Acerca de Ada Castells

Periodista

Encuentro previsto

Cinco minutos de margen. Y, si viene, ¿la reconoceré a primera vista?, ¿o me costará saber si es ella y después tendré que disimular con un “Sílvia, no has cambiado nada”? Exactamente las mismas palabras que me estoy diciendo ahora mientras la veo entrar por la puerta principal.

© Lluïsa Jover

© Lluïsa Jover

Estoy seguro de que quedamos el 18 de septiembre a las doce en el Zurich, es decir, hoy. Es la una y ella todavía no ha tenido la gentileza de aparecer por la puerta, mejor dicho, por ninguna de las puertas. Ni por la principal, que de tanto mirarla se me ha quedado grabada en la retina, ni por la lateral, que no paro de atisbar con el ojo izquierdo, lo que me acabará provocando una lesión ocular, seguro. Lo único que puede excusarla es que la cita la fijamos hace veinte años, una tarde que nos pasábamos los apuntes de historia contemporánea y estábamos lo suficientemente aburridos como para hacer cábalas futuristas.

–¿Crees que algún día podremos acabar la carrera? –dijo ella, desesperanzada.

–¡Claro, sólo nos quedan tres semanas y adiós a los malditos exámenes!

–¿Y qué haremos?

–Tú harás unas opos y encontrarás plaza en un instituto a quince kilómetros a la redonda para poder centrarte en seguida y empezar a tener críos con el aburrido de tu novio, y yo iré a recorrer mundo para acabar en una universidad norteamericana haciendo una tesis sobre las costumbres de las nuevas sociedades urbanas y su interrelación generacional.

–¡Y una mierda! Seré yo quien se comerá el mundo.

Y la frase siguiente fue la que desencadenó que yo ahora lleve una hora de espera en el bar más céntrico de la ciudad:

–Quedamos dentro de veinte años, en esta misma mesa, a las doce del mediodía, y lo comprobaremos.

La solté sin pensar, desafiando al destino, y resulta que no, que no me he comido el mundo. Sigo con los exámenes, solo que no soy yo quien los hace, pero sí quien los corrige. Sigo yendo a la misma facultad, a cinco minutos de aquí, uso la misma talla de pantalones, vivo en el piso de mis padres, aunque ellos ya no están, y mi plato preferido sigue siendo el arroz del Set Portes. No puede decirse que haya cambiado demasiado, incluso ha cambiado más el Zurich que yo. Cuando lo derribaron para construir el nuevo edificio del Triangle, una mole gris que compite en fealdad con El Corte Inglés, creí que ya no lo abrirían jamás e incluso llegué a preocuparme por nuestra cita, pero ahora está casi igual, más bien rejuvenecido, como si le hubiesen hecho un lifting.

Quizás debido a esta vida metódica que llevo, yo sí que he recordado la cita y ella no. Es como si el tiempo se me hubiera quedado parado aquel día, en aquella mesa que olía a bayeta, convencido de que tenía que esperar veinte años antes de cambiar algo. Me casé, sí, con la chica que tocaba, pero enseguida regresé a la posición inicial, separándome. De hecho, todos los cambios que he experimentado han sido poco vividos. No me he involucrado, como si me diera pereza tener que asumirlos en esta cita que yo me he tomado como una revisión de vida y que ahora me doy cuenta de que ella ni siquiera ha recordado. El resto de cambios de mi anodina cronología han sido totalmente involuntarios: he perdido el pelo, la agilidad, la memoria, la energía y ahora estoy perdiendo la paciencia. Una hora y cuarto debe de ser la proporción límite de espera para una cita fijada hace dos décadas. Cinco minutos más y me largo.

Ni se me había pasado por la cabeza que ella me fallase. Es curioso. Llevaba días especulando sobre su vida y dudaba de si la Sílvia de cuarenta años me gustaría, si los dos conseguiríamos retomar la confianza que nos mantenía tan unidos cuando estudiábamos, pero la posibilidad de ni siquiera verla, eso sí que no entraba en mis planes de esta tarde.

