Gracias al liderazgo municipal y a la labor de los representantes vecinales, la regeneración de Ciutat Vella, en la que se empezó a trabajar en 1980, ha hecho frente al fenómeno de desertización que ha afectado a otros centros urbanos europeos.
¿Cuánto vale un metro cuadrado? Pues depende. De la luz que tenga, de cómo cierren las ventanas, de si tiene parquet o está repintado, de la proximidad al metro, del momento vital en que uno se encuentre, de las conexiones personales con los vecinos y, últimamente, de la habilidad del inquilino de obtener un descuento sobre el precio ofertado en internet. Depende de casi cualquier factor. Son cuestiones aceptables y bastante parametrizables, que tienen que ver con la ubicación del piso y su diseño. Es una pérdida de tiempo intentar regular estas cosas tan humanas. Desde el punto de vista de la acción pública, se puede trabajar para que todos los barrios tengan un atractivo similar: descentralizando inversiones públicas, incentivando a las empresas a ubicarse en todo el territorio urbano y generalizando las frecuencias del transporte público. Desde el punto de vista del diseño, hay que forzar a los promotores a construir viviendas durables, con materiales locales, habitaciones grandes y de uso intercambiable, y con fachadas que respeten el paisaje urbano para que aporten metros cuadrados de alto valor añadido.
¿De qué no tendría que depender el valor de un metro cuadrado? Del dinero público invertido en la rehabilitación del entorno, y menos aún de las ayudas públicas destinadas a mantener o mejorar los edificios. Las inversiones en piedra no pueden servir para que los propietarios trasladen el incremento de valor a los inquilinos, y por tanto sería deseable condicionar las ayudas a quien capitaliza las plusvalías. Rehabilitar una calle no requiere solo un proyecto de ingeniería, sino también un estudio de la estructura de la propiedad y de unas medidas legales y económicas destinadas a repartir mejor las cargas y los beneficios de la transformación urbana.
Pero de lo que sobre todo no tiene que depender ese precio es de la expectativa de que la ciudad es un valor seguro. Con la circulación de capital global y la explosión de las finanzas, algunos inversores han apostado por la compra selectiva de activos en ciudades atractivas como Londres, París, Venecia o Barcelona. Sin habitar el piso, o en algunos casos, sin pisarlo, la propiedad se revaloriza con el paso del tiempo. No tiene riesgo, porque sin inquilinos no hay desgaste y los residentes del entorno ya se ocupan de hacer que el barrio funcione y sea mejor día a día.
Cuando Cerdà redactó su plan, en Ciutat Vella vivían unas 160.000 personas en un ambiente muy denso e insalubre, con unos índices de mortalidad inaceptables, sobre todo en las áreas menestrales y obreras. Cien años después, con la consolidación del Eixample como el nuevo barrio burgués de Barcelona, la precariedad de Ciutat Vella se acentúa: en la década de 1950 la población alcanza los 255.000 habitantes y los antiguos tenedores de fincas, casas y palacios dividen las propiedades para arrendarlas por unidades exiguas. Al fin de la dictadura, unos equipos técnicos liderados por los alcaldes Narcís Serra y Pasqual Maragall se fijan como objetivo regenerar Ciutat Vella conservando el grueso de la población, pero en condiciones de habitabilidad dignas.
Martí Abella lo explica muy detalladamente en Ciutat Vella. El centre històric reviscolat [Ciutat Vella. El centro histórico revitalizado]. Estaba todo por hacer y había muy pocos recursos. De 1980 a 1984, la falta de presupuesto no impide trabajar con constancia para elaborar un plan de actuaciones integrales que abarcan el urbanismo, el bienestar social, la seguridad ciudadana, las actividades económicas y la movilidad. En paralelo, el decreto 2329/83 del Gobierno español institucionaliza el apoyo público a la rehabilitación privada y facilita el acceso a fondos para impulsar la rehabilitación tanto en el ámbito público como en el privado. Bajo la dirección política de Joan Clos, las ideas técnicas del equipo Vilanova-Paricio-García-Tatjer y la dirección ejecutiva de Pere Serra, se elabora un plan de actuaciones cuadrienal que impulsa operaciones en los alrededores de Santa Caterina (mercado y viviendas de realojamiento), en la Maquinista, en la Barceloneta o en el eje del Liceu al Seminario.
Tres mil viviendas para realojar a residentes
En el año 1988 se crea la empresa municipal Promoció de Ciutat Vella, con capital público y privado. Gracias a una importante inversión pública del Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno central, se reordena un suelo equivalente a 10 ha (se expropian, derriban y construyen edificios) y se hacen obras en 279 calles, 61 plazas y 2 parques. Se compran 400 edificios y se construyen 3.000 viviendas, que se destinan a realojar a residentes del barrio. No se crea suelo para promociones residenciales privadas y solo se impulsa un hotel en derecho de superficie en la rambla del Raval. A la luz de los resultados, se puede argumentar que gracias al liderazgo municipal y a la labor de los representantes vecinales la regeneración de Ciutat Vella hizo frente al fenómeno de desertización del centro que han experimentado otras ciudades europeas.
En el año en que yo nací (1981) había en Ciutat Vella 116.000 habitantes; tenía una población envejecida, rentas muy bajas y un paro galopante (hasta el 30 %, el 18 % de larga duración). Hoy, en Ciutat Vella habitan unas 115.000 personas, por oposición a los 7.400 residentes de la City de Londres o las casi 17.000 personas que viven en el primer arrondissement de París. Uno de los retos es que los residentes que fueron parte activa de la regeneración sigan apostando por el distrito y no se vayan ante la posibilidad de arrendar caros sus pisos de propiedad. Lo que vale el metro cuadrado en Ciutat Vella, está, también, en sus manos.
Actualmente, en Ciutat Vella habitan unas 115.000 personas, por oposición a los 7.400 residentes de la City de Londres o las casi 17.000 personas del primer arrondissement de París. En la imagen, la plaza de Joan Coromines, en la parte posterior del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.