La ciudad de Barcelona disfruta de una constelación de medios no comerciales, de barrio, la mayoría autogestionados, que crean información y contenidos desde abajo.
Conforman una voz colectiva que no tiene espacio en medios de gran audiencia pero que sí tiene su público: aquel que agradece la proximidad de la información, o que quiere escuchar voces discordantes, voces diversas, fuera de los focos mainstream.
Es el caso del público de Radio Trinijove, emisora que nació hace 35 años. Y que son muchos años y mucha energía comunitaria para un proyecto impulsado por la Fundació Trinijove y protagonizado por personas voluntarias. Un proyecto, además, que no por casualidad se crea en un barrio como la Trinitat Vella, donde la exclusión social y el paro eran, y son todavía, amenazas claras para el conjunto de los y las jóvenes.
En palabras de Cristina Paniello, coordinadora de la emisora, “es una radio social ideada y creada para dar oportunidades, como herramienta de integración y de empoderamiento de los colectivos en riesgo de exclusión que atendemos. El proyecto, que no ha perdido nunca su esencia, ha ido creciendo y cogiendo altura con el paso del tiempo, hasta el punto de convertirse en un medio de comunicación local y social en el barrio de la Trinitat Vella, en el distrito de Sant Andreu y en el resto de Barcelona, ofreciendo una programación muy completa y extensa, e incluyendo un amplio abanico de espacios culturales, lúdicos y musicales”.
Un ejemplo distinto pero con la misma trayectoria de radio comunitaria es Ona Sants-Montjuïc, que emite desde 1985. Uno de sus miembros más veteranos, Alejandro Barragán, lleva 26 años al pie de las mesas de sonido, y es uno de esos “locos de la radio” gracias a los que hay emisiones en directo hasta la una de la madrugada.
“Somos una radio alternativa y creativa, queremos estar lejos de presiones político-económicas o de luchas por la audiencia”, comenta Alejandro. “Por este motivo no tenemos ni programas políticos ni de cotilleo. Nos autogestionamos, no recibimos financiación pública, y las escasas cuotas de las socias sirven para tener un equipo técnico muy digno para hacer una programación de mucha calidad”. Los objetivos son ofrecer un medio de proximidad, con informaciones para los barrios, pero también una plataforma para permitir dar los primeros pasos en el mundo de la radio y de los medios.
Enxarxades!
Radio Trinijove y Ona Sants-Montjuïc forman parte de la Red de Radios Comunitarias de Barcelona (XRCB), una iniciativa de Cultura Viva, del Ayuntamiento de Barcelona, para crear un espacio de encuentro. Se enmarca dentro de la apuesta municipal para apoyar la autoproducción cultural, y su objetivo es dar visibilidad y ayudar a generar recursos conjuntos.
“Es una comunidad virtual para compartir recursos (conocimientos, contenidos, difusión, etcétera) y, en definitiva, cerrar filas”, afirma Cristina Paniello. Este año, por ejemplo, un grupo de nueve de estas radios trabajaron conjuntamente en el proyecto Ràdio Associa’t, que durante las Fiestas de La Mercè ofreció 20 horas de programación en directo desde la plaza de Catalunya y dentro del marco del “Associa’t a la festa”.
Lo audiovisual, también desde la comunidad
Crear y emitir audiovisuales requiere de muchos recursos, uno de los motivos por los que seguramente casi no existen televisiones comunitarias. Sin embargo, en la ciudad hay proyectos que apuestan por la creación de herramientas de comunicación que den voz, a través de relatos e imágenes, a colectivos específicos. Es el caso de Ciudad Esperanza y La Gran Pantalla, proyectos de comunicación participativa creados por El Parlante, una entidad que trabaja la transformación social a través del vídeo participativo y la cocreación audiovisual.
Ana Cervantes, de El Parlante, comenta el crecimiento que ha experimentado Ciudad Esperanza, el proyecto que iniciaron unos años atrás en Ciutat Meridiana y que, a través de la utilización de los medios de comunicación, ofrece espacios para que los y las jóvenes reflexionen sobre las distintas realidades del barrio.