Ella era una persona muy formal. De hecho, nos complementábamos estupendamente. Yo siempre estaba soñando y era ella quien tenía los pies en el suelo. Lo único que me desagradaba de esta combinación era que su formalidad comportaba que tuviera novios fijos, que le duraban por lo menos tres o cuatro años, y a quienes se mantenía fiel de un modo enfermizo. Gracias a ello, nunca pasó nada entre nosotros más allá del clásico morreo de borrachera que después comentábamos riendo y no volvíamos a recordar nunca más, por educación.

Aplicando una de esas leyes que uno se inventa cuando está esperando en un bar, tendría que concluir que si el informal, que era yo, ha acabado de funcionario de la misma universidad en la que estudió, la formal, que era ella, ahora vivirá en el África subsahariana estudiando lenguas de un par de hablantes y se enamorará cada día de un sátrapa diferente. Con una agenda como esa, no es de extrañar que Sílvia se haya olvidado de mí.

Cinco minutos de margen. Ni uno más. Y, si viene, ¿la reconoceré a primera vista?, ¿o me costará saber si es ella y después tendré que disimular con un “Sílvia, no has cambiado nada”? Exactamente las mismas palabras que me estoy diciendo ahora mientras la veo entrar por la puerta principal, avanzando, eufórica, radiante. Sesenta kilos de Sílvia, de mi Sílvia, que ahora me dice:

–¡Pep, te has acordado!

–Sí, a las doce, en el Zurich –afirmo sin que suene a reproche.

–No, llevo una hora esperándote en el Núria, ¡que ahora es un Burger King infecto! Acabo de entrar en el Zurich por casualidad. Hace muchos años que no vengo a Barcelona y me habían dicho que la habían remodelado totalmente. Es increíble, ¡cómo ha cambiado esta ciudad!

–Así ¿es cierto que vives en el África subsahariana estudiando lenguas de un par de hablantes y cada día…? Bueno, nada.

–¿Pero qué dices?

–Ya te lo explicaré. Llevamos veinte años y una hora y media esperándonos. Tendremos que organizarnos por temas, subtemas y anexos. ¿Una cervecita?

–¡Claro, eso sí que no ha cambiado! Pero ¿qué le ha pasado al Zurich? En lugar de envejecer, como nosotros, está más nuevo que nunca. ¿Cómo se las arreglan, los bares?, ¿hacen un pacto con el diablo?

–No te me pongas fáustica. Se le llama reformas, pero corren el riesgo de perder la esencia, no como nosotros… Yo diría que nosotros dos seguimos igual.

–¿Por qué?

–Porque yo continuo soñando que me comeré el mundo mientras bebo cerveza y tú…

–Recuerdo que me pronosticaste que yo tenía que ganar unas opos y tener muchos hijos.

–¿Y?

–Soy funcionaria en Bruselas y tengo cinco hijos. ¿Pedimos otra?

–¡Que sean cinco más, por favor! ¡No puedo soportar tanta coherencia!

BarcelonaActua: una experiencia solidaria

Visita guiada gratuïta organitzada per BarcelonaActua a l’exposició “Ferran Adrià i elBulli. Risc, llibertat i creativitat”, al Palau Robert fins al febrer del 2013.

© BarcelonaActua
Visita guiada organizada por BarcelonaActua a la exposición “Ferran Adrià y el Bulli.
Riesgo, libertad y creatividad”, que se puede ver en el Palau Robert hasta febrero de 2013

Si una ventaja tienen las comunidades wiki es que se pueden poner en marcha con muy poco presupuesto y crecen espectacularmente en poco tiempo. La base es tener una buena idea y llevarla a cabo en el momento oportuno. La economista Laia Serrano (Barcelona, 1973) tuvo una: montar una red solidaria donde los barceloneses pudieran ofrecer tiempo, trabajo, actividades y objetos que ya no utilizaban.

