El espigueo como palanca de cambio

Il·lustració © Riki Blanco

El sistema agroalimentario industrializado es insostenible. Los propios agentes que fomentan este modelo empiezan a buscar vías contra el colapso. El espigueo que evita el derroche de alimentos es un punto de partida hacia un modelo más sostenible.

Uno de los aspectos más visibles de la insostenibilidad del modelo alimentario son las pérdidas y el derroche alimentario. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos a escala mundial se pierde o se desperdicia por el camino que realizan del campo a nuestras mesas. Alguien podría pensar que eso pasa en otros lugares del planeta, pero estudios centrados en Europa estiman que se están desperdiciando más de 87 millones de toneladas de alimentos al año a lo largo de toda la cadena agroalimentaria. Esto corresponde a 173 kg por persona y año.[1] Si pensamos que, de media, ingerimos 2,3 kg de alimentos al día, este desperdicio supone tirar la comida de 75 días seguidos. El más severo es el caso de frutas y verduras: el 46% de los residuos alimentarios generados en Europa son, precisamente, frutas y hortalizas. De hecho, del total de frutas y hortalizas disponibles se acaban descartando el 41% y el 46%, respectivamente, a lo largo de todos los eslabones: sector primario, industria, distribución y consumo.[2]

Problema estructural, soluciones complejas

Las causas de este fenómeno son diversas, y muchas están interrelacionadas. Por un lado, podemos identificar ciertas prácticas individuales y diarias. Pero la responsabilidad no se puede hacer recaer completamente sobre los individuos y sus hábitos y comportamientos, en tanto que esta problemática tiene unas causas estructurales que la fomentan. Las dinámicas comerciales, ciertas regulaciones y los sistemas de producción y comercialización globalizados tienen un gran peso en la generación del derroche, y están en la raíz del problema. Así pues, si el problema es complejo y estructural, vinculado a los modelos de producción y consumo de las sociedades opulentas, no podemos esperar que la generación de nuevas tecnologías o la implementación de pequeños consejos —como hacer una planificación de las compras de los hogares— cambien por sí solas el escenario actual. Para generar cambios sistémicos es imprescindible promover una nueva concepción de la alimentación entendida en su sentido más amplio. Hay que devolver a los alimentos y al campesinado su valor, hay que promover la soberanía alimentaria de todos los municipios y fomentar procesos de dinamización agroecológica. Será solo a partir de este cambio de concepción cuando se consigan reducir las pérdidas y el derroche alimentario, y construir un sistema agroalimentario más sostenible, resiliente y equitativo.


[1] Stenmark et al. Estimates of European food waste levels. Comisión Europea, 2016.

[2] Caldeira et al. Brief on food waste in the European Union. Comisión Europea, 2016.

Derecho a una alimentación saludable y sostenible

No es anecdótico que las pérdidas y el derroche alimentario se identifiquen con el derecho a la alimentación sostenible y saludable. Faltan datos específicos sobre esta realidad, pero, en España, una de cada cinco personas vive bajo el umbral de la pobreza y una de cada cuatro se encuentra en situación de exclusión social, una situación que tiende a generar restricciones en las dietas. La existencia de estas dos realidades paralelas es, como mínimo, paradójica. Ambas son consecuencia de la insostenibilidad del modelo agroalimentario actual, pero hay que remarcar que entre ellas no existe una relación causal. Así, poner fin a las pérdidas y al despilfarro alimentario no implicaría de manera directa garantizar el derecho a la alimentación sostenible y saludable para todas las personas, y viceversa.

Para incidir en las dos problemáticas es importante tener una mirada amplia y transversal. Un buen ejemplo es la propuesta del Pacto de Milán. De las acciones que nacen de él se desprende la necesidad de fomentar modelos que huyan del asistencialismo en cuanto a la garantía del derecho a la alimentación saludable y sostenible. En este campo tan marcado por la beneficencia clásica, es imprescindible generar nuevos modelos que trabajen desde la equidad, el empoderamiento y la dignidad. Sin embargo, eso no implica que se puedan generar acciones a corto plazo que trabajen para reducir las pérdidas y el derroche y que, a su vez, promuevan el derecho a la alimentación saludable y sostenible.

Iniciativas para prevenir el derroche

Son varias las soluciones que se pueden implementar para reducir las pérdidas y el derroche alimentario. Algunas de estas actúan en el plano individual, como, por ejemplo, conservar correctamente los alimentos, elaborar recetas de aprovechamiento y realizar un consumo consciente y responsable. Pero, tal como hemos apuntado anteriormente, una estructura problemática requiere soluciones colectivas y que impliquen a agentes varios: agentes agroalimentarios, entidades sociales, entidades de investigación e instituciones.

En la región metropolitana de Barcelona, algunos de los proyectos implementados con más fuerza han nacido de entidades sociales. Algunos ejemplos son la Plataforma Aprofitem els Aliments, Pont Alimentari o La Nevera Solidària, entre otros. La mayoría de ellas trabajan para reducir el derroche que se produce en la distribución y en los hogares, y muchas de ellas también operan con el objetivo de fomentar el acceso a una alimentación saludable.

La Fundació Espigoladors es una entidad sin ánimo de lucro fundada en 2014 que forma parte del tejido urbano de organizaciones del sector de la agroecología y emprendimiento social del sector alimentario de Cataluña. Su misión principal es contribuir a la lucha contra las pérdidas y el derroche alimentarios, garantizar el derecho a una alimentación saludable y generar oportunidades de ocupación en colectivos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad. La actividad que da el nombre y que se convierte en el punto de partida del proyecto es el espigueo. Esta práctica consiste en la recolecta, en convenio con productores y productoras locales y la colaboración de personas voluntarias, de frutas y verduras que son descartadas del circuito comercial por varios motivos (por un descenso de la demanda, por cuestiones estéticas o por el declive del precio percibido por el campesinado, entre otros). Todos los alimentos recuperados se distribuyen en entidades sociales y puntos de distribución gratuita de alimentos que trabajan para garantizar el acceso a una alimentación saludable de colectivos en situación de vulnerabilidad.

El espigueo como palanca

El espigueo nunca será la solución final a las pérdidas alimentarias generadas en el campo, pero es una acción con una gran trascendencia para trabajar muchos de los síntomas de un sistema agroalimentario enfermo. Por un lado, es un acto de denuncia de las condiciones de vida y viabilidad del campesinado. Por otro, fortalece la relación entre los núcleos urbanos y los rurales: en numerosas ocasiones, a través de él es cuando muchas personas se acercan por primera vez al campo y toman consciencia del origen de los alimentos y de la labor que desarrolla el sector primario. Es también una manera de evidenciar la problemática ambiental y social de las pérdidas en el campo, aportando cifras y señalando sus causas para buscar soluciones. Por último, cabe resaltar el carácter comunitario del espigueo: durante cuatro horas de voluntariado se crea un espacio único de convivencia entre personas con diferentes historias vitales que comparten una vivencia única de contacto directo con la tierra y la naturaleza. De este modo, se fomentará la percepción de que la alimentación tiene una relación inseparable tanto con la salud individual como con la planetaria.

En 2021, Barcelona es la Capital Mundial de la Alimentación Sostenible, una buena oportunidad para seguir sumando iniciativas y fortalecer las existentes que plantean nuevos modos de entender la alimentación y todo lo que eso implica. Con todos los debates y actividades que se llevarán a cabo, será un buen momento para reflexionar sobre cómo hacer mayoritarias las iniciativas y los modelos que reviertan la situación actual.

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