Danza

En la comarca de Les Garrigues, en el lugar conocido como la Roca dels Moros del municipio de Cogul, hay un yacimiento donde encontramos lo que quizá podemos considerar el testimonio más antiguo de la danza en Cataluña. Unas pinturas murales de más de siete mil años representan a unas mujeres bailando en torno a una figura explícitamente masculina. Por otra parte, el coreógrafo y pedagogo Joan Serra, ya desaparecido, decía que las personas bailamos ya en el vientre de la madre.

Son dos ejemplos que constatan que el hecho de bailar y danzar es inherente al ser humano y que, en la práctica colectiva, la danza asume la categoría de actividad comunicativa. Yendo todavía más allá, y en el caso que nos ocupa, es un vehículo para expresar toda una ritualidad festiva.

En Cataluña, esta práctica del lenguaje corporal basada en la gestualidad ritmada define lo que podríamos denominar una geografía de la danza, donde descubrimos que las danzas tradicionales siguen caminos naturales y de vecindad que coinciden con los de las ferias y mercados, las trashumancias, etc. Podríamos establecer, así, unas zonas bastante precisas para las jotas, para los bailes de gitanas, para los bailes hablados, etc., donde los bailes de bastons y las sardanas serían los géneros más extendidos e implantados en el territorio.

Los danzantes se organizan actualmente en asociaciones de características muy transversales, tanto con respecto a la edad de los integrantes como a su condición social, y con una actividad que va más allá del baile. De este modo, se convierten en motores culturales y dinamizadores de muchas poblaciones.

También cabe mencionar a aquellos grupos y personas que se han afanado por impulsar, promover y divulgar la danza desde una óptica absolutamente lúdica, como baile de calle o de plaza, y que han conseguido convertir sus propuestas en actividades consolidadas fijas en el calendario.

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