Hemos quedado con ella para que nos lo explique: “Todo empezó a finales de diciembre de 2010, cuando, en el programa de RAC1, Jordi Basté lanzó la pregunta de qué dejaríamos de hacer aquella Navidad a causa de la crisis. Mucha gente llamaba con historias impactantes relacionadas con la pérdida de empleo, con la falta de regalos y con la soledad, hasta que una mujer llamó y ofreció su casa. Esto me hizo pensar que todos tenemos un fondo de solidaridad latente y, cuando nos ponen las cosas fáciles, nos animamos a sacarlo a la luz. Entendí que era una buena idea unir a los nuevos pobres ilustrados –o sea, a todos nosotros– a través de las nuevas tecnologías”.

Así surgió BarcelonaActua, con un lanzamiento oficial que tuvo lugar el 30 de octubre del año pasado. Desde el primer momento, Laia Serrano, que estuvo trabajando once años en el departamento de marketing de Codorniu y durante cuatro meses hizo de cooperante en Cali, tuvo muy claro que la clave era unir el mundo social con la comunicación. Así, basó la plataforma BarcelonaActua en tres pilares: poner en contacto personas con necesidades y ofrecimientos; crear comunidad no solo virtual, sino también presencial, y sensibilizar sobre la realidad social de nuestro entorno.

Desde entonces la plataforma pone en contacto a personas que tienen necesidades básicas por cubrir, a gente solidaria y también a personas que se sienten solas, que en las ciudades abundan. “Todos estamos en el mismo barco y podemos pasar por cualquiera de estas situaciones en momentos diferentes de nuestra vida. No hay beneficiarios ni voluntarios; quien ahora da puede recibir mañana, y al revés”, explica Serrano. Y tiene un montón de ejemplos para ilustrarlo: “Una chica dio un piano que fue a parar a un instituto del Besòs; fue muy emotivo ver la ilusión que les hizo a los niños. También se puso en contacto con nosotros un chico que tenía controladas a muchas personas sin techo y consiguió 42 sacos de dormir y 15 mantas a contrarreloj, porque ya llegaba la ola de frío. La gente tiene muchas ganas de ayudar; pero hay que pedir cosas concretas y ponérselo muy fácil”.

Laia Serrano tiene muy claro que la clave es generar confianza y en gran parte eso explica el porqué de los encuentros presenciales, como los que se llevaron a cabo en el Raval o cuando los inscritos en la plataforma quedaron para intercambiar ropa en el garaje de una de las activistas de BarcelonaActua, una viuda que se había quedado sola y buscaba la posibilidad de encontrar otras señoras como ella. “Ahora le ha cambiado la vida y son un grupo de mujeres que no paran –comenta Serrano–. La proximidad es fundamental para la traslación del mundo virtual al mundo real, por eso nos hemos limitado a Barcelona. Hemos entrado en contacto con la gente del Banco del Tiempo, que aún lo tienen mejor desde el punto de vista de la proximidad, porque se organizan por barrios, y así nosotros también podemos difundir sus iniciativas”.

El sitio web es muy accesible y registrarse es cuestión de segundos. Después uno tiene que elegir el apartado en el que quiere actuar: trabajo, ocio, menaje, ropa, formación, acompañamiento, asesoría, cultura, electrónica y otros. Serrano considera que el apartado cultural es muy importante porque ayuda a poner en contacto a la gente de la plataforma con diversas actividades que ellos mismos proponen. El día en que realizábamos este reportaje Agustí había descubierto un pub irlandés cerca de la Sagrada Família donde tocaban música en directo y proponía ir. En pocos días ya había gente que se animaba. Mientras, Susanna ofrecía pastillas para fortalecer las uñas y los cabellos “a alguien que las necesite de verdad”, y Jordi proponía cambiar ropa por zapatos, a la vez que Xavier buscaba un piso de alquiler barato porque se encontraba en paro.

Con este panorama, la pregunta a Laia Serrano es inevitable: ¿cómo te ganas la vida? “No me la gano. Ahora estamos en la primera fase. Lo hemos hecho. Y ahora tenemos que ir a buscar financiación, con estas experiencias exitosas con las que contamos. Hay empresas catalanas con una fuerte vinculación a Barcelona que quieren mostrar su responsabilidad social”. El lema de la plataforma es “Todos por todos en la ciudad”. Seguro que, a través de la red, este “todos” tan deseado se siente cada vez más real.

