Tiago Rodrigues, venganza teatral contra la injusticia

El director Tiago Rodrigues © Christophe Raynaud de Lage / Festival d'Avignon

Por Violeta Gumà, periodista

El público más cosmopolita tiene una cita marcada en el calendario desde hace semanas. El prestigioso director portugués Tiago Rodrigues, figura codiciada en Europa y una de las voces de mayor proyección teatral, trae al Festival Grec Hécube, pas Hécube (28 y 29 de julio, Teatre Grec), su reinterpretación personal de una de las tragedias griegas de Eurípides creada ad hoc para la Comédie-Française. Las raíces que vinculan al dramaturgo —responsable también del Festival de Aviñón— con Cataluña son profundas; un país por el que han desfilado en la última década muchos de sus espectáculos. La propuesta que llega ahora a Barcelona es fiel al espíritu político y transgresor, pero sobre todo al espíritu emotivo del director, un juego de teatro dentro del teatro, con un texto que entrelaza la historia de la protagonista griega, Hécuba, con la madre de un niño con víctima de abusos, un hecho inspirado en un caso real. El director atiende a la periodista Violeta Gumà por teléfono desde Aviñón mientras encarrila los últimos preparativos de la gran cita teatral europea.

En Hécube, pas Hécube mito y realidad se confrontan en escena, con dos mujeres atrapadas por un conflicto similar: la búsqueda personal de venganza contra la injusticia del sistema. ¿Cuál es el embrión del espectáculo? 
Surge de una situación que viví personalmente. Hace años, mientras trabajaba en Ginebra, se destapó un escándalo por varios casos de violencia a niños y niñas y adolescentes con autismo profundo en una institución suiza. Posteriormente, supe que la madre de uno de estos niños era una de las actrices con las que yo trabajaba. Ensayábamos una obra donde también se hablaba de sufrimiento y me impactó mucho que aquella persona que vivía una tragedia personal estuviera representando aquella pieza. En ese momento sentí que quería hacer algo, pero yo soy dramaturgo y director, no abogado ni político. Fue años más tarde, cuando la Comédie-Française me invitó a crear una obra con ellos, que pensé que quizás podía intentar hacer una especie de justicia poética, teatral. 

¿Cómo llegas a relacionar esta historia real con la de Hécuba, reina de Troya, un clásico griego de los menos representados del legado de Eurípides?
Cuando empecé a imaginar la obra, enseguida me vino Hécuba a la cabeza. Para mí es la tragedia griega más ejemplar sobre el sufrimiento y la exigencia de justicia de una madre hacia su hijo. La obra tenía que hacer frontera entre dos mundos, uno cotidiano, el de una investigación judicial en medio de ensayos de Hécuba, y uno más literario en el que su drama personal pudiera ayudar a entender mejor lo que escribió Eurípides.

En el subtexto de Hécube, pas Hécube está la convicción de que, sin estado de derecho, la violencia solo genera más violencia. ¿Cómo se deben depurar las responsabilidades políticas?
La obra habla mucho de cómo la sociedad puede ser una estructura de impunidad que permite la violencia particular de una persona que agrede a un niño, por ejemplo, en una institución. En mi opinión, la obra aborda el problema que, a mi parecer, es la base de la injusticia: el acto violento existe porque hay un contexto que no solo lo permite, sino que, a veces, empuja hacia la violencia. La falta de medios y de condiciones en una institución estatal, la injusticia y la irrelevancia de funcionarios o el desmantelamiento de servicios públicos en general, generan violencia. Hay un momento en el que la protagonista se pregunta si preferiría que entrara en prisión la persona que ha agredido de manera directa a su hijo o el responsable político que lo permitió, y se decanta por el segundo.  

“Lo que es seguro es que sin el teatro sí es imposible que el mundo cambie”

¿Por qué el teatro vuelve a menudo a las tragedias griegas para hablar de la contemporaneidad?
Porque hablan de lo esencial, de la experiencia humana, y esta no cambia. Eurípides escribió esta historia hace 25 siglos. No me parece que conserve toda su actualidad, pero se puede identificar lo que es fundamental, a pesar de la distancia temporal, y traducirlo en la actualidad. Como decía la escritora india Arundhati Roy, “volvemos a las historias no para cambiarlas, sino para concentrarnos en los detalles, que lo cambian todo y que hacen que esta vez la historia sea la nuestra”.

Defines el teatro como uno de los pocos espacios donde todavía se puede decir la verdad. ¿Es también una tribuna para reclamar justicia?
Creo que acaba siendo una consecuencia, pero se puede hacer teatro sin reclamar libertad ni justicia. En el escenario, intento compartir mis valores. Pero lo que me impulsa a hacer teatro desde los 14 años, cuando empecé en el Liceo de Lisboa, es la voluntad de no estar solo. En el teatro tengo la sensación de que consigo estar con otros.  

Tu dramaturgia es muy política. ¿No buscas también contribuir a hacer sociedades colectivamente un poco mejores? 
No sé si el teatro puede cambiar el mundo, pero es mi manera de participar e intentar cambiarlo. Lo que es seguro es que sin el teatro sí que es imposible que el mundo cambie.

Eres también director del Festival de Aviñón, un espacio que defines como progresista y republicano. ¿Cómo ves el auge de la extrema derecha no solo en Francia, sino en toda Europa? 
El crecimiento de los autoritarismos en Europa, y un poco en todo el mundo, son una manera de recordarnos lo fundamental: ¿por qué hacemos lo que hacemos? El Festival de Aviñón existe desde 1947, en un momento en el que la sociedad francesa estaba muy dividida. Había la convicción de que las artes escénicas, el teatro y otras disciplinas podían favorecer a una cierta cohesión social y a que la diversidad de opiniones desembocara en algo fecundo. Hoy en día, con sociedades nuevamente polarizadas, donde el desacuerdo parece una condena a no dialogar, hacen falta espacios de diversidad de opiniones donde el desacuerdo sea algo enriquecedor, que nos lleve al diálogo.   

“He empezado a leer más autores y autoras catalanas y quiero volver tan a menudo como pueda”

Hablemos de la relación que tienes con Cataluña. Recientemente, has estrenado un espectáculo en catalán, Cor dels amants, fruto de una fecunda e histórica relación con el Grec, el Temporada Alta o instituciones catalanas como el Lliure. ¿Cómo has vivido la primera incursión en la escena del país?
Cada vez me siento más cerca de Cataluña. Siento una complicidad con todas estas “casas” con las que he sacado adelante aventuras artísticas que me han inspirado y me inspiran muchísimo, ya sea trabajando desde Aviñón o antes, desde el Teatro Nacional de Lisboa. Ahora siento que he dado un paso fundamental. A través de esto, he empezado a leer más autores y autoras catalanas y quiero volver tan a menudo como pueda. Soy portugués y Aviñón está muy cerca. Somos vecinos y esta complicidad hay que practicarla. Aquí me siento como en casa. Además, tenéis el Sant Jordi, una de las fiestas más bonitas del mundo, que he podido vivir en primera persona este año porque coincidió con los ensayos de la obra Cor dels amants. Me emocioné mucho y quiero volver.  

¿Y quieres volver también a Cataluña para presentar un nuevo espectáculo en catalán?
Hay muchas ideas que están sobre la mesa, no solo proyectos míos, sino colaboraciones para apoyar a artistas catalanes e internacionales con el objetivo de que puedan moverse entre Aviñón y Cataluña. Todavía no podemos anunciar nada, pero hay una proximidad que será fructífera en un futuro.

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