Ventajas y posibilidades de la agricultura ecológica

Il·lustració © Riki Blanco

Los sistemas agroalimentarios basados en criterios ecológicos siguen creciendo en todos los territorios del planeta, y ya hay 186 países que llevan a cabo técnicas de agricultura ecológica reglamentada. Desde que la agricultura ecológica cuenta con sistemas de control y certificación, los datos de superficie, número de producciones y valor económico de este modelo productivo crecen de forma exponencial.

El modelo agrícola dominante hoy resulta sumamente problemático, no solo por el daño que causan los productos fitosanitarios, sino también por los efectos sobre el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica y la incapacidad para asegurar una soberanía alimentaria.[1] Estas cuestiones están estrechamente interrelacionadas y deben abordarse de manera conjunta para hacer plenamente efectivo el derecho a la alimentación. Es necesaria voluntad política para reevaluar y hacer frente a los intereses particulares, los incentivos y las relaciones de poder que mantienen en pie la agricultura industrial dependiente de productos agroquímicos. Deben cuestionarse tanto las políticas agrícolas como los sistemas de comercio y la influencia de las empresas en las políticas públicas si se quieren abandonar los sistemas industriales de alimentación dependientes de plaguicidas, y se debe contemplar la agricultura ecológica como alternativa a este sistema productivo.

La producción ecológica es un sistema integral de gestión agrícola y ganadera, así como de producción de alimentos en su conjunto, que combina técnicas diferenciales de buenas prácticas ambientales, un elevado nivel de biodiversidad (cultivada y ambiental), la preservación de recursos naturales, la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales. Todo ello conlleva la diferenciación de los alimentos ecológicos mediante sus atributos de calidad comercial, sensorial, social y medioambiental y de composición nutricional.


[1] Steffen, W. et al. “Planetary boundaries: Guiding human development on a changing planet”. Science, 347. 2015.

Cabe destacar que el aumento de los sistemas agroalimentarios basados en criterios ecológicos es debido principalmente al incremento de la demanda de alimentos ecológicos por parte de los consumidores, que, incluso ante situaciones de crisis económicas y sanitarias, posiciona el consumo de alimentos ecológicos como alternativa de alimentación sana frente a los alimentos de producción convencional.

Margen de maniobra

Aunque la superficie de cultivos ecológicos se incrementa, hay que tener en cuenta que solo el 1,5% de la superficie agraria del planeta se gestiona de forma ecológica, cifra que varía en función de la zona geográfica. En Europa representa el 8,1% del total de la superficie agraria. Un indicador positivo es que el margen de maniobra para implementar metodologías ecológicas en el sistema agroalimentario es alto, y que, de promedio, el incremento anual de tierras que cambian a una gestión ecológica es del 5%. Frente al modelo intensivista imperante de la agricultura convencional, la agricultura ecológica es un modelo que los consumidores reconocen cada vez más por ser respetuoso con el medio ambiente, la calidad nutricional y los valores justos sobre el bienestar humano.

La agroecología incorpora la gestión ecológica de los sistemas alimentarios, que incluye enfoques científicos y académicos, movimientos sociales y políticos, y un conjunto de prácticas respetuosas con el medio ambiente en el manejo agrícola, ganadero y de producción de alimentos. La historia de la agroecología está vinculada a los movimientos ambientales y a la investigación ecológica. La sociedad civil, los consumidores y los movimientos rurales son los principales impulsores de modelos agroecológicos alternativos a la agricultura industrializada.

En sus diferentes dimensiones, la agroecología promueve la diversificación de las fincas, la eliminación de insumos químicos, el aumento de la biodiversidad y la mejora de la fertilidad biológica del suelo. Aborda también las relaciones e interacciones entre los organismos y su medio ambiente y el manejo de los ecosistemas agrícolas, incluyendo todo el sistema alimentario, desde la producción primaria hasta las cadenas de suministro, distribución, procesamiento, comercialización y consumo de alimentos. Todo ello contribuye, directa o indirectamente, a la seguridad alimentaria y nutricional y también a la salud y el bienestar humano.

Las prácticas de la agricultura ecológica aportan criterios que permiten diferenciar el alimento ecológico bajo normas de calidad específicas.[1] Sus métodos de producción de alimentos son más holísticos y conjugan los avances científicos respetuosos con el medio ambiente y el equilibrio que marca la propia naturaleza. Permiten producir alimentos de alta concentración nutricional y organoléptica, un doble atractivo de gran importancia para la salud. Por un lado, son alimentos que no están expuestos a sustancias de carácter tóxico, como son los pesticidas que se emplean en la agricultura convencional, ni a la acumulación de nitratos (potencialmente tóxicos). Y, por otro, la composición nutricional de los alimentos ecológicos es más equilibrada y proporciona nutrientes en cantidades suficientes según las dosis recomendadas. El fomento de la agricultura ecológica servirá para potenciar la seguridad alimentaria, favoreciendo al mismo tiempo el desarrollo local y sostenible de los territorios.