Lost & Found

Imatge del mercat de segona mà, Lost & Found, de Barcelona.

© Salva López
La feria se realiza en espacios cerrados o abiertos según la época del año. Junto a estas líneas, la edición del pasado mes de marzo, en la Estación de Francia. En la página anterior, edición de verano en la playa de la Barceloneta.

Lost & Found es una feria que propicia el encuentro entre gente que no se conoce. Max Porta, uno de sus impulsores junto con Diego Albanell, explica que el proyecto germinó en conversaciones junto a la máquina del café: “Habíamos visto iniciativas similares fuera y nos parecía que en Barcelona faltaban espacios interactivos, populares, donde la gente pudiera vender o intercambiar objetos de casa”. La feria, de periodicidad trimestral, facilita a los particulares un espacio donde exhibir y vender objetos domésticos, desde ropa hasta libros, pasando por cualquier cosa prescindible que pueda tener una segunda vida en manos de otra persona. El sentido de Lost & Found es dar una segunda oportunidad a objetos de primera necesidad inútiles, objetos que lamentaríamos tirar, pero que nos alegraría saber que alguien más los aprovecha.

Si buscamos mercados equivalentes en otros países encontramos referentes en el garage sale americano y también en Holanda. El Día de la Reina de Ámsterdam es uno de los acontecimientos que les han servido de inspiración. En Ámsterdam, una vez al año, la gente marca el suelo con su nombre y a la mañana siguiente ocupa el sitio para vender. A partir de estos referentes se ha construido un modelo propio.

Lost & Found es un acontecimiento que ha nacido y crecido bajo el paraguas de las redes sociales. El espíritu de colaboración que impregna su modus operandi no es más que la traducción de unas relaciones que previamente se han establecido de forma virtual.

Cartell del mercat de segona mà Lost and Found, edició estiu 17 de juny de 2012.

Cartel de la edición de este verano de la feria Lost & Found.

Ya se han celebrado ocho ediciones desde 2007. Costó encontrar el modelo, y se encontró finalmente gracias a la red. “La red hizo que mucha gente se pusiera en contacto con nosotros, porque no podíamos llevar a cabo una campaña de comunicación convencional. Hubo un punto de inflexión en el momento en que entramos en Facebook, donde ya tenemos más de 5.000 amigos y fans”, explica Max Porta. La divulgación en las redes permitió ampliar la base. Empezaron con 60 puestos el primer año y en la edición de junio de este año se prevé que haya 350, y si no hay más es porque no caben. El mercado se celebra en los vestíbulos de la Estació de França en invierno, y en la playa de la Barceloneta en verano.

“La gente tiene que inscribirse en nuestra web. Rellenas un formulario de suscripción y reservas un puesto en el mercado por 30 euros. Cada puesto ocupa cuatro metros cuadrados. Hay una autoselección. Tienes que ofrecer algo que te diferencie”.

Lost & Found es un mercado para particulares. No está permitido que acudan tiendas. “Antes de asignar un puesto pedimos una descripción de los objetos que se traerán. La artesanía no está permitida porque entraríamos en competencia con los mercados de artesanía de la zona. De lo contrario esto se llenaría de ferias de artesanos”, explica Diego Albanell.

“El ideario de este mercado para particulares se resume en las tres erres: reutilizar objetos, reducir el consumo y reciclar”

Pero Lost & Found no es una simple versión 2.0. del rastro. El proyecto tiene diversas ramas. La primera, y la más evidente, es el mercado, que se celebra cada tres meses con la voluntad de generar un punto de encuentro en domingo, donde haya música, baile, fiesta: potenciar la oferta lúdica de la ciudad los domingos. La vertiente lúdica es indisociable de la parte comercial. El colectivo de disc-jockeys 2nd Hand Deejays pincha música muy ecléctica, música jamaicana, jazz, soul, estilos que de alguna manera reflejan el mismo tipo de producto que podemos encontrar en el mercado pero en el ámbito musical.