Su herramienta principal es el vídeo, y ya son muchas las voces que han podido expresar lo que oían, describir el latido de su barrio o entrevistar a gente que les interesaba, por ejemplo. Uno de los grupos de jóvenes que pasaron por todas las etapas del proyecto decidieron seguir, y crearon La Meri Productions, una productora audiovisual que ellas mismas denominan de transformación social. Desde El Parlante ahora mismo solo les damos apoyo técnico, y están creando vídeos muy interesantes por la mirada que tienen: son piezas hechas desde sus propias experiencias, desde dentro”, comenta Ana.
El otro proyecto de El Parlante que está sacudiendo el panorama de la comunicación comunitaria es La Gran Pantalla, un festival de cine sobre temáticas relacionadas con las personas mayores, y que quiere ser un espacio de encuentro intergeneracional. Ana explica que el festival (que este año tuvo lugar en el cine Girona en el mes de junio) surge del trabajo con vídeos participativos realizados en los casales de personas mayores de Barcelona, donde estas personas cuentan sus historias, lo que les afecta, lo que les hace felices.
La Veïnal, o cómo crear una televisión desde la base
“Nos hemos arremangado, y estamos impulsando una televisión desde abajo, participativa y alternativa al modelo dominante de los medios actuales”, comenta Pablo Zareceansky, de la cooperativa Quepo, uno de los nueve colectivos que integran por el momento la plataforma La Veïnal. “Somos”, prosigue, “entidades que trabajamos con la metodología del vídeo participativo y que llevamos muchos años acompañando a grupos para la autocreación de contenidos y nuevos lenguajes de comunicación”. Estos nueve colectivos son laMoscaTV, Neokinok, Paso a Paso, Fora de Quadre, Ubu TV, Teleduca, CàmeresiAcció y las citadas El Parlante y Quepo.
Más allá de ser una herramienta abierta para que todo el mundo que quiera encuentre su espacio, su manera de expresarse y de comunicar, La Veïnal pretende ser una prueba piloto para crear un nuevo modelo televisivo que garantice el derecho a la información a través de un medio independiente y libre. En este sentido, Sílvia Cepero, de CàmeresiAcció, otra de las entidades impulsoras, afirma: “Nos interesa más el proceso de construcción colectiva que el resultado final. Porque, por un lado, ya hay mucho material producido y, por el otro, existen las capacidades para crear materiales nuevos. Por eso, empezamos haciendo un trabajo de prospección intenso para asegurarnos de que la población de la ciudad, las asociaciones, las entidades y los movimientos sociales reconocían la necesidad de crear esta plataforma. Solo tiene sentido si no es el producto de las que impulsamos el proyecto, sino de las vecinas de la ciudad”.
Interrogados sobre los referentes que pueden ayudarles en el camino, en La Veïnal comentan que LaMoscaTV, televisión libre e independiente que emite en TDT, con algunas interrupciones, desde el 2011, aporta al grupo un conocimiento real de la televisión comunitaria. Otros posibles referentes en cuanto a construcción colectiva serían el movimiento Okupem les Ones, el proyecto latinoamericano El Árbol, el modelo alemán de los offene kanaele (canales abiertos) y las experiencias que se reúnen en torno a la federación Audiovisuel Participatif de Francia. En lo que están completamente de acuerdo es en que ninguna de las televisiones locales municipales o comerciales sería un modelo para los contenidos: La Veïnal no pretende ser una televisión sobre Barcelona, sino hecha por los y las barcelonesas, por la gente de la calle.
Ahora mismo, La Veïnal sigue su proceso sin fechas concretas de emisión. En un principio, se haría por internet, aunque la idea es llegar a emitir en TDT. Eso sí, el momento actual es primordial para decidir el modelo de gobernanza y el de financiación, ambos muy vinculados. Por ahora, cuentan con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, como en el caso de la XRCB, a través del programa Cultura Viva, y parecen dispuestos a experimentar las relaciones público-comunitariarias, pero el debate se encuentra en un estadio muy inicial: “Los procesos participativos tienen unos tempos diferentes a los verticales. Vamos poco a poco, aunque no paramos de trabajar”, afirma Pablo.