En tiempos de crisis se desarrolla una nueva sensibilidad que quiere cambiar el sistema desde las personas y pretende recuperar la ciudad para sus habitantes. Se crean nuevas redes de apoyo y de protesta, se modifican las preferencias de consumo y se potencian las herramientas de solidaridad, crítica y denuncia social.
Si etimológicamente crisis significa “ruptura”, la crítica es el análisis necesario para emitir un juicio, y criterio quiere decir “razonamiento adecuado”. Así pues, la crisis ha provocado una toma de conciencia que se traduce en nuevos valores y propuestas de actuación.
La autenticidad va ligada a la tradición. Barcelona, que tenía que convertirse en la capital del diseño, ahora rinde homenaje a la profundidad de las raíces y las cosas de toda la vida. Al mismo tiempo, hay ganas de hacer una Barcelona para todos, y se extienden las iniciativas solidarias, de crítica y de denuncia social.
Si el capitalismo creaba nuevas necesidades de masas y despersonalizaba al consumidor, ahora es el consumidor quien busca, elige y está dispuesto a pagar por una buena idea; exige un rasgo distintivo. Hemos pasado a hacer las cosas a la medida y al gusto de los demás.
Si París es conocida como la ciudad del amor, Barcelona fue la del erotismo a principios del siglo xx, y quizás ahora recupera esta tendencia.