Uno de los lemas de Lost & Found es potenciar una manera sostenible de adquirir bienes materiales. Su ideario se resume en las tres erres: reutilizar objetos, reducir el consumo, reciclar. Lost & Found ha ido adquiriendo una identidad basada en la estética vintage, patente en unos carteles –diseñados por Guillem Pericay– que exudan un humor festivo. Los fundadores son conscientes de que el vintage es cool y resulta atractivo. Saben también que todavía se asocia al glamour, pero que pronto servirá para disimular la pobreza. Reciclaremos cosas viejas y diremos que son antiguas.

Wikiartmap: el arte situado en el mundo

Imatge d'un usuari del Wikiartmap que consulta el servei a la seva tauleta digital a l’entorn del CaixaForum.

© Albert Armengol
Un usuario del Wikiartmap consulta el servicio en su tableta digital en los alrededores del CaixaForum.

Maite Oliva, la impulsora de Wikiartmap, explica que todo empezó hace tres años, cuando comisariaba un ciclo de exposiciones de fotografías en la calle y se dio cuenta de que no había ninguna herramienta para difundir la creación que se lleva a cabo en el espacio público. Esto, y más, es la recién estrenada Wikiartmap: “Es una plataforma mundial en que la gente puede ser consultora e introductora de contenidos para situar en el mapa información sobre el arte, la creación y el patrimonio histórico y cultural que se genera al aire libre”, explica. La joven de Figueres ha tenido como referentes la Wikipedia y Google, “por su visión a la hora de generar herramientas que terceras personas pueden utilizar para desarrollar otras aplicaciones”. Es lo que ella ha hecho utilizando la cartografía de Google y los textos generados en la enciclopedia de libre acceso.

Su proyecto siempre ha tenido vocación mundial. “Si las herramientas lo permiten, ¿por qué limitarse? Ya había mapas de entidades en concreto, pero este proyecto quiere ir más allá, con alcance internacional y contenidos dinámicos”. Pronto la plataforma se podrá ofrecer en seis idiomas: catalán, castellano, francés, inglés, italiano y portugués. Oliva sabe que es un trabajo colectivo y subraya que su equipo y ella se han limitado a poner una primera piedra del proyecto que irá creciendo con las aportaciones de todo el mundo. “Creo que será útil para facilitar a los artistas la difusión de su obra. También ofreceremos estadísticas que les pueden ir bien a muchas entidades y a los agentes culturales. Y servirá, asimismo, para la difusión patrimonial. Todas las herramientas son de libre uso para cualquier usuario”.

Wikiartmap está integrado en redes sociales como Facebook, Twitter y Google+, y trabajará con una red social propia para permitir al usuario compartir y seguir contenidos o ilustrar con mapas sus propios blogs. Se invita a todo el mundo a participar en la construcción de este diccionario del arte: sus promotores especifican que “no se requiere la perfección, sino solo la voluntad de describir un patrimonio que es de todos y para todos”.

Eso sí, se aboga por la neutralidad, aunque ya se sabe que en este campo “lo que para unos es imprescindible para otros es cuestionable”.

Oliva tenía muy claro este aspecto de la libertad de uso de su proyecto, e insiste en que “las administraciones deben apostar por los contenidos abiertos”. Wikiartmap es una herramienta que funciona bajo la licencia de Creative Commons e incorpora y estructura los contenidos ya existentes tanto en Wikipedia como en Vikipèdia. También permite a los usuarios introducir contenidos referenciándolos en el mapa y relacionándolos con otros. Para que la herramienta sea en verdad una buena fuente de información se ha creado una estructura que revisa los contenidos sugeridos por los usuarios.

Captura de pantalla amb una de les pàgines de WikiArtMap sobre el Museu Picasso.

@ Albert Armengol
Captura de pantalla con una de las páginas sobre el Museu Picasso.