En resumen, la producción ecológica se rige por el principio de la sostenibilidad, que implica producir alimentos con un bajo impacto ambiental, y contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional y a la vida sana de las generaciones presentes y futuras. Todo ello mediante técnicas que son respetuosas con el paisaje y el mantenimiento de los servicios del ecosistema, tales como suelos fértiles y agua limpia, mientras que asegura una renta justa para los productores y costes adecuados para los consumidores.

Calidad nutricional

El valor nutricional de los productos agroalimentarios viene determinado por su composición química. Esta composición nutricional es variable y depende de diferentes factores, entre ellos las técnicas de producción, que incluyen el potencial genético del producto vegetal o ganadero y el resto de los factores que influyen en el sistema de producción: fertilización, productos fitosanitarios, agua de riego, alimentación del ganado, bienestar animal, profilaxis, etcétera. Además, los distintos métodos y productos empleados tras la cosecha y en el proceso de elaboración pueden ser importantes e incluso decisivos en la composición y calidad final del producto alimenticio. De la misma manera, la presencia de compuestos no deseados, como nitratos y nitritos o residuos fitosanitarios, medicamentos, hormonas, aditivos y otras sustancias, dependerá exclusivamente de los sistemas productivos y de elaboración.


[1] Röös, E. et al. “Risks and opportunities of increasing yields in organic farming. A review”. Agronomy for Sustainable Development. 2018.

Il·lustració © Riki Blanco Il·lustració © Riki Blanco

En los últimos años las frutas y las verduras han sufrido pérdidas considerables de vitaminas y minerales; los estudios históricos que recopilan datos del contenido en nutrientes para frutas y hortalizas, y que incluyen registros que abarcan entre 50 y 70 años, muestran una disminución promedio del 5% al 40% o más en minerales, vitaminas y proteínas en los diferentes grupos de alimentos, especialmente en los de origen vegetal.[1] Estas pérdidas se deben principalmente al empobrecimiento de los suelos, el empleo de variedades comerciales, el almacenamiento durante largo tiempo sin maduración natural, el transporte y el empleo de tratamientos químicos. Para invertir el proceso de pérdida de contenido nutricional hay que aplicar técnicas de producción ecológica que reactiven la fertilidad biológica del suelo, usar variedades tradicionales, respetar los ciclos naturales de los alimentos y la maduración en la planta, además de apostar por los alimentos de proximidad.

Demanda social

La alimentación y la agricultura ecológicas responden a una demanda de la sociedad que exige la protección del medio ambiente y una mayor calidad de los alimentos, y hace especial hincapié en la necesidad de no utilizar a lo largo de la cadena de producción sustancias químicas sintéticas ni organismos modificados genéticamente. Los alimentos ecológicos son los únicos regulados bajo condiciones estrictas de producción, cumpliendo con los requisitos generales de la reglamentación técnico-sanitaria y con la normativa de producción ecológica.

Por todo ello, una dieta equilibrada que garantice el bienestar humano y el equilibrio del planeta debe cumplir una serie de criterios globales, entre ellos combatir el hambre de las personas en sus territorios, evitar la generación de enfermedades en personas de otros territorios y obtener los alimentos con técnicas respetuosas con el medio ambiente que garanticen la justicia, la seguridad y la soberanía alimentaria.[2] Estos criterios globales se traducen en dietas específicas en cada territorio, adaptadas a la disponibilidad de recursos de la producción local y de temporada, que permita optimizar las materias primas disponibles en cada zona y los métodos de elaboración y gastronómicos locales, que apoye las agriculturas familiares y de producción agroecológica, y que favorezca el consumo y la economía de proximidad.

Bibliografía
Raigón Jiménez, M. D., et.al. “Fruit quality of organic food: experimental evidence”. Bulletin of University of Agricultural Sciences and Veterinary Medicine, 68: 267-272. 2011.
Röös, E., et.al. “Risks and opportunities of increasing yields in organic farming. A review.” Agronomy for Sustainable Development, 38(2): 14. 2018.
Steffen, W., et.al. “Planetary boundaries: Guiding human development on a changing planet”. Science, 347 Issue 6223, 1259855. 2015.
White, P. J. y Broadley, M. R. “Historical variation in the mineral composition of edible horticultural products”. The Journal of Horticultural Science and Biotechnology, 80(6): 660-667. 2005.


[1] White, P. J. y Broadley, M. R. “Historical variation in the mineral composition of edible horticultural products”. The Journal of Horticultural Science and Biotechnology. 2005.

[2] Raigón Jiménez, M. D. et al. “Fruit quality of organic food: experimental evidence”. Bulletin of University of Agricultural Sciences and Veterinary Medicine. 2011.

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