Llegué al Putxet en julio del año 1971. Desde entonces he visto muchos cambios en el barrio, un barrio amable y silencioso, repleto de pequeñas o grandes villas, en cuyos jardines florecían cada primavera lilas, buganvilias, hortensias, jazmines, geranios, glicinias…, sin olvidarse de ofrecernos todo tipo de aromas.
Mi trozo de calle acaba en unas escaleras que dan a la calle Manacor, justo enfrente del Parque del Putxet. Por lo tanto, no es una calle transitable; solo pasan por ella los coches de los habitantes de los edificios de pisos que entran o salen de su garaje. Y muy cerca, el parque, una arboleda que corona la colina entera y que sirve para ofrecernos unos tres o cuatro o cinco grados menos que en el llano de Barcelona. Tenemos un verano más benigno, un invierno un poco más frío y una calidad de aire insólita. Ahora hace poco más de un año que el parque se ha ampliado con los restos de unas fincas nobles donadas al Ayuntamiento, que hacía tiempo que estaban en ruinas.
Un poco más abajo de la misma calle Putxet, allí donde confluye con la actual Ronda del General Mitre, hay una finca privada, la más grande del Putxet, totalmente rodeada de bosque, que la gente del barrio ha llamado siempre “el bosc Bertran”. Pertenece a la familia Bertran i Musitu, y Woody Allen, cuando filmaba Vicky Cristina Barcelona, utilizó su interior para unas secuencias.
Si vamos algo más lejos, en la frontera que establecería la calle Balmes (antigua riera de Sant Gervasi de Cassoles), nos encontramos con la escritora Mercè Rodoreda y su recuerdo ancestral del “jardín de todos los jardines”. Enfrente del Casal Gurguí, donde vivió su infancia y juventud, por la parte de atrás, la pequeña villa de los Rodoreda daba a la riera y a lo que ahora es el Parque de Monterols. Dice la escritora en Espejo roto (Mirall trencat): “Detrás de casa, cuando yo era pequeña, lo que ahora es la calle de Balmes era la riera de Sant Gervasi de Cassoles. Al otro lado de la riera estaba el parque abandonado del marqués de Can Brusi. Desde el comedor se veía frondoso de árboles centenarios. Rebosante de ruiseñores, al anochecer de los días de verano se oían glugluteos de pavos. Este parque, idealizado, es el parque de la villa de los Valldaura. El jardín de todos los jardines.”
Regreso a mi trozo del Putxet para explicar lo que considero un triángulo mágico: el perímetro de las calles Putxet, Monegal (donde se oculta el callejón Felip Gil) y Cadis, coronadas por la calle Manacor. Es un entramado de villas resistentes a los cambios, de villas fieles al espíritu de su construcción. Subiendo por el Putxet encontramos la del doctor Broggi (recientemente fallecido), al lado de dos que también resisten. En el callejón Felip Gil vivió el hijo del poeta Pedro Salinas, Jaime Salinas, creador-impulsor de la editorial Alfaguara, y por él había visto subir y bajar al poeta Jaime Gil de Biedma, seguramente de visita a su amigo Salinas. Por la parte de atrás hay un grupo de fincas conservadas que dan al parque. Pasear por allí es como visitar el pasado.
Algo habría que hacer con la enorme finca –ahora tapiada– enclavada entre Cadis, Monegal y Manacor, que era, hasta que la cerraron hace unos años, la Clínica Sant Josep, una clínica privada que todavía era llevada por monjas, donde el rey Juan Carlos pasaba revisiones médicas periódicas; la gente del barrio nos enterábamos por la discreta o no tan discreta vigilancia de los miembros de seguridad.
Junto a la Clínica Sant Josep nos encontramos con otra finca noble que hace esquina con Cadis y la calle Putxet, y que también tiene un importante jardín interior: es la casa solariega de Elvira Farreras i Valentí, casada con el galerista de arte Joan Gaspar y fallecida en el año 2005. Elvira era sencilla, abierta y asequible, y con ella tuve un buen trato, “de vecindad”. Un día me invitó a entrar y, sabiendo que yo era escritora, me quiso regalar y dedicar sus libros. Muy poco después murió. Elvira Farreras era toda una señora, de vida interesantísima, cronista del Putxet, que había sido secretaria del escritor André Malraux cuando vino a Barcelona, durante la Guerra Civil, para filmar L’espoir. Un ama de casa que subió a sus hijos, que trabajó en la Sala Gaspar, que viajaba y que aún tenía tiempo para escribir libros.
Aparte de mi “triángulo mágico del Putxet”, también hay que decir que, por una especie de ósmosis, algunas de las personas que vivimos en los pisos creados en los años setenta, quizás por azar, quizás porque corrió la voz, éramos gente relacionada con el arte o la literatura. Entre mis vecinos se contaban el cineasta Gonzalo Herralde y el hijo de Rafael Tasis; también vivieron durante años el pintor Joan Artigau, el escritor Miquel Obiols… En el piso de abajo, el pintor August Puig, y en el de arriba, Norman Narotzky; en la casa de enfrente vivió Enrique Irazoqui, que fue actor con Pasolini haciendo el papel de Cristo en la película Il vangelo secondo Matteo…
O sea que el jardín de todos los jardines rodorediano sigue desprendiendo aroma, aunque muchas pequeñas villas que encontré al llegar se hayan ido derribando y hayan acabado desapareciendo. Alguna memoria tendrá la tierra, o el aire, que tan bien saben arrastrar historias humanas, para que los nuevos vecinos, recientes o antiguos, y los habitantes de siempre amemos tan profundamente el barrio.
Hola, m’ha agradat molt el teu comentari.
Jo sóc filla de Sant Gervasi i la meva àvia i també la meva mare quan baixavem al centre amb el tren de Sarrià deien que anaven cap a Barcelona.
Pel que fa al jardí de tots els jardins rodoredià, la finca de Can Brusi, dins del que ara és St. Gervasi-Galvany, molta gent creu que és part de l’actual parc de Monterols, però no és ben bé així, aquest parc és part de l’antiga finca de Can Gil, i Can Brusi ocupava una estensió de terreny molt llarga però no gaire ampla i que anava, més o menys des de la riera de St :Gervasi, actual carrer de Balmes, fins una mica més enllà del carrer d’Atenes.
Salutacions
gràcies per la teva informació.
ben cordialment
josefa contijoch