Y para moverse entre tanta información, se han puesto a punto diversas categorías que dan una idea de la magnitud de la iniciativa: arquitectura, escultura, wallcovering, sketch, creación sonora, festivales, exposiciones urbanas… Los contenidos se localizan sobre el mapa y el usuario puede buscarlos por la población, por la materia o por una palabra clave. El mapa siempre muestra cien entradas de contenido, ordenadas por popularidad, nunca por un criterio de calidad. Las fichas de información se abren sobre el mapa para que el usuario no pierda en ningún momento la localización.

Un ejemplo: si uno quiere saber dónde están situadas todas las obras de Gaudí que hay en Barcelona y a sus alrededores, puede clicar en el mapa, puede entrar por el apellido del arquitecto o puede referirse al Modernismo. La información que le aparecerá será la que ya se encuentra disponible en la red, tanto en imágenes como en entradas de texto, pero el interesado habrá llegado de otra manera. Es decir, esta no es una enciclopedia pensada para especialistas, sino que tiene una vocación básicamente divulgativa, para facilitar el acceso del usuario a estos contenidos. Su condición dinámica también la convierte en una herramienta útil para conocer las últimas creaciones artísticas, aunque sean efímeras, como exposiciones o happenings.

La iniciativa, que se dio a conocer esta primavera en el Arts Santa Mónica, ha contado con el apoyo del Ministerio de Cultura, la Diputación de Girona, el Patronato de Turismo Girona Costa Brava, el Ayuntamiento de Figueres y la Eurorregión Pirineos-Mediterráneo, y para salir adelante confía en el apoyo de socios privados que le vean salida en ámbitos como el turismo y la promoción cultural.

Verkami: creatividad a medida

Imatge de la poeta Sílvia Bel amb el llibre que ha editat gràcies al suport econòmic obtingut amb Verkami.

© Albert Armengol
La poeta Sílvia Bel con el libro que ha editado gracias al apoyo económico obtenido a través de Verkami.

En diciembre de 2010 a la familia Sala le cayó el regalo de una buena idea: crear una plataforma para dar apoyo económico a la creación cultural. Joan, biólogo de formación, y sus dos hijos, Jonàs, físico, y Adrià, historiador del arte, reunieron sus diferentes conocimientos para poner manos a la obra. Algo les unía: ser ellos mismos unos apasionados de la creatividad.

Así surgió Verkami, inspirada en la plataforma Kickstarter, impulsada desde Estados Unidos hacía un año y medio. La idea de la familia Sala era transportar esta iniciativa: “No existía ningún lugar similar ni en Europa ni en Sudamérica, y todo empezó por nuestra propia necesidad de rodar un corto que necesitábamos financiar”, recuerda el hijo mayor, Jonàs Sala.

En el momento de escribir estas líneas ya se habían financiado 280 proyectos, lo que representaba un 72% de éxito, y en la página principal de Verkami lucía una iniciativa ambiciosa: financiar el diario El Público con 30.000 euros. Cuando todavía quedaban veinticinco días para hacer donaciones ya se habían logrado casi 14.000. Y es que así es como funciona el invento: los promotores proponen su proyecto y tienen un tiempo límite de cuarenta días para lograr el dinero que necesitan a través de donaciones de los usuarios. El creador se las tiene que ingeniar para darles algo a cambio y aquí es donde surgen las ideas más curiosas: “Un grupo incluso se ofrecía a tocar en tu boda si les dabas una cantidad de dinero para financiar su primer disco”, comenta Jonàs Sala.

Para que la iniciativa llegue a buen puerto, el mayor de los Sala cree que es básico “saber transmitir tu idea y dirigirte a tu público potencial, teniendo en cuenta que no son gente con dinero que lo hacen por filantropía, sino  consumidores como nosotros, que quieren que surjan obras que les interesan. La gente no paga más dinero por un DVD o por un libro, y menos si aún no están hechos. Hay que saber transmitir confianza y entender que, puesto que estás eliminando intermediarios, puedes ofrecer los productos a mejor precio”. Otro buen consejo es cuidar la comunicación y utilizar todos los canales de difusión posibles, tanto en redes sociales como en blogs. “El crowdfunding es una buena herramienta, pero requiere un trabajo extra por parte de los creadores, y es este de la difusión. Hay quienes no están acostumbrados”, comenta Sala.

