Anna Gómez: “Hay que destacar de forma positiva los efectos de una ciudad con menos coches y espacio verde”
En calidad de responsable del Departamento de Salud Ambiental, Anna Gómez sitúa la perspectiva de aquello que se ha logrado y mejorado en los últimos años en cuanto a la calidad del aire en Barcelona. La gran red de estaciones, móviles o fijas, es una herramienta que se ha ido optimizando y que permite precisar más en el diagnóstico general. Los informes anuales que se realizan de los diferentes contaminantes (el más reciente se publicó el pasado mes de julio) son documentos de alto valor, porque más allá de los datos de compuestos, incluyen también las cifras de afecciones a la salud y algunas recomendaciones.

Licenciada en ciencias ambientales y doctora especializada en la contaminación, Anna Gómez entró en la Agència de Salut Pública de Barcelona en 2007 como técnica de calidad del agua y consumo. Pasó en 2016 a liderar el Servei d’Intervenció Ambiental y desde hace tan sólo un año (2024) ejerce como jefa del Departament de Salut Ambiental.
¿Qué trabajos incluye el departamento y qué supone este nuevo cargo?
Hacemos incidencia sobre todo en la vigilancia ambiental y el impacto que tienen los distintos contaminantes en la salud. Por lo general, se divide en dos servicios o ámbitos diversos: uno de calidad e información ambiental y el otro sobre las plagas urbanas. Como trabajo más concreto, me motiva especialmente, porque es el que quería hacer cuando estudiaba. Más que nada porque te permite poner en práctica la teoría, asesorar y recomendar para mejorar el entorno urbano, la vida de los ecosistemas, la salud de los ciudadanos y, al final, también la calidad de vida. La parte buena es ésta, se puede influir en las decisiones que deben tomarse. La mala son aquellos procedimientos, en el ámbito de la administración, que hacen más lento o dificultan el progreso.
La calidad del aire está directamente relacionada con la salud de las personas, así como de los distintos ecosistemas del entorno. ¿Cómo calificarías la evolución de su estado en la ciudad?
Se ha avanzado pero todavía hay que mejorar más. El progreso ha venido siempre acompañado de las distintas directivas europeas, que han impulsado un marco mínimo de actuación, reduciendo contaminantes. Por ejemplo, elementos como el plomo (extendido antes en carburantes) o el dióxido de azufre (derivado de la quema de combustibles como el fuel de los barcos) se han reducido hasta quedarse en unos niveles poco preocupantes. Todo esto ha ido acompañado del esfuerzo por comunicar y modernizar toda la red de muestreo y los informes anuales. El Ayuntamiento de Barcelona empezó a analizar los contaminantes en los años sesenta. Pero de forma más concreta y decidida todo fue mucho más rápido con la creación e inicio de funcionamiento, en 2003, de la Agència de Salut Pública de Barcelona. Empezaron a realizarse informes anuales en 2008 y se fueron consolidando las estaciones habilitadas y otras herramientas de muestreo como son los dispositivos móviles.Desde el año 2018 estos informes pasaron a incorporar los niveles de impacto en la salud, y también una descripción más detallada por distritos (ya que hasta aquel momento solo diferenciaban de acuerdo con las estaciones).
El informe 2024 deja claras dos cosas. Diríamos como titular que vamos mejor pero que estamos todavía un poco lejos de lo que sería lo ideal. ¿Corroboras estas afirmaciones?
Sin lugar a dudas. Para entenderlo más a fondo hay que considerar que existen tres valores de referencia. El primero, el más permisivo lo marca la norma europea vigente (Directiva 2008/50/CE) para todos los contaminantes. El segundo es el de la legislación que restringe todos los valores a partir del 2030 (Directiva 2024/2881/CE). Y el tercero, y el más estricto, es la guía de protección para la salud elaborada por la Organización Mundial de la Salud. Digamos que ahora, y no ha sido siempre así, cumplimos al menos la ley vigente. Pero en algunos contaminantes, los que más efectos provocan (como el dióxido de nitrógeno, las partículas más finas PM10 o PM2,5 y también el ozono) estamos por encima tanto de la guía de la OMS como de lo que marca esta nueva directiva.
