vendedores de Prensa de la Rambla.

Foto: Pere Vigili

Máximo Frutos, vicepresidente de la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia, en su quiosco de escalera.
Foto: Pere Vigili

El punto de inflexión, según Máximo Frutos, vicepresidente de la APVPBP, fue el inicio de la crisis económica. “Nuestros clientes habituales son personas mayores, de cincuenta y cinco años para arriba, y a partir de 2008 bajaron las ventas. En esta década en Barcelona han cerrado un 35 % de los quioscos, aproximadamente. Los primeros cinco años fueron un goteo, pero los cinco últimos han sido los peores. Y en el área metropolitana es más sangrante; ahí han cerrado el 50 %”, asegura.

“Todo el mundo está igual –afirma Jiménez–. ¿Los ánimos? Pesimismo en todas partes. Hablas con gente en el extranjero y es lo mismo”, dice Frutos. “Se trata de un problema mundial. Ha cambiado el modo de informarse. Con las redes sociales y el uso de WhatsApp ahora la gente vive las noticas en directo”, explica Cristina Anés. Así, un problema coyuntural (la pérdida de poder adquisitivo) se ha encabalgado con otro estructural (los nuevos hábitos de consumo), lo que ha creado un cóctel explosivo.

“Las personas mayores ya no compran tanto por la crisis y los jóvenes no compran porque leen en digital”, resume Frutos. A todo ello hay que sumar otro factor: “Un 10-15 % de los quiosqueros que cierran es porque se jubilan y no hay relevo generacional”, asegura Frutos. “Es un trabajo muy sacrificado. Trabajas de lunes a domingo”, recuerda Jiménez, que empezó en el sector con diecisiete años y, con la única excepción del período de su servicio militar, siempre estuvo en el quiosco situado frente al Liceu hasta que se jubiló.

“En cuarenta años no cerré nunca, ni por Navidad. Y entre 1971 y 1981 no hice ni un día de fiesta. Empezaba a las seis de la mañana y acababa a las once de la noche. A mis hijos los veía más en el quiosco que en casa”, recuerda. Ahora los hijos de Jiménez regentan dos quioscos, también en La Rambla, pero no siempre es así. Muchos hijos de vendedores de prensa no quieren estas condiciones laborales. “Este siempre ha sido un gran problema”, admite Frutos. Además, los jóvenes que entran en la profesión tienen que afrontar unas condiciones con las editoras y distribuidoras –uno de los caballos de batalla del sector– más restrictivas que las de los quiosqueros veteranos.

Una pérdida para el barrio

Pero el cierre de los quioscos va más allá de la imagen de la persiana bajada. “Cuando cierra un quiosco, el barrio pierde calidad de vida. Es un punto de encuentro, un punto de venta abierto cada día, un punto de información”, explica Frutos. Porque los quiosqueros conocen a los vecinos y estos cuentan con su complicidad ante cualquier problema. “Somos la gente del barrio”, resume.

Reconversión obligada

Para no perder todo lo que implica un quiosco, sin embargo, hace falta una reconversión. “El quiosquero se tiene que poner al día, porque solo vendiendo periódicos y revistas ya no se puede vivir”, admite Jiménez. Un diagnóstico que en el sector todo el mundo comparte. El problema es que la reconversión, obligatoria, aún no tiene un plan muy definido, más allá de ir probando nuevas ofertas para que la ciudadanía vuelva a acercarse a los quioscos.

Foto: Pere Vigili

Juan Jiménez, presidente de la Asociación de Vendedores de Prensa de la Rambla y quiosquero él mismo en el establecimiento situado ante el Liceu hasta que se jubiló.
Foto: Pere Vigili

Por eso, desde junio de 2017 existe la Comisión Nacional de Vendedores de Prensa, que aglutina quiosqueros y vendedores de tienda tradicionales (no incluye, por ejemplo, gasolineras o supermercados que venden prensa) de España, con el objetivo de unir fuerzas en este proceso de cambio. “Empezamos a estar coordinados con otras ciudades”, afirma Cristina Anés.

“Hay muchas asociaciones en toda España, pero las de Barcelona, Madrid y Valencia son las más fuertes y marcan el camino. El resto miran lo que hacemos nosotros”, asegura Frutos. Y la reconversión exige adaptarse al entorno –no es lo mismo un quiosco en un lugar turístico, junto a una escuela o a una boca de metro– y ofrecer nuevos productos –como los accesorios de móvil, que se venden bien– y nuevos servicios. Un cambio de rol, no obstante, que los jóvenes llevan mejor que los veteranos.

La APVPBP ha presentado varias propuestas a la Administración aprovechando la ventaja de ser una red de distribución repartida por el territorio y abierta casi todo el año; propuestas como un sistema de pantallas en el que se dispondría de información del barrio y se podrían pagar multas o impuestos, pero para hacerlo hay que informatizar los quioscos. En los últimos cinco años, desde la asociación han informatizado la mitad de sus puntos de venda, lo que, además, permite mejorar el control de los productos.

Los vendedores de prensa también han propuesto que las empresas de distribución les tengan en cuenta como puntos de recogida. En realidad, ya es una función que los quiosqueros realizan a menudo para los vecinos de manera informal y sin remunerar. “Somos un punto de referencia”, afirma Frutos. Hace pocos años, un estudio de la Asociación Nacional de Empresas de Internet y la Asociación de Vendedores Profesionales de Prensa de Madrid concluyó que un 81 % de los ciudadanos ve los quioscos como un buen punto de recogida de sus compras por internet. Por otro lado, los quiosqueros admiten que tendrían que modernizar las máquinas de venta de tabaco, que empiezan a estar obsoletas, pero sin ayudas no pueden hacerlo. El problema no es solo la falta de ayudas, sino también la lentitud de la Administración.

En paralelo a todas estas propuestas, el Ayuntamiento de Barcelona está ultimando un plan estratégico que debe marcar las líneas a seguir en la renovación y modernización de los quioscos de prensa. El plan definirá cómo ha de ser el nuevo quiosco y el modelo de negocio, sus posibles nuevos usos o la introducción de nuevas tecnologías. El objetivo es explorar alternativas para redefinir el modelo con el objeto de hacer viables estos establecimientos. Un trabajo que se lleva a cabo con la colaboración del sector y que es fruto de un estudio del Observatorio de la Urbanización de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) sobre el tratamiento que se da a estos comercios en otras grandes ciudades y sobre posibles modelos para el futuro.

Queda claro, pues, que el futuro de los quioscos es incierto y que habrá muchos cambios. Cristina Anés reconoce que muchos vendedores de prensa, sobre todo los más veteranos, están obligados a hacer “un cambio de chip” y que la situación no es nada fácil: “Nos está costando mucho ver la luz al final del túnel –admite–, pero hemos de animarnos; en caso contrario no haremos esta reconversión”.

Jordi Rovira

Periodista

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