Imatge del músic lleidatà Jordi Gasion tocant en l'obertura del 4t Festival de Músiques des d’un Balcó, a la plaça del Comerç de Sant Andreu, el desembre del 2011, una edició finançada a través de Verkami.

© Pere Virgili
El músico leridano Jordi Gasion inauguró el 4° Festival de Músicas desde un Balcón, en la plaza del Comerç de Sant Andreu, en diciembre de 2011. Esta edición del festival se financió a través de Verkami.

Quien sí que está acostumbrada es la poeta Sílvia Bel, que acaba de editar su nuevo libro gracias a la financiación lograda a través de Verkami. Valora muy positivamente esta experiencia: “Yo quería sacar el segundo libro de poemas acompañado con las músicas de Clara Peya, pero incluir un soporte de CD en un libro encarecía mucho el proyecto; la editorial no lo podía asumir. Al final encontré la manera: ponerlo en código QR. Pero, claro, lo que era caro era la grabación. Y entonces decidí hacer un Verkami para pagar toda la parte multimedia del libro. La experiencia ha sido muy enriquecedora y ha hecho crecer muchísimo el proyecto. Primero porque ha sido una manera de empezar a hacer difusión del libro. Día a día ves como crecen las aportaciones de los mecenas –en mi caso, angelitos– y es muy estimulante sentir que la gente cree y apuesta por una ilusión”.

“La fuerza del micromecenazgo radica en que los participantes ayudan directamente al artista”

Bel, sin embargo, ha sido muy consciente del enorme trabajo que esto suponía: “Animar a la gente para que coopere en un proyecto así comporta una gran responsabilidad y un compromiso. Ahora me siento como si estuviese prometida con ochenta angelitos. Ellos son los que me han puesto las alas. Ellos y también la editorial, a quien agradezco la libertad y la confianza absoluta que me han dado para llevar a cabo esta parte musical y videoclipera. Me parece que en los créditos del libro he añadido como cien agradecimientos a diferentes personas. ¡Espero no dejarme a nadie!”.

La poeta ya tiene ahora experiencia directa de este mundo del crowdfunding y advierte: “El Ministerio de Cultura quiere regular los micromecenazgos. Creo que se equivocan. La fuerza del micromecenazgo reside en el hecho de que quien participa siente que ayuda directamente al artista, sin intermediarios ni cánones de por medio. No sé cuánto tiempo durará este sistema. Está claro que la gente no puede (ni tendría que…) financiar in aeternum todos los proyectos que surjan (sobre todo porque pagamos impuestos). Espero que no se acabe instrumentalizando políticamente y, si tocamos techo, ya encontraremos la manera de volverlo a transformar. Creo que los creadores hemos abierto camino”.

Gracias a ello, el libro multimedia Fila índia enfora, entre varios cientos de iniciativas, ya es una realidad.

Fònics 2.0: unidos para la música

Fònics 2.0 se define como una formación musical dinámica que selecciona a los intérpretes a través de internet. Su primera iniciativa fue el montaje de A Ceremony of Carols, de Britten, concierto que se celebró el 20 de febrero del año pasado en el Palau Falguera de Sant Feliu de Llobregat, con un coro de dieciocho chicas que se habían seleccionado en audiciones convocadas desde la red. Toda la operación fue impulsada por el actual director de Fònics 2.0, Lluís Vilamajó, que trabaja con un equipo formado por Alba Carbó, Mireia Font y Laia Santanach.

Saló del Tinell

© Fònics 2.0
El Saló del Tinell acogió los ensayos del proyecto sobre la música del Renacimiento español y del Barroco italiano, organizado por Fònics. El concierto tuvo lugar el 11 de febrero en el monasterio de Pedralbes.

