San Cristóbal, patrón de los automóviles y protector de los viajeros, es una figura muy venerada desde hace siglos en diversos lugares de la ciudad. Se destaca la tradicional celebración de la calle de Regomir, delante de la capilla dedicada al santo.

Durante el día, coches, motos y bicicletas pasan delante de la capilla para ser bendecidos y disfrutar, así, de la protección de san Cristóbal durante todo el año. El mosén rocía con agua bendecida los vehículos que se acercan y a cada conductor le entrega un brote de espliego, un recuerdo conmemorativo y una estampita del santo.

Motivo

La fiesta se celebra en honor de san Cristóbal, personaje con mucha devoción en Barcelona a quien la tradición atribuye el hecho de haber prestado servicios a viajeros y peatones, por lo que se convirtió en su patrón. Según la hagiografía del santo, pasó el niño Jesús de una glera del río a la otra. Fue un trabajo muy arduo: el cuerpo del niño cada vez pesaba más porque llevaba encima todos los pecados del mundo.

Según el legendario barcelonés, cada 10 de julio al mediodía san Cristóbal llegaba a la ciudad con una barca y con el niño Jesús al hombro subía por La Rambla; al llegar arriba del todo, desaparecía. Los que tenían la suerte de verlo, disfrutaban de buena ventura todo el año y se aseguraban de no tener una muerte violenta.

Orígenes

La tradición de la celebración de la festividad en la calle de Regomir de Ciutat Vella viene de lejos. Antiguamente, los vecinos engalanaban los balcones y las ventanas de las casas y se organizaba una feria donde se podían comprar panellets bendecidos, avellanas tiernas, xiulets de vidrio y abanicos. Según una tradición barcelonesa del siglo XIX, los prometidos regalaban abanicos a las prometidas y ellas les entregaban un silbato, con lo que durante la fiesta siempre había mucho jaleo.

Esta feria se hizo hasta 1906, cuando los conductores, que adoptaron al santo como patrón, empezaron a ocupar el espacio con los vehículos que llevaban a bendecir.