Entre los compuestos que se analizan nos centramos en estos tres: el NO₂ (dióxido de nitrógeno), PM 10 (partículas entre 2,5 y 10 micrómetros, µm) y PM 2,5 (partículas menores a 2,5 micrómetros). El primero va rebajando sus niveles y se mantiene, por segundo año consecutivo, dentro de los valores legales permitidos (40 µm/m3 de media anual). ¿Cómo se crea, cuál es su impacto y cómo se puede reducir más?
El dióxido de nitrógeno surge de la combustión de las industrias y los motores de los vehículos (como fuentes más preeminentes). Pero de forma especial en la ciudad va vinculado a aquellas áreas con mucho más tráfico rodado. Causa efectos adversos en la salud, especialmente en las vías respiratorias, y también puede inducir a tener menor resistencia a enfermedades infecciosas. Desde el año 2005 tiene una tendencia progresiva a la baja y ha sido sólo en los últimos años (de 2020 en adelante) que ya se ubica dentro de los valores legales (por debajo de 40 µg/m³ como media anual). Para reducirlo evidentemente y de forma muy directa, es necesario bajar el volumen de coches y vehículos con motor que circulan por la ciudad.
Las partículas PM 10 y PM 2,5 tienen, sin embargo, un origen más diverso. ¿De dónde vienen exactamente?
Pues de fuentes mucho más diversas. Se designan por su grosor (el diámetro aerodinámico) y provienen tanto de vías naturales (como el caso de la sal marina o los minerales en suspensión) como también de las emisiones que se generan en las obras, en la industria y también en otras reacciones.
Estos dos grupos de compuestos se mantienen bastante estables desde el año 2013 pero por encima de los niveles que serían óptimos. ¿Nos deberíamos preocupar?
Las partículas tan finas, respiradas sea a corto o largo plazo, provocan afectaciones respiratorias y otras cardiovasculares. Favorecen también el cáncer de pulmón y pueden tener algunos efectos adversos relacionados con el embarazo. Por otra parte, se ha demostrado que pueden traer consecuencias para el desarrollo neurológico de los niños y también pueden ir asociadas a ciertas enfermedades crónicas como es el caso de la diabetes. Pero estas afirmaciones están basadas en distintas comprobaciones y nuevos estudios que se van actualizando. Cada cierto tiempo se revisa esta evidencia y los valores que pueden causar afectaciones. Aquellos establecidos por la OMS, aunque bajos, pueden tener consecuencias dependiendo de las personas, pero al menos se consideran umbrales más seguros. Lo que falta es ver la correlación y los efectos en su conjunto de concentrar en un mismo punto a varios contaminantes. Para intentar reducirlas, se han ideado soluciones como son los filtros en vehículos, o también en las chimeneas. Las han rebajado un poco pero no han hecho suficiente, hay que ir más allá y tomar remedios estructurales.
En el informe se detallan también otros contaminantes, como el ozono (O₃). ¿De dónde proviene y cómo reducirlo más?
El ozono surge de las reacciones a la atmósfera de sustancias como el dióxido de nitrógeno (NO₂) o los compuestos orgánicos volátiles (aquel grupo de hidrocarburos que tienen un estado gaseoso a temperatura ambiente). Especialmente el calor (la radiación a ciertos niveles) provoca cambios (roturas) en las moléculas y hace que los radicales de oxígeno confluyan y acaben formando O₃ (Ozono). Es, por tanto, un derivado de todo el cúmulo de sustancias que corren por la ciudad, y se genera, especialmente en verano. Contrariamente a lo que ocurre con el dióxido de nitrógeno, con el viento se esparce más y aunque se haya generado en Barcelona, a menudo vemos grandes concentraciones en otros lugares como la Plana de Vic o la Cerdanya.
El ozono causa también efectos muy nocivos para la salud, provoca irritación en los ojos, en las vías respiratorias, dolores de cabeza, disminución de la función pulmonar, lesiones en el hígado, en los riñones o también en el sistema central. Y en el caso de los vegetales, reduce su capacidad fotosintética.