La plataforma consigue los recursos que necesita para los proyectos a partir de intercambios. Ni Fònics 2.0, ni los miembros de la organización, ni los músicos participantes se lucran económicamente con estas actividades. Por ejemplo, para un proyecto sobre el Renacimiento español y el Barroco italiano se acordó un intercambio con el Museu d’Història de Barcelona (MUHBA) según el cual Fònics 2.0 ofrecía un concierto en el museo a cambio de que el MUHBA cediese los espacios necesarios para ensayar el programa.

Santanach nos explica qué les movió a poner en marcha una iniciativa que no tiene equivalente en ninguna otra parte: “Teníamos ganas de hacer música en grupo, pero no de cualquier manera. Queríamos trabajar con gente que se implicara al máximo, que llegara a los ensayos con gran conocimiento del repertorio y con ganas de profundizar en el trabajo de interpretación en grupo. Es muy difícil crear un grupo de músicos en el que el grado de implicación sea parecido, y por eso estuvimos buscando fórmulas para conseguirlo. Nos decidimos por los proyectos convocados por Internet: en las convocatorias todo el mundo sabe qué se espera de él, qué repertorio se presentará y en qué fechas, de forma que cada cual puede decidir si le interesa tomar parte. A través de las audiciones el director puede ver si los músicos se han tomado el compromiso en serio y observar sus actitudes y aptitudes”.

El coste de una iniciativa wiki no suele ser muy alto, pero requiere mucho empuje y muchas horas. Una vez valorada la idea, quedaba la parte más difícil: hacerla realidad. “Si quieres decidir libremente sobre el repertorio, las fechas, la manera, etc., o eres rico y te lo pagas tú o decides que no paga nadie, que es lo que hemos hecho nosotros. Funcionamos por intercambios y eso nos da mucha libertad”, explica Santanach. Para ella la iniciativa más emocionante ha sido hasta ahora la dedicada a Britten, porque fue la primera y no se imaginaban qué respuesta conseguiría. A las audiciones del proyecto –para el que contaron con la colaboración del pianista Josep Surinyac– “se apuntó más gente de la que esperábamos, gente de un gran nivel. Todo el mundo se implicó  y el ambiente fue fantástico. Los músicos participantes valoraron muy positivamente el trabajo desarrollado y el propio concierto, que fue todo un éxito de público”.

El final feliz se ha repetido con el proyecto sobre el Renacimiento español y el Barroco italiano, del pasado mes de febrero: “Ha sido un paso adelante importante por dos motivos. En primer lugar, por la colaboración y el buen entendimiento que ha habido con el MUHBA, que nos ha permitido ensayar y dar el concierto en espacios increíbles de la ciudad como, por ejemplo, el Saló del Tinell, el Museu Picasso o el monasterio de Pedralbes. En segundo lugar, por la cantidad enorme de gente involucrada: las noventa personas que se apuntaron a las audiciones para cubrir las 27 plazas disponibles, los particulares que han ofrecido espacios en los que llevar a cabo los proyectos y el numeroso público asistente a los conciertos”.

Como en todo proyecto basado en la colaboración, hay muchas oportunidades de ofrecer su ayuda. Santanach comenta que hay gente que “ha cedido el comedor de su casa para hacer ensayos de grupos pequeños”. También hay quien ha colaborado con la documentación histórica, con las fotografías o con la difusión. La intérprete explica que con este intercambio, trabajando con las personas implicadas en los diferentes proyectos, ha aprendido mucho sobre temas muy diversos.

Una de las razones fundamentales del éxito de Fònics 2.0 es su carácter de proyecto en red: “Las nuevas tecnologías permiten a un equipo pequeño como el nuestro organizar proyectos, coordinarlos, convocar a la gente, promover intercambios y hacer boca a boca de una manera muy ágil. De otro modo habría que invertir en cada proyecto una cantidad sustancialmente mayor de tiempo y de energía, pero sería muy inferior la velocidad con que Fònics se daría a conocer entre los posibles participantes”. Ahora solo falta que vuelva a sonar.

A la izquierda, la poeta Sílvia Bel con el libro que ha editado gracias al apoyo económico obtenido a través de Verkami.