Por otro lado, en el informe aparecen compuestos como el benceno (C6H6), el monóxido de carbono (CO) o el dióxido de azufre (SO2). ¿Nos tiene que preocupar alguno?
Muchos todavía están presentes pero en cantidades poco relevantes. Ninguno de ellos traspasa los valores establecidos por el documento guía de la OMS. Lo que más hay que indagar son todos aquellos contaminantes que todavía no se monitorizan y que salen mencionados en la nueva norma europea. Por ejemplo, el caso del carbono negro, un producto de la combustión incompleta de motores (sobre todo diésel), de estufas o de la madera, que acaban formando el hollín, o de partículas más finas, casi imperceptibles, y con alta capacidad para penetrar y acumularse en los tejidos.
Medimos, por otra parte, las emisiones que pueden derivarse del Puerto, que hemos constatado que disminuyen según se van alejando de su origen. Aquí el níquel sirve como trazador para calibrar su concentración que ya es menor en estaciones como Verdaguer o la plaza Universitat.
Poco a poco habrá que prestar mayor atención y afinar más, especialmente, en el caso del carbono negro.
¿Cómo afectan todas estas sustancias, a la salud de los ciudadanos y del entorno?
Las cifras son muy claras. Se calcula en el informe que actualmente los valores de contaminantes han provocado en Barcelona (en el período 2020 – 2024) 1.300 muertes cada año (un 8% del conjunto de muertes naturales), 800 casos de asma infantil y otros 120 anuales también de cáncer de pulmón. Las cifras se han rebajado respecto al anterior período (2018-2019) pero podrían ser un 38% más bajas si se cumplen los umbrales estipulados por la nueva norma europea.
Por efectos, aparte de los ya descritos, toda la contaminación crea problemas cognitivos, consecuencias a largo plazo, e incluso acelera también la demencia. Es importante implicar aquí al sector médico y comunicar las cifras al conjunto de los ciudadanos para que puedan ser conscientes de ello. A estas alturas ya existen colectivos que se han unido para concienciar y luchar por un aire más limpio como es Eixample Respira.
¿El Plan Clima, aprobado el pasado 2024, es el marco para prevenir las afecciones?
Es un nuevo paso adelante pero ahora será necesario complementarlo con medidas más concretas. Se han pacificado calles y otras medidas como las Zonas de Bajas Emisiones han ayudado a reducir el número de vehículos, pero todavía hay muchos coches. El espacio verde o las calles peatonales ayudan mucho pero sólo cerca de donde se sitúan. Es necesario ampliar y hacer más globales las soluciones que pasan también por reforzar el transporte público, el urbano y el interurbano, y la red de mercancías. Y quizás también medidas coercitivas, como más penalizaciones, para rebajar unos niveles de tráfico que son todavía elevados en las grandes vías.
Por lo general, la calidad del aire tiene un problema, y es que afecta a muchas administraciones y múltiples departamentos y así es difícil avanzar. Pero confiamos en que las medidas que se aprueben, el trabajo que va avanzando desde el ayuntamiento y la adopción de la nueva ley europea ayudarán a acelerar este progreso hacia una atmósfera más limpia.
¿Cómo avanzar más para alcanzar un aire más limpio en la ciudad de Barcelona?
Hay que ser más estrictos e impulsar un marco de ciudad que reduzca sus viajes, y que los haga con otros medios de transporte como es la bici. Esta transformación que mucha gente puede observar cómo un escollo debe explicarse en positivo para favorecer este cambio. Y pensar que una ciudad con mucho menos tráfico significa también tener menos ruido, menos accidentes, mucho menos estrés, menos polución y al final todo un entorno más amigable, con muchos más vínculos sociales, un aire limpio y más salud.
Que podemos queda claro. Durante la COVID-19 con muy pocos días, descendieron de forma considerable los niveles de NO₂. Con el esfuerzo de todos podríamos volver a llegar